Leviatán y Behemot. Las dos (tres) guerras de Ucrania

No es una, sino dos o tres guerras, como simbolizó el libro de Job (40-41) y explicó Th. Hobbes (1588-1679).  

Leviatán es un tipo de cocodrilo, “monstruo” divino (y marino) del estado y la guerra; tiene que crecer y hacerse fuerte, tomando el control sobre hombres y pueblos, para así liberarles de la “barbarie” de la libertad siempre amenazada…

Behemot es un tipo de rinoceronte, bestia del río, del agua y las riberas, que parece tranquilo, no mata directamente a nadie, pero se apodera de toda la hierba, necesita un “capital” siempre mayor, una economía que parece proteger y chupa la vida de los pueblos.

Al lado de esos monstruos antiguos (del AT), el NT ha descubierto uno tercero, descrito por Apocalipsis 13, que es el “falso profeta”, la bestia de la mentira, de una propaganda falsamente religiosa y científica,  que engaña, destruye y utiliza todos, al servicio de la muerte.

            Estas dos guerras (las de Leviatán y Behemot), con la tercera y más fiera de la “mentira organizada” y diabólica (señalada por el Apocalipsis) se están “jugando” en este momento sobre Ucrania, que es hoy (28.2.2022) el mundo entero.

Ciertamente,  en esta guerra luchan poderes peores y "mejores", pero todos vienen a mostrarse finalmente “perversos”, como sabe el Apocalipsis. Bajo ellos siguen estando los inocentes de Ucrania y del orbe entero, en estas vísperas del Viernes de Ceniza, que será pasado mañana (2.3.22), cuando se nos diga a todos (especialmente a los estados e imperios de mentira económico-militar): Recordad que sois polvo y que al polvo habéis de tornar (Memento,  quia pulvis es y in pulverem reverteris). 

Puede ser una imagen de mapa, cielo y texto que dice "ICELAND NATO ALLIANCE TODAY ΝΑΤΟ ALLIANCE RUSSIA UKRAINE NORWAY DENMARK UNITED INGDOM NETHERLANDS RUSSIA ESTONIA LATVIA LITHUANIA POLAND BELGIUM LUXEMBOURG GERMANY CZECH REPUBLIC SLOVAKIA SLOVENIA HUNGARY ITALY CROATIA ROMANIA FRANCE UKRAINE PORTUGAL SPAIN MONTENEGRO ALBANIA GREECE BULGARIA NORTH MACEDONIA TURKEY 业 MSNBC VELSHI"

Dos recuerdos...El primero es mi recuerdo de Ucrania

        con la “conversión” de los eslavos, que culmina y se ratifica hace mil años en Kiev, el gran Rus, la primera Rusia. Fueron tiempos gloriosos, la gran esperanza de la Iglesia de oriente (bizantina).

            Pero siguieron siglos de hierro y de sangre, de olvido y de muerte. Llegaron los tártaros, invadieron la tierra. El viejo hogar de los escitas, pastores y padres de casi toda la cultura occidental, se volvió campo de luto… hasta que poco a poco, arriba, en las tierras más frías del entorno de Moscú fue elevándose la segunda Rusia.

            Fueron tiempos de grandes cambios, con los nuevos ucranianos (rutenos, valacos…), vinculados de diversas formas con lituanos y polacos fueron creando su nueva identidad. Esta es mi Ucrania de Gogol (Tarás Bulba), de cosacos, tártaros, polacos, lituanos y rusos…

            Vino después la “conquista” (para otros “liberación”), guiada por Moscú, desde Pedro el Grande hasta la caída de los zares y la revolución “rusa” (tras el 1917). Recuerdo tras ese tiempo la gran “persecución”  de Stalin, contra los ucranios autonomistas, y en especial contra los católicos (representados por el Cardenal Jósyf Slipyj,1892 - 1984). Para muchos de nosotros fue el “gran héroe” de la identidad cristiana, frente a la barbarie de Stalin. 

Iureamicorum: La iconografía del Leviatán de Hobbes

Mi segundo recuerdo es el de la “guerra total”,

que he venido estudiando desde hace mucho tiempo, a partir de los profetas de Israel y del Apocalipsis. No se puede hablar de una guerra puramente “militar”.

Nos hallamos, desde hace mucho tiempo, ante una “guerra totall”, global, que se expande y llega (destruye) a todos los hombres, no sólo por “tierra, mar y aire”, sino en todas sus dimensiones, como sabía el Apocalipsis: Es guerra militar, económica, social…destruyendo así las mismas raíces de la vida humana.

