Agur,  Pedro, Agur

     Hemos ido a  despedirle, diciéndole agur (buen augurio, en manos de Dios quedes), como augures de una religión de la tierra, del viento, del agua y de la vida, por la cuesta de Atx-Garay,  hermanos y cuñadas, primos y sobrinos, en estricta intimidad, cruzando Arrugaeta,  el caserío de nuestros ancestros, hasta el Goiko-Solo de Untzaga, Alta Pradera de cabras, para allí decirle nuestro “agur jauna”, nuestra oración de amor y buen augurio,  con el abrazo de acción de gracias, por haber sido quien era  por habernos dejado  con un corazón engrandecido de esperanza.

Puede ser una imagen de hierba
  Agur, Pedro. Has tenido la fortuna de templar tu vida en el amor más fuerte, en el dolor más intenso, siempre al servicio de la vida de los demás, y has muerto  cumplidas todas tus funciones, como buen di-funto,  sin más tarea que quedar mirando hacia la eternidad de Dios, frente a la peña eterna de Lekanda, nuestra tierra, para acompañarnos en la vida a los que seguimos en la tierra..

            Cruzamos abriendo camino contigo en silencio, sobre la más alta pradera con la hierba buena olorosa del otoño,  con Juan Luis, nuestro hermano, llevando en las manos la urna de tus cenizas, Natxo después,  nuestro otro hermano, y yo el tercero, con Joserra y Mikel en nuestros corazones, los otros dos hermanos que se nos habían adelantado, con el aitá y la amá, con los aitites de siempre, hasta el hueco de unas rocas de tierra removida  para recibir  tu semilla de vida, junto a la pradera hozada por las basurdas y llena de olorosa yerbabuena.

Puede ser una imagen de 9 personas

            Hicimos silencio en corro, sin haber preparado la ceremonia, pues todos la sabíamos de memoria, tras cien, tras mil generaciones de entierros semejantes, sin más campana que el viento, sin más agua bendita que el siri-miri, con el cielo por techumbre y la tierra por seno fecundo para nueva vida.

            Juan Luis abrió la urna sin necesidad de decir nada y depositó en la tierra el polvo de ceniza, recordando  las palabras de la tradición, las palabras del poeta: Recuerda que eres polvo  y al polvo has de volver. Polvo eres, pero polvo enamorado del amor de tus aitás  y de Belén, de tus hermanos y de todos los parientes. Que volveremos esta tarde a las tareas de la vida más vacíos de tu presencia física, más llenos de tu simiente de humanidad.

            Acababa de llamarme un amigo en el camino de subida Me había preguntado dónde estaba y le he dicho que Mabel y yo íbamos arriba, hasta el caserío de nuestros aitás, donde Pedro habías querido que dejáramos sus cenizas como simiente de esperanza.   Le he dicho a ese amigo que has sido un gran profesional, con una vida llena de alegrías y tristezas. Naciste cuando estaba muriendo nuestro padre. Fuiste su última alegría y esperanza.

Puede ser una imagen de 4 personas y texto

Gracias Pedro, por haber venido cuando viniste. Has cuidado toda la vida a nuestra madre.  Gracias, Pedro, por hacerlo... Te casaste con Belén, tu amor, cuando supiste que ella estaba muy enferma y le has cuidado día y noche, cuarenta años, para dejarla en manos de Dios, cuando ya no podías hacer nada más por ella, que está apagándose sin saberlo.             

            Así era Pedro. Estaba enfermo,  se estaba muriendo, pero quiso bajar todo los días a la puerta de la casa, en el bocho de Bilbao, donde un grupo de amigos de infancia, juventud y primer trabajo, se reunían a celebrar le acción de gracias de la  vida, recordando, comentando, manteniendo viva la llama de la vida, en la calle de la Pelota, a cien metros de la catedral vacía de Bilbao, a  cincuenta metros de la ría sin barcos.

            Estaba muy débil, quiso al fin que le curaran, y le llevaron al hospital de Santa Marina,  para que le reanimaran y pudiera empezar la nueva etapa final de su vida en el mundo. Pero a las pocas horas (quizá por un covid importuno), con gran paz, dejó de respirar en ese mundo,  abriendo su respiración al mundo entero, al mundo de Dios.

            Así le contesté a mi amigo, que me preguntó qué habías hecho. Me escuchó en silencio y me dijo: Has tenido un hermano,  eres un afortunado.  Ahora te dejo, estate con tu gente, otro día hablamos.  Seguí con mi gente, la gente de Pedro. Estábamos llegando al alto de la pradera, Juan Luis el primero, con la urna en las manos. Llegamos e hicimos un corro. Juan Luis abrió la urna y depositó las cenizas, en silencio, con breves palabras, que otros repetimos y comentamos, emocionados, como bien pudimos, terminando con un Padre-Nuestro (Gure Aitá, zeruen zarana…).

