Virtudes públicas en J. Ortega y Gasset
4. Estado laico
Un profeta de nuestros días en España y no precisamente laico, sino obispo, el abad de Montserrat, monseñor Josep María Soler, ha salido en defensa del Estado laico a tono con los signos de los tiempos y el carácter laico de la sociedad actual que cada vez va a más. Le ha motivado a ello la nostalgia del nacional catolicismo de un sector importante de la jerarquía católica española, que está protagonizando una relación muy tensa con el Gobierno socialista y democrático de esa época.
Pero no sólo él, también hay un grupo de obispos que piensan que la jerarquía debería tener otro comportamiento con el Gobierno y con la sociedad que le ha elegido. La actitud beligerante e intolerante del episcopado más conservador no tiene justificación alguna. Para el abad, "es faltar a la verdad decir que la Iglesia está perseguida en España", como se ha dicho desde un radicalismo nada cristiano.
La Iglesia española debe olvidar el pasado y su nacionalcatolicismo y "aprender a vivir en otro contexto social, que, según la Constitución y desde la separación entre la Iglesia y el Estado, se define como un verdadero Estado laico que supone eso: una separación real entre lo que es el Estado y su lógico derecho a promulgar leyes, y lo que es la Iglesia y su misión, que no tiene esa capacidad legislativa...
En un Estado aconfesional o laico la voz de la Iglesia es una voz que no puede imponer sus criterios a los legisladores". El monje benedictino cree que un sector amplio de la jerarquía tiene miedo a que se pierdan ciertos valores, aunque tanbién les preocupa cómo se les va de las manos el poder que tuvieron. Quieren, además, mantener una manera determinada de entender España. Les preocupa mucho asimismo el proceso de secularización de la sociedad española.
Él, en cambio, está convencido de que lo que debería preocuparnos a todos es el no haber sabido conectar el mensaje del Evangelio con las inquietudes de la gente. Desde su punto de vista ha fracasado el lenguaje, el planteamiento excesivamente intransigente de ciertos temas que angustian al mundo de hoy y el no aceptar que, al fin, es el hombre el que decide sobre su vida, diga lo que diga la Iglesia, que con una visión miope se resiste a revisar sus criterios poniéndolos en el contexto de los avances de la ciencia, de la medicina o la antropología. Revisión que a él y a otros les parece urgente.
Ante el recurso permanente de la Iglesia a la explicación mágica, infantil del hecho religioso y el hecho de que la gente que vive en libertad y racionalidad le está dando la espalda, como le plantea la entrevistadora, responde que "no saben hacer otra cosa. Porque es más complicado, más exigente proponer a la persona de Jesús desde un planteamiento de inteligencia que no repugne a la racionalidad, porque se ha prescindido del respeto a la condición humana...
Desde mi punto de vista, dice, el concepto mágico prostituye la naturaleza de la fe, que es una adhesión racional, desde la afectividad y la inteligencia a una creencia. Muchos problemas que hoy tiene la Iglesia se deben al recurso a lo mágico, que hasta ahora apuntalaba unas verdades incontestables. Unas verdades que no sólo son contestadas por parte del hombre moderno, sino que sencillamente se desmoronan. No existe un Dios tapaagugeros, ni un Dios que soluciona problemas".
Por otra parte, el obispo-abad de Montserrat considera "lamentable que los obispos no tengan el coraje de frenar la estrategia de envenenamiento de la sociedad que llevan a cabo colaboradores de la emisora radiofónica COPE. Le parece triste que una mayoría de obispos no tengan el valor de poner fin a una situación que contradice y repugna abiertamente a los valores del Evangelio y a los de la convivencia democrática.
Respecto al temor de la desunión o ruptura de España que han manifestado muchos obispos y la ofensiva contra Cataluña que también hace la derecha política, alega que no responde a la realidad ni a lo que piensan la mayoría de los católicos. Tampoco se justifica la postura frente al Estatud, que no es en absoluto rupturista. En cambio, esa actitud y ese mensaje de que España se rompe ha dañado la convivencia en el conjunto del Estado y cree que los obispos se equivocan una vez más respecto a lo que llaman defensa de la unidad de España.
Según ellos la entienden, la unidad de España es un bien moral, lo cual le parece absolutamente falso y, además, no tiene base alguna teológica. Pero lo más importante para él es que la Iglesia no tiene que identificarse con ningún partido concreto, en este caso con el PP, como lo está haciendo. "La mayoría de los obispos creen que los nacionalismos ponen en peligro la unidad de España, y eso no es así".
Una cosa es la unidad de fe, y otra cosa bien distinta es la organización política de la sociedad, de un Estado que puede tomar muchas formas. Las declaraciones de monseñor cañizares al respecto le han dejado perplejo, porque, además de no tener base teológica, contradicen la propia identidad de Cataluña y de su historia. "Es cierto que el cristianismo es unidad, pero unidad de fe, unidad en la solidaridad, como lo es en la unidad con la Iglesia de Europa.
Pero no hace falta que sea una unidad política, porque entonces tendríamos que hacer con todos los católicos del mundo un solo Estado. Lo que impera hoy en el mundo civilizado es el Estado laico, que protege a todos los ciudadanos por igual sin privilegios por motivos religiosos. No olvidemos que la religión no pocas veces ha perturbado la paz en los pueblos y hoy mismo en nombre de la religión se está justificando mucha violencia. Con toda razón, como venimos viendo en este trabajo, el Dios bíblico se manifiesta como un Dios laico.
Conocedor de toda esta realidad, parece ser que el cardenal Ratzinger entonces responsable del dicasterio vaticano sobre la Doctrina de la fe, sugirió a Juan Pablo II la idea de una "laicidad justa" (laicitá giusta), opuesta al laicismo primario. "La laicidad justa es la libertad de la religión. El Estado no impone una religión, sino que da libre espacio a las religiones con una responsabilidad hacia la sociedad civil y, por lo tanto, permite a estas religiones ser factores en la construcción de la vida social".
¿Qué más se le puede pedir a un soberano Pontífice de nuestro siglo?. En este contexto hemos de leer la desafortunada cita referida al Islam, que el entonces Benedicto XVI introdujo en la conferencia pronunciada en la Universidad de Ratisbona en la que fue profesor. Esta cita ha causado tanto revuelo entre los musulmanes, porque se produce en un momento en que estos están muy afectados por las guerras de Abganistán e Irak y la herida del Líbano no ha cicatrizado aún.
Es más, alguien pudo interpretar que las palabras del Papa reflejaban la postura de G. Bush . Pero en Turguía y posteriormente el Papa ha dado pruebas suficientes de no ser así.
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