     Así lo vio con sus ojos, así lo dijo, con palabras insuperables, E. Levinas (1905-1995), filósofo judío de origen lituano, pero refugiado tras el 2017 en Jarkov (segunda ciudad más importante de Ucrania), siguiendo el camino de sus antepasados, siempre a caballo entre Ucrania, Polonia y Lituania).  Así dice:

El estado de guerra suspende la moral; despoja a las instituciones y obligaciones eternas de su eternidad y, por lo tanto, anula, en lo provisorio, los imperativos incondicionales. Proyecta su sombra por anticipado sobre los actos de los hombres. La guerra no se sitúa solamente como la más grande entre las pruebas que vive la moral. La convierte en irrisoria. El arte de prever y ganar por todos los medios la guerra –la política– se impone, en virtud de ello, como el ejercicio mismo de la razón (E. Levinas, Totalidad e Infinito, Sígueme, Salamanca 1995.  47)

Portada de Totalidad e infinito

             No hay una guerra puramente militar, como quieren algunos. Como sabía el Apocalipsis judeo-cristiano, y como han sabido y dicho los grandes teóricos sociales, la guerra es un “estado” de lucha total:

Así decía Carl von  Clausewitz (1780-1831):“La guerra es la continuación de la política por otros medios”). «La guerra y la paz no difieren en los fines perseguidos, sino tan solo en los medios utilizados para alcanzarlos»

La paz es una guerra que se combate con medios que no son estrictamente militares. No hay una línea divisoria entre un estado de paz y un estado de guerra»… Detrás de ambos fenómenos, guerra y paz, se encuentra la misma dimensión de la lucha por el poder, como sabía Heráclito diciendo que “la guerra es padre de los dioses y los hombres”, de la cultura y la política  (cf. Harto de Vera, Sobre la paz).

Para superar la guerra  hay que cambiar el tipo de vida actual, la forma de entender  el Estado (Leviatán), con la estructura económica (Behemot), sea de capitalismo de estado, de clase social o de corporaciones unidas, en la línea de Mammón (Mt 6, 24). Para vencer a la guerra (para negar su negación) hay que superar el tipo de filosofía clásica (desde Heráclito y Aristóteles hasta Hegel, con Marx y los ideólogos del capitalismo actual).

            Ciertamente, considero inaceptable, malvado, el “ataque” e invasión de Ucrania, tal como ha sido dictado y está siendo ejecutado por Vladimiro Putin (en la línea del Zar Pedro y del Autócrata Stalin)… Quiero que vuelva inmediatamente a sus “cuarteles” de Moscovia. Pero no me basta eso. Para que haya paz verdadera tiene que superarse el imperialismo militar de la otra parte (dirigida por la OTAN de USA).

La culpa es “evidentemente” de Putin… Pero en el fondo de esa “culpa” late el “miedo” ante la argolla militar y económica de USA y sus aliados militar-capitalistas.  Congué hace unos días, este este mismo “portal” mi llanto de hace 40 años por la entrada de España en la OTAN. Comprendo los argumentos de los que dicen que necesitamos el “paraguas” militar de la USA para vivir tranquilos, para que ningún “putin” del norte o del sur, de oriente y occidente nos invada…

Behemoth or The Long Parliament : Hobbes, Thomas: Amazon.es: Libros

    Comprendo ese argumento, pero me da muchísimo miedo, miedo  de “vendernos” a las armas de USA (que es una economía básicamente militar, que emplea en fabricar armas más que el resto del mundo). Tengo miedo a un tipo de cultura del “panem et circenses”; que nos den pan, que nos den circo, que comamos y bebamos hasta que la economía de la muerte (de la guerra de dominio total) nos invada totalmente.

            No soy en modo alguno “amigo” ni partidario de Putin.  Rusia tiene quizá una tarea de futuro en el mundo. Sus teólogos son mis teólogos. Sus cristianos son mis cristianos; pero, por el camino de Putin van a destruirse a sí misma, destruyendo a todos los demás.

Conflicto de Ucrania: Cinco mapas para entender lo que está ocurriendo en  Ucrania

Pero tampoco son amigo de la “economía del capital y de la guerra” (de Behemot y Leviatán en uno) de USA y sus aliados. Tenía y tengo una “esperanza de amor” puesta en Ucrania, en su lugar especial dentro de la historia de occidente: Ucrania, el primer “rus” eslavo, entre oriente y occidente… puente de paz entre Rusia y la OTAN. Por eso quiero que se mantenga, se mantenga independiente, creadora, con las dos manos abiertas, a un lado y al otro.

