Dom 7.7.13. Sin cartera, sin alforjas, ni sandalias

Dom 14, Lc 10, ciclo c. Ligeros de equipaje, equipados de Fe en la Vida y de Amor de Reino (de nueva humanidad), así nos quiere este evangelio, que choca significativamente con las noticias que nos llegan del IOR (Instituto Obras de Religión del Vaticano), (imágenes 2-4) y con otras noticias y escándalos de dinero

Ligeros de equipaje nos quiere el Señor de la Vida: toda una lección de fe y confianza en un mundo dominado por la obsesión del dinero. Dejemos por un momento la angustia de la Mamoma, un tipo de dinero que todo lo acaba corrompiendo y vayamos al corro de Jesús; él nos mandará de dos en dos, con el tesoro de su Reino, a descubrir y transformar un mundo que es suyo, ofreciendo nuestro tesoro, en busca del Tesoro. Escuchemos lo que dice. Es tiempo de evangelio.

Texto Lucas 10, 1-12. 17-20

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: "La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos.

No llevéis cartera, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino.

Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta casa." Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.
Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: "Está cerca de vosotros el reino de Dios."
Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: "Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el reino de Dios."
Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo." Los setenta y dos volvieron muy contentos y le dijeron: "Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre."

Él les contestó: "Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno.Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo."


Introducción breve, situar el tema


Éste es un texto clave que nos ha llegado en cuatro versiones: La de Mc 6, 7-11 y la del Q, que aparece en el fondo de Lc 10, 1-8. Por su parte, Lc 9: 1-5 retoma el tema de Marcos y Mt 10, 5-13 vincula y funde los textos de Mc y Q desde su propia perspectiva. En el fondo de esos textos, y en especial en el nuestro, se recoge una larga tradición cristiana:

1. La tradición proviene de Jesús que escogió unos colaboradores, especialmente a Doce (pero no sólo a Doce), para realizar su obra. Estos enviados de Jesús eran itinerantes, portadores de un mensaje de Reino (Paz mesiánica), en medio de una sociedad duramente amenazada por la guerra. Les mandaba sin bienes materiales, sin armas, para ofrecer la paz y anunciar la llegada del Reino de Dios.

2. Tras la muerte de Jesús sus seguidores continuaron proclamando con su vida y palabra el mensaje del Reino, especialmente en Galilea. Así lo hicieron, por lo menos a lo largo de cuarenta años (hasta la guerra del 67-70, que cambió las condiciones religiosas y sociales de Palestina). Así lo han recogido en formas convergentes los textos del Q y de Mc.

3. Acabada la guerra, derrotados los judíos nacionalistas, los grandes evangelios (Mt y Lc) recogieron este ideal, este mensaje, actualizándolo en las nuevas circunstancias, ofreciendo así la “carta magna” de la misión cristiana, válida para todos los tiempos y lugares, hasta el día de hoy.

4. Tanto Jesús como sus primeros seguidores se adaptaron a las circunstancias. Recibieron dinero de los amigos y amigas (Lc 8, 1-4), tuvieron una bolsa común (aunque sabiendo desde el principio que el portador de la bolsa tendía a volverse ladrón: Caso de Judas)… Eso significa que la Iglesia ha debido adaptar la enseñanza y la práctica de Jesús, pero sin tergiversarla (sin traicionarla del todo, como parece haber hecho en parte el IOR).

Tema central: Sin cartera, alforja ni sandalias:

El texto de Lc 10, 1-20 resulta complejo. Parece que Lucas (poco amigo de dobletes) se ha sentido obligado a repetir los temas fundamentales en dos contextos:

Lc 9, 1-5 es un texto más “arqueológico”, como si Jesús quisiera recordar la primera misión de los Doce y de sus amigos en un contexto judío, en el entorno de la vida de Jesús, en su misma tierra y circunstancia.

Lc 10 retoma los motivos básicos y los aplica a la misión universal de la iglesia, representada por los 70 (o 72) mensajeros, que simbolizan todos los pueblos de la tierra. Lo que aquí se dice no algo pasado, sino el sentido de la misión cristiana.


