Bolsonaro, Trump, Salvini... el "frente católico anti-Francisco" Francisco y Pedro Casaldáliga, contra el neoliberalismo y la necropolítica
Es, sin duda, el símbolo más luminoso del cristianismo liberador y de los movimientos populares en América Latina, que acompañó solidariamente y legitimó religiosamente las revoluciones políticas del continente desde la teología de la liberación
La Iglesia alemana es la que más a fondo está pisando el acelerador en la puesta en práctica de la sinodalidad, la incorporación del laicado en los ámbitos de responsabilidad, el acceso de las mujeres a los ministerios eclesiales, la investigación sobre los casos de abusos sexuales en la Iglesia y la ayuda a las víctimas de dichos abusos
Pedro Casaldáliga y Helder Cámara fueron entrañables amigos, lucharon contra la dictadura, denunciaron la transgresión de los derechos humanos y se ubicaron en el lugar social de las personas y las comunidades empobrecidas. Juntos trabajaron por “Otra Iglesia Posible”
Pedro Casaldáliga y Helder Cámara fueron entrañables amigos, lucharon contra la dictadura, denunciaron la transgresión de los derechos humanos y se ubicaron en el lugar social de las personas y las comunidades empobrecidas. Juntos trabajaron por “Otra Iglesia Posible”
Una de las figuras inspiradoras de las profundas transformaciones llevadas a cabo por el papa Francisco en la imagen del papado y en su compromiso con las personas empobrecidos por el actual modelo neoliberal y los pueblos oprimidos por la alianza entre el capitalismo y el colonialismo ha sido Pedro Casaldáliga, obispo del Mato Grosso (Brasil) durante más de tres década. Es, sin duda, el símbolo más luminoso del cristianismo liberador y de los movimientos populares en América Latina, que acompañó solidariamente y legitimó religiosamente las revoluciones políticas del continente desde la teología de la liberación.
A la alianza entre ambos se debe, en buena medida, el cambio de actitudes ante el papado tanto dentro como fuera de la Iglesia. Hasta entonces los sectores progresistas, cristianos y no cristianos, se mostraban críticos del “Vicario de Cristo”, cuando no claramente antipapistas. Los sectores conservadores se declaraban seguidores ciegos y defensores a ultranza.
Tenemos un ejemplo en las actitudes ante los dos papas anteriores, Juan Pablo II y Benedicto XVI. Ambos concitaron, por una parte, las críticas de los sectores progresistas por sus condenas de la modernidad y del laicismo, así como por el rigorismo moral y el tradicionalismo religioso; y, por otra, la adhesión incondicional de los sectores conservadores tanto del mundo político como del arco católico.
Hoy, sin embargo, los sectores conservadores –incluidos los dirigentes políticos y religiosos- no tienen reparo en denostar al papa Francisco públicamente, mientras que los progresistas se han convertido en sus defensores, priorizan en su agenda los encuentros con él y citan sus discursos elogiosamente.
Hoy, sin embargo, los sectores conservadores –incluidos los dirigentes políticos y religiosos- no tienen reparo en denostar al papa Francisco públicamente, mientras que los progresistas se han convertido en sus defensores, priorizan en su agenda los encuentros con él y citan sus discursos elogiosamente
El frente político antipapista está representado por Bolsonaro, Trump y Salvini, tres dirigentes de tendencia cristo-neofascista. El frente católico anti-Francisco se encuentra en su propia casa, en un influyente sector de la curia vaticana, liderado por el cardenal Robert Sarah, autor de un libro contra la abolición del celibato, junto con el papa emérito Benedicto XVI, quien, tras las repercusiones mediáticas negativas, retiró su firma, y por el cardenal Gerhard Müller, nombrado presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe (antes Santo Oficio) por Benedicto XVI y cesado por Francisco en 2017. En dicho frente se alinea un importante sector de obispos contrario a las actitudes moderadamente abiertas de Francisco en torno a las identidades sexuales, a la admisión a la comunión de las personas divorciadas y vueltas a casar, y a las tenues reformas en el organigrama eclesiástico.
