Pulso de Obama a la banca

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El presidente norteamericano sacó pecho en su día ante los grandes banqueros del país más rico del mundo. La razón y el sentido común estaban de su parte, porque su argumento es indiscutible: "hemos entregado mucho dinero a los bancos para sacarlos de la crisis y siguen con los vicios de antes" (Lástima que Zapatero no le imitara).

Barack Obama acababa de anunciar la reforma del sistema financiero sin el menor titubeo. En primer lugar se propuso limitar el tamaño de los grande bancos para que no hicieran peligrar la estabilidad económica y a la vez restringir las operaciones financieras. De modo que nunca más los contribuyentes fueran rehenes de enttidades finacieras demasiado grandes que pudieran quebrar. Los bancos no deberían separarse en exceso de su actividad básica, que es prestar dinero a los consumidores.

Posiblemente Obama no sabía que tenía en frente un teólogo católico neoliberal que llevaba mucho tiempo imposibilitando todas las buenas intenciones de corregir el sistema capitalista.

El teólogo a que me refiero se llama Michael Novack, quien había puesto la religión norteamericana al servicio del sistema. El teólogo abrigaba el propósito de contrarrestar así la legitimación que el socialismo obtiene de la nueva teología política europea y de la teología de la liberación latinoamericana. Se proponía, pues conseguir credibilidad y apoyo para el neoliberalismo capitalista.

En su terco empeño Novack veía visiones al atribuir raíces cristianas al capitalismo en la afinidad entre capitalismo, democracia y tradición judeocristiana. Esta tradición la consideraba tan elástica que veía en ella capacidad de favorecer la "ética de la producción" y lamentaba que la Iglesia católica no hubiera descubierto el potencial creativo del capitalismo democrático.

En oposición al prejuicio existente, el capitalismo no es individualista. Al contrario, su carácter social tiene mucha afinidad con el reino de Dios y la preocupación solidaria cristiana, puesto que su objetivo no es el enriquecimiento del individuo, sino el de las naciones.

La creación de sindicatos, pensiones, administración colectiva, reparto de beneficios, que es lo típico y originario del socialismo, Novack lo consideraba fruto de la ética humanizadora del capitalismo.

Otras afinidades entre capitalismo y tradición judeocristiana las percibía en el mercado como promotor de la libertad: el hombre se ejercita en actos libres creadores de conciencia personal y comunitaria. La concepción abierta de la historia humana propia del capitalismo es asimismo afin a la concepción abierta y entregada a la responsabilidad libre del hombre.
Afortunadamente no abundan teólogos como este.
(M. Novck, El espíritu del capitalismo democrático.
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