"Magna obra, hermosamente editada y encuadernada" Adolfo González Montes: Teólogo, obispo, legislador eclesial, amigo

Libro de Adolfo González Montes
Libro de Adolfo González Montes

Adolfo González Montes (Salamanca  13.11.1946), profesor de Teología de la U. Pontificia de Salamanca (1977-1997), obispo de Ávila (1997-2002) y Almería (2002-2021), se despidió de su función pública de  obispo el pasado 18.12.23  (diócesis de Almería, ayuntamiento) y dos días después, 20.12.23 (Universidad de Comillas, Madrid), con la presencia e intervención de autoridades civiles,  académicas y eclesiásticas.

   Hace una semana, un amigo común,  gran editor, de inmensa elegancia, me ha traído de parte de Mons. Adolfo esta magna obra, hermosamente editada y encuadernada, sin nota personal de Adolfo, ni palabra de saludo, como gesto silencioso, quizá pudoroso, de amistad.

   Evidentemente, ha querido decirme que le atienda y que propague con mis medios su testimonio, recordando a mis lectores, con esta "apología por vita sua", que  él ha cumplido su función en la diócesis de Almería

Puede ser una imagen de texto que dice "LEGISLACIÓN DIOCESANA DE LA IGLESIA DE ALMERÍA 2002-2021 Edición a cango de Mons. Adolfo Conzález Montes Eduardo Muñoz Jiménez ALMERIA 2023"

González  Montes,  A. y  Eduardo  Muñoz  Jiménez,  eds.  Legislación diocesana  de  la  Iglesia  de  Almería  2002‑2021, La llave de Almería, 2023, 1004 págs.

Debo empezar recordando nuestro tiempo de colaboración de teólogos-colegas (1977-1997), su ministerio de obispo y su función legislativa en Almería (1997-2021), para abrir de nuevo un posible camino de amistad y/ colaboración

1. ADOLFO GONZÁLEZ: TEOLOGO Y AMIGO (1977-1997) 

Durante veinte años (del 1977 al 1997) fuimos colega y amigo en la facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca. Hicimos muchas cosas juntos, con lealtad, con amistad.  Nos acompañamos en momentos fuertes.  Fue un inmenso profesor de ecumenismo, de teología fundamental, de diálogo. Le interesó  el estudio de la razón política del cristianismo, en diálogo con la tradición luterana, en la línea de obispos y teólogos tan significativos como J.M. Setién y  J. Moltmann). 

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Portada de la obra que se presenta el viernes.

Entre sus obras académicas destacan: --Religión y nacionalismo: la doctrina luterana de los dos reinos como teología civil (Salamanca 1982); --Reforma luterana y tradición católica: naturaleza doctrinal y significación social (Salamanca 1987); --La gracia y el tiempo (Madrid 1983); --Fe y racionalidad: una controversia sobre las relaciones entre teología y teoría de la racionalidad (Salamanca 1994); --Reforma luterana y tradición católica: naturaleza doctrinal y significación social (Salamanca 1987). --El Enchiridion oecumenicum I-II (Salamanca 1986/1993) recoge los textos básicos del diálogo ecuménico entre las iglesias y confesiones cristianas en el siglo XX.

Su obra teológica más significativa fue quizá Fundamentación de la fe (Secretariado Trinitario, Salamanca 1994) donde ofrece ya una verdadera teología fundamental, centrada en los motivos que siguen.

