Marx y la Biblia


Existiendo tantas y tan importantes
derivaciones, reconocidas así por los liberales
como por los más autorizados autores católicos,resulta desconcertante la arremetida de la Populorum progressio contra los que ella denomina "mesianismos cargados de promesas pero fabricadores de ilusiones (n.14), pues la alusión al marxismo es clara

Sería mas objetivo reconocer que fueron esos mesianistas los que, jugándose la vida y aun perdiéndola,renunciando durante sus vidas a toda posición social halagadora, mucho antes que la Iglesia lucharon por la justicia social contra la opresión capitalista. Más objetivo y jurídico sería el constatar que fue precisamente el aspecto mesiánico, acompañado de inmensas masas proletarias el que hizo, como puede apreciarlo cualquier lector de la Rerum novarum, que por fin un papa se pronunciara en favor de los obreros.

Si cuando los pontífices intervinieron el riesgo era mucho menor y la aceptabilidad mucho mayor ello era obra de aquellos mesianistas, que no sólo sin status social asegurado, sino en medio de la ilegalidad que las legislaciones capitalistas les amañaban, lo sacrificaban todo a la causa de los pobres y los oprimidos, luchando incluso contra la resistencia de la Iglesia que después tomó de ellos las ideas justicieras.

Naturalmente, en el sistema socio-cultural, llamado
occidente no es la Iglesia la única institución que
haya adoptado intuiciones de Marx sin confesarlo públicamente. Por ejemplo, piénsese en las facultades universitarias de filosofía y economía. A la actitud desdeñosa que tenía como irrelevantes las aportaciones que Marx hizo a ambas disciplinas, ha sucedido la necesidad de estudiar con toda dedicación sus tesis; este cambio de actitud es hoy un hecho masivo en todo occidente.

Pero como las instituciones han demostrado siempre
una incapacidad insigne de arrepentimiento, de reconocer
errores e injusticias y repararlos, conviene advertir
que no basta tomar hoy en serio a Marx si se le despreció ayer, ni basta un mero cambio casi imperceptible.
Conversión real hace falta, no encubrimientos tibios del cambio que hoy se efectúa bajo cuerda.

Un libro como este no puede soslayar el hecho de esa manera de proceder que ha acarreado mucha división en la Iglesia. La enseñanza de Pío XII, Juan XXIII y Pablo VI de que no existe derecho absoluto de propiedad, aglutina en torno a sí varios sectores de católicos, mientras otros se hacen fuertes con párrafos como el número 15 de la Rerum novarun o el rechazo de la violencia por Pablo VI en Bogotá o esta enseñanza de Pío X: "Es conforme al orden establecido por Dios que en la sociedad haya ricos y pobres, sabios e ignorantes, nobles y plebeyos".
(Doctrina pontificia: documentos sociales, Madrid 1959, 464).

Como estos párrafos no han sido revocados y sólo se han emanado otras obras que van en dirección contraria el que alguien se declare sostenedor de la doctrina católica en su totalidad parece que sería o insinceridad o desconocimiento de dicha doctrina. Tanto o más que queriendo conciliar el Vaticano II con Pío IX y el Syllabus. La unidad está rota y toda apologética al respecto es trabajo perdido, pues no se trata de pluralismo sino de división real con la que hay que contar. Michael Blaise lo dice claramente: "La unidad del mundo católico está rota" (M. Blaise, une morale cretienne pour l'action revolucionaire).

Ver: José P. Miranda, Marx y la Biblia. Crítica a la
filosofía de la opresión
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