Hay también un sector crítico de Francisco que, aun coincidiendo con sus propuestas de cambio, cree que las reformas son muy tímidas y mantiene intacto el núcleo duro de la estructura jerárquico-patriarcal, de la teología androcéntrica y de la moral misógina. Especialmente críticos a este respecto son, y con razón, los movimientos feministas, tanto cristianos como laicos. Los primeros porque las mujeres siguen siendo la mayoría silenciada en la Iglesia católica, son marginadas de los ámbitos de responsabilidad, están excluidas de la esfera de lo sagrado, no son reconocidas como sujetos religiosos, morales y teológicos y son tratadas como cristianas de segunda categoría. Las feministas laicas critican a Francisco por su rechazo del feminismo y de los derechos sexuales y reproductivos.
En plena sintonía con Francisco están, por el contrario, los Movimientos Populares, que representan a trabajadoras y trabajadores informales, precarizados, sin tierra y a sus familias sin techo y a quienes Francisco llama “sembradores de cambio”. Desde 2014 vienen manteniendo diferentes Encuentros Mundiales con el papa en busca de una alternativa frente a la “globalización de la indiferencia” y en torno a la reivindicación de las 3T “Tierra, Techo y Trabajo”.
En la órbita de Francisco se encuentran también los movimientos ecologistas con quienes comparte el cuidado de la casa común, como ha demostrado en la encíclica Laudato Si’, de 2015, y en la celebración del Sínodo de la Amazonía en 2019. En Laudato Si’ subraya la estrecha relación entre la situación de la pobreza que sufren los sectores más vulnerables de la sociedad y la fragilidad-vulnerabilidad del planeta, critica las formas de poder derivadas de la tecnología y el antropocentrismo moderno. Propone, asimismo, un nuevo estilo de vida que compagine la preocupación por la naturaleza, la justicia con las personas y los grupos sociales empobrecidos y la paz interior.
En el terreno eclesial son los movimientos cristianos de base, las teologías del pluralismo religioso e intercultural y las diferentes tendencias de la teología de la liberación -condenadas por los papas anteriores- las mejores valedoras del actual pontificado. Dos son las Iglesias más identificadas con el nuevo paradigma eclesial: la alemana y la latinoamericana. La Iglesia alemana es la que más a fondo está pisando el acelerador en la puesta en práctica de la sinodalidad, la incorporación del laicado en los ámbitos de responsabilidad, el acceso de las mujeres a los ministerios eclesiales, la investigación sobre los casos de abusos sexuales en la Iglesia y la ayuda a las víctimas de dichos abusos.
La iglesia latinoamericana se caracteriza por la recepción creativa de las propuestas papales, sobre todo en la creación de una “Iglesia de los pobres” y en materia ecológica a través de la Red Eclesial Panamazónica (REPAM), que reúne a más de un millar de organizaciones comprometidas en la defensa de los pueblos indígenas, con frecuencia olvidados y sometidos a los intereses económicos de las multinacionales, y de sus territorios, que son objeto de explotación por mor del extractivismo.
En la creación de la “Iglesia de los pobres”, la defensa de los derechos de la Tierra y la lucha por la justicia destacó, dentro de la Iglesia latinoamericana, Pedro Casaldáliga, quien compaginó dimensiones difícilmente armonizables en una sola persona: revolucionario internacionalista, teo-poeta de la liberación, descolonizador de los colonialismos de ayer y de los neocolonialismos de hoy, des-evangelizador de la primera evangelización hecha con la cruz y la espada, defensor de las comunidades afrodescendientes, indígenas y campesinas, abogado de las mujeres múltiplemente discriminadas y oprimidas por la alianza entre el capitalismo, el colonialismo, el patriarcado, el racismo, el sexismo contra ellas, obispo en rebeldía y en insurrección evangélica, místico con los pies en la tierra y profeta despertador de las conciencias adormecidas. Sus opciones radicales le ocasionaron la persecución de la dictadura brasileña y las amenazas de muerte de los sectores oligárquicos, que le rondaron constantemente.