  1. La fe cristiana debe dialogar (ha dialogado y sigue dialogando) con la razón. Por eso el creyente debe superar todo fundamentalismo y toda actitud de ciega sumisión a un hipotético dictado del capricho de Dios, tanto en plano intelectual como social.  
  2.  Dentro de la teología cristiana existen diversas tendencias o variantes, unidas a las diversas confesiones. Los protestantes acentúan la novedad y el carácter vinculante de la revelación bíblica y después, cuando especulan, tienden a construir sistemas de teología secularizada (como muestra gran parte de la gran filosofía clásica alemana, a partir de Kant).
  3. Los ortodoxos destacan el valor de la tradición, expresada sobre todo en los Padres de la Iglesia, elaborando un pensamiento más vinculado a la vida de las iglesias. Los católicos aceptan Escritura y Tradición, pero confían, de forma especial en el valor de razón, que es signo de la naturaleza creada por Dios; desde ese fondo, ellos han concedido una importancia especial a las formulaciones dogmáticas y a la identidad de la Iglesia, que debe mantenerse, como centro y foco de unidad de todas las iglesias que, en algún sentido, deben volver a la gran casa católica.
  4. La teología cristiana ha de mantenerse en diálogo con el pensamiento de las otras religiones. Así lo ha destacado González Montes, queriendo superar el kalam o doctrina musulmana (que tiende al positivismo coránico, con el riesgo de desembocar en un integrismo irracional) y la mística (que tiende a renunciar al pensamiento discursivo, pudiendo desembocar en un vacío también irracional).  
  5. La singularidad cristiana va ligada con la historia de Jesús, entendida como revelación plena de Dios, y con la tradición de la iglesia, tanto antigua como moderna. Los cristianos creen que el mismo Jesús hombre (en su mensaje, vida, muerte y pascua) es el logos o palabra de Dios y así lo confiesan, vinculados a una Iglesia que mantiene y proclama la confesión de Jesús. En esa línea, la teología constituye la expresión y despliegue racional de una fe que no pertenece al teólogo en cuanto individuo, sino a la iglesia, entendida sobre todo como jerarquía y magisterio.  

Roma, al fin, despide a González Montes y deja manos libres a Gómez ...

2. OBISPO DE ÁVILA Y ALMERÍA (SIN DEJAR DE SER TEÓLOGO)

  Ha sido uno de los obispos más conocidos de España. Ha tenido algunos problemas episcopales, ha intervenido de formas a mi juicio menos afortunadas, en su función de miembro de la Comisión de la Doctrina de la fe (rectificando e incluso “condenando” a colegas teólogos), ha creado ciertas “enemistades” (o se las han creado) y ha sido juzgado (quizá también sin mucha razón), primero en Ávila (de donde salió al poco tiempo con cierta controversia) y luego en Almería (de donde terminó saliendo con mayor controversia mediática).

Todo esto es público, está en las hemerotecas, puede encontrarse sin dificultad a través de buscadores como Google e incluso en algunas reseñas apresuradas que yo mismo he publicado en FB y RD.

Confieso que es un hombre honrado, de conciencia exquisita, de inmensa rectitud, de gran inteligencia, de justicia económica, rayando en un tipo de obsesión. Es un hombre incapaz de hacer daño a otros  o de aprovecharse injustamente de personas e instituciones. Soy testigo personal (superviviente) de lo que sufrió en la Pontificia Salamanca de profesor; tengo la humilde impresión de que entonces nos acompañamos y ayudamos mutuamente, en diversos casos de administración académica y de tesis doctorales.

Sé  que ha realizado exquisitamente, en un plano personal, su función de obispo, primero en Ávila y luego en Almería, encontrando en ambos casos algunas dificultades, y pero sufriendo mucho por razones particulares y administrativas que no es éste el momento de poner de relieve, sobre todo en los últimos años de su episcopado.

Ha sido y es un hombre inteligentísimo en plano intelectual, pero quizá le ha faltado un poco de humor práctico y de buena “malicia”, necesaria para palacios y gobiernos. Quizá no ha sopesado el poder de las costumbre arraigadas, de los pequeños “lobbies” de poder fáctico etc.  Por eso, sus problemas episcopales sido aireados, desde diversas perspectivas, con razón o sin ella, en “medios” de tipo civil y religioso, hasta que el año 2021, al cumplir los 75 años de edad, según la norma actual de la iglesia dejó el episcopado activo, convirtiéndose en emérito, dedicado de otra forma al servicio de la teología y de la iglesia.