            No puedo entrar en los detalles del conflicto. Me da pena que muchos ucranianos quieran ser puramente “occidentales de la línea USA”, bajo el paraguas económico-militar de la OTAN… Me da mucha más pena y más rabia que Putin quiera impedir esa “opción ucraniana” con las armas, en una línea militar y casi estalinista. No sé, no entiendo a su presidente Zelenski, que es ucraniano de cultura rusa (y anti-ruso), que es judío de cultura y familia (como E. Levinas), que es en principio un “actor”, un buen actor de teatro, hombre de los “medios de comunicación”.

Biden y Putin: 3 puntos de encuentro y 3 desacuerdos que quedaron claros en  la primera reunión entre los dos mandatarios - BBC News Mundo

      Digo que no entiendo, sigo diciendo que me da pena… Me gustaría que hablaran los tres, en una mesa, sin barreras, Joe Biden, el “católico” USA, con Vladimir Putin, el “ortodoxo” de la Rusia profunda, y el también Vladimir Zelenski que, siendo ucraniano, parece “símbolo” del judaísmo universal.

Quizá estoy soñando, como el judeo-romano Agripa (gran estratega judío e imperial) dijo  a Pablo: “Tus muchas letras te han enloquecido” (Hch 26, 24). Pablo era un hombre de “letras” (letras judías, letras griegas, “ciudadanía” romana); Pablo creyó que era posible la paz, que en Cristo había un lugar para todos.

Zelensky trata con Putin los preparativos para la próxima reunión del  Cuarteto de Normandía

Me gustaría que hablaran los tres (Biden, Putin, Zelenski), como personas, como representantes de la humanidad, dejando a un lado los tanques, las armas atómicas, los imperios militares y económicos. Me gustaría que fueran más allá de Leviatán y de Behemot, para situarse ante “Adam”, que es la Humanidad, los hombres concretos, hijos de Adán.

No sé cómo terminará esta “guerra particular” de Ucrania (pienso que mal no sólo para Rusia, sino, sobre todo, para los  ucranianos pobres… y para todos los pobres del mundo). Vencerán (están venciendo) los grandes poderes económicos (Behemot) con los poderes militares (con Leviatán, hasta Alemania se está rearmando).

Vengo pensando sobre esto desde hace mucho tiempo, a partir de un seminario que ofrecí en la Universidad Pontificia de Salamanca. Me he permitido recoger aquí algunos apuntes de aquel seminario, publicados  en parte en algunos libros. Desde ese fondo quiero evocar algunos rasgos de la guerra, en sus tres niveles. (10) Conflicto armado, un principio de terror. (11) Pueblo contra pueblo, un riesgo de caos. (12). Guerra de estados, una imposición llamada paz       

GUERRA ARMADA, UN GRAN TERROR

Apocalipsis

             Los animales luchan con su cuerpo, preparado para camuflarse, huir, atacar o defenderse. Los hombres, en cambio, han creado prótesis militares (armas) y han inventado la guerra como institución específicamente violenta, para alcanzar y/o mantener el dominio de personas y grupos especiales y/o de las instituciones del Estado. En esa línea, mientras la vida física de un tercio de la población del mundo se encuentra amenazada por el hambre, ciertos grupos políticos (estatales) y económicos buscan sólo su seguridad y su dominio, apelando para ello a la violencia armada.

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Siempre hubo guerras, pero sólo en estos últimos siglos se han vuelto del todo mortales para el conjunto de la humanidad, a causa de la producción masiva de armamentos y del empleo de métodos científicos que acaban convirtiendo la economía y la vida en instrumentos de violencia. En esa línea, los estados modernos se han hecho gestores de violencia, planificando sus medios ofensivos y defensivos al servicio del sistema (y/o Estado), en una guerra en que unos y otros pueden apelar a diversas formas de terror[1].           

