La cigüeña sobre el campanario

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II Descubrimiento de la Religión Verdadera

1. Crisis de conciencia

1) En España gozamos de una aparente tranquilidad social, que no se apoya en sólido equilibrio, sino más bien en el poder político; y debajo de esa tranquilidad hay un profundo descontento y sorda hostilidad de los obreros, en gran parte justificada.

2)La malquerencia del obrero se refiere también a la Iglesia, aunque tal vez no en primer término.

3)Los salarios legales son en gran parte injustos en principio, por excesivamente bajos, sin que la subida recientemente decretada cambie sustancialmente este estado de cosas.

4)De una manera muy general, los empresarios no hacen problema de si deben dar una retribución superior al salario legal; se contentan con éste, sin que hayan faltado casos de fraude en el cumplimiento de las leyes.

5)El conjunto, el modo de proceder de las instituciones eclesiásticas no ha sido distinto en este punto (demos por supuesto que sin incurrir en fraudes de la ley). Por lo menos la Iglesia no ha dado la sensación de proceder de un modo distinto de la clase patronal en general.

6)Al obrero español, que es con frecuencia poco culto y falto de formas (aquí hay que preguntarse, no obstante, sobre quién recae esta responsabilidad de este estado de cosas) al obrero español se le trata comúnmente como a un ser inferior, no se guardan las normas de consideración personal normales. Con esto se conculcan deberes ético-sociales fundamentales, sin que se puedan aducir en este caso, como en el caso de la remuneración económica, razones de imposibisibilidad.

7)El obrero español no tiene realmente medio efectivo para llevar adelante sus derechos en el establecimiento de las bases de trabajo, teniendo que estar pasivamente a lo que haga de él la más o menos eficaz buena voluntad del gobierno.

8)En los últimos veinte años, el catolicismo español, en conjunto y considerado en sus diversos estamentos, más bien ha guardado silencio acerca de estos problemas, probablemente por tratarse de una cuestión espinosa y desagradable para casi todos, menos para los obreros, para quienes resulta que la cuestión se plantea en serio.

Hoy, este planteamiento resulta tímido. Pero en 1956 hablar así constituyó una fuerte novedad, para mí mismo y para los demás. El texto de la conferencia fue enviado a los obispos y a otras personalidades.

El mismo año 1956 se celebró en Madrid un Congreso nacional de perfección y apostolado. Un Congreso de sacerdotes y religiosas. La comisión organizadora solicitó de mí una comunicación sobre el tema "Aspecto social del voto de pobreza". Yo redacté unas cuartillas, de las que se hizo mención en el Congreso. Pero luego no quisieron incluirlas en las actas.

Ver: José Mª Díez-Alegría, ¡Yo creo en la esperanza!
El credo que ha dado sentido a mi vida.
Ed Desclée de Brouwer 1972
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