Primer desarrollo.

En ese fondo quiero destacar algunos temas (¡sólo algunos!) de este evangelio. Hay cientos y miles de libros dedicados a cada una de las palabras del texto. He leído algunos de ellos, y los he comentado en mi comentario a Marcos. Aquí sólo quiero insistir en algunos temas concretos, en el contexto de la nueva Evangelización, de la misión cristiana vinculada de un modo especial al dinero (o a la superación de un tipo de dinero):

1. Envió a setenta y dos… es decir, a todos los misioneros y misioneras, para el mundo entero. Estos 72 son representantes de todos los hombres y mujeres de la tierra (72 pueblos), sin distinción entre apóstoles y no apóstoles, sacerdotes y no sacerdotes… Todos los cristianos son, cada uno a su manera, enviados de Jesús. No hay aquí lugar para ministerio exclusivo de algunos

2. De dos en dos… No les envía en solitario, como jerarcas, sino en compañía, como amigos. La misión del evangelio sólo empieza donde existen al menos dos testigos, como signo de amor mutuo, como expresión de comunidad.

Sin jerarquía, sin que uno esté por encima del otro. Sin precisarse la forma de “comunión” que forman: dos amigos, dos amigas, dos esposos… La relación interior no interesa, ni el posible celibato o matrimonio. Importa que sean dos y como tales signo del evangelio, con una palabra compartida.

‒ Sin talega (cartera: ballantion). No quiere crear una empresa económica. Quiere que vayan ellos, no que vayan con cosas ni quieran asegurar su tarea con dinero. Quiere que vayan sin la seguridad de una infraestructura económica, como testigos de gratuidad. Quieren dar todo lo que tienen, esperan recibir. Dan así lo que tienen (ofrecen la palabra) y quedan en manos de la gente que les recibe o no recibe.

Ciertamente, en otra línea, el mismo Jesús se ha dejado ayudar económicamente por mujeres, y Pablo ha organizado una gran colecta a favor de los pobres… Pero ambos han ido “a cuerpo”, interpretando el evangelio como un don de la vida, como vida entregada al servicio de los demás, sin seguridad de dinero.


‒ Sin alforja (sin mochila: Pêra)…. No llevan la comida, ni ropa de repuesto. Ciertamente, ellos deben trabajar, si lo necesitan para vivir, pero pueden también confiar en la solidaridad de los demás. Sin atesorar capitales, sin almacenar armarios y armarios llenos de provisiones, sin casas de seguridad.

‒ Sin sandalias: no son caminantes profesionales, son pobres. En este campo la tradición de Jesús y sus discípulos ha cambiado, según las circunstancias. En unos casos se dicen que pueden llevar sandalias… Lucas dice aquí que no las lleven…

Ir sin sandalias significa pisar directamente la tierra, no querer imponerse sobre nadie…
Ir sin sandalias significa no organizar la marcha, no convertirse en viajantes sin más…, significa compartir el camino con la gente en gesto de cercanía y diálogo.

‒ Sin “saludar”. Saludar significa detenerse hablando de todo que hay, para convertir el evangelio en tertulia de conversaciones circulares… Saludar es quedarse hablando de todo lo posible… Pues bien, los enviados de Jesús no tienen tiempo para detenerse en las curiosidades del camino, en la comedia de la vida, en el circo de los acontecimientos. Ellos están al servicio de la Palabra….

¿Y qué hacemos con el IOR?

Ciertamente, creo que un tipo de IOR puede ser bueno…. ¡Recoger dineros para ponerlos al servicio de la caridad, a disposición de los pobres…! Recoger dinero para estudiar la manera de darlo y compartirlo, gratuitamente…. Pero los ejemplos de lo que puede ser el IOR en el NT son ya de ponerse a temblar:

‒ Según una tradición que culmina en el 4º Evangelio: Jesús, el del dinero (el IOR de Jesús) terminó negando a su maestro.

