Dedicado a la Tercera edad "…Abrirás los brazos y otro te ceñirá"
"Abrir los brazos. Es el mismo gesto que hacemos cuando abrazamos. Y tal vez tenga una clara relación. Los abrazos abren caminos a la amistad, el amor, la compasión…"
"Cuando empieza a aparecer la vejez en nuestro organismo y a hacerse patente, no siempre se está preparado para asumirla y aceptar la debilidad que comporta"
"Es un consuelo –al menos para los que tenemos fe- lo que dice San Pablo de que, mientras esta casa corporal se va deshaciendo, interiormente crece otra más fuerte…"
"¡Ojo! Cuando empiezan a decirte: '¡Qué bien estás para tu edad!', te recomiendo que hagas acopio de estos dos remedios inefables: fe y sentido del humor. Eso no te lo decían antes, ¿verdad?"
"Es un consuelo –al menos para los que tenemos fe- lo que dice San Pablo de que, mientras esta casa corporal se va deshaciendo, interiormente crece otra más fuerte…"
"¡Ojo! Cuando empiezan a decirte: '¡Qué bien estás para tu edad!', te recomiendo que hagas acopio de estos dos remedios inefables: fe y sentido del humor. Eso no te lo decían antes, ¿verdad?"
“Cuando eras joven, te vestías e ibas a donde querías. Pero te aseguro que, cuando seas viejo, extenderás los brazos y otra persona te vestirá, y te llevará a donde no quieras". (Jn. 21,18)
Lo que más me gusta de esta recomendación tan realista de Jesús a Pedro es eso de abrir los brazos.
Es el mismo gesto que hacemos cuando abrazamos. Y tal vez tenga una clara relación. Los abrazos –ya lo comenté en mi libro con ese título- abren caminos a la amistad, el amor, la compasión… Nos acercan al otro sin necesidad de palabras. Lo dicen todo, y nos hacen olvidar situaciones que nos separan o alejan del otro.
Cuando empieza a aparecer la vejez en nuestro organismo y a hacerse patente, no siempre se está preparado para asumirla y aceptar la debilidad que comporta. Tenemos el peligro de hacer el ridículo al no querer actuar de acuerdo con la falta de capacidad para algunas cosas o para afrontar situaciones que ya nos vienen grandes… No siempre es fácil. Os lo aseguro por propia experiencia. Pero es en esos momentos cuando tenemos que aplicar lo que durante muchos años hemos visto tan claro en otras personas mayores…
Cuando yo era joven y leía con entusiasmo a Theilard de Chardin en “El medio divino”, sólo pensaba en un tipo de “disminuciones”, pero nunca en la que nos toca a todos los que vivimos muchos años. Ésta no tiene remedio, y va aumentado día a día.
Es un consuelo –al menos para los que tenemos fe- lo que dice San Pablo de que, mientras esta casa corporal se va deshaciendo, interiormente crece otra más fuerte… Y, la verdad, hay momentos que eso lo veo muy claro. Tal vez cuando hago mi rato de oración personal cada mañana, hablando con Jesús. Es cuando las cosas se ven con unas “gafas” nuevas, las de la fe, y se relativizan situaciones que –al menos yo- sólo sé superar con la fe o con el sentido del humor, que a menudo van de la mano…
¡Ojo! Cuando empiezan a decirte: “¡Qué bien estás para tu edad!”, te recomiendo que hagas acopio de estos dos remedios inefables: fe y sentido del humor. Eso no te lo decían antes, ¿verdad?
Y es que tendrás que empezar a “abrir los brazos” ya sea para abrazar, ya sea para dejarte conducir.
Podrás disimular – y mal – las arrugas y los ojos de piojo, pero la realidad del tiempo no puede engañarnos. Déjate “ceñir” y abre los brazos para que tus abrazos lleven la etiqueta de muchos años aprendiendo a amar…