Dom 19.01.14. Oler a cordero, ser cordero ¡Éste es el Cordero de Dios!

Domingo 2, tiempo ordinario. Ciclo A. Jn 1, 29-34. El Papa Francisco ha pedido a los grandes “pastores” (cardenales, obispos y curas de pueblo), que vayan al monte y al barrio, que huelan a oveja o cordero; el evangelio dice además que ellos sean (seamos) corderos.

Éste es el “busilis” (¡in diebus illis!): Se han hecho pastores de anillo áureo y cayado de mentira, para aparentar una grandeza que no tienen, y así quieren gobernar como si fuéramos ovejas tontas. Pero sólo puede ser pastor quien es oveja/cordero como Jesús, de quien dijo Juan Bautista (que sabía cantidad del tema): ¡Éste es el Cordero…!. No olía a cordero, es cordero.


Juan Bautista, el último de la raza de los grandes profetas bíblicos, supo decir lo que decía, añadiendo: ¡Éste es el que quita el pecado del mundo! Para “quitar el pecado” hay que empezar haciéndose cordero, estando dispuesto s morir con los corderos. Éste es el evangelio del domingo, y a todos deseo buena fiesta. Para ayudarles a pensar sobre el tema (y entender a Jesús, y entenderse a sí mismos) quiero contar los nueve corderos de la Biblia.


El domingo de los Siete Corderos

El evangelio de este domingo retoma el motivo del anterior (Bautismo de Jesús), desde la perspectiva Evangelio de Juan, poniendo en el centro el signo del Dios que es el Cordero (Agnus Dei) que quita el Pecado del Mundo.

Este motivo (Jesús, Dios/Hombre Cordero que quita el Pecado del Mundo) no es fácil de entender para algunos, que lo han transformado muy pronto en señal de algo distinto, quedando con mucho simbolismo, pero con poco cordero. Por eso, quiero volver al cordero, retomando algunos motivos que desarrollé en el Diccionario de la Biblia (Verbo Divino, Estella 2007).

Comenzaré diciendo que el signo de Dios es un Cordero, no es el Águila fuerte, ni el León Rey que se impone en la selva del mundo, ni el duro guerrero… El signo es un cordero que nos lleva al campo de la vida, desde el principio de los tiempos.

El Cordero ha de ser signo de la Iglesia, que sólo así, siendo y oliendo a cordero puede quitar el pecado del mundo, como sigue diciendo el evangelio. Éste es el domingo del Cordero, de los siete corderos de los que nos habla la Escritura, como podrá ver quien siga leyendo.

Texto: Jn 1, 29-34

En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:

"Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo dije: "Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo." Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel."

Y Juan dio testimonio diciendo: "He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo." Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.


El signo del Cordero.

El cordero es para el Antiguo Testamento el animal sagrado (sacrificial) por excelencia, y así lo entiende Juan Bautista, al vincularlo a Jesús al que llama «cordero de Dios (amnos tou Theou) que quita (ho airôn) el pecado (tên hamartian) del cosmos» (Jn 1, 29; cf. 1, 36).

Estamos ante el Dios Cordero (amnos), no ante el Dios León Furioso, el Águila celeste o el gran Elefante… Éste es el Dios de la pequeñez (es decir, de los pequeños).

Este Dios Cordero (Jesús), “quita” (ho airon) el Pecado… No lo perdona, ni lo limpia… como algunos ritos del Templo de Jerusalén, sino que lo “quita”, es decir, lo arranca, lo destruye, lo aniquila.

‒ Quita el pecado del mundo entero (tên hamartian tou kosmou). No aniquila unos pecados concretos, unas faltas particulares, sino “el pecado” cósmico

Éste es el signo del Dios Cordero, que Juan Bautista ha descubierto en Jesús, cuando viene a su lado a bautizarse. Sobre el sentido de este Agnus Dei (Cordero de Dios, Dios Cordero) se puede decir y se han dicho muchas cosas. Yo evocaré algunas más significativas, contando los nueve corderos de la experiencia bíblica.

1. Cordero sustitutorio: Aquedah (ligadura) de Isaac

Ese primer cordero bíblico aparece vinculado al sacrificio de Isaac (que estaba ya atado, sobre el altar: De ahí el nombre “Ligadura”: cf. Gen 22, 7-8). El Dios antiguo pedía la “sangre” de los hombres, es especial, de los primogénitos, y así lo sintió todavía Abraham, que aparece en la “muga” o linde de los tiempos, atando a su hijo para sacrificarlo, como Dios se lo había mandado.