‒ Pablo pasó media vida de misionero organizando una colecta para los pobres… Quiso hacerlo con transparencia, con delegados de las iglesias, con máxima visibilidad… y, sin embargo, parece que su proyecto fracasó; no hubo manera de que el dinero fuera recibido para bien…

‒ Tema abierto. Que cada lector aplique el texto a la situación actual de la iglesia… Por eso quiero que el IOR quede al servicio del evangelio de Jesús, sin cartera, sin alforjas, sin sandalias… como signo y realidad de un dinero al servicio de los pobres, del amor mutuo, de la justicia.

‒ Es difícil convertir el IOR (más difícil de lo que yo pensaba el año 1966), pero es posible. Y creo que es posible porque lo quiere el Papa Francisco y, sobre todo, porque lo quiere Jesús, según este evangelio.

AMPLIACIÓN (PARA LECTORES CON TIEMPO)

(Sólo para algunos que quieran leer los cuatro textos citados… y buscar mejor su mensaje)…. Para los demás el post ha terminado)



Como he dicho, los pasajes de la misión recogen tradiciones de Marcos 6, 7-13 y del Q, que Lucas trasmite por separado (Lc 9, 1-5; Lc 10, 1-9) y Mateo combina (cf. Mt 9,35-10-16). Los cuatro pasajes conservan la memoria de la primera y más honda misión de Jesús, que define a los enviados por aquello que ofrecen y aquello que reciben. Marcos y Q se asemejan, pero no recogen la historia primera, sino que la matizan e interpretan desde su propia perspectiva eclesial. Todos vinculan (y distinguen) el pasado de la historia de Jesús y de las comunidades más antiguas de Galilea con el presente de la iglesia:

1. Identidad y misión: profetas.

La autoridad y tarea posterior de la iglesia se funda en este envío de Jesús, que ha querido expandir su tarea de reino, a través de sus discípulos. Ellos, los Doce (o Setenta y dos), son signo de todos los mensajeros (apóstoles) y profetas (testigos) que él irá enviando a lo largo de la iglesia. La memoria del Jesús histórico (cf. Mc 1, 16-20; 3,7-19 par) se expresa en este envío: Jesús era profeta mesiánico; profetas serán sus primeros enviados .

--Marcos identifica implícitamente a los enviados (apóstoles: cf. 3, 14) con los Doce, a quienes presenta como símbolo y compendio de los misioneros de la iglesia, que al fin (16, 7) no aparecen ya como Doce, sino como mujeres y discípulos con Pedro. Así ha trazado una línea que va de los itinerantes carismáticos del tiempo de Jesús a los misioneros de su tiempo; a todos les une la experiencia y tarea profética.

--Lucas distingue dos momentos. El primero (tomado de Marcos: Lc 9, 1-2) identifica a los enviados (apóstoles: apesteilen) con los Doce, a quienes el mismo Jesús envió a predicar su mensaje de Reino en Israel, durante el tiempo de su vida. El segundo (tomado del Q: Lc 10, 1-8) interpreta a los enviados (también apesteilen: 10, 1), como seguidores que han dejado todo por Jesús (cf. Lc 9, 59-62); son Setenta y dos, número que alude a todos los misioneros de la iglesia, abierta a los gentiles (cf. Hech 6-7: elección de los Siete). Las condiciones y formas de misión siguen siendo significativamente las mismas.

--Mateo restringe expresamente esta primera misión (de los Doce) a las ovejas perdidas de la Casa Israel, evocando así el valor y fracaso de la misión israelita de Jesús. Por eso, tiene que repetir el mandato misionero tras la pascua, dirigiéndolo a los once, signo de los misioneros eclesiales, enviados a todos los pueblos (cf. 28, 16-20). Evidentemente, los temas y modos del primer envío (todo Mt 10) siguen siendo modelo para el segundo y definitivo.

De esa forma trazan la identidad y diferencia entre la primera misión y la segunda: al fondo siguen estando los Doce compañeros de Jesús, misioneros de Israel; pero su tarea se ha expandido y se expresa a través de los testigos eclesiales, a quienes los evangelios presentan como profetas itinerantes que, con su misma vida, dan testimonio de Jesús profeta a lo largo de la historia.