            Volvimos en silencio al basherri de Untzaga/Arrugaeta, tomamos algunas fotos. Yo recordé algunas cosas más de la vida y presencia de Pedro, para mandárselas a mi amigo. Así las recojo ahora, que estoy algo más sereno. Son cinco ideas, como cinco misterio de un rosario, mi rosario de Pedro.

1, Del Año 1952 al 1856. Su nacimiento (1952) fue mi última alegría.  Habíamos podido volver a vivir a Euzkadi… Pero mi padre cayó enfermo… Quisieron tener un nuevo hijo (el sexto, el último), para ratificar con él el triunfo de la vida…Así lo sentí a mis doce años, cuando Pedro nació, y vi a mi padre radiante de felicidad. Pero la felicidad fue decayendo, y nuestra padre murió el 1954, cuando Pedro sólo tenía dos años. Fue el hijo final, casi total, de nuestra madre. Fue una madre inmensa, pero nada puede suplir el hueco de la falta de Padre.   

Puede ser una imagen de 16 personas

            En ese momento, cuando las cosas parecían más torcidas,  sin pensar a fondo en  ellas,dejé a Pedro, dejé a mi madre y al resto de los hermanos y al convento,  entrando en el noviciado… el año 1956. Fue tiempo de soledad, sin Pedro. Sé que él sintió mi marcha, yo sentí su ausencia. Perdí su infancia, perdí su adolescencia… No supe de verdad lo que es tener hermanos pequeños. 

Cuando volví ya “ordenado” presbítero (1974), Pedro estaba acabando su carrera de abogado-economista, para trabajar en un despacho laboral (del año 1975 al 1980), y en esa línea que pudimos compartir nuestros ideales de fondo cristiano, iguales en el fondo, distintos en la forma. Yo quería ser teólogo, resolver con mis “libros” los temas de la vida de la iglesia.  Pedro estaba empeñado en solucionar con un grupo de amigos los laborales de fondo, en los años finales de explosión del franquismo, cuando muchos como él quisieron transformar la sociedad, desde un fondo cristiano, pero sin iglesia, sin un tipo de toma de poder…

              Poco después (1984)  yo tuve que dejar mi cátedra de Salamanca,  sin poder cumplir mis  ideales de transformación teológica de la Iglesia… y Pedro tuvo que abandonar también su despacho de laboralista… Fue un golpe durísimo, tanto para él como para mí. Perdimos nuestra “adolescencia”  laboral y teológica, nos venció el realismo del poder social y de un tipo de vida de iglesia.

            Pedro tuvo más suerte “laboral”, yo he tenido quizá más suerte en otros aspectos. Él tuvo que dejar los sueños de “transformación labora” (él y su grupo tuvieron un choque muy fuerte con el jefe de los sindicatos, que se llamaba N. Redondo). Redondo y el gran sindicato llamado “socialista” optó por un tipo de  “política de toma de poder” y expulsó  a los del grupo de Pedro por un … “problema sexual” (porque me sale de…).

            Pedro optó entonces por entrar en la “administración”; opositó para la secretaría de Santurce  y ganó la oposición; opositó también para “director de la secretaría del ayuntamiento de Bilbao”, y ganó también, y quedó en Bilbao,  donde ha trabajado 40 años,  como guardián (él y su equipo) de todos los papeles del ayuntamiento (en las dos fotos del ayuntamiento aparece en plenos con el alcalde Azkuna).

            Ha vivido económicamente bien, ha querido, le han querido… Pero tuvo que dejar a un lado sus sueños de transformación económico/laboral de Euskadi, de España y de Europa. Un día me dijo: Somos de la misma escuela; tú has tenido que dejar la Universidad Oficial de la Iglesia, yo he tenido que dejar mis sueños de sindicalista activa. Le ofrecieron la dirección de la sección de Urbanismo del Ayuntamiento de Bilbao,  un puesto desde el que “con un poco de mano” se podían ganar muchos millones. Rechazó el ofrecimiento, quería vida, no millones. 

Pedro siguió viviendo con nuestra madre, para acompañarla hasta su muerte (2003). Nunca se lo podremos agradecer el resto de los hermanos.Ha sido un hombre de cuidado a los demás, de fidelidad de cariño. Se casó con Belén,  cuando supo que ella estaba enferma, de esclerosis múltiple….  (el año 1992), y desde entonces ha  vivido para acompañar a dos mujeres, a su madre y a su esposa, con tiempo y amor para las dos,  en la casa de su madre y en la casa que él compró para su esposa en la Calle de la Pelota, centro/centro de Bilbao,  en el piso de arriba de la casa donde había nacido y vivido el P. Arrupe, general de los jesuitas.

