Teología de J. Ortega y Gasset. Evolución del Cristianismo



Irracionalidad de la lengua

Una paradoja que señala Ortega es que para que alguien consiga decir algo ha de ser capaz de silenciar o callar todo lo demás. Él da mucha importancia a la capacidad de renuncia, de ascetismo que supone callar muchas cosas con tal de decir una significativa. En definitiva, la lengua en su auténtica realidad nace y vive en un combate y compromiso entre el querer decir y el tener que callar.

Es más, el silencio, la inefabilidad es un factor intrínseco al lenguaje. Cada sociedad tiene que hacer una selección en la masa del decir para poder decir algunas cosas y esta selección es el lenguaje. La lengua nace como amputación del decir, cada una de ellas va modelada por un espíritu selectivo en el vocabulario, en la morfología y en la sintaxis.

A este propósito refiere que un especialista en la materia como Meillet decía: "Toda lengua expresa cuanto la sociedad de la que ella es órgano necesita. Una lengua de semi-civilizados no será capaz de expresar teorías filosóficas, pero esto no resulta de su estructura propiamente lingüística. Con cualquier fonetismo, con cualquier gramática se puede expresar cualquier cosa". Ortega observa en estas palabras de Meillet una tautología y que confunde las necesidades que una sociedad tiene con las que satisface, y la realidad de una lengua con lo que sería un lenguaje perfecto.

No obstante, el lenguaje consiste en una previa retención del decir que acompaña toda su génesis, su organización y desarrollo. Por lo que se puede resumir la primera condición del lenguaje diciendo: "El lenguaje está limitado siempre por una forma de inefabilidad. Esta limitación se halla constituida por lo que en absoluto no se puede decir en una lengua o en ninguna.

Pero sobre esta monta una segunda limitación, a saber, todo aquello que el lenguaje podría decir pero que cada cual silencia por esperar que el oyente puede y debe por sí suponerlo y añadirlo. Este silencio es de distinto nivel que el primero -no es absoluto, es relativo; no procede de la inefabilidad fatal, sino de una consciente economía. Frente a lo inefable llamo a esta consciente reticencia de la lengua lo inefado".

Seguidamente cita unas palabras de Guillermo de Humbolt, el hombre de más sensibilidad en el lenguaje: "En la gramática de toda lengua hay una parte que está expresamente significada y otra que queda tácita y hay que añadir. En la lengua china aquella primera parte se halla en una proporción infinitamente pequeña frente a esta segunda. En toda lengua, el contexto de la elocución tiene que venir en auxilio de la gramática.
En el chino ese contexto es la base para la comprensión y frecuentemente no hay más remedio que derivar de él la construcción (la sintaxis). El verbo mismo sólo se descubre en el concepto nominal".

Los lingüistas, lamenta Ortega, no perciben esto muchas veces, y el hecho de que al hablar una lengua se entienda y se dé a entender lo que esta deja inefado les impide reparar que la lengua no lo dice. En general él no ve con meridiana claridad que se distinga con la debida insistencia entre lo que la lengua dice y lo que "con ella" decimos nosotros (Comentario al Banquete de Platón. Qué es leer IX, 754ss).




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