Iglesia en salida: hogar para el pobre y hospital para el pecador

En la palabra de Dios de este miércoles leemos en la primera lectura un pasaje del libro del Génesis donde se nos narra el momento en que los hermanos de José, debido a la hambruna que golpeaba la zona por la sequía, tienen que pedir ayuda al faraón. El faraón había delegado toda la gestión a José del que se fiaba completamente. Llegaron aquellos israelitas a pedir sus raciones ante José sin conocerlo, jamás imaginarían que José salvaría la vida o estaría en un puesto de relevancia tras ser vendido como esclavo, pero José sí les reconoció.
En el salmo, respuesta a la primera lectura, hemos orado diciendo “que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de tí”. De alguna manera aquellos israelitas se acercan a pedir esa misericordia que les ayude a sobrevivir. Y José prefigura la actitud del Señor mostrando compasión y misericordia ante sus hermanos. No hay venganza, no hay revancha, no hay rencor ni odio. José, hombre honesto y de puro corazón, se apiada de los hermanos que años atrás le vendieron como esclavo debido a la envidia y odio que le tenían por ser el favorito de su padre.
¿Cuál es la enseñanza de la Palabra en este día para nosotros? Aprender a desarrollar y vivir la compasión y la misericordia. Tener un corazón liberado de prejuicios y juicios. Un corazón capaz de salir al encuentro de las ovejas descarriadas, de los castigados por la dureza de la vida que han endurecido su corazón… “Id a las ovejas descarriadas de Israel” le pide el Señor a sus discípulos en el evangelio que hemos proclamado hoy.
Una Iglesia en salida, compasiva y misericordiosa, hogar para el pobre y hospital para el pecador.
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