            Fue una apuesta dura la suya, vivir para dos mujeres, la madre y la esposa. Le decíamos que se cuidara, pero nunca se ha cuidado, cuidando siempre a los otros (incluidos los padres de Belén). Le ha gustado su trabajo en el ayuntamiento, ha tenido mucha suerte en el plano laboral, pero el cuidado de sus mujeres, especialmente su madre después su mujer le ha minado,  de manera que al jubilarse del trabajo en el ayuntamiento, hace cuatro años, estaba ya tocado de salud. 

Ha sido mi teólogo más profundo, no quería funerales con sepulcros… Fue un teólogo centrado en lo esencial, en el camino de Jesús, en la justicia y libertad,  cada vez con menos iglesia externa, cada vez con más evangelio. Hablábamos poco de “teología y religión” oficial, hablábamos mucho de evangelio.  Se casó por la Iglesia, pero en intimidad,  en el coro del convento de la Merced de Salamanca, sin ceremonias externas: “Para ceremonias está el ayuntamiento, yo llevo todos los papeles; no quiero uno más para la iglesia; Jesús no andaba casando a la gente, sino diciéndoles que se quisieran”.

            Al final pensaba mucho en la muerte, con un grupo de amigos que bajaban todos los días a verle,  debajo de su casa, en la calle peatonal de La Pelota. Se sentaban en las sillas de dos restaurantes, celebraban la “misa” de la vida, todos los días, sin falta. Un día me dijo “esta es mi misa de cada día ¿Qué te parece?”. Me pareció muy bien,  pues Jesús celebraba su misa cada día con los cojos y mancos de la calle, sin necesidad de ceremonias especiales.

Puede ser una imagen de 3 personas

            Un día especial me dijo (foto en la que estoy a solas con él, los dos en la calle, él ya demacrado): No quiero funeral especial, sino una despedida en el monte. Se lo dijo también a otros, en especial a nuestra prima Karmele, propietaria de la alta pradera de Goikosolo, donde le dejamos el otro día. Me preguntó si eso iba en la línea de Jesús.

            Y yo le dije: Eso va muy en la línea de Jesús. Yo tenía mi biblia griega en la mano y le leí un parrafito de Mt 23 donde se habla de los “sepulcros blanqueados”, de los que construyen tumbas para aparentar, después de haber oprimido y manejado a los demás.  Le dije que Jesús no era amigo de funerales ni de cementerios (nunca se le ve en un funeral, ni en un cementerio); el evangelio de Juan le presenta en la boda Caná, y siempre acompañando y animando (curando) a vivos, no enterrando a muertos.  Me basta eso, me dijo. Déjame esa libro que tras (todo) con un árbol como signo de la vida (y se lo dejé, con el encargo de que se lo pasara luego a Natxo, pero no ha tenido tiempo). 

Así hemos dejado, en el alto solo (alta tierra de Goikosólo), plantando sus cenizas, como se planta a un árbol. Natxo llevó unas piedras, como signo de permanencia, como hacían los judíos. Juan Luis dirigió la ceremonia, como “sacerdote/augur” (de los augures/agures de los romanos).  A mí me quedó el deseo de poner un esqueje de encina (o una bellota),  para que quedara la  memoria del árbol de la vida. Alguien me dijo que los antiguos ponían a los muertos debajo de unas piedras (en los menhires y dólmenes, y en Euskal-herria en los il-harris  il-herris). A mí me gustan también los árboles con el recuerdo de los muertos, pero no en los comentarios artificiales, sino en pleno monte o pradera.

   Quedan las cenizas de Pedro como simiente de vida en la pradera de la yerbabuena y de las rocas de Goikosolo. Cuando pase mi duelo por él, me gustaría subir de nuevo, en silencio, con Mabel, dejando en el suelo, junto a las cenizas que espació Juan Luis (sin urna), junto a las piedras de Natxo, unas semillas, como las del árbol del libro que le llevé en mi última visita (como puede verse en nuestra última foto). Agur, Pedro Agur (había nacido en Abadiño, el diciembre del 1952; ha muerto 72 años después, en Bilbao, en  octubre del 2024).  

Las imágenes son un testimonio de su entierro; en una está conmigo, hace unos meses, en otra a la izquierda, frente al alcalde I. Azkuna, en un pleno del ayuntamiento de Bilbao).

Volver arriba