De sus años de obispo son algunos de sus libros importantes que, por simple honestidad, debo citar, libros que me han ayudado (nos han ayudado a muchos) a repensar la fe cristiana desde una perspectiva ecuménica y creyente: Las Iglesias Orientales, BAC, Madrid 2000; Imagen de Iglesia: eclesiología en perspectiva ecuménica, BAC, Madrid 2008; Teología fundamental de la revelación y de la fe, BAC, Madrid 2011.  Son obras que, con el paso del tiempo, no sólo quedan, sino que se agrandan. Yo las tengo entre mis “tesoros” bibliográficos, aunque no me las haya mandado con una nota, como en tiempos anteriores.

3. OBISPO LEGISLADOR, UNA APOLOGÍA PRO OPERA SUA (con Miguel Campo SJ)

             Recuerdo la obra insigne de H. Newman (Apologia pro vita sua, defensa de su vida). que Adolfo González, amigo, me enseño a leer. En esta  obra final de su episcopado, Mons. Adolfo González se defiende aquí de una forma sobria, inteligencia, respondiendo a los que dicen que ha “dilapidado” un tipo de patrimonio vivo de la iglesia/diócesis de Almería, a favor de un patrimonio muerto, dejándose engañar por bancos y dejando deudas a sus sucesores. El tema se ha discutido públicamente en los medios. No tengo juicio, ni a favor ni en contra, aunque conozco a algunos de los que están más directamente interesado en el tema, con opiniones divergentes.

Es posible que Mons. Adolfo González haya sido menos “prudente” en el uso de ciertos bienes muebles de la iglesia, dejando unas deudas que, por otra parte, son normales en la administración económica de iglesias a instituciones. Pero, como he dicho, esto totalmente convencido de su honestidad, de su inmenso cuidado y honradez. Pocas veces he visto, en esta línea, en este campo, personas más minuciosas, más legales y, yo diría, más obsesivamente “justas” en el uso del dinero y de los bienes que se le han encomendado Ha sido siempre y es ahora (estoy seguro) un hombre que no se ha aprovechado del patrimonio de una institución (como era la Pontificia de Salamanca) o como han sido las diócesis de Ávila y Almería.

            Pues bien, dejando a un lado su defensa del uso, conservación y mejora de los bienes patrimoniales (palacios, iglesias, monasterios) de las diócesis que ha dirigido como obispo,  Adolfo González ha querido defender con este magno libro su “patrimonio legislativo”. Una diócesis consta de personas y sus bienes principales son sus “fieles” y, de un modo especial, los pobres. Ésto es algo que Adolfo debía haber destacado con más fuerza 

Los bienes reales de una diócesis son los creyentes y, de un modo especial, los más pobres. Pero Adolfo, en un sentido externo, ha dado la impresión de estar más interesado en patrimonio material de iglesias y edificios y en el patrimonio  jurídico de su legislación  canónico. Así lo han interpretado muchos, viendo la publicación de esta obra que lleva en su portada un edificio  y en su título la legislación canónica. Así parece haberlo querido decir Adolfo. Su portada podría decirlo todo, o dice todo, mírese con cuidad: La legislación diocesana va unida a su edificio (catedral…) y a las leyes canónica emanadas por su obispo. Así lo ha puesto de relieve, con su autoridad jurídica, Prof.  Miguel Campo SJ, de la Universidad de Comillas

MIGUEL CAMPO,  RECENSIÓN.

González  Montes,  A. y  Eduardo  Muñoz  Jiménez,  eds.  Legislación diocesana  de  la  Iglesia  de  Almería  2002‑2021 (EST.ECL. 98, . 387, diciembre 2023, 925-951, 

La obra, como indica descriptivamente su título, esta obra es una compilación de la legislación diocesana aprobada durante los 19 años de pontificado de D. Adolfo González Montes en la diócesis de Almería.

Propiamente no se contiene toda la legislación promulgada, sino una selección de los textos más significativos, lo cual da ya una primera idea de la magnitud de la labor legislativa del obispo, y algunos documentos de carácter pastoral en los que se dan indicaciones normativas (se contiene en estos casos sólo la parte dispositiva). Se estructura en 24 capítulos precedidos de una Presentación a cargo del coeditor D. Eduardo Muñoz Jiménez (pp. 11-14), en la que se contiene una detallada descripción del contenido de la obra y los criterios de selección de los textos y una introducción del obispo D. Adolfo (pp. 15-60) titulada Recorrido temporal y claves de lectura de la presente colección legislativa de la Iglesia de Almería.