            Muchos piensan que está surgiendo ya o que surgirá muy pronto una gran federación de estados o incluso un Estado mundial, que podrá superar muchas formas de guerra actual, pero hasta que eso llegue (e incluso después) seguirá habiendo diversas formas de violencia y guerra, si es que no cambia la forma de vida de los hombres y mujeres en conjunto. Además, los grandes estados actuales (y sobre todo los imperios: USA, China, Rusia) siguen cultivando una ideología de seguridad militar, con ejércitos fuertes para mantener “su paz”. En general, se declaran enemigos de la guerra, pero siguen empleando en armas un dinero que sería suficiente para ofrecer alimento y educación a los pobres del mundo.

Una guerra de todos, pues no la sufren sólo los soldados, que luchan y se matan entre sí, sino las poblaciones civiles que soportan bombardeos e invasiones, con su secuela de hambre e inseguridad. Ciertamente, las guerras del pasado han sido siempre violentas, pero en general las hacían los ejércitos. Pero en la actualidad el combate no se libra sólo en el frente (o la frontera), sino que el conjunto de la población queda amenazado, bajo el poder de unas armas de destrucción indiscriminada: gases mortales, napalm etc. Cuando la guerra empieza cesa la humanidad, se silencia la palabra, desaparece el amor de las madres, el juego de los niños, el gozo de los enamorados (cf. Ap 18, 21-23); se apaga el derecho, se quiebra el equilibrio siempre frágil de las relaciones sociales, de manera que hombres y mujeres quedan en manos de un poder universal de muerte[2].

Algunos perdedores especiales: exilados, prisioneros(daños centrales, no colaterales). En la guerra “pierden” todos, como seres “humanos”, aunque puedan ganar algunos comerciantes y políticos especiales. Entre los que pierden de un modo especial están los emigrantes y exilados, especialmente en estos últimos decenios, aquellos que han tenido que salir de su país por guerra. Muchos han debido abandonar su patria, para conservar la vida en un contexto muy distinto, con pocas posibilidades de desarrollo creativo, autónomo, comunitario (en integración personal y en gozo humano). Muchos quedan prisioneros en su propia tierra. No es preciso que hayan participado en la guerra, pero terminan estando sometidos a la violencia de los triunfadores que imponen su ley, empleando para ellos las armas o, incluso, los votos manipulados de la mayoría. Oficialmente, son libres, pero de hecho se encuentran cautivos bajo un orden o estructura social que les ignora o margina, pues no ha sido construido por o para ellos.

Un mapa de soldados1. Ejércitos "legales".Empezamos recordando los ejércitos “legales”, que aparecen como propios de los estados de derecho. Ellos aparecen como signo de la “racionalidad” (es decir, de la legalidad) del mismo Estado. Himnos y cantos de guerra exaltan sus virtudes y les presentan como portadores de racionalidad, capaces de ejercer una violencia que ellos presentan como “buena” (organizada, positiva), en contra de aquellos que serían los representantes de una violencia mala (bárbaros, salvajes, terroristas). Siguiendo hasta el final en esa línea, podrá surgir en el futuro (quizá ya está surgiendo, de hecho) un tipo de “ejército legal globalizada”, que sería representante del único estado mundial, al servicio del sistema (cf. Dan 2 y 7 y Ap 13-14), para imponer su violencia sobre todos los pueblos y gentes, sometidos bajo su dominio; ese ejército impediría el surgimiento de más guerras al estilo antiguo, pero podría ser signo de la mayor de todas las dictaduras del sistema, como han puesto de relieve los textos de Daniel y Apocalipsis. Por otra parte ese ejército podría suscitar, al mismo tiempo, una serie de violencias terroristas, movidas en parte por aquellos que, por diversas razones, se sienten oprimidos y responden al sistema[3].       

Ejércitos mercenarios, el poder del dinero (Behemot al servicio de Leviatán).Han existido desde antiguo, pagados los príncipes más ricos o por algunos estados, que han acudido a sus servicios para mantener sus guerras. En la actualidad tienden a volverse mayoritarios, pues muchos estados no tienen ya servicio militar obligatorio, sino que sus soldados son profesionales pagados, que realizan su servicio a sueldo del Estado.

Violencia y Religión en la Historia de Occidente de Xabier Pikaza -  eselibro.es

               Ellos no son ya defensores de unos ideales de patria y libertad, sino especialistas bien retribuidos de unas guerras controladas por los ricos, de manera que en esta línea podían surgir y están surgiendo ejércitos de empresas multinacionales, con fuerza disuasiva suficiente para ganar sus guerras. Ya no se puede hablar de “ejércitos legales” (al servicio de la ley) y de ejércitos o soldados “terroristas”, al servicio del puro terror como forma de dominio. Todos los ejércitos se han vuelto ya terroristas, como sabía el Apocalipsis.

