Misa sobre el Mundo (Teilhard de Chardin)
Tres historia a la manera de Benson
Mi amigo ha muerto, aquel que bebía en toda vida como en una fuente santa (el amigo era el mismo autor de cuento). Su corazón le abrasaba por dentro. Su cuerpo ha desaparecido en la Tierra, delante de Verdún. Ahora puedo repetir algunas de sus palabras, aquellas palabras con que una tarde me iniciaba en la visión intensa que iluminaba y pacificaba su vida.
"¿Quieres saber, me decía, cómo el Universo potente y múltiple ha adquirido para mí la figura de Cristo"? Esto sucede poco a poco, y es difícil analizar con palabras intuiciones tan renovadoras como éstas. Eso no obstante, puedo contarte algunas de las experiencias que allá arriba han introducido la luz en mi alma, como si se levantara, por etapas, un telón..."
El Cuadro
"...En aquel momento, comenzó, tenía mi pensamiento comprometido en un problema medio filosófico, medio estético. Suponiendo, pensaba yo, que Cristo se dignase aparecer aquí, delante de mí, corporalmente, ¿cuál sería su aspecto? ¿Cuál sería su compostura? ¿Cuál sería, sobre todo, su manera de introducirse sensiblemente en la Materia, su manera de situarse entre los objetos de alrededor?... Y había algo que me entristecía y me disgustaba, confusamente, frente a la idea de que el cuerpo de Cristo pudiese yuxtaponerse, en el conjunto del Mundo, a la multitud de los cuerpos inferiores, sin que estos experimentasen y reconociesen, a través de alguna alteración perceptible, la intensidad que les rodeaba.
Sin embargo, mis ojos se habían detenido maquinalmente en un cuadro que reptesentaba a Cristo, con su corazón ofrecido a los hombres. Este cuadro estaba colgado delante de mí dn los muros de la iglesia donde había entrado para orar. Y, siguiendo el curso de mi pensamiento, no comprendía cómo podía ser posible a un artista representar la Humanidad Santa de Jesús, sin atribuirle esa fijeza demasiado precisa de su Cuerpo que parecía aislarse de todos los demás hombres, sin darle esa expresión demasiado individual de su figura, de esa figura que, suponiendo que fuese bella, lo era de una manera particular, excluyendo todas las demás hermosuras...
Poesía de San Juan de la Cruz
Canciones del alma que se duele que no puede amar a Dios tanto como se desea
Si de mi baja suerte
las llamas del amor tan fuertes fuesen
que absorbiesen la muerte
y tanto más creciesen
que las aguas del mar también ardiesen,
y si de ahí pasasen
tanto que las tres máquinas hinchasen
y así las abrasasen
que en sí las convirtiesen
y todas ellas llamas de amor fuesen,
no pienso que podría,
según la viva sed de amor que siento,
amar como querría,
ni las llamas que cuento
satisfacer mi sed por un momento.
Porque ellas, comparadas
con aquel fuego eterno sin segundo,
no son más abultadas
que un átomo en el mundo
o que una sola gota en el profundo.
Mi corazón de cieno,
que no sufre calor ni permanece
más que la flor del heno,
que luego que florece,
el aire la marchita y desfallece,
¿cómo jamás podría
arder tanto que suban sus vislumbres,
según él lo quería,
hasta las cumbres
de aquel eterno Padre de las lumbres?