La historia de las fuentes del derecho canónico del primer milenio (y de buena parte del segundo) se construye sobre la base de las colecciones o compilaciones de normas jurídicas elaboradas a lo largo de los siglos buscando el buen ser de la Iglesia, su conservación y aumento, tanto a nivel universal como a nivel particular.  

Cada región (no todas) contó con sus propias colecciones de normas en las que se pone de manifiesto una exquisita sensibilidad hacia la recepción de la normativa universal, de ahí su catolicidad, sin descuidar la recepción de las colecciones y normas regionales que aseguraban una adecuada atención a las circunstancias de personas, tiempos y lugares. Quedó así asegurada la unidad disciplinar de la mayor parte de la Iglesia (al menos en los territorios de la parte occidental del mar Mediterráneo) puesto que las colecciones particulares se fundaban sobre un sustrato común de normas procedente de los concilios universales, de los sínodos regionales o diocesanos considerados más importantes y, por supuesto, de las cartas decretales de los Romanos Pontífices.

España fue la cuna de una de las colecciones más renombradas y utilizadas de todo el primer milenio, la Colección Canónica Hispana, compuesta en nuestro país a lo largo del siglo VII. En su redacción parece que participó de manera notable, al menos en su primera versión, el gran Obispo de Sevilla San Isidoro.

En la misma senda, un tiempo más tarde, se extendió la costumbre, de elaborar colecciones con las que los obispos, al modo de los capitula episcoporum (dentro de las colecciones de la Reforma Carolingia, siglos VIII-IX) promulgaban para su diócesis las normas con las que los ordinarios buscaban transmitir al clero y pueblo de su diócesis el derecho de la Iglesia: unas colecciones adaptadas en las que se recogían las decisiones de los concilios ecuménicos y de los sínodos provinciales así como las cartas decretales de los Romanos Pontífices, de modo que clero y pueblo pudieran conocer el derecho, y los obispos pudiesen adaptar esta normativa a su diócesis ofreciendo las orientaciones necesarias para el buen ser de la porción del Pueblo de Dios a ellos encomendados.

Y esto se hacía en forma de colecciones o compilaciones sancionadas con la autoridad del diocesano, normalmente organizadas con un carácter sistemático, con una adecuada selección de los textos ofrecidos de forma accesible y comprensible por parte de los destinatarios de la compilación. En esa larga y venerable tradición de recepción del derecho canónico universal y particular donde se sitúa la obra objeto de esta recensión.

En efecto, corresponde al obispo el gobierno de la porción del Pueblo de Dios que le ha sido encomendada, y esto lo hace desplegando el triple munus docendi, santificandi y regendi. El obispo diocesano despliega su función de gobierno como legislador, juez y regidor nato de la diócesis. El Código de Derecho Canónico desarrolla instituciones como el derecho de visita y la rendición de cuentas que pivotan sobre el fundamento del deber y derecho del obispo de regular, de una forma ajustada, adaptada y cabal, los más diversos aspectos de la vida de la diócesis.

En la presentación de la obra, D. Eduardo Muñoz Jiménez, coeditor con mons. D. Adolfo González Montes, comienza calificando el volumen (p. 1) como «corpus legislativo particular de la Iglesia de Almería» y prácticamente al final de su presentación señala que «se trata de un cuerpo normativo que concreta ciertas materias y que sirve, por encima de todo, como marco orientador y garante de la comunión eclesial, haciéndola más operativa» (p. 14). Y ello sin dejar de ser también, como señala acertadamente D. Eduardo, «un instrumento de consulta y referencia de la historia de la Iglesia de Almería» (p. 14).

