¿Cómo bendecimos al Señor en todo momento?

Hemos respondido en el salmo de hoy: “bendigo al Señor en todo momento”. El verbo bendecir tiene su origen en la palabra latina Benedicere que es la suma de dos vocablos: “bien decir”, decir bien de algo o de alguien. La comunidad cristiana hoy ha expresado en el salmo el deseo de bendecir al Señor en todo momento. Es decir, de hablar bien de Dios en cada acontecimiento de la vida. Cuando usamos la palabra “hablar” sabemos que no solo nos referimos a la acción verbal de pronunciar palabras. Se habla también con el silencio, con los gestos, con la imagen y, sobre todo, se habla con el testimonio, con el ejemplo, con la vida. Cuando decimos hoy que bendeciremos a Dios en todo momento estamos haciendo oración un compromiso: quiero que mi vida de testimonio de mi amor por el Señor. No solo mis palabras, también mis gestos, mis opciones, mis detalles, mis compromisos, mi vida entera en definitiva.
Así nos invita, precisamente, la primera lectura extraída hoy del libro de los proverbios. Escuchar, no olvidar, invocar, procurar, buscar, comprender… son algunos de los verbos que aparecen en esta primera lectura.
Y es que bendecir al Señor tiene que ver con saber escuchar su Palabra, no olvidar sus promesas y sus mandatos, invocar continuamente su ayuda y fortaleza, procurar traducir en hechos el amor que va brotando y creciendo en mi corazón, buscar siempre la voluntad de Dios en mi vida y comprender las distintas presencias del Señor a nuestro alrededor que nos habla en su Palabra, en la eucaristía, en los acontecimientos y en las personas que nos vamos encontrando en el día a día.
Vale la pena vivir así desde esta confianza y abandono al proyecto que Dios tiene para cada uno de nosotros. Como hicieron los apóstoles que dejaron todo para seguirlo. ¿la recompensa? Una vida plena, una vida feliz y con sentido aquí en la tierra y después, la bienaventuranza del cielo.
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