2. Autoridad.

Jesús les hace ante todo exorcistas (menos en Lc 10, que refleja una situación eclesial posterior), ofreciéndoles su autoridad salvadora para enfrentarse a los espíritus impuros. Exorcista fue Jesús (cf. Mt 12, 28 par) y lo serán sus discípulos, con una autoridad de curación que no se puede reglamentar por ordenaciones, ni fundar en sacrificios religiosos, ni victorias militares. El exorcista no es escriba, sacerdote, guerrero, presbítero o inspector (=obispo) de una comunidad instituida, sino un profeta carismático, alguien con poder para curar (liberar) a los posesos: autoridad, que no se puede reglamentar por oficio. Así suscita en una comunidad de carismáticos, centrados en la tarea de humanización (liberación) de los posesos y excluidos.

Ciertamente, ellos pueden ser y son mensajeros del Reino, como ha destacado el Q (en Lc 10 y Mt 10); pero su anuncio es de gestos sanadores, más que de palabras: promueven conversión o cambio intenso (como supone el fin de Marcos: 16, 12), expresando la más alta sabiduría de Dios en la curación de los enfermos y el anuncio escatológico del reino . Ellos son la primera autoridad, mensajeros de Jesús o terapeutas, sanadores: curan, ayudan a vivir a los humanos. No reciben potestad externa, por "orden social" o delegación separada de la vida, sino que son autoridad como Jesús, por lo que hacen, curando y liberando a los humanos. No son dirigentes, ni pastores de un rebaño (a pesar de la imagen de Mt 10, 6), sino misioneros, creadores de humanidad.

3. Posesión, titulación:

"Y les ordenó que no llevaran nada..." (Mc 6, 8 par). El poder del sistema sólo puede ejercerse con medios adecuados, tanto en bienes materiales (comida, provisiones), como en signos de honor (vestidos, documentación, títulos). En contra de eso, Jesús ofrece a sus delegados la autoridad de su vida: quiere que sean capaces de ayudar personalmente a los necesitados. Por eso, las disposiciones son negativas y varían, según los evangelios, pero concuerdan en lo esencial: la acción del profeta carismático no va unida a bienes materiales (pan, dinero) o representativos y sociales (uniforme, báculo) ; los discípulos de Jesús no son autoridad por su posesión (bienes), apariencia (vestidura) o gradación académica, sacral o social (como en la administración de iglesias y estados posteriores).

Este desprendimiento (atestiguado aún en Did 11-14) no es fruto de ascesis o rechazo monetario (como quizá entre los cínicos), sino que brota de un fuerte sentimiento de confianza y solidaridad mesiánica. Todo sistema tiende a estructurarse en una jerarquía donde cada uno vale en razón de su jerarquía y funciones, de manera que la comunión personal queda sustituida por una relación de oficio y rango, papeles y representaciones. Pues bien, en contra de eso, los enviados de Jesús no llevan documentos, rangos ni oficios, sino sólo sus personas. Son obreros del evangelio, de la pura gratuidad o encuentro humano (cf. Mt 10, 11), sin más documentación que su vida: dan gratuitamente lo que tienen (expulsan demonios, curan) y esperan gratuitamente lo que necesitan, en casa, comida o vestido. La burocracia del sistema necesita representaciones y funciones mediadores, que se expresan en ropas y dineros, títulos y rangos, necesarios al sistema. En contra de eso, los enviados de Jesús no llevan traje distintivo, sino que visten como los habitantes del lugar, recibiendo de ellos lo que necesiten.


4. Iglesia, casa: "Dondequiera que entréis..." (Mc 6, 10 par).

Estrictamente hablando, estos profetas carismáticos carecen de casa, son huéspedes constantes, no por carencia, sino por abundancia y vocación: son ricos de evangelio y para ofrecerlo abiertamente renuncian a la casa propia, quedando así a merced de aquellos que quieran (o no quieran) recibirles. De esa forma se insinúa una doble autoridad cristiana, que volveremos a encontrar en la misión paulina.