Pero el Dios de Abrahán no quiere ya la sangre de su hijo Isaac (bien atado, sobre el altar), sino que detiene su mano, y le muestra un Cordero, como sacrificio sustitutivo. En el lugar de aquel Isaac viene a situarse ahora Jesús, que asume la muerte de todos los atados y sacrificados de la historia.

Éste es el “Dios cordero”. No huele a cordero, lo es. No habla de la sangre de otros, no predica sobre un altar o ambón de oro, mientras otros mueren. Éste es el Jesús de la Aquedah, de la gran “ligadura”, el Cristo atado, impotente que se deja matar con los que mueren, porque les ama y y quiere estar con ellos hasta el final, como dijo San Pablo en una frase escalofriante: “no perdonó Dios….” (Rom 8, 32); no se escabulló, no se escapó… Murió con los corderos.

2. Cordero pascual, en tiempo de Gran Ira

El segundo cordero es el de la Pascua judía, cuando los hebreos salieron de Egipto, mientras la “ira” de un Dios justiciero sea abalanzaba sobre los egipcios, matando a sus “primogénitos” (¡de nuevo un Dios de muerte). Aquella noche de la ira, los hebreos sacrificaron el cordero y con su sangre pintaron el dintel y las jambas de las puertas de sus casas, para que el Ángel Exterminador (la ira de Dios) pasara de largo, sin matar sus primogénitos (Ex 11, 2-14).

Así mataron el Cordero de Pascua, para que Dios perdonara sus pecados y no les matara… Por eso, los judíos han seguido comiendo por los siglos el cordero de la pascua, en memoria del paso del Señor, en actitud de miedo y de agradecimiento. Este es el Cordero que les permitía caminar hacia la libertad, manteniéndoles en vida en medio del de gran riesgo de la muerte; era señal de Dios sobre la tierra.

Probablemente, Jesús no comió en la Última Cena el Cordero de Pascua, sino que ofreció a su amigos el Vino (¡la próxima copa en el Reino!) y posiblemente el Pan (¡como símbolo de su vida, de su cuerpo, al servicio del Reino). Por eso el evangelio de Juan le presenta como verdadero Cordero, que muere precisamente en el momento en que los sacerdotes sacrifican los corderos para la pascua (ese es el sentido de Jn 19, 36)

Los judíos de la Pascua (y los cristianos que no huelen a oveja) mataban corderos ajenos para sentirse ellos seguros. Jesús no mató un cordero para celebrar así la muerte ajena (de los egipcios), sino que él mismo asumió la suerte de los que mueren sacrificados. Se hizo solidario, se hizo cordero.

3. Manso Cordero profético, Siervo de Yahvé

En esa perspectiva ha interpretado la tradición cristiana la experiencia del cordero manso, que no se opone, ni combate, no se enfrenta con sus carniceros, ni les mata. Desde ese fondo, perseguido por sus enemigos, Jeremías se había comparado ya a sí mismo con un «manso cordero llevado al matadero» (Jer 11, 19). En esa línea avanza Segundo Isaías, cuando presenta al Siervo de Yahvé como Cordero:

«El Señor cargó sobre él nuestros crímenes. Maltratado, se humillaba y no abría la boca: como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia se lo llevaron ¿Quién meditó en su destino? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirieron» (Is 53, 6 8).


Este pasaje misterioso ha servido de reflexión para generaciones de creyentes, tanto de judíos como de cristianos. De un modo normal, muchos cristianos han visto y siguen viendo a Jesús como Cordero Manso, es decir, como aquel que acepta su “destino”. No es mesías de Dios triunfando sobre los demás, ocupando así el puesto del César de Roma o del Sumo Sacerdote de Jerusalén, sino haciéndose solidario con las víctimas del mundo, con los expulsados y los asesinados…

Es un cordero “manso”, pero no “mansito”. En un sentido “calló” cuando le mataban, pero en otro sentido elevó su voz, la voz de Dios, para que todos en el mundo escuchen la protesta de los asesinados, marginados sacrificados.

