"Un papá como tú, Francisco, nunca se va del todo: te quedas en el latir de quienes te amamos"
Tras pasar ante el féretro de Francisco: Adiós (a Dios) Papa de la primavera
"En RD, le defendimos a capa y espada, desde el principio hasta el final. Le defendimos a él y a lo que representaba: el resurgimiento, tras la involución, del Vaticano II, pasado por el tamiz de la sinodalidad"
"Francisco, el papa de la misericordia, nos deja a todos un vacío inmenso, pero también una luz que no se apagará. Su vida fue un evangelio vivo, un testimonio de amor radical por la Iglesia y el mundo"
"Su sonrisa, su abrazo, su mirada limpia fueron un bálsamo para un mundo herido. En cada gesto, en cada palabra, nos enseñó que la misericordia no es un concepto abstracto, sino una forma de vida"
"En un tiempo de sombras, Francisco nos recordó que la fe no es un refugio, sino un motor para transformar el mundo"
“Te nos has ido, padre Jorge. Te nos has ido en primavera, Papa de la primavera. Sin ti, nos sentimos un poco huérfanos. ¿Quién defenderá, ahora, a los empobrecidos y a los crucificados de la tierra? Te has ido cuando quizás más falta nos hacías. Gracias por tanto para tantos. Fuiste un orgullo y una gloria. Pero, como decías, hay que mirar para adelante. ¡Y que nos quiten lo bailado!”
Tras pasar unos segundos ante el féretro del Papa Francisco, en medio de una riada de gente impresionante, y después de dos horas y media de cola, el corazón se encoge, el alma se eleva y las lágrimas de emoción asoman. Sin tiempo para detenerse, encontré un oasis de paz en una capilla lateral de la Basílica de San Pedro. Me senté en un banco y me puse a rezar y a hablar con mi Papa favorito. Llegué a quererle, como se quiere a un padre y a admirarle como a un profeta.
Tanto es así que mi mujer, Elena, suele decirme: “Estás enamorado del Papa”. Y, desde la muerte de Francisco, he recibido cientos de condolencias personales. Como si se me hubiese muerto alguien de la familia. Desde personas anónimas, a amigos teólogos.
Como la colombiana Consuelo Vélez: “Hola José Manuel, te doy el pésame por el papa Francisco, porque sé lo mucho que lo valoraste. Yo también, por supuesto, pero tú fuiste más francisquista que yo. Una pena que se haya ido. A ver qué pasa ahora en nuestra Iglesia. Toca rezar”.
O el chileno Jorge Costadoat: "Querido José Manuel: Mi pésame por el Papa. Si hay alguien que hizo más por difundir su pensamiento y sus obras, fuiste probablemente tú".
O como el gallego Andrés Torres Queiruga, que me mandaba esta condolencia en gallego: “Fóiseche un amigo a quen tan ben soubeches defender e anunciar. Fóisenos. Espero que quede moi viva a sua mensaxe”.
Y es verdad que, en RD, le defendimos a capa y espada, desde el principio hasta el final. Le defendimos a él y a lo que representaba: el resurgimiento, tras la involución, del Vaticano II, pasado por el tamiz de la sinodalidad. De hecho, los rigoristas nos llaman “los primaveras”, para fastidiar. ¡Si supieran la ilusión que nos hace seguro que dejarían de hacerlo!
Pensando estas cosas, en medio del silencio de la capilla lateral vaticana, recordé los encargos que me habían hecho para pedirle a Francisco. Y se los fui soltando, uno a uno, con sus nombres: La familia al completo (especialmente Noemí), las tías monjas, el equipo de la HOAC, el equipo de RD, Ciro...
Colas para despedir a Francisco
Después, convoqué a mis ángeles favoritos (Castillo, Faus, Aradillas, María Victoria, Padre Antonio, el cura Carballo y el fraile ecuatoriano Patricio) y nos pusimos de tertulia sobre la herencia que nos deja Francisco.
Y coincidíamos en que es el legado de un hombre que fue más que un papa: fue un padre, un pastor, un amigo de los pobres. Porque amaba en lo concreto. Con nombres y apellidos. Francisco, el papa de la misericordia, nos deja a todos un vacío inmenso, pero también una luz que no se apagará. Su vida fue un evangelio vivo, un testimonio de amor radical por la Iglesia y el mundo.
Mis ángeles y yo coincidíamos en que Francisco, el papá más querido, caminó entre nosotros como un reflejo de la primavera. Su sonrisa, su abrazo, su mirada limpia fueron un bálsamo para un mundo herido. En cada gesto, en cada palabra, nos enseñó que la misericordia no es un concepto abstracto, sino una forma de vida. Fue el papa que se arrodilló ante los olvidados, que tocó las llagas de los marginados, que escuchó el grito de los pobres. En la capilla lateral de la Basílica, sentimos que no solo despedimos a un líder, sino a un compañero de camino.