1. Los apóstoles-profetas son autoridad misionera (de reino): sin casa, ni tareas administrativas. Son carismáticos, itinerantes, liberados para el reino, no ascetas (comen, beben), se dejan acoger y ofrecen comunión personal (curación) a quienes les acojan. .

2. Quienes les reciben en sus casas (aldeas) son autoridad establecida. Los enviados de Jesús dependen del alojamiento, vestido y comida que les ofrezcan. Esos enviados no empiezan creando o imponiendo autoridad, sino que aceptan la de cada lugar, en diálogo de gratuidad. Esta implicación (simbiosis) entre itinerantes carismáticos (misioneros sin casa, dinero o vestido) y sedentarios instituidos (que pueden acogerles) constituye un elemento esencial de la iglesia. Sólo más tarde, cuando triunfe el aspecto sedentario, se impondrán los ministerios fijos (obispos, presbíteros). Pero la libertad misionera sigue siendo esencial para la iglesia: los representantes de Jesús no serán puros delegados de una comunidad establecida, sino que reciben una autoridad superior, que les hace capaces de crearla.

5. Iglesia provisional: itinerantes: "Y donde no os reciban...".

Los enviados de Jesús siguen caminando, tanto si son acogidos (tras un tiempo de permanencia en la casa o ciudad han de irse), como si no lo son. No pueden establecerse por separado, como grupo estable de itinerantes, ni imponer su mensaje o proyecto a fuerza de razones militares o económicas, porque el evangelio es don pascual, no imposición. Por eso, si no les acogen, deben irse, sacudiendo incluso el polvo de los pies, como expresión de total desprendimiento (=no llevan consigo cosa alguna).

Sin nada han venido, sin nada han de marchar. Pero tienen la confianza de que algunos les recibirán, porque llega el Reino (cf. Mc 9, 1 par; Mt 10, 23). La violencia del poder brota del miedo de perderlo. Los que nada tienen que perder nada llevan consigo ni defienden, pues no son representantes de ningún sistema económico o social, sino testigos de la gratuidad. No se imponen, no discuten. Simplemente son y ofrecen lo que tienen. La movilidad forma parte de la libertad esencial del evangelio.

Esta autoridad carismática de los apóstoles-profetas ambulantes sigue siendo base de la iglesia . Jesús y sus primeros seguidores no han creado una comunidad estable, con poderes firmes, separada de los grupos nacionales o sociales (en especial del judaísmo) y es bueno que podamos recordarlo, tras casi XIX siglos de iglesia establecida, en claves de poder y prestigio social. Por largos decenios, varias comunidades de seguidores de Jesús (atestiguados por Mt y Ap, Sant y Did), se han mantenido en el ámbito social y religioso del judaísmo. No han creado una nueva religión, sino un movimiento de transformación mesiánica, desde la experiencia israelita, como Jesús había querido . A la luz de una tradición posterior, expresada en Efesios y Hechos, podríamos suponer que aquel intento era inviable: no existía verdadero cristianismo, el Espíritu no había suscitado aún iglesia. Pero, en contra de eso, debemos recuperar aquella primera misión, como elemento integrante del evangelio: Jesús no quiso fundar una iglesia separada, sino recrear mesiánicamente el judaísmo (y la humanidad).

La iglesia actual, con su estructura y funciones es signo de creatividad (del Espíritu de Cristo), pero también de fracaso mesiánico, pues no logró cuajar aquella primera misión itinerante. Desde entonces, todo intento de sancionar (sacralizar) un tipo de iglesia, como signo inmutable de Dios, resulta peligroso: Jesús y sus primeros seguidores no quisieron crear otra religión y sociedad sagrada, sino un movimiento carismático de reino. Por eso, aquellos profetas son germen y promesa de toda autoridad cristiana: no son hombres o mujeres de nueva teoría, rabinos o filósofos que huyen de este mundo; tampoco administradores (obispos o presbíteros) de un grupo ya definido, sino hermanos universales, promotores y testigos de una humanidad donde se comparte todo, sin comprar ni vender, imponer o someterse. Así expresan la gratuidad del reino: dan lo que tienen, agradecen lo que reciben; son auténticos cristianos, anteriores a la iglesia establecida.



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