4. El cuarto Cordero: “Tamid”, sacrificio perpetuo

Hay en el Orden quinto de la Misná un famoso tratado que se titula “Tamid” y que trata del Sacrificio Perpetuo o Cotidiano. En él se describe la liturgia cotidiana del Templo de Jerusalén, con las reglas que se deben observar en relación al “holocausto” o sacrificio cotidiano, que se hace cada mañana y cada tarde, ofreciendo a Dios un cordero de un año, como manda Ex 29,38 y Núm 28, 3). Desde esta perspectiva evocaremos la “suerte” de Jesús como “quinto cordero”.

Ese sacrificio perpetuo de los corderos era quizá el más importante para el judaísmo del Segundo Templo. Día tras días, a la hora de la oración, al amanecer (laudes) y al anochecer (vísperas), resuenan las trompetas y el sacerdote de turno ofrece a Dios el Sacrificio del Cordero, en gesto de alabanza y sumisión, por sí mismo, por el pueblo de Israel y por el conjunto de la humanidad. Si ese sacrificio fallara, si no hubiera Cordero para Dios (mañana y tarde, día a día), el cosmos entero volvería al Caos, dominado por el pecado. Sólo una vez falló el sacrificio del Cordero, en la crisis “antioquena” del tiempo de los macabeos, y por eso se encendió la guerra (cf. Dan 8), y volvió a fallar cuando quedó destruido el templo (el año 70 d.C.).

Pues bien, según Juan Bautista, ese cordero “tamid”, sacrificio perpetuo, que es signo y presencia de Dios, se identificaría con Jesucristo... pero Jesús supera el signo. Esta visión resulta sugerente, pero no puede aplicarse del todo a Jesús, que no murió en el templo, sino fuera (como sabe la carta a los Hebreos), que no murió como Santo Sacrificio, sino como un “maldito” (como sabe la carta a los gálatas).

Jesús no fue “cordero de templo”, sino todo lo contrario. Fue cordero “del pueblo” y con el pueblo, con los publicanos y prostitutas, los cojos-mancos-cieglos, asesinado por los sacerdotes del templo y los césares de Roma como maldito. Fue en ese sentido el “anti-cordero”, haciéndose solidario con todos los expulsados y malditos de la sociedad, para así quitar el pecado del mundo.

5. ¿Cordero expiatorio? (Yom Kippur)

El quinto cordero sería el de la Gran Expiación del Yom Kippur, la mayor fiesta del judaísmo moderno, tras el Segundo Templo….La tradición teológica y pastoral de parte de la Iglesia cristiana ha querido ver a Jesús como el “cordero” de la Expiación, de la que habla de un modo impresionante el libro del Levítico (Lev 16). En el día de la Fiesta por excelencia, al final de todas las celebraciones del año (en el contexto de la Semana de los Tabernáculos, en septiembre-octubre), los judíos celebraban y celebran la gran ceremonia del Ayuno y del Perdón.

Cuando había templo sacrificaban dos machos cabríos. Uno era el chivo emisario, al que mandaban al desierto para Azazel, el demonio. El otro era el chivo expiatorio, al que mataban, y con su sangre untaban el altar de Dios, para así pedir y conseguir su perdón.

Pues bien, Jesús sería ese chivo expiatorio, al que hubo que matar, para presentar su sangre inocente ante el Dios de la Gran Ira, para conseguir su perdón. No era suficiente el chivo, fue necesario el Hijo Jesús.

Este simbolismo, que ha determinado gran parte de la liturgia y teología católica, tiene gran hondura social y quizá filosófica, pero no responde al evangelio de Jesús, por dos razones principales. (a) La Biblia pedía que fuera un Chivo (un Buco, Macho cabrío), y el evangelio habla de un cordero. (b) El Dios del evangelio de Jesús no puede entenderse a la luz del simbolismo y de la teología sacrificial de Lev 16; no es un Dios que pide sangre, sino que se “da a sí mismo”.

Sin embargo, Jesús ha venido a parecerse a ese buco, cabrito-cabrón, al que todos expulsan y matan para quedar ellos tranquilos. Jesús se ha hecho así (¡así le ha hecho!) el “Gran Cab-rón” no para matar a los demás, sino para estar con todos los que sufren, los expulsados, los proscritos… Es la historia invertida, es el amor que penetra en la entraña del odio del mundo para “quitarlo” de en medio. (Algo de esto quiso decir quizá con medios poco aptos la carta del Pseudo-Bernabé).

