La Iglesia evangeliza con la belleza de la liturgia

Los días 25 al 27 de febrero tuve el placer de participar en un congreso en la Universidad Pontificia Gregoriana con el tema: “Liturgia y evangelización. La Iglesia evangeliza con la belleza de la liturgia”.

La inspiración del tema la encontramos en la exhortación apostólica del Papa Francisco en Evangelii Gaudium en el número 24:

“La Iglesia evangeliza y se evangeliza a sí misma con la belleza de la liturgia, la cual también es celebración de la actividad evangelizadora y fuente de un renovado impulso donativo.”

Los ponentes fueron: Don Paolo Tomatis, Don Pierangelo Sequeri, P. Paul Gilbert, el benedictino Giorgio Bonaccorso y Goffredo Boselli, monje de la comunidad de Bose. En la tarde del jueves 26 tuve el gusto de participar en el seminario a cargo del P. Cesare Giraudo sobre “la mistagogia hoy: educar el deseo, consolidar la fe”, excelente como siempre escucharle.

De entre todo lo que se dijo resalto una idea que me resultó profundamente inspiradora. Hace referencia al “tremendum et fascinans” de la terminología de Rudolf Otto.

Observamos muchos ejemplos de ello en las Escrituras. Probablemente el más significativo lo encontramos en la figura de Moisés que tuvo la experiencia de Dios en esta doble dirección como el totalmente otro y trascendente, y a la vez el que se hace cercano y con el que dialoga. Esa doble dimensión que reconoce a un Dios que es capaz de presentarse como una brisa suave (1 Re 19,9) agradable, que acaricia el rostro pero que, a la vez, es imposible atraparla porque el aire se escapa de entre las manos.

Es peligroso que la liturgia pierda su sentido de FIN y se haya reducido en muchas ocasiones a una razón meramente INSTRUMENTAL (a menudo vemos la asistencia a la eucaristía como un cargar las pilas). La liturgia nos lleva delante del Señor para que Él nos toque, nos lave, nos ilumine. Su fin no es que “nos guste”, ni siquiera eso que a menudo se oye decir hoy “me llega o no me llega”. No podemos reducir también la liturgia a la dictadura del sensacionalismo donde el valor de algo depende de las sensaciones que me causa.

La belleza de la liturgia ORIENTA el corazón pero no DISTRAE ni te atrapa en lo meramente estético. De ser así, nos convertimos en meros actores que interpretan con mayor o menor éxito un espectáculo.

La belleza de la liturgia reside en la capacidad de hacer palpitar el corazón de Dios en el corazón del hombre.
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