Esta misma orientación se percibe en las palabras de mons. D. Adolfo González Montes cuando señala que «las normas que rigen la praxis eclesiástica [...] suelen ser por lo común leyes y normas de aplicación a la diócesis de la legislación canónica de la Iglesia universal y cuanto se ha dispuesto en la Provincia eclesiástica» (p. 15).

Adolfo González Montes, obispo emérito de Almería, había llevado ya a cabo una tarea compiladora semejante en la diócesis de Ávila, una colección que ha prestado sus frutos ayudando a otros obispos y a los estudiosos del derecho de la Iglesia en general. Él se reconoce también deudor de la labor de otros legisladores eclesiásticos diocesanos.

 La ingente labor legislativa y de producción de mandatos y preceptos, así como de exhortaciones plasmadas en cartas circulares y pastorales, desarrollada por D. Adolfo en estos diecinueve años de pontificado en la diócesis de Almería abarca todos los campos de la vida de la diócesis. Un somero recorrido por el índice de la obra nos da ya idea de la monumentalidad del trabajo realizado. En cada uno de los ámbitos sobre los que se ha proyectado la acción ordenadora del obispo D. Adolfo, y que encontramos plasmada en esta compilación, creo que se puede entrever la clave que ha terminado por dotar de extraordinario valor a esta compilación de leyes, y no solo para la Iglesia de Almería sino también para otras Iglesias particulares, y que no es otra que una abnegada, constante y rigurosa labor de estudio por parte del obispo.

En este caso no podía ser de otro modo partiendo este acervo de un sólido profesor universitario (Universidad Pontificia de Salamanca) y reconocido teólogo.

En efecto, en cada uno de los campos abordados (y así se puede comprobar en cada uno de ellos), se pone de manifiesto una seria y constante labor estudio que da como resultado un profundo conocimiento de:

  • 1.- El magisterio de la Iglesia.
  • 2.- Los diversos documentos de los dicasterios romanos, la normativa de la Conferencia Episcopal y, por supuesto, de los documentos emanados de las reuniones de obispos del sur de España (Andalucía).   
  • 3.- El Código de Derecho Canónico. Señala D. Adolfo: «Es deber del Obispo hacer cumplir la ley de la Iglesia, sin que el pastor pueda excusarse en ignorancia de la materia, de la cual debe salir con pertinente información y las consultas que requiera tomar una decisión ajustada a derecho, como de hecho lo hemos intentado sin ceder a la inhibición en lo que era de competencia episcopal» (p. 28).
  • 4.- La normativa diocesana precedente, los convenios —en su caso— con las autoridades civiles y los antecedentes históricos de la obra apostólica o institución en cuestión. Creo que nos encontramos con una obra de valor extraordinario que recoge el acervo legislativo de un pastor que ha sabido dotar a la Iglesia particular a él encomendada de los recursos normativos para un buen ser y desempeño de su misión.

Esta producción no es fruto de la espontaneidad, sino el resultado de una paciente labor de estudio gracias a la cual se ha sabido recoger, con una aguda inteligencia, el magisterio de la Iglesia, singular-mente el Concilio Vaticano II, el Código de Derecho Canónico (texto legislativo fundamental de la Iglesia latina), las diversas comunicaciones y normativa emanadas por los diferentes dicasterios de la Santa Sede, las directrices y normativas emanadas por la Conferencia Episcopal Española y de las reuniones de obispos del sur de España.

Junto con la prudencia se da cita el conocimiento ajustado del marco magisterial y legislativo de cada normativa particular, adaptando las normas al contexto concreto de una Iglesia diocesana, debe desarrollarse. Es así como se garantiza, de una forma racional y adaptada, la comunión con la Iglesia, en línea con la tradición eclesial y en concordancia con las indicaciones y normas de las autoridades eclesiásticas supra-diocesanas.