(6) El sexo cordero, la “suerte” del eunuco

El signo más significativo del Nuevo Testamento (en la línea del Cordero del evangelio de Juan) está en el pasaje del eunuco de la reina de Etiopía, que ha venido como prosélito judío al templo de Jerusalén, preguntando sobre el signo del cordero… Ha preguntado, quiere que le respondan, pero en el templo no le han respondido y así vuelve sobre el carro sin saber lo que significa el Cordero, mientras sigue leyendo en carro el pasaje de Isaías ya citado (Is 53).

Nadie le ha sabido contar la historia del cordero expulsado, en el templo y en la cima del gran sacerdocio se habla de otras cosas. Entonces se acerca a su caso Felipe, el evangelista, quizá el primero de los grandes misioneros cristianos, ante y al lado de Esteban y Pablo de Tarso, y se monta en su carro, y a paso de lento caballo, «partiendo de ese mismo pasaje» le fue explicando el evangelio (cf. Hech 8, 36 40), es decir, el sentido de Jesús como Cordero de Dios, en la línea del Siervo Paciente y Redentor de Isaías, no en la línea de los machos cabríos del templo, ni de los corderos sacrificados el día de pascua.

Lucas, el autor de ese pasaje, no ha querido explicarnos en concreto las palabras que Felipe, el gran Sabio Cristiano, uno de los primeros teólogos de la Iglesia, dijo al Eunuco, el primero de los gentiles convertidos al evangelio. Nos gustaría haber estado allí, para preguntarle… pues comprender el sentido de ese Cordero es comprender y aceptar el cristianismo. Nos gustaría haber estado al lado de Juan Bautista (el Juan del que habla su tocayo Juan Evangelista) para preguntarle también: ¿Qué quieres decirnos cuando dices que Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo?

El primero que entiende esta historia es un eunuco... Más claro no podía decirse. En esa línea tenemos que recrear la imagen nosotros mismos… Y para ello sólo hay camino: Estar con los corderos, oler a cordero… Así, desde el otro lado, con Jesús a quien sacrificaron, podremos entender la historia de los corderos, y dormir tranquilos (¡contando los ocho corderos!) para volver a lo mismo la mañana siguiente

(7) El séptimo Cordero, el que quita el pecado del mundo

El evangelio de Juan ha reflexionado sobre el tema del cordero que quita los pecados. Ciertamente, está en el fondo la experiencia de los sacrificios de Israel, entre los cuales se encuentra también el del cordero que se emplea en algunos sacrificios expiatorios, para perdón “ritual” de los pecados (cf. Lev 4, 32; 5, 7; 9, 3; 14, 12.24-25, Num 6, 12 etc).

Como he dicho, la gran fiesta de la Expiación y del Perdón está vinculada al chivo expiatorio (emisario) y no al cordero (cf. Lev 16), pero eso no impide que el conjunto de la liturgia israelita haya visto al cordero como animal expiatorio. Por otra parte, el ritual del sacrificio supone a veces que pueden emplearse por igual cabritos o corderos (Ex 12, 5 afirma que la pascua se puede celebrar con cordero o cabrito).

Pues bien, desde el ese fondo se eleva la palabra de Juan Bautista refiriéndose a Jesús:

«Este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Jn 1, 29). El plural del texto evocado (Is 53, 5), donde se habla de “los pecados”, se ha vuelto aquí singular, pues, en el fondo, según Juan Evangelista sólo hay un pecado, la oposición del mundo que rechaza a Dios, la oposición del mundo que quiere dominar por la fuerza y sacrificar a los demás para elevarse.

Ése es el pecado, la soberbia de un tipo de humanidad que ocupa el lugar de Dios para imponerse y dominar sobre los corderos (así lo dice Juan, todo lo hay en el mundo es deseo de poder y de tener y soberbia de dominar…). Pues bien, en contra de esa soberbia de los pastores que mienten diciendo que saben algo de corderos, Juan Bautista presenta hoy a Jesús como el cordero que quita el pecado del mundo.


Conforme al Evangelio de Jesús, ya no hay necesidad de sacrificios de grandes sacerdotes, porque Dios se hecho Cordero entre los corderos, porque es Gracia que perdona (es decir, que ama) y porque los hombres pueden responderle amando. Ésta es la experiencia central del evangelio. Frente a una religión de pecados y sacrificios (como era gran parte del judaísmo sacerdotal de aquel tiempo), el Jesús de Juan abre a los hombres y mujeres un camino de gracia, rompiendo así la esclavitud anterior de los pecados.

