Cuanto mayor la confianza mayor la capacidad de ser testigo

Hoy seguimos leyendo la historia de José y sus hermanos. En esta ocasión José desvela su identidad ante la sorpresa y perplejidad de sus hermanos. Si hacemos el ejercicio de ponernos en el lugar de aquellos hombres que ven cómo aquel hermano tan odiado que fue vendido y abandonado ahora está delante suyo como una autoridad en Egipto no es para menos que también nosotros sentiríamos una mezcla entre temor y vergüenza. Temor por una posible venganza o ajuste de cuentas y vergüenza por haber cometido semejante atrocidad. Pero José no tarda en tranquilizar esos corazones inquietos. “ahora no os preocupéis, ni os pese el haberme vendido aquí”. Estas palabras, sin duda, hablan de la talla humana de José pero la frase que sigue da a conocer de dónde saca semejante calidad humana: de su Fe y confianza en Dios: “para salvación me envió Dios delante de vosotros”.
Ayer hablábamos de la necesidad de crecer en un corazón compasivo y misericordioso y hoy en el salmo hemos orado diciendo: “recordad las maravillas que hizo el Señor”, salmo 104 que canta las maravillas que hizo Dios por medio de José en Egipto.
Un corazón compasivo y misericordioso que crece en la medida en que uno mismo va experimentando semejante compasión y ternura. Porque nuestra vida cristiana es un “dar gratis lo que hemos recibido gratis”. Uno no puede dar de lo que no tiene. Cuanto más nos llenemos de Dios, cuanto más le dejemos hacer a Él en nuestras vidas, cuanto mayor sea nuestra confianza en su voluntad… mayor será nuestra capacidad de dar de lo que recibimos. No se trata de crear superhombres que se construyen a si mismos. Se trata de dejarse hacer y modelar por el sueño de Dios sobre cada uno de nosotros. Y después, solo después de haberme dejado recrear por el Señor… salgamos y proclamemos que el Reino de los Cielos está cerca, ya brota en nuestros corazones!
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