Virtudes públicas en J. Ortega y Gasset

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Virtudes públicas o laicas
en José Ortega y Gasset


Capítulo X
El socialismo


Socialismo y Cristianismo

Es también suficientemente conocido el empeño de Erns Bloch por crear lazos de unión entre el cristianismo actual y el socialismo democrático, aunque, como ha escrito Moltmann después de dialogar largamente con el filósofo compatriota suyo, para los ateos, Bloch es demasiado piadoso y para los cristianos demasiado ateo. Para el cristianismo tradicionalista, su ateísmo es duro, mordaz e incluso superficial.

Ajeno a estas críticas, él busca por todos los medios presentar un cristianismo no alienado, lo que le ha llevado a enfrentarse con el teísmo de la religión imperial que con Dios Padre bendice al padre del país y con Dios Señor bendice a los señores de este mundo. Esto ha propiciado que el filósofo marxista se haya acercado a los teólogos más progresistas y que estos teólogos hayan acudido a él. Pero de lo que no cabe duda es de que su influencia es notoria hoy en los países en vías de desarrollo.

Efectivamente, en 1967 el arzobispo de Recife (Brasil), Helder Cámara, y otros 17 obispos redactaron un documento en el que constatan que dada la situación de sus pueblos, la opción por los pobres conduce a la búsqueda de un sistema alternativo de organización de la sociedad, que ellos ven en el socialismo. Los cristianos tienen, pues, el deber de mostrar que el verdadero socialismo es el cristianismo integralmente vivido en el justo reparto de los bienes y la igualdad fundamental entre todos los seres humanos. En lugar de contrariarnos con el socialismo, dicen los prelados, hemos de saber acercarnos a una forma de vida social más adaptada a nuestro tiempo y más conforme con el espíritu del evangelio.

El mensaje socialista en su interacción de justicia y caridad ha sido asumido, como podemos constatar, por muchos obispos y muchos más teólogos, por la nueva teología política europea posconciliar y la teología de la liberación en el mundo no desarrollado. El promotor de esta última, el sacerdote y teólogo peruano Gustavo Gutiérrez, fundádose en el Nuevo Testamento, dice que la caridad es el amor de Dios en nosotros y no existe fuera de nuestras posibilidades humanas de amar, de forjar un mundo más justo y frateno, porque la fe sin obras es estéril (Sant 2,20).

Conocer a Dios es obrar la justicia: Si sabéis que él es justo, reconoced que todo el que practica la justicia ha nacido de él (1 Jn 2,29).

El amor de Dios se expresa ineludiblemente en el amor al prójimo. Más aún, a Dios se le ama en el prójimo (1 Jn 4,20). Pero el prójimo, sigue diciendo G. Gutierrez, no es sólo el hombre tomado individualmente. Es más bien el hombre considerado en la urdimbre de las relaciones sociales, culturales, raciales. Es igualmente la clase social explotada, el pueblo dominado, la raza marginada. Las masas son tanbién nuestro prójimo.

Ver: Francisco Garcia-Margallo Bazago Cristianismo y Secularidad. Manual de Nueva Teología Política Europea.
Ed. Tirant Lo Blanch. Valencia

Es lógico que en este lenguaje de la teología de la liberación la justicia ocupe un lugar prioriario, ya que la justicia social es considerada como la única vía para que sea posible el reino de Dios en el mundo y el mandamiento nuevo del amor fraterno. Hay, pues, un nexo común evidente entre el credo socialista de Ortega y Gasset y la teología emanada del Vaticano II.

En la misma línea el teólogo brasileño Hugo Assmann piensa que, en un mundo que se socializa cada vez más, estamos llamados a retomar el primado bíblico del pueblo sobre el individuo. Asimismo para Leonardo Boff el socialismo que, por su naturaleza, coloca lo colectivo como eje de su articulación, puede significar la gran alternativa de la humanidad que quiere sobrevivir en un espacio de fraternidad y solidaridad. Porque las soluciones a los graves problemas humanos, que de forma creciente se están mundializando, deben ser igualmente mundiales, lo que significa que han de ser fruto de un gran proceso de socialización y democratización .

La masa de los empobrecidos, dos tercios de la humanidad, sueñan con esta esperanza ¿serán una vez más defraudados? Su esperanza es muy razonable y, además, realizable, porque no aspiran a ser grandes potencias ni a dominar a otros. Sus sueños van unidos a las necesidades básicas de la vida humana: trabajo, salud, vivienda, cultura etc. Lo que piden estos pueblos, escribe Leonardo Boff es que la humanidad se reconcilie consigo misma, reconciliándose con ellos. Su grito puede ayudarnos a que nos humanicemos los pueblos del primer mundo prestándoles atención.

Todas sus aspiraciones son técnicamente realizables, lo que falta es voluntad política en los países ricos. Bastaría mundializar, no el mercado y las formas de acumulación de riqueza, sino los hábitos culturales de solidaridad, de compasión con las víctimas, de respeto a las culturas. La teología de la liberación está haciendo su aportación en este sentido, asumiendo solidariamente el lugar del pobre y denunciado su injusta situación.

En definitiva, el socialismo no se discute ya, únicamente se disputa del más o del menos. Lo ocurrido en la Europa del Este es que el socialismo fue víctima de la pesada burocratización y estatificación a que fue sometido, pero el socialismo democrático mantiene intacto su carácter virtuoso en su función de hacer avanzar la justicia social en el mundo. "La justicia política, escribía Ortega en el Imparcial el 27 de agosto de 1908, es la matemática de la caridad" (Pablo Iglesias 141-142).

Y con el entusiasmo que le ha producido su fe en el credo socialista incubada en su juventud, mas la grata impresión que le ha ocasionado la lectura de El Santo se atreve ahora a decir: "Es preciso, de un lado, podar el árbol dogmático, demasiado frondoso para el clima intelectual moderno y dar mayor fluidez a la creencia, sutilizar la pesadumbre teológica: se hace forzosa una reforma de la letra católica. Por otro lado, es menester volver a la vida evangélica, y al través de la entusiasta nerviosidad franciscana ejercitar la otra virtud moderna, la virtud política, el socialismo" (Sobre El Santo I, 433-434).

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