Buscando el enfrentamiento directo, ¿el morbo de un cisma?
Recientemente un lector de esta web me invitaba a leer un artículo* escrito por el Jesuita americano James V. Schall, profesor jubilado de filosofía política en la Universidad de Georgetown. En dicho artículo analiza los diversos puntos del discurso del papa Francisco en la clausura del reciente Sínodo de la familia.
Quiero detenerme en dos párrafos que, a mi humilde entender, expresan lo que da título a esta entrada: Buscando el enfrentamiento directo, ¿el morbo de un cisma? No se vayan a escandalizar por el título que ya sabemos todos que los titulares a menudo hacen alarde de sonoridad y luego no es para rasgarse las vestiduras.
Los párrafos en cuestión son los siguientes:
"Sin ser explícito ni indicar nombres, a menudo el Santo Padre parece detectar «corazones cerrados que frecuentemente se ocultan detrás de las enseñanzas de la Iglesia o las buenas intenciones». Estas personas, evidentemente quieren «sentarse en la Silla de Moisés y juzgar... casos difíciles y familias heridas». Nos gustaría realmente saber quienes son exactamente esos corazones «cerrados». Hacer esas acusaciones sin indicar nombres después de todo constituye en si un «juicio»."
Como dirían en inglés... "Really?" (en castellano más castizo: ¿En serio?) Este ansia de querer concretar nombres y apellidos, de querer que el santo Padre señale y condene nombres concretos ¿Qué interés tiene? No es la primera vez que leo este interés de algunos por concretar nombres y apellidos. En alguna reflexión que yo mismo he compartido no han faltado quienes insisten en sentirse aludidos o en referir a los católicos más ortodoxos (según algunas personas se refieren a ellos) como los perseguidos por una Iglesia modernista liderada por un Papa no apto para tan alto ministerio. ¡Por favor! qué afán de protagonismo y qué ganas de crear división entre los buenos y los malos, entre los fieles y los traidores, entre los ortodoxos y los modernistas.... ¡me entristece! Cuántos excelentes profesores han considerado que deben dar un toque de atención general en clase para que no se adquieran hábitos erróneos o para animar un ambiente que decae o se relaja sin necesidad de machacar personalmente, uno por uno a los alumnos más relajados. Habrá quien sí necesitará esa llamada de atención personalizada, obviamente.
De igual modo, cuántas veces se escucha en más de una homilía que el sacerdote llama en general a no dejarse atrapar por la crítica o por el chisme sin necesidad de aterrizar en nombres y apellidos concretos de los fieles que le escuchan y que probablemente conoce sus pecados por el sacramento del perdón. Como reza el refranero popular: "a buen entendedor, pocas palabras bastan". Si uno tiene su conciencia tranquila no tiene que sentirse aludido cuando se hace una llamada de atención. Y, en cualquier caso, a todos nos puede venir bien reflexionar si estamos viviendo bien o mal el mandamiento del Señor a "amarnos unos a otros como Él nos amó".
El afán de querer nombres y apellidos yo lo leo, con tristeza, como un afán de justificar que "se me persigue por mi extraordinaria observancia". Un cisma que, a veces leyendo cosas por ahí, da la sensación que es deseado y se justifica incluso. Ojalá sea una sensación mía errónea y que no merezca ni mención.
Otro párrafo, que me llamó la atención fue este:
"Finalmente, el Santo Padre repite su lema introductorio: «El primer deber de la Iglesia no es dictar condenaciones o anatemas, sino proclamar la misericordia de Dios, llamar a la conversión, y conducir a todos los hombre y mujeres a la salvación en el Señor». La misericordia de Dios sólo funciona cuando hay algo que necesita ser tratado misericordemente. Quiere decirse, algún pecado que necesite nuestra conversión. Si no hay una realidad de desorden definido, comprensible en nuestras almas, no hay nada de lo cual haya que ser salvado."
Claramente el papa Francisco está recordando la esencia del Evangelio que es la misericordia de Dios. TODOS estamos siempre necesitados de esa misericordia. No le correspondía al Papa enumerar todas las realidades de "desorden definido" que necesitan ser sanadas en nuestros corazones: nuestras soberbias, nuestras vanidades, nuestras faltas de amor, de compasión, nuestros chismes y critiqueos...etc... ¿Acaso hay alguien que se considere libre de todo esto? ¡Qué manera de rizar el rizo! Ah, claro, que igual lo que algunos desearían es hacer una lista de "desordenados" a los que dirigir esa llamada a la conversión.... como si no fuéramos todos los que seguimos batallando con nuestros pecados y pidiéndole al Señor que tenga misericordia con nuestro duro corazón.
"El que esté libre de pecado que tire la primera piedra", y si todos somos conscientes de que necesitamos del perdón de Dios aprendamos a ser más compasivos con los pecados de los demás y a orar mucho por ellos como otros lo harán por nosotros.
