"Teólogo en las trincheras y con el pueblo, seguirá vivo en nuestra memoria" Edgard Beltrán: Del clericalismo a las comunidades de base
"El pasado 8 de mayo falleció a los 91 años en Rockford, Illinois (USA), el teólogo colombiano Edgard Beltrán Acosta, referente de la teología de la liberación en América Latina y en la comunidad hispana de Estados Unidos"
"Jugó un papel fundamental en la creación y coordinación de las comunidades eclesiales de base, críticas del clericalismo entonces reinante y defensoras del devolver el protagonismo a los seglares dentro de la Iglesia"
“Hay que abandonar el estilo constantiniano de la pirámide eclesial y recobrar la dimensión comunitaria”, solía decir
"La ejemplaridad de vida, el compromiso social, el cristianismo liberador y la plural identidad de Edgard Beltrán permanecerán vivos en la memoria de las comunidades eclesiales de base latinoamericanas que él animó"
“Hay que abandonar el estilo constantiniano de la pirámide eclesial y recobrar la dimensión comunitaria”, solía decir
"La ejemplaridad de vida, el compromiso social, el cristianismo liberador y la plural identidad de Edgard Beltrán permanecerán vivos en la memoria de las comunidades eclesiales de base latinoamericanas que él animó"
El pasado 8 de mayo falleció a los 91 años en Rockford, Illinois (USA), el teólogo colombiano Edgard Beltrán Acosta, referente de la teología de la liberación en América Latina y en la comunidad hispana de Estados Unidos. Tenía una excelente formación interdisciplinar: estudió teología primero en el Seminario de Bogotá y posteriormente en Roma y ciencias sociales en la Universidad de Lovaina con el prestigioso sociólogo de la religión François Houtart especializándose en teología pastoral. En Lovaina estudió también su compatriota Camilo Torres, símbolo del cristianismo liberador en América Latina, que se incorporó a la lucha revolucionaria desde la convicción de que “el amor tiene que ser políticamente eficaz”.
En la perspectiva de la teología de la liberación
A su vuelta a Colombia jugó un papel fundamental en la creación y coordinación de las comunidades eclesiales de base, críticas del clericalismo entonces reinante y defensoras del devolver el protagonismo a los seglares dentro de la Iglesia. Esta fue una de las experiencias más creativas del cristianismo posconciliar, que dio lugar al nuevo paradigma de Iglesia-comunidad de comunidades al servicio de las personas y los colectivos empobrecidos como alternativa a la Iglesia jerárquica y patriarcal, aliada con los poderes y los poderosos.
Participó activamente como secretario ejecutivo del Departamento de Pastoral en la preparación y el desarrollo de II Conferencia del Episcopado Latinoamericano celebrada en 1968 en la ciudad colombiana de Medellín, uno de los acontecimientos más importantes de la historia de América Latina, que llevó a cabo el paso, verdaderamente revolucionario, de la Iglesia colonial al cristianismo liberador en todo el continente latinoamericano.
Edgard compartía la crítica radical de Medellín al colonialismo interno, al neocolonialismo externo y al imperialismo, que se adelantaron a las teorías post- y de-coloniales. Medellín se refiere “a las consecuencias que entraña para los países latinoamericanos de un centro de poder económico en torno al que gravitan”, cuyo resultado es que “nuestras naciones, con frecuencia, no son dueñas de sus bienes ni de sus decisiones económicas” (Documento de Medellín sobre la Paz, nn. 8-9). Se producía así una verdadera ruptura ideológica, religiosa, política, epistemológica y cultural con la teología y la Iglesia instaladas mayoritariamente en las estructuras y la ideología heredadas de la época de la conquista.
Esta Conferencia del Episcopado Latinoamericano suele considerarse el punto de partida de la teología de la liberación, una de las corrientes más innovadoras nacidas en el Sur global. Entre los teólogos que participaron en ella se encontraba Gustavo Gutiérrez considerado el padre de la teología de la liberación, con quien mantuvo una estrecha relación Edgard. Gutiérrez definía la teología como “la reflexión crítica sobre la praxis histórica a la luz de la palabra de Dios”, una teología transformadora de la sociedad y de la propia Iglesia, a partir de la experiencia del encuentro con el Dios de la vida y con Jesús de Nazaret, el Cristo liberador, y de la opción por los pobres, donde se encuentra la fuerza transformadora, como expresara Gutiérrez en su libro La fuerza histórica de los pobres.
