Sentarse a la mesa. A la mesa del amor Tal vez la última cena fuese, de alguna manera, la primera

"El último encuentro en torno a la mesa no quedó sólo en una celebración para conmemorar la Pascua. Esa cena tenía una connotación especial, era un banquete"
"Dios nos ofrece un banquete, no un trofeo o una recompensa, sino una celebración a la que estamos invitados a cada instante, aquí y ahora. ¿Qué nos impide sentarnos a la mesa?"
"En esta cena, Jesús vuelve una vez más a recordarnos que para él la recompensa no es consecuencia, sino que está presente siempre porque es inherente a la acción"
"La última cena habla de ello, por eso es el banquete del amor"
"En esta cena, Jesús vuelve una vez más a recordarnos que para él la recompensa no es consecuencia, sino que está presente siempre porque es inherente a la acción"
"La última cena habla de ello, por eso es el banquete del amor"
Podríamos preguntarnos por el significado delamor y para nada estaríamos desperdiciando el tiempo. Es el gran tema para el día de hoy que queda recogido bajo el símbolo de una cena que no es una simple comida de amigos, menos aún de empresa. Tal vez la última cena fuese, de alguna manera, la primera.
El último encuentro en torno a la mesa no quedó sólo en una celebración para conmemorar la Pascua. Esa cena tenía una connotación especial, era un banquete, es decir, para poder estar allí uno no sólo había sido invitado, sino que también tenía que haber aceptado dicha invitación. Esa cena fue, lo sigue siendo, una parábola de la vida que Dios nos da.

Dios nos ofrece un banquete, no un trofeo o una recompensa, sino una celebración a la que estamos invitados a cada instante, aquí y ahora. ¿Qué nos impide sentarnos a la mesa? Quizá son demasiados nuestros quehaceres, tal vez estemos demasiado ensimismados en nuestras obsesiones diarias, esas pequeñas e insignificantes cosas a las que le atribuimos una importancia exagerada.
En esta cena, Jesús vuelve una vez más a recordarnos que para él la recompensa no es consecuencia,sino que está presente siempre porque es inherente a la acción, es decir, no hay que esperar nada después. Esto desarma la lógica infantil de nuestro ego que siempre está mirando hacia delante o lamentándose por lo que ya pasó.
La recompensa de Jesús, además, está empapada de una gratuidad que desborda la razón humana, pues nada tiene que ver con la dinámica consumista desde la que seguimos comprendiendo la vida. Quizá por ello los discípulos no comprendieron que se pusiera a lavarles los pies, tal vez justamente por esto, tampoco nosotros aceptamos que andar desde Dios tenga que ver con entregarnos a lo que acontece a cada momento, en dar lo que somos desde el servicio. Seguimos viviendo, por una comodidad inconsciente, una suerte de esquizofrenia espiritual.
"Sólo desde la entrega confiada, que trasgrede toda justicia humana, se puede comprender a Jesús"
En ese banquete, aquella noche como cada día, la entrega queda simbolizada e instituida, para que podamos rememorarla, para que pueda ser el rito que nos convoque, recuerde la hermandad que nos vincula en torno al mismo Padre, nos aliente e inspire y, en última instancia, nos vaya cristificando. Sólo desde la entrega confiada, que trasgrede toda justicia humana, se puede comprender a Jesús y, sólo desde él, podremos llegar a saber qué significa amar hasta las últimas consecuencias, hasta el extremo, donde la libertad se despliega de forma definitiva.
La generosidad de Jesús habla del exceso desde el que Dios actúa. Sólo acogiendo con generosidad podremos actuar desde ahí, sin límites que queden sujetos en nuestros intereses. Lo esencial y lo que anima y vitaliza la vida, el pan y el vino, se comprenden desde la clave del encuentro, desde la reciprocidad dinámica que Jesús desvela definitivamente con su ser. La última cena habla de ello, por eso es el banquete del amor.

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