Somos memoria y esperanza
"Hay algo que traigo a la memoria y me da esperanza:
Que la misericordia del Señor no termina y no se acaba su compasión"
Libro de las lamentaciones 3, 21-22
La memoria es fundamental en la vida de toda persona, de ella se alimenta nuestra conciencia y se edifica nuestra identidad. Conocemos el sufrimiento que causa la enfermedad del Alzheimer que afecta de modo dramático la vida no solo del enfermo sino también la de sus familiares y allegados. Sin memoria estamos perdidos, no lograríamos conservar los conocimientos adquiridos ni reconoceríamos nada ni a nadie. Podríamos decir que la memoria configura de algún modo quienes somos y nos ubica en el mundo.
La Escritura nos regala en el libro de las lamentaciones la frase que encontramos al inicio de esta breve reflexión. "Traigo a la memoria". Somos un pueblo con memoria. Sabemos, reconocemos lo que Dios ha ido obrando a lo largo de la historia y de nuestra historia. Reza un dicho popular que solo el pueblo que sabe de donde viene sabe a donde va. Un pueblo sin memoria se desfigura, se diluye en la masa sin valorar ni apreciar sus singularidades y su personalidad, olvidando su historia e inevitablemente perdiendo toda esperanza en el futuro.
El pueblo cristiano es un pueblo con memoria. Un pueblo que conocemos nuestra historia, la historia que Dios ha ido obrando en los corazones de millones de hombres y mujeres que sintieron la presencia de la ternura de un Dios que no se mantiene ajeno a la historia humana, que no permanece indiferente ante el sufrimiento humano, como rezamos en la plegaria eucarística V/c.
Y precisamente porque hacemos memoria tenemos esperanza. Porque sabemos que Dios no se desentiende y camina a nuestro lado, porque Él mismo quiso en la persona de Jesús hacerse compañero de camino y permanecer como alimento en su Palabra y en la Eucaristía. Sin memoria estamos condenados al olvido. Custodiando la memoria protegemos y alimentamos la esperanza del pueblo que camina, a pesar de las dificultades y luchas, con paso firme hacia adelante.
El texto de la Escritura que hoy mencionamos expresa lo que trae a la memoria y le da esperanza: Que la misericordia y la compasión de Dios son inagotables.
¡Qué hermosa experiencia sentir cómo Dios derrama con abundancia su compasión y su misericordia en el alma que se abre a Él! Porque el Señor nos atrae con lazos de ternura, con cuerdas de amor como decía el profeta Oseas.
Y es lo que celebramos día tras día, domingo tras domingo en la celebración de la Eucaristía: el Memorial de la pasión del Señor, hacemos memoria del tremendo amor con que nos amó hasta el extremo dando su vida por nosotros. ¡Qué importante no perder la memoria y celebrarla!
Probablemente uno de los motivos más principales de que muchos bautizados se hayan alejado de la Iglesia es la pérdida de la memoria y la pérdida de la esperanza.
Que actuales y necesarias las palabras del Deuteronomio:
"Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Graba en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Incúlcalas a tus hijos, y háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas de viaje, al acostarte y al levantarte. Átalas a tu mano como un signo, y que estén como una marca sobre tu frente. Escríbelas en las puertas de tu casa y en sus postes."
Deuteronomio 5, 4-9
Somos memoria y esperanza, esforcémonos en no perderlas para seguir siendo sal y luz en medio del mundo.
Que la misericordia del Señor no termina y no se acaba su compasión"
Libro de las lamentaciones 3, 21-22
La memoria es fundamental en la vida de toda persona, de ella se alimenta nuestra conciencia y se edifica nuestra identidad. Conocemos el sufrimiento que causa la enfermedad del Alzheimer que afecta de modo dramático la vida no solo del enfermo sino también la de sus familiares y allegados. Sin memoria estamos perdidos, no lograríamos conservar los conocimientos adquiridos ni reconoceríamos nada ni a nadie. Podríamos decir que la memoria configura de algún modo quienes somos y nos ubica en el mundo.
La Escritura nos regala en el libro de las lamentaciones la frase que encontramos al inicio de esta breve reflexión. "Traigo a la memoria". Somos un pueblo con memoria. Sabemos, reconocemos lo que Dios ha ido obrando a lo largo de la historia y de nuestra historia. Reza un dicho popular que solo el pueblo que sabe de donde viene sabe a donde va. Un pueblo sin memoria se desfigura, se diluye en la masa sin valorar ni apreciar sus singularidades y su personalidad, olvidando su historia e inevitablemente perdiendo toda esperanza en el futuro.
El pueblo cristiano es un pueblo con memoria. Un pueblo que conocemos nuestra historia, la historia que Dios ha ido obrando en los corazones de millones de hombres y mujeres que sintieron la presencia de la ternura de un Dios que no se mantiene ajeno a la historia humana, que no permanece indiferente ante el sufrimiento humano, como rezamos en la plegaria eucarística V/c.
Y precisamente porque hacemos memoria tenemos esperanza. Porque sabemos que Dios no se desentiende y camina a nuestro lado, porque Él mismo quiso en la persona de Jesús hacerse compañero de camino y permanecer como alimento en su Palabra y en la Eucaristía. Sin memoria estamos condenados al olvido. Custodiando la memoria protegemos y alimentamos la esperanza del pueblo que camina, a pesar de las dificultades y luchas, con paso firme hacia adelante.
El texto de la Escritura que hoy mencionamos expresa lo que trae a la memoria y le da esperanza: Que la misericordia y la compasión de Dios son inagotables.
¡Qué hermosa experiencia sentir cómo Dios derrama con abundancia su compasión y su misericordia en el alma que se abre a Él! Porque el Señor nos atrae con lazos de ternura, con cuerdas de amor como decía el profeta Oseas.
Y es lo que celebramos día tras día, domingo tras domingo en la celebración de la Eucaristía: el Memorial de la pasión del Señor, hacemos memoria del tremendo amor con que nos amó hasta el extremo dando su vida por nosotros. ¡Qué importante no perder la memoria y celebrarla!
Probablemente uno de los motivos más principales de que muchos bautizados se hayan alejado de la Iglesia es la pérdida de la memoria y la pérdida de la esperanza.
Que actuales y necesarias las palabras del Deuteronomio:
"Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Graba en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Incúlcalas a tus hijos, y háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas de viaje, al acostarte y al levantarte. Átalas a tu mano como un signo, y que estén como una marca sobre tu frente. Escríbelas en las puertas de tu casa y en sus postes."
Deuteronomio 5, 4-9
Somos memoria y esperanza, esforcémonos en no perderlas para seguir siendo sal y luz en medio del mundo.