En estrecha colaboración con el obispo ecuatoriano Leónidas Proaño contribuyó a la puesta en marcha y al desarrollo de las Semanas Pastorales promovidas por el Departamento de Pastoral para la formación de los obispos en el conocimiento y la aplicación de las líneas maestras de Medellín desde la perspectiva de una evangelización liberadora. En ellas mantuvo relación con obispos proféticos como Sergio Méndez Arceo, Samuel Ruiz, Helder Cámara, su compatriota Gerardo Valencia Cano y otros. En dichas Semanas se impartían cursos de un mes con asesores especializados en ciencias sociales y políticas, antropología, teología, etc., donde participaron obispos mártires como monseñor Oscar Romero y Juan Gerardi y sacerdotes igualmente mártires como el jesuita salvadoreño Rutilio Grande.
Edgard participó en 1976 en el encuentro convocado por Leónidas Proaño en la casa de Santa Cruz, lugar de reflexión y convivencia, de su diócesis de Riobamba (Ecuador), donde se reunieron obispos, teólogos, sacerdotes y seglares de toda América Latina, algunos norteamericanos y el catalán Joseph Camps, empeñados en alumbrar una Iglesia libre y liberadora en el continente. El Encuentro tenía como objetivo exponer las experiencias pastorales llevadas a cabo en las distintas diócesis y, al mismo tiempo, expresar su solidaridad con una diócesis y su obispo, perseguidos tanto política como eclesialmente.
A Proaño se le reconocía como el obispo del indio por su defensa de las comunidades indígenas. Él mismo se sentía heredero y continuador del legado liberador de Bartolomé de Las Casas, quien en 1517 afirmó: “los son hombres y deben ser tratados como tales” y del ecuatoriano J. Joaquín de Olmedo, quien denunció en las Cortes de Cádiz el régimen de esclavitud im puesto por los hispanos a los indios y defendió que los indígenas nacen tan libres como los reyes de Europa.
Por ello le llovieron numerosas acusaciones y denuncias procedentes del poder político ecuatoriano, que lo calificaba de subversivo, y de la propia jerarquía, que no disimulaba el rechazo de su pastoral comprometida con la concientización popular y la evangelización liberadora.
Las personas reunidas eran conscientes del retroceso sufrido en la Iglesia latinoamericana después de Medellín y creían necesario recuperar el espíritu liberador de aquella asamblea y responder a la pregunta que había planteado Helder Cámara: “¿Qué habéis hecho con Medellín?”. “Lo habéis destruido”. El programa de trabajo de las personas reunidas no pudo desarrollarse por la intervención de la policía, que abortó la reunión a punta de armas sin darse a razones y sin posibilidad de un diálogo, detuvo a todos los reunidos y, posteriormente, exigió a los extranjeros allí presentes el abandono del país.
Acompañando a la comunidad hispana en Estados Unidos
El Consejo del Episcopado Latinoamericano (CELAM) cambió de orientación con la llegada de monseñor Alfonso López Trujillo, enemigo de la teología de la liberación. Con él comenzaron una etapa de involución en el CELAM y la persecución de las teólogas y los teólogos de la liberación con denuncias que llegaban a Roma y terminaban a veces en sospechas, procesos y sanciones.
Fue entonces cuando Edgard inició una nueva etapa en su trabajo teológico y pastoral tan creativa como la anterior. Fue llamado por los obispos católicos de Estados Unidos para hacerse cargo de la Pastoral con los Hispanos a nivel nacional. Una de sus iniciativas más importantes en su nueva tarea fueron los Encuentros Nacionales de Pastoral, que se convirtieron en procesos proféticos de participación eclesial desde la base con protagonismo de los seglares, siempre en el horizonte de la teología de la liberación. Hubo encuentros en los que la participación llegó a superar el medio millón de personas.