Adolfo González Montes no es canonista, pero ha demostrado ser un buen conocedor e implementador del derecho de la Iglesia. Sus conocimientos teológicos, su rigor intelectual y el empeño por el bien de su pueblo creo que han sido el acicate de la ingente labor legislativa recogida en este volumen

La calidad del proceso de selección e investigación de las fuentes, el rigor en su estudio, el cuidado en el proceso técnico de elaboración de las normas (la técnica legislativa), y la amplitud de los temas estudiados y regulados, hacen que nos encontremos ante una obra de indudable interés que, estoy seguro, será estudiada y utilizada por obispos, curias diocesanas, canonistas e historiadores.  (Miguel Campo, sj Universidad Pontificia Comillas. ESTUDIOS ECLESIÁSTICOS, vol. 98, núm. 387, diciembre 2023, 925-951).

 4. DESPEDIDA Y DESE0

¿Quién es...Adolfo González Montes? | InfoVaticana

Querido Adolfo, paso al plano personal, después de casi 30 años de “distancia”. Si no me confundo, la última vez que nos vimos y abrazamos fue en el Parador de Salamanca, tras una comida que te ofrecimos los colegas y amigos de la Universidad, regalándote una preciosa mitra, como paso de la simple docencia universitaria al más alto magisterio episcopal que tan dignamente has realizado.

   Como bien sabes, soy poco dado a visitas protocolarias, de forma que no te fui a ver en Ávila, las cien veces que estuve a la puerta de tu palacio episcopal, pues sabía que estaba ocupado en altos temas. Por Almería pasé para unas charlas universitarias, pero tampoco te llamé.

Mandé a un amigo común de aquellas tierras, para que te saludara en mi nombre, pero me dijo que le habías respondido (sic), “pero ese ya no es de…”. No sigo más, no pongo la palabras pero tuve la impresión  de que me tomabas como un  difunto/defunctus eclesial, en el sentido latino de la palabra: uno que no tiene ya función, es de-functus, que no funge, que he perdido su función o tarea en la iglesia. Adolfo, creo que esa no es tu teología, ni tu experiencia de cristiano, pero has corrido el riesgo de situarte en esa lineal: Los que no forman parte de tus categorías "canónicas"  son (somos) difuntos eclesiales.

    Primero me enfadé, pero luego pensé: Este Adolfo amigo, tan preciso, tan certero etimológicamente.... Ciertamente, soy un de-functus, no tengo función oficial, ni de obispo, ni de profesor, y acudí a mis recuerdos de Juan de la Cruz “ya no guardo ganado, ni ya tengo otro oficio, que ya sólo en amor es mi ejercicio”. (así lo sabe Mabel, mi mujer, que te recuerda y saluda, de su tiempo de la Ponti).

¿Sabes una cosa? No eres el primero ni el último que me ha tomado como un "difunto eclesial", alguien que no funge, que no cuenta, alguien al que en el mejor de los casos se le soporta, pero como estando fuera de los márgenes.

Perdona, quizá no quisiste decir eso (que soy un difunto eclesial), pero así lo entendió mi amigo Antonio,  de la diócesis limítrofe a a la tuya. Me dio la impresión de que en esa línea te quedabas con pocos (sin las madres solteras o no bien casadas), sin los que apenas caben en tus documentos canónicos episcopales. Eso significa que estoy “des-catalogado”.

    Tú, en cambio, en este inmenso libros de leyes canónicas de Almería, escrito con la colaboración de tu ayudante-fámulo Eduardo Muñoz Jiménez, a quien saludo desde aquí con todo cariño y agradecimiento, has querido fijar en este libro de cánones de tu iglesia la buena lista de todos los que están bien catalogados, los que ejercen funciones auténticas. Quizá tienes toda la razón, pero de hecho nos des-catalogas, nos dejas a muchos fuera.  No sé si el Jesús del evangelio de Marcos estaría de acuerdo con eso. 

Adolfo González Montes: "Los hechos consumados contra las leyes ...

    Me he admirado al ver, ojear, leer cursivamente y valorar tu obra, como las antiguas tesis doctorales que dirigíamos y valorábamos en común. Recuerdo entre ellas, en especial, la del Prof. R. Sanlés, que  ahora reside en la enfermería/asilo de los mercedarios de Salamanca, casa a la que tú venías con agradecida frecuencia. Con él quiero manifestarte tres deseos:

Escribe lo que te salga del corazón, no según ley, sino según evangelio radical donde caben todos los descatalogados del mundo, leprosos, ciegos, enfermos e impuros de diverso ti.