* El original en inglés lo pueden leer aquí: http://goo.gl/2qp6Em. Traducido aquí: http://goo.gl/D49fwH.
Quiero detenerme en dos párrafos que, a mi humilde entender, expresan lo que da título a esta entrada: Buscando el enfrentamiento directo, ¿el morbo de un cisma? No se vayan a escandalizar por el título que ya sabemos todos que los titulares a menudo hacen alarde de sonoridad y luego no es para rasgarse las vestiduras.
Los párrafos en cuestión son los siguientes:
"Sin ser explícito ni indicar nombres, a menudo el Santo Padre parece detectar «corazones cerrados que frecuentemente se ocultan detrás de las enseñanzas de la Iglesia o las buenas intenciones». Estas personas, evidentemente quieren «sentarse en la Silla de Moisés y juzgar... casos difíciles y familias heridas». Nos gustaría realmente saber quienes son exactamente esos corazones «cerrados». Hacer esas acusaciones sin indicar nombres después de todo constituye en si un «juicio»."
Como dirían en inglés... "Really?" (en castellano más castizo: ¿En serio?) Este ansia de querer concretar nombres y apellidos, de querer que el santo Padre señale y condene nombres concretos ¿Qué interés tiene? No es la primera vez que leo este interés de algunos por concretar nombres y apellidos. En alguna reflexión que yo mismo he compartido no han faltado quienes insisten en sentirse aludidos o en referir a los católicos más ortodoxos (según algunas personas se refieren a ellos) como los perseguidos por una Iglesia modernista liderada por un Papa no apto para tan alto ministerio. ¡Por favor! qué afán de protagonismo y qué ganas de crear división entre los buenos y los malos, entre los fieles y los traidores, entre los ortodoxos y los modernistas.... ¡me entristece! Cuántos excelentes profesores han considerado que deben dar un toque de atención general en clase para que no se adquieran hábitos erróneos o para animar un ambiente que decae o se relaja sin necesidad de machacar personalmente, uno por uno a los alumnos más relajados. Habrá quien sí necesitará esa llamada de atención personalizada, obviamente.
De igual modo, cuántas veces se escucha en más de una homilía que el sacerdote llama en general a no dejarse atrapar por la crítica o por el chisme sin necesidad de aterrizar en nombres y apellidos concretos de los fieles que le escuchan y que probablemente conoce sus pecados por el sacramento del perdón. Como reza el refranero popular: "a buen entendedor, pocas palabras bastan". Si uno tiene su conciencia tranquila no tiene que sentirse aludido cuando se hace una llamada de atención. Y, en cualquier caso, a todos nos puede venir bien reflexionar si estamos viviendo bien o mal el mandamiento del Señor a "amarnos unos a otros como Él nos amó".
El afán de querer nombres y apellidos yo lo leo, con tristeza, como un afán de justificar que "se me persigue por mi extraordinaria observancia". Un cisma que, a veces leyendo cosas por ahí, da la sensación que es deseado y se justifica incluso. Ojalá sea una sensación mía errónea y que no merezca ni mención.
Otro párrafo, que me llamó la atención fue este:
"Finalmente, el Santo Padre repite su lema introductorio: «El primer deber de la Iglesia no es dictar condenaciones o anatemas, sino proclamar la misericordia de Dios, llamar a la conversión, y conducir a todos los hombre y mujeres a la salvación en el Señor». La misericordia de Dios sólo funciona cuando hay algo que necesita ser tratado misericordemente. Quiere decirse, algún pecado que necesite nuestra conversión. Si no hay una realidad de desorden definido, comprensible en nuestras almas, no hay nada de lo cual haya que ser salvado."
Claramente el papa Francisco está recordando la esencia del Evangelio que es la misericordia de Dios. TODOS estamos siempre necesitados de esa misericordia. No le correspondía al Papa enumerar todas las realidades de "desorden definido" que necesitan ser sanadas en nuestros corazones: nuestras soberbias, nuestras vanidades, nuestras faltas de amor, de compasión, nuestros chismes y critiqueos...etc... ¿Acaso hay alguien que se considere libre de todo esto? ¡Qué manera de rizar el rizo! Ah, claro, que igual lo que algunos desearían es hacer una lista de "desordenados" a los que dirigir esa llamada a la conversión.... como si no fuéramos todos los que seguimos batallando con nuestros pecados y pidiéndole al Señor que tenga misericordia con nuestro duro corazón.
"El que esté libre de pecado que tire la primera piedra", y si todos somos conscientes de que necesitamos del perdón de Dios aprendamos a ser más compasivos con los pecados de los demás y a orar mucho por ellos como otros lo harán por nosotros.
* El original en inglés lo pueden leer aquí: http://goo.gl/2qp6Em. Traducido aquí: http://goo.gl/D49fwH.