Miedo + desconfianza= rechazo

Tras conocer la pasada semana la historia de José, hijo de Jacob, vendido por sus hermanos y finalmente hombre de confianza del faraón. También vimos como al final José recuperó a su familia y la reagrupó en tierras egipcias. Hoy asistimos a un episodio triste: Años después de la muerte de José un faraón que no le había conocido toma una terrible decisión contra el pueblo de Israel: “Cuando nazca un niño, echadlo al Nilo; si es niña, dejadla con vida”.

¿Por qué esta terrible persecución contra el pueblo de Israel en Egipto? Podemos resumirlo en tres palabras que tristemente siguen estando en la raíz de muchos conflictos en nuestros días: MIEDO, DESCONFIANZA, RECHAZO.

El faraón tiene miedo del pueblo de Israel: “el pueblo de los hijos de Israel es más numeroso y fuerte que nosotros”. Ese miedo le lleva a la desconfianza: “no vaya a declararse una guerra y se alíe nuestros enemigos, nos ataque y después se marche del país”. Y ese temor y desconfianza deriva en un rechazo: “obremos astutamente contra él, para que no se multiplique más”.

Y es que en la raíz de muchos conflictos aún en nuestros días son estas tres palabras: miedo, desconfianza y rechazo.

Por ese mismo motivo se desencadenaron las persecuciones contra la comunidad cristiana de los orígenes de la que se hace eco el evangelio que hemos proclamado hoy: “los enemigos de cada uno serán los de su propia casa.”
Y es que el ADN de la Iglesia cuando vive fiel y entregada al mensaje evangélico es la persecución. Así le pasó al mismo Señor y a muchos de sus discípulos. Quien se planta cerca de la luz recibe el miedo, desconfianza y rechazo de quien vive a gusto en las tinieblas del egoísmo, bienestar y de la injusticia.

¿Cuál es la actitud del creyente ante estas persecuciones? Lo hemos rezado en la respuesta del salmo: “Nuestro auxilio es el nombre del Señor”. No es la venganza, no es la confrontación, no es la violencia.

Que el Señor nos cubra con el manto de su misericordia y sepamos vivir con paciencia, serenidad y alegría los pequeños y grandes sufrimientos que nos vengan por ser cristianos.
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