Querido Adolfo, ya no tienes que cumplir ninguna función… No tienes que demostrar nada a nadie, ni en le Ponti, ni en Ávila, ni en Almería, ni ante la CEE. Ya has elevado tu último monumento, el cuerpo de leyes de la diócesis de Almería. No tienes, ni siquiera, que catalogar como en este libro de leyes canónicas de Almería a los buenos cristiano de ley.

 Ya has escrito el libro de las leyes de la iglesia de Almería. Está bien editado, es ejemplar, pero quizá no va en la lineal del auténtico evangelio de tu corazón y de tu infancia.  Otros verán lo que han de cumplir o hacer con ellas. Tú olvídalas ahora,  ya has cumplido lo que querías, has demostrado ante todos los que estudien este libro de leyes canónicas de Almería que has cumplido bien tu oficio. Felicidades.

Pero ahora, si puedes,  olvida este libro de buenas leyes canónicas, y olvida también, de algún modo todos tus libros anteriores, y escribe de corazón el libro cristiano de tu vida, recuperando el amor de tu infancia (cf. Jeremias),  en este momento inmenso de crisis de la Iglesia, de la política, de la sociedad… La iglesia española necesita libros de corazón, de compromiso radical por el evangelio, libros de obispos nuevos, como eres tú, en la línea de tus grandes amitos, Setién Moltmann ¡. Olvídate por unos años de las piedras y de las leyes, como si el Derecho Canónico no te importara más.

Estoy convencido de que hoy, en España, la primera labor de los obispos es la de exponer la fe de un modo vivo, actual, sorprendente, en la línea del mejor Agustín, del “catequizando a los nuevos rudos”. Escribe desde el evangelio radical, el tuyo, el de tu corazón de persona inmensa, al que muchos hemos querido y seguimos queriendo.

Ya yo eres de la “Comisión de la Doctrina de la fe”, no tienes que andar juzgando con lupa las obras de otros colegas teólogos. Todo eso ha pasado, quedas tú, quedamos nosotros, queda el evangelio… que tú nos puedes recordar y avivar, a ras de tierra, como caminante de frontera, en la “raya de la vida”, como aquella raya en la que tú viviste de niño entre España y Portugal.

Vuelve a tus raíces, las del pueblo-pueblo, desde Aldeadávila de la raya de Portugal, hasta tus compañeros de Calatrava. Aquí en San Morales tienes uno, llamado Nides (Leónides), que recuerdo con inmensa admiración, cariño y humor, de los tiempos del seminario. Dejo la teología, trabajó en alta informática en Barcelona, y ahora es pastor amigo de ovejas. Conserva y cultiva el humor. Este es tu pueblo leal y real, después de un largo periplo como el tuyo.

Nides y yo nos vemos y reímos. Le he dicho  que le voy a regalar este libro inmenso y e le voy a regalar un libro tuyo… y me ha dicho:  “ya no estoy para esas cosas”. Pues bien, para estas cosas de Nides/Leónides y de tantos otros como él deberíamos estar.

Si un día vienes por aquí, ya sabes, a unos cuantos tiros de piedra de tu piso de las afueras Salamanca, tomamos un café en trío, con Nides y proyectamos nuevas cosas de vida y de evangelio, con humor agradecido, con amor.

Finalmente, me gustaría que presentaras el “libro” de tu vida y (es decir, toda tu  obra  de teólogo y obispo) en Salamanca, tu ciudad…, donde sea, en Calatrava, en la Caja de Ahorros, en la Pontificia, en San Juan de Barbalos o en el Casino… Quizá mejor en el Casino. Muchísima buena gente de Salamanca te quiere. Le gustaría verte hablar, que presentaras tu proyecto de iglesia, tu teología. Tienes otros que lo pueden hacer mucho mejor que un servidor, pero, si quieres, me invitas a presentar tu obra, si Dios me sigue dando un poco de memoria para ello.

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