Se mostró crítico con la institución eclesiástica, a su juicio, “modelada desde Constantino en un clericalismo a base de jefes intermedios excluyentes, para quienes el ‘el pueblo’ son ovejas que han sido y son domesticadas cada día para que solo obedezcan. recen y paguen las abundantes ofrendas de ritos y rituales”. Juicio muy certero. La crítica se dirigió también a la “soltería obligatoria” impuesta a los sacerdotes a quienes se priva de la familia “de por vida y bajo pecado”. Su alternativa era un modelo de sacerdocio “sin clericalismo y sin soltería obligatoria”. Cuestionó igualmente la demonización de las mujeres por parte de pensadores y pastores cristianos patriarcales y machistas.
Teólogo en las trincheras y con el pueblo
El trabajo teológico-pastoral de Edgard Beltrán con la comunidad hispana de Estados Unidos durante casi cinco décadas lo hizo merecedor en 2019 del premio “Virgilio Elizondo”, otorgado por la Academia de Teólogas y Teólogos Católicos/as Hispanos, que toma el nombre de mi entrañable amigo el teólogo hispano Virgilio Elizondo, que tan relevantes aportaciones hizo a la teología hispana en Estados Unidos en el horizonte de la teología de la liberación.
En el acto de entrega del premio el teólogo Oscar Espín definió a Edgard como “un teólogo de trabajo en las trincheras y con el pueblo en su realidad” y como “un verdadero campeón de una teología viva, que se hace desde lo cotidiano en la realidad de las comunidades”.
El espíritu que guió su trabajo teológico y pastoral con la comunidad católica hispana en los Estados Unidos se resume en una de sus afirmaciones aforísticas: “Hay que abandonar el estilo constantiniano de la pirámide eclesial y recobrar la dimensión comunitaria”.
Edgard contribuyó a mantener viva en la comunidad hispana estadounidense la identidad latinoamericana, una de cuyos elementos es el cristianismo popular liberador, pro no una identidad singularista y cerrada, sino abierta y en diálogo con otras identidades culturales formando la inter-identidad.
Durante los últimos años mantuvo una estrecha relación con su compatriota Hosffman Ospino, teólogo y profesor de la Escuela de Teología y Ministerio en el Boston College, con quien compartió encuentros de la comunidad hispana en Estados Unidos para analizar la injusta situación en que se encuentra esta comunidad y abrir caminos de esperanza en el compromiso por la liberación. Durante estos años estuvieron preparando una selección de textos de Edgard para su ulterior publicación. Espero vea pronto la luz. Me encantará colaborar en tan necesaria publicación. Aprovecho la ocasión para expresar mi agradecimiento a Edgard por haber propuesto mi nombre a Hosffman, quien me invitó en 2018 a impartir un curso en la Escuela de Teología y Ministerio de Boston College en el que estuve acompañado por los teólogos Félix Palazzi y Rafael Luciani, entrañables colegas y amigos. Mi agradecimiento a Hosffman, Féliz y Rafael.
Edgard sigue vivo en nuestra memoria
La ejemplaridad de vida, el compromiso social, el cristianismo liberador y la plural identidad de Edgard Beltrán permanecerán vivos en la memoria de las comunidades eclesiales de base latinoamericanas que él animó, en los obispos proféticos con los que colaboró, en las teólogas, los teólogos y pastoralistas de la liberación con quienes compartió la transformadora tarea de la evangelización liberadora.
Mantendrán viva esta memoria de manera especial su esposa la socióloga asturiana Ignacia Rodríguez, quien trabajó por muchos años en la defensa de los derechos de las personas migrantes, su hijo Edgard Miguel, especializado en bibliotecología, su hija Astrid María, que trabaja como responsable de Recursos Humanos en la Universidad Loyola de Chicago, y sus hermanas Lucy y Amparo.
Lo tendremos presente también sus amigos y amigas a través de la lectura de sus sugerentes y siempre provocativos libros y artículos, que iluminaron y siguen iluminando los procesos de transformación social, de reforma eclesial desde la base, de denuncia de las múltiples formas de discriminación de que son objeto las comunidades migrantes en Estados Unidos, y del reconocimiento de su identidad y del ejercicio de sus derechos. Descanse en paz como en paz vivió.