               En nuestro tipo de guerra, desde una perspectiva cristiana, ya no hay ley militar y terror anti-militar. Todos los ejércitos terminan convirtiéndose en terroristas. Sólo por el terror a la bomba y al tanque (sólo con el terror de la bomba y el tanque) se puede dominar el mundo por la guerra  [4].

AL BORDE DEL POZO (DEL SHEOL DE LA MUERTE) UNA HISTORIA DE LA GUERRA

No sé si seguimos estando al borde pozo, como sabía el AT, o si hemos caído ya en el puro pozo, sin posible salida[5]. Por el camino de la guerra sólo se cosecha más guerra, en la línea de un talión violento, que necesita más violencia para superar la violencia anterior. Sólo superando el camino de guerra (Leviatán) se puede y se debe crear un modelo de convivencia afectiva y colaboración económica (un anti-behemot). En esta línea se situaría la aportación del cristianismo; para avanzar en ese camino habría que elaborar una teoría de los grupos, con la ayuda de los mitos antiguos, los estudios sociales y la Biblia.

(1) Los mitos evocan, en general, un caos primero como lucha universal, y un Dios o unos dioses que impusieron el orden sobre aquella lucha, introduciendo unas leyes, que han permitido la convivencia entre los hombres.

(2) Los teóricos sociales suelen hablar de un magma primigenio, que sería como un Dios engendrador (Castoriadis), o aluden a un carisma instituyente (Weber), que surgió en un momento dado y que, para volverse operativo, tuvo que actuar a través de instituciones, que han acabado siendo dominadas por la burocracia del sistema.

(3) Los evangelios cristianos tienden a interpretar el movimiento de Jesús como paradigma o clave desde el que se debe interpretar el surgimiento y sentido de grupos humanos totalmente pacíficos, retornando hasta su origen (cf. Mc 10, 6), pero no para cerrarse allí, sino para crear nuevas formas de comunicación universal, desde los pobres.

             No hay más salida que desandar los caminos de la guerra, volviendo al amor primero, tal como ha querido Jesucristo. Ese “amor primero” no es una teoría sobre un posible matriarcado original pacífico. Es muy posible que ese paraíso original materno  no haya existido nunca, pero puede resultar conveniente postularlo, como modelo ideal: un más allá y origen de todo lo que existe. Ese más-alla y principio paterno-materno está simboliza por el Padre-Madre-Dios de Jesús.

De la armonía primera de tipo histórico no sabemos nada, pues ella aparece sólo en los mitos y visiones simbólicas del primer paraíso o de la armonía final, tras esta historia. Históricamente, siempre han existido instituciones conflictivas, con riesgo de lucha y lucha real. Desde que el hombre es hombre se han dado oposiciones, dificultades de ajuste afectivo y familiar, brotes de violencia que la autoridad establecida tiende a rechazar a través de sacrificios o instituciones clasistas. En este segundo momento se inscriben las tres eras (sacrificio, esclavitud, cautiverio), recogidas en el capítulo primero. Ellas han estado amenazadas por el caos, pero el caos no ha logrado dominarlas del todo, y por eso seguimos existiendo.

Los defensores de un tipo de orden “patriarcal” impositivo  tienden a pensar que en el principio sólo había caos, lucha de todos contra todos, y que para superarlo fueron necesarias las violencias de la historia (sacrificio, esclavitud, cautiverio).  Por eso, para crear o garantizar la paz acuden a las armas, sea en la línea de los ejércitos de la Nato, sea en la línea de los tanques de Putin. Su esquema explica ciertas cosas, pero resulta sesgado, porque está al servicio de los portadores del poder (que se presentan a sí mismos como salvadores, pues han liberado a los hombres del caos).

Pues bien, en contra de eso, reconociendo el valor parcial de los defensores del “patriarcalismo”, podemos y debemos afirmar que en gran parte han sido ellos mismos los creadores del caos (del que pretenden habernos liberado). Ellos son representantes y testigos de una solución violenta (sacrificial, esclavista, cautivadora) del problema de la violencia, pues han creado un tipo de orden (a su servicio) empleando para ello un desorden más grande.