Porque, la esperanza fue su bandera. En un tiempo de sombras, Francisco nos recordó que la fe no es un refugio, sino un motor para transformar el mundo. Nos habló de una Iglesia en salida, de puertas abiertas, de corazones sin fronteras. Nos desafió a ser valientes, a no tener miedo de ensuciarnos las manos por amor. Y lo hizo con humildad, con esa sencillez y esa cercanía que desarmaba a los poderosos y consolaba a los humildes. Hoy, su cuerpo descansa, pero su mensaje sigue vibrando en cada rincón de la tierra.
Colas para despedir a Francisco
Y también coincidíamos los miembros de la tertulia angelical y yo en que Francisco lo dio todo. No guardó nada para sí mismo. Su vida fue un derroche de generosidad, una entrega sin cálculos. Desde la Casa Santa Marta hasta las periferias más remotas, llevó el Evangelio con una pasión que contagiaba.
Con el Evangelio como divisa, reformó la Iglesia con coraje, enfrentando resistencias, pero siempre con amor. Nunca tomó represalias, ni siquiera contra los cardenales que le amonestaban públicamente, cuando habían prometido dar su vida por él. Y es que nos enseñó que ser cristiano es jugársela por los demás y que la verdadera autoridad nace del servicio.
En la capilla lateral, le agradecemos cada paso que dio por nosotros y sentimos tanto su pérdida: Te echaremos de menos, Francisco. Tu voz, que resonaba como un trueno profético y a la vez como un susurro paternal, ya no nos hablará desde la tierra. Pero sabemos que nos sigues acompañando desde el cielo.
Tu risa, tu ternura, tu capacidad de indignarte ante la injusticia, todo eso queda grabado en nuestros corazones y en el de millones de personas de todo el mundo. Por eso, lo nuestro no es un adiós, sino un "hasta pronto". Porque un papá como tú nunca se va del todo: te quedas en el latir de quienes te amamos.
Papa Francisco y Vidal
Un orgullo de Papa
Francisco, fuiste un regalo de Dios, un signo de que la santidad es posible en nuestro tiempo. Nos mostraste que ser santo no es vivir en las nubes, sino caminar con los pies en el barro, con el corazón en el cielo. Fuiste el papa de las periferias, pero también el papa de todos. Nos uniste, nos reconciliaste, nos hiciste soñar con una humanidad más fraterna. Hoy, en la capilla lateral, te decimos con lágrimas y gratitud: gracias por ser nuestro padre.
Gloria eterna para ti, Francisco. Que el Dios al que serviste con tanto amor te acoja en su abrazo infinito. Que los ángeles canten por ti, que los pobres a los que amaste intercedan por ti, que la creación que tanto defendiste te dé la bienvenida.
Tu vida fue un canto a la misericordia, y ahora ese canto se une al coro celestial. Pero aquí abajo, seguimos gruñendo, como tú decías, por tanta injusticia, por tanto dolor. Y lo hacemos con tu fuerza, con tu esperanza.
Te queremos, Francisco. No es un amor pasajero, sino un amor que arraiga en lo más hondo del alma. Nos enseñaste a querer de verdad, a no quedarnos en palabras bonitas, sino a amar con obras. Nos diste un corazón más grande, más universal, más misericordioso. En la capilla lateral, renovamos nuestro compromiso de seguir tu camino, de no dejar que tu sueño se apague.
Filas para ver al Papa
No te olvidaremos
Tu nombre, Francisco, será pronunciado con veneración por generaciones. Tus palabras, tus gestos, tus luchas, todo eso es ya un tesoro de la Iglesia y de la humanidad. Nos dejas un mundo más humano, una Iglesia más cercana, una esperanza más viva. Cada vez que abracemos a un pobre, que defendamos la justicia, que cuidemos la creación, ahí estarás tú, sonriendo desde el cielo, animándonos a seguir.
Te llevaremos siempre en el corazón. Francisco, Papa de la misericordia, de los pobres, de la esperanza, de la primavera. Eres nuestro faro, nuestra inspiración.
En la capilla lateral, no solo lloramos de emoción; también celebramos tu vida, tu entrega, tu legado. Nos dejas un mundo mejor, porque tú fuiste mejor. Y mientras caminamos, con el dolor de tu ausencia, sabemos que nos miras con esa ternura de padre y nos dices: "Buon pranzo e arrivederci".
Tras las despedidas, levanté la cabeza y comprobé que la capilla lateral era de la Papa Pío X, en la que unos días antes de morir, en una de sus escapadas, había rezado también Francisco. Quizás, porque en el lateral derecho hay una bella escultura de Juan XXIII, el Papa de la primavera conciliar. Porque, “nadie puede parar la primavera en primavera”, como solemos decir los ‘primaveras’.