"Crónica de una muerte anunciada" ¿Por qué mataron a monseñor Romero?
"Comprometido en hacer realidad la utopía de la liberación de su pueblo de toda forma de opresión"
"Creo que la verdadera razón del asesinato fue su lucha por la justicia, su opción por los pobres y su cada vez más radical denuncia de los poderes políticos, económicos y militares"
Ayer celebramos el 40 aniversario del asesinato de Óscar A. Romero, arzobispo de San Salvador (El Salvador), por un francotirador a la órdenes del Mayor Roberto D’ Abuisson mientras celebraba la eucaristía en la capilla del Hospital de la Divina Providencia, en la colonia Miramonte, que tantas veces he visitado para mantener viva la memoria del profeta salvadoreño comprometido en hacer realidad la utopía de la liberación de su pueblo de toda forma de opresión.
En agosto de 2016, durante una de mis estancias en San Salvador como profesor invitado en las Universidades de Don Bosco y la UCA leí la excelente novela Noviembre, del escritor salvadoreño Jorge Galán, que se inspira en el impune asesinato de los seis jesuitas y de Elba y Celina el 16 de noviembre de 1989. Y lo hice recorriendo algunos de los escenarios donde se produjeron los hechos. Mientras leía el libro me rondaba por la mente una pregunta: ¿por qué los mataron? Estos días, en que celebramos el 40 aniversario del asesinato de Monseñor Romero, “San Romero de América”, he vuelto a hacerme la misma pregunta sobre el asesinato del profético arzobispo de San Salvador: ¿por qué lo mataron?
No fue, ciertamente, por haberse desviado de su actividad pastoral y por haberse implicado en la actividad política del lado de los revolucionarios, como creían y afirmaban algunos hermanos suyos en el episcopado salvadoreño y en el Vaticano. La lucha por la justicia y el trabajo por la paz no son una desviación del cristianismo, sino que pertenecen a su esencia, son inherentes a la fe cristiana y constituyen la verificación de la autenticidad de la fe.
"La lucha por la justicia y el trabajo por la paz no son una desviación del cristianismo"
La comisión teológica del Vaticano encargada de estudiar las razones para su beatificación reconoció que monseñor Romero murió mártir por odio a la fe. Siento disentir de dicha apreciación. Sus asesinos se decían cristianos y compartían la misma fe que Romero. Yo creo que la verdadera razón del asesinato fue su lucha por la justicia, su opción por los pobres y su cada vez más radical denuncia de los poderes políticos, económicos y militares. Fue la puesta en práctica del Sermón de la Montaña -Carta Magna del Cristianismo-, que declara bienaventurados a los constructores de paz y a los perseguidos por causa de la justicia.
Tampoco lo mataron por haber permitido la entrada del comunismo en la iglesia salvadoreña, como vino a decirle Juan Pablo II en una audiencia en el Vaticano de la que Monseñor Romero salió abatido y desolado, a lo que Romero le respondió: “Pero, Santo Padre, en mi país es muy peligroso hablar de anticomunismo, porque el anticomunismo lo proclama la derecha, no por amor a los sentimientos cristianos, sino por el egoísmo de cuidar sus intereses”. Ese anticomunismo, le dijo, defendía el capitalismo y perseguía a la Iglesia, y muy especialmente a los sacerdotes, religiosos y religiosas, catequistas, líderes de comunidades, defensores de derechos humanos.
El asesinato de monseñor Romero tiene la misma o similar explicación que la ofrecida por Jon Sobrino sobre el asesinato con nocturnidad y alevosía de sus compañeros jesuitas: lo mataron porque analizó la situación real de El Salvador y fue a la raíz de los problemas. Dijo la verdad del país en sus homilías, programas radiofónicos y declaraciones públicas. Desenmascaró la mentira y practicó la denuncia profética. Fue conciencia crítica de una sociedad de pecado y conciencia creativa de una sociedad distinta, la utopía del Reino de Dios entre los pobres. ¡Y eso no se perdona!
"Fue conciencia crítica de una sociedad de pecado y conciencia creativa de una sociedad distinta"
Monseñor Romero fue asesinado por haber ejemplificado con hechos y palabras el valor moral y evangélico de la justicia en un país donde reinaba la injusticia estructural; el valor de la paz en un país marcado por la violencia institucional; el valor de la solidaridad, en un país donde las mayorías populares sufrían la pobreza y la marginación social; el valor de la vida, en un país donde la vida de los pobres carecía de valor y se podía prescindir de ella impunemente.
Vivió el cristianismo no como opio y alienación, sino como liberación y conciencia crítica; no al servicio de los poderosos, sino de los empobrecidos. Denunció la concentración de la riqueza en manos de unas pocas familias que mantenían al pueblo en un régimen de esclavitud. Criticó severamente la alianza entre el poder político, el poder económico y el poder militar contra el pueblo. Se opuso al apoyo de Estados Unidos a dichos poderes para masacrar al pueblo salvadoreño.
Buscó caminos de reconciliación a través de la negociación y de la no violencia activa, siguiendo el ejemplo de tantos líderes religiosos y morales a lo largo de la historia. Con su testimonio evangélico y su estilo de vida austero anticipó la utopía de otro mundo posible sin violencia, ni injusticia, ni corrupción, sin desigualdad social, ni opresión política, ni explotación económica, sin imperialismo, ni militarismo.
¿Por qué mataron a monseñor Romero? Coincido con la respuesta de Carlos Molina, profesor de filosofía de la UCA, de San salvador: “No fue por defender los derechos de la Iglesia ante el poder secular, sino por ponerse al lado de los pobres, esos que tanto el poder secular como las mismas iglesias habían explotado, oprimido y excluido […], por haber asumido el profetismo utópico que era la única respuesta ante los falsos dioses que se cebaban en la vida del pueblo y así se convirtió en su enemigo”. Era la crónica de una muerte anunciada.