Francisco y Casaldáliga coinciden en sus análisis críticos del neoliberalismo, que pasan por la izquierda a la socialdemocracia. El neoliberalismo es “la gran blasfemia del siglo XXI”, afirma Casaldáliga, quien denunció el martirio colectivo de los indios crucificados. “La economía de la exclusión y la inequidad mata”, sentencia Francisco en la encíclica La alegría del Evangelio. Ambos están señalando a la necropolítica o necro-neoliberalismo que, según el politólogo camerunés Achille Mbembe, consiste en el uso del poder social, político y económico para decidir qué personas pueden vivir y quiénes tienen que morir en un momento dado.
Sorprende que, según mis informaciones –que me gustaría fueran desmentidas-, tras el fallecimiento de Casaldáliga el pasado 8 de agosto, Francisco no haya hecho un reconocimiento público de su larga caminada con los pobres de la tierra, con quienes, siguiendo el verso de José Martí, su suerte quiso echar
Sorprende que, según mis informaciones –que me gustaría fueran desmentidas-, tras el fallecimiento de Casaldáliga el pasado 8 de agosto, Francisco no haya hecho un reconocimiento público de su larga caminada con los pobres de la tierra, con quienes, siguiendo el verso de José Martí, su suerte quiso echar. El obispo-profeta del Sur Global Pedro Casaldáliga practicó y defendió durante más de medio siglo a pie de obra, sin desfallecer, las causas del cuidado de la Casa Común y del Techo, Tierra y Trabajo para cuantas personas carecen de las tres T’s. Son causas que consideraba más importantes que su propia vida y que el papa propone en sus encíclicas, declaraciones y encuentros con los Movimientos Populares y Ecologistas.
Acabo de leer en RD la excelente crónica de Luis Miguel Modino sobre el Discurso del Papa a la Curia Vaticana, donde llama “santo obispo brasileño” a Helder Cámara y cita su conocida frase: “Cuando doy comida alos pobres me llaman Santo. Y cuando pregunto por qué no tienen comida, me llaman comunista”. Pedro Casaldáliga y Helder Cámara fueron entrañables amigos, lucharon contra la dictadura, denunciaron la transgresión de los derechos humanos y se ubicaron en el lugar social de las personas y las comunidades empobrecidas. Juntos trabajaron por “Otra Iglesia Posible”.
A petición de Dom Helder, Pedro compuso con Pedro Tierra la Misa de los Quilombos, a la que pusieron música Milton Nascimento y su grupo. Se celebró por primera vez en la Plaza del Carmen Recife, en el mismo lugar donde fue expuesta l cabeza de Zumbi (1655.1695), líder negro antiesclavista, decapitado por las Fuerzas Militares del Gobierno portugués. En el cartel anunciador de la Misa aparece una mano negra empuñando una cruz, símbolo del pueblo negro crucificado.
El discurso a la Curia hubiera sido un buen momento para hacer memoria de Pedro Casaldáliga junto con Helder Cámara, “almas gemelas” en la construcción de la “Iglesia de los pobres” en Brasil. Creo que el Papa Francisco debe romper el silencio y expresar su agradecimiento y reconocimiento al obispo catalán-brasileño que dedicó 52 años de su vida a con-vivir con las comunidades afrodescendientes, campesinas e indígenas y a trabajar por liberarlas del estado de postración y esclavitud en la que se encontraban. Espero que esta petición no caiga en el vacío.
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Juan José Tamayo es profesor emérito honorífico de la Universidad Carlos III de Madrid Sus últimos libros son: Hermano Islam (Trotta); La Internacional del odio. ¿Cómo se construye? ¿Cómo se deconstruye? (Icaria); Pedro Casaldáliga. Larga caminada con los pobres de la tierra (Herder), en el que se inspira este artículo