Es así como los “nazis” quisieron resolver el “problema judío” (que no era problema, sino riqueza humana) poniendo en marcha una violencia muchísimo mayor. Es así como los estalinistas quisieron crear un paraíso del proletariado, creando un caos de violencia peor que el anterior,

Hasta ahora, un tipo de “violencia anterior” (¡quizá caótica!) se ha resuelto y superado… creando  con una violencia superior, que se dice “legal” pero que es ilegal y terroristas. Las armas de Putin y de la OTAN tienen colores distintos,  pero en el fondo siguen siendo iguales: Están al servicio de un tipo de poder ficticio, de una guerra de imposición O inventamos (encontramos y recorremos) un camino de paz o nos destruimos todos bajo la Bomba[6].

  Un nuevo comienzo: primeros consensos. La crisis actual, que sitúa a los hombres y mujeres entre la pura violencia del sistema absoluto o el caos indefinido, sólo se puede resolver suscitando modelos nuevos de comunicación, que se abran y crezcan en todos los planos de la vida (desde la economía hasta el pensamiento). Sólo podemos superar el caos creando grupos de humanidad, que rompan el sistema y detengan la lucha de todos contra todos.

No se pueden repetir ya los modelos de violencia (sacrificio, esclavitud o cautiverio), pues ellos son incapaces de detener ya la muerte. Tienen que surgir, desde el mismo fondo del caos, grupos distintos de personas capaces de crear vínculos de fraternidad, que superen la violencia. Un simple retorno al pasado (restauración) sería ineficaz y dañino (e imposible). Sólo hay solución para el hombre si se invierte el modelo de las tres eras del patriarcalismo.

La historia anterior (hecha de sacrificio y esclavitud, de imposición militar y cautiverio de todos ) ha podido detener cierto tipo de caos, pero con medios de violencia y sin resolverlo en el fondo.Así podemos y debemos volver imaginativamente a la situación de lucha de los primeros grupos, pero no para encontrar un nuevo “chivo expiatorio” (pues no lo hay, y no podremos encontrarlo), sino para abrir caminos de diálogo, es decir, de alianza universal, donde pueda haber espacio para todos, sin el sacrificio de algunos, la esclavitud de muchos o el cautiverio de la mayoría. Normalmente, hasta ahora, las revoluciones han desembocado en una simple restauración o en otra dictadura, que intenta resolver por la fuerza los problemas pendientes (dentro de la estructura patriarcal). Pues bien, ese tipo de solución resultaría en la actualidad mentirosa (¡siempre ha sido mentirosa!) e insuficiente. No hay más solución que un verdadero re-nacimiento: crear grupos de hombres y mujeres que inviertan la lógica patriarcal, superando el «caos presente» (pero sin chivos emisarios, sin luchar contra otros), para alcanzar así la nueva libertad y comunión de la que trata la segunda parte de este libro[7].

En este momento (año 2022), con las armas silbando sobre Ucrania, nos hallamos bajo la amenaza de tres o cuatro bombas (atómica, genética, ecológica…), que podrían destruir toda la vida sobre el mundo. Antes se podía apagar una violencia con otra, sin que la humanidad en su conjunto corriera peligro.

Si la guerra sigue, si quisiéramos resolver la violencia con la Bomba nos mataríamos todos, como en el tiempo del diluvio (Gen 6-8), pero sin que se pudiera hablar de supervivientes como Noé, el que recibió misericordia.  Cierto tipo de propaganda oficial habla  sólo del terrorismo de algunos, es decir, de los otros (unos acusan de terrorismo a la NATO, otro acusan a Rusia). Es evidente que unos y otros (en grados distintos) se están convirtiendo en terroristas.

  En otro tiempo, los terrores estaban concentrados en tiempos/lugares especiales y había ritos (exorcismos, ceremonias) de violencia para superarlos. Hoy no los tenemos. Ciertamente, muchos siguen pensando en métodos violentos de seguridad: el mal terror sólo se puede atajar con un terror más grande, de tipo “legal”: más policías, más cárceles, más seguridades exteriores. Pero así no resuelven el problema, sino que se ensanchan y ahondan. La humanidad sólo podrá mantenerse en libertad, si es que “inventamos” medios nuevos de vida sin violencia[8].

 CONCLUSIÒN INCOMPLETA. LEVIATÁN Y BEHEMOT ¿PACTO DE MONSTRUOS O SUPERACIÓN DE LOS MONSTRUOS?