8. Apéndice. El octavo sello, el Cordero degollado y Vencedor (Ap 5, 5-7)

En el fondo anterior se comprende la imagen del Cordero como personaje central del Apocalipsis, en la gran visión del Libro: Ap 5. La escena anterior (Ap 4) había presentado a Dios sedente sobre el trono. Lleva en su derecha el libro de la historia de los hombres. Nadie puede abrirlo y el profeta llora.

«Entonces uno de los ancianos me dijo: no llores, ha vencido el león de la tribu de Judá, el descendiente de David para abrir el libro y desatar sus siete sellos. Entonces, entre el trono con los cuatro vivientes y el círculo de los ancianos, vi un Cordero: estaba de pié, como sacrificado; tenía siete cuernos y siete ojos que son los siete espíritus de Dios enviados a la tierra entera. Se acercó y recibió el libro de la mano derecha del que está sentado sobre el trono. Cuando recibió el libro, los cuatro vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron ante el Cordero... cantando un canto nuevo: ¡Digno eres de recibir el libro y de solar sus sellos, porque fuiste degollado y con tu sangre compraste para Dios hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación» (Ap 5, 5 9).


El vidente lloraba, pues nadie podía abrir el Libro de la Historia, cerrado por el pecado de los hombres (Ap 4, 4). Pero un Anciano con función de ángel (cf. 7, 13; 10, 4.8; 17, 1 etc.) le consuela: Ha vencido el León de Judá (cf. Gen 49, 9: reino davídico), como rey de estepa o selva, animal poderoso, conforme a una imagen conocida en Israel (cf. 1 Mac 3, 3-4; 4 Es 10, 60-12, 35) y su entorno.

Esa es la lógica de la historia: Tiene que Vencer el León de Judá. Pues bien, cuando el vidente mira no descubre un león sino un Cordero (arnion) degollado, de pie, victorioso, en el centro del corro que forman los vivientes ante Dios y los ancianos. Ese es el cordero/carnero vencedor. ¿Qué significa ese cordero/carnero? ¿Cómo ha vencido?

(a) Podría ser carnero luchador. Algunos piensan que el arnion (carnero) que ha visto Juan no es un cordero, sino el carnero fuerte (Aries) de la constelación celeste, animal de guerra, como el de Dan 8, 3-7. Varios textos apocalípticos (Test XII Pat y 1 Hen 89-90) presentaban la batalla final como combate de animales. En ese fondo debería entenderse el arnion-carnero del texto (cf. Ap 6, 15-16; 14, 1-5; 17, 14).

(b) Pero el texto le presenta como Canero/Cordero degollado. No es el carnero luchador (que se dice en griego krios; cf. textos de Daniel LXX), que vence acorneando y matando a los otros, sino el Cordero que se deja matar, el cordero degollado del Siervo de Is 53. Este cordero es un signo mesiánico de regalo, entrega de la vida, el aquel que salva los hombres por su sangre, muriendo a favor de ellos, (Ap 5, 9; 7, 14; 12, 11), no a través de una guerra militar.
Esta imagen del Cordero Degollado emerge de la tradición israelita, de un modo especial de Is 53, 7 donde se presenta al Siervo de Yahvé como «cordero llevado al matadero». La novedad del Apocalipsis está en que lo ha identificado con Jesús, Hijo del hombre, presente en las iglesias (Ap 2-3). Los siete cuernos son su fuerza, el poder de Dios, y se identifican en algún sentido con los siete ojos del mismo Dios que actúa de forma poderosa sobre el mundo.

El profeta Juan (el autor del Apocalipsis) nos había saludado de parte de los Siete Espíritus (Ap 1, 4) que eran entorno, irradiación de fuego, del poder de Dios (4, 5). Pues bien, ahora descubrimos que esos espíritus son ojos del Cordero que, asumiendo el poder de Dios (cuernos), dirige su mirada hacia todos los misterios de la realidad (cf. 3, 1). Sólo el Cordero posee los Espíritus (ojos) de Dios y puede abrir el Libro, revelando sus secretos. Teniendo esto presente (con gran exageración, a nuestro juicio) algunos autores como J. M. FORD, Revelation, AB 38, Doubleday, Nueva York 1975) han podido decir que el autor del Apocalipsis es el mismo Juan Bautista. Esa opinión no me parece adecuada, pero pienso que entre los tres “juanes” de los que he hablado en este post (Juan Bautista, Juan Evangelista y Juan autor del Apocalipsis) hay conexiones que sería hermoso seguir desarrollando.
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