El Sodoma de Lot y la barca en la tormenta
La primera lectura de hoy nos muestra la huida de Lot y su familia de la ciudad de Sodoma. Lot recibió la visita de unos huéspedes muy especiales: dos ángeles. El texto que hemos escuchado se inicia en el versículo 15 del capítulo 19 cuando ya los ángeles instan a Lot y su familia a desalojar la ciudad de Sodoma que va a recibir el castigo de Dios por su depravación. Pero es bueno no olvidar los 14 versículos anteriores donde los habitantes de Sodoma trataron de aprovecharse de los dos huéspedes de Lot. El versículo 5 muestra que los varones de Sodoma deseaban abusar sexualmente de esos dos huéspedes de Lot cuando dice: “¿Dónde están los hombres que han venido donde ti esta noche? Sácalos para que abusemos de ellos.” El libro del levítico repudia explícitamente las prácticas homosexuales:
“No te echarás con varón como con mujer; es abominación” (Lv. 18:22).
“Si alguno se acostara con varón como con mujer, abominación hicieron” (Lv. 20:13).
Incluso de manera explícita aparece esa repulsa en el NT como es el caso de Romanos 1, 26-28:
“Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío. Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen”
La inmoralidad del pueblo de Sodoma y Gomorra clamó al cielo y Dios irrumpe en su historia para destruir la ciudad. Más allá de la historicidad del texto, que no entramos. Hay una verdad revelada en estas palabras y es que Dios desea que el ser humano viva la plenitud de la vida para la que ha sido creado y detesta lo que nos lastima y destruye: el pecado.
Lot sigue creyendo en la Palabra de Dios pero no todos en su casa viven así. Sus yernos no le creen, su esposa vuelve la mirada atrás y se convierte en estatua de sal, sus hijas lo emborracharán y se acostarán con su padre para tener descendencia…
En el evangelio hemos proclamado el relato de la tormenta y la barca. Jesús duerme mientras sus discípulos aterrados combaten la tormenta con temor a perecer. “Hombres de poca fe” les dice el Señor… falta de fe es falta de confianza. Aquellos discípulos se agobiaron ante la tempestad que les rodeaba. Se desorientaron, vacilaron, dejaron que el miedo se apoderara de sus corazones. De igual modo la Iglesia hoy puede sufrir esos mismos síntomas ante la tormenta moral y social que vivimos. Donde hay exaltación de lo mundano, donde se vive bajo la dictadura del relativismo moral que de alguna manera nos asemeja a Sodoma y Gomorra. Ya no es la Palabra de Dios la que orienta y rige las conciencias sino las propias ideas, creencias, intereses y deseos.
Ante toda esta realidad que se respira en el ambiente la Palabra de Dios hoy nos invita a vivir el momento presente con confianza, con serenidad, con verdad y, sobre todo, con fidelidad y autenticidad. Que podamos decir como el salmo de hoy: “tengo ante los ojos tu bondad y camino en tu verdad”
“No te echarás con varón como con mujer; es abominación” (Lv. 18:22).
“Si alguno se acostara con varón como con mujer, abominación hicieron” (Lv. 20:13).
Incluso de manera explícita aparece esa repulsa en el NT como es el caso de Romanos 1, 26-28:
“Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío. Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen”
La inmoralidad del pueblo de Sodoma y Gomorra clamó al cielo y Dios irrumpe en su historia para destruir la ciudad. Más allá de la historicidad del texto, que no entramos. Hay una verdad revelada en estas palabras y es que Dios desea que el ser humano viva la plenitud de la vida para la que ha sido creado y detesta lo que nos lastima y destruye: el pecado.
Lot sigue creyendo en la Palabra de Dios pero no todos en su casa viven así. Sus yernos no le creen, su esposa vuelve la mirada atrás y se convierte en estatua de sal, sus hijas lo emborracharán y se acostarán con su padre para tener descendencia…
En el evangelio hemos proclamado el relato de la tormenta y la barca. Jesús duerme mientras sus discípulos aterrados combaten la tormenta con temor a perecer. “Hombres de poca fe” les dice el Señor… falta de fe es falta de confianza. Aquellos discípulos se agobiaron ante la tempestad que les rodeaba. Se desorientaron, vacilaron, dejaron que el miedo se apoderara de sus corazones. De igual modo la Iglesia hoy puede sufrir esos mismos síntomas ante la tormenta moral y social que vivimos. Donde hay exaltación de lo mundano, donde se vive bajo la dictadura del relativismo moral que de alguna manera nos asemeja a Sodoma y Gomorra. Ya no es la Palabra de Dios la que orienta y rige las conciencias sino las propias ideas, creencias, intereses y deseos.
Ante toda esta realidad que se respira en el ambiente la Palabra de Dios hoy nos invita a vivir el momento presente con confianza, con serenidad, con verdad y, sobre todo, con fidelidad y autenticidad. Que podamos decir como el salmo de hoy: “tengo ante los ojos tu bondad y camino en tu verdad”