                        Desde ese fondo, puedo y quiero hablar de guerra y opresión de unos estados, que llaman “paz” a la violencia que ellos necesitan y controlan para seguir existiendo; quiero hablar de la opresión que surgiría con un triunfo total y definitivo del sistema en su forma actual, con un pacto de sangre entre Leviatán (poder político) y Behemot (Mercado), que habrían tomado el mundo entero para así dominarlo mejor, en la línea de los monstruos y de la prostituta de Ap 13-14, que ha interpretado ese Estado/Mercado mundial como el último peligro de la historia, el triunfo final de la Guerra Absoluto, sin necesidad de más guerras[9].

  1. Principios. Desde una perspectiva occidental, los primeros estados con pretensiones de dominio generalizado fueron los de Egipto y Babilonia, Persia, Macedonia y Roma. Lo que en ellos empezó se ha desarrollado a través de los estados nacionales europeos de los siglos XVI-XVIII, que han aparecido como expresión de máxima legalidad social. En principio, siguiendo el modelo del chivo, ellos nacieron por la voluntad de poder de sus gestores, para superar la violencia de grupos menores, antes enfrentados. De esa forma se consolidaron, tras largos desequilibrios y luchas, como estructuras de convivencia social más estable y se interpretaron como divinos o sagrados, pues ofrecían espacios de comunicación para muchos hombres y mujeres.

            En principio, una tendencia muy significativa de la Biblia tomó a los estados/imperios del mundo como anti-divinos o demoníacos (cf. Dan 7; Ap 12-13), pero ella pudo verlos también como neutrales e incluso como amigos de los israelitas (cf. libros de Sabiduría y Ester). En ese contexto (a pesar de algunos casos extremos, como el reflejado por el Apocalipsis), la Iglesia empezó presentándose como una sociedad alternativa, desligada pero no opuesta al Estado, en un plano estatal o militar (cf. Rom 13, 1-7). Pasado un tiempo, tras la paz de Constantino, a partir del siglo IV d. C., muchos hombres de Iglesia y de Estado quisieron unir las dos instituciones, y así surgió en Europa (en occidente) una división y vinculación de poderes que rige hasta la actualidad.

            En su forma clásica (medieval), esta relación se ha establecido como sigue. (a) El poder civil (Estado), presidido por el rey, está avalado por Dios y regula en su nombre los asuntos temporales. Dios mismo concede autoridad a los reyes, para que actúen como vicarios suyos y reciban la obediencia de sus súbditos, pudiendo emplear para ello la violencia armada (b) El poder eclesiástico ha sido concedido por el mismo Dios, por medio de Jesús, a sus vicarios sagrados (Papa y Obispos), para promover y dirigir la Iglesia, cuyo fin es ofrecer los medios de la salvación sobrenatural. Conforme a esta visión, la Iglesia, en cuanto tal no tiene ejércitos, pero puede valerse de los ejércitos cristianos para cumplir sus objetivos.

            Esta doctrina, que ha sido casi normativa entre los católicos hasta el Vaticano II, ha sido superada de hecho por la historia, de manera que la Iglesia ha perdido su poder coactivo (que queda sólo en manos del Estado). Ya no hay dos poderes, sino sólo uno, el Estado que se eleva (en sus diversas formas) sobre todo el mundo, como institución de poder coactivo. La Iglesia solo tiene un poder espiritual, simbólico[10].

  1. Violencia de Estado, violencia económica. Th. Hobbes (1588-1679), cuya doctrina ha tenido un gran influjo en la modernidad, concedió al Estado un poder religioso, pero no en la línea del Dios de las religiones (Yahvé judío, Padre de Jesús), sino del Leviatán, monstruo ambivalente, con rasgos divinos y satánicos. A su juicio, la paz político-militar no es don o Gracia de un Dios trascendente, sino la expresión de un monstruo que impone su dictado (monopolio) de violencia, con la ayuda de Behemoth, su gemelo, también bíblico, que es la idolatría de un mercado que tiende a imponerse sobre todos los hombres y pueblos[11].

  1. Valores. El Estado ha querido ser una racionalización de las relaciones sociales, expresión de la voluntad común (democracia), para defender los derechos de los ciudadanos. Es normal que algunos filósofos de tipo Hegel lo hayan concebido como encarnación de la razón, en un plano jurídico y económico, educativo y social. En principio, el Estado moderno no impone ninguna religión o ideología, ninguna ética o concepción particular del mundo, pues deja esos temas en manos de los ciudadanos o de grupos particulares, que se vinculan por opciones y experiencias de tipo privado. En sí mismo, el Estado se ocupa sólo de la administración social y de la economía, pudiendo emplear para ello unos medios de tipo impositivo.
  2. Riesgos. De hecho, el Estado ha querido ocupar todo el espacio de la vida, apareciendo, así, como un Monstruo político (Leviatán), quesólo puedegarantizar el orden social y la libertad particular del conjunto de los ciudadanos imponiendo sobre todos su monopolio de violencia político/militar. La paz del Estado se encuentra custodiada por unos poderes coactivos, de forma impositiva, vinculados además con elMonstruo económico (Behemot),para garantizar, incluso por la fuerza, la libertad de producción, compra y venta de las mercancías (¡más que de las persons!).

La unión de esos monstruos (Estado y Mercado) constituye un tema clave de la modernidad. Muchos lectores de Hobbes han resaltado la importancia del Estado, dejando en un segundo plano el tema del Mercado. Pero de hecho el Estado ha quedado casi siempre sometido a Behemot, que es el Mercado. De esa manera, la libertad y vida de los hombres ha terminado encontrándose fácticamente vigilada por un imperio/mercado donde sólo pueden triunfar e imponerse los más poderosos.

A partir de aquí se entienden las dos violencias fundamentales de la vida social de occidente: (a) La lucha de los estados entre sí, entendida como un tipo de guerra divina, pues cada Estado es de hecho una encarnación de poderes divinos. (b) La imposición económico-social del Estado sobre los individuos. Para ser libre en un sentido extenso, los hombres tienen que volverse esclavos del Estado y de su Economía[12].

      En este contexto, Leviatán estaría representado por los estados políticos, vinculados en la Organización de las Naciones Unidas. Por su parte, Behemot seguiría siendo el Mercado, pero un mercado distinto, atento a las necesidades de los hombres. Pues bien, la unión de esos “poderes”, puesta al servicio de la humanidad, garantizaría la superación de las guerras anteriores y el establecimiento de la paz.

[1] En sentido general, cf. M. Maffesoli, La violencia totalitaria. Ensayo de antropología política, Herder, Barcelona 1982; P. Sloterdijk, Esferas I-II, Siruela, Madrid 2001/2003; W. Sofsky, Tiempos de horror. Amor, violencia, guerra, Siglo XXI, Madrid 2004; G. Sorel, Reflexiones sobre la violencia, Alianza, Madrid 1976.

[2] En esa línea hemos citado ya a E. Lévinas, Totalidad e Infinito, Sígueme, Salamanca 2001. Desde diversas perspectivas, cf. E. Sábato, Abbadón, el exterminador, Seix Barral, Barcelona 1981, 3-85; P. Sloterdijk, Temblores de Aire. En las Fuentes del terror, Pre-Textos, Valencia 2003. En otros tiempos, se podía suponer que la guerra llevaría a un tipo de victoria “racional”, creando un nuevo equilibrio humano. Eso parece ahora imposible: la guerra tiende a convertirse en destrucción universal.

[3] El mismo ejército legal del Imperio (que puede empezar apareciendo como liberador), termina convirtiéndose en fuente y signo de violencia total, que convierte a todos los hombres en cautivos de un sistema militar que se diviniza a sí mismo o queda en manos de quienes lo pagan. Una paz militar, financiada por el gran capital y garantizada por un ejército mundial mercenario terminaría volviéndose satánica.

[4] Los estados de derecho, que se presentan a sí mismos como garantes de legalidad, no suelen acudir al terror ilegal, pues cuentan con el apoyo de las leyes. Pero en el fondo de su legalidad se esconde a veces un ejercicio de terror intenso, en contra de grupos e individuos. Por eso, algunos disidentes del sistema se sienten capacitados para responder con violencia ilegal a la violencia del sistema. Muchos estados e imperios antiguos emplearon el terror, con deportaciones masivas y escarmientos públicos, con ejecuciones por tortura, como fue la de Jesús.

[5] He ofrecido mi postura en Religión y violencia en la historia de occidente, Tirant lo Blanch, Valencia 2005, dialogando con R. Girard, La violencia y lo sagrado, Anagrama, Barcelona 1983; El misterio de nuestro mundo, Sígueme, Salamanca 1982. Sobre la visión de R. Girard, cf. J. P. Dupuy y P. Dumouchel, L’enfer des choses. R. Girard et la logique de l’économie, Seuil, París 1979; M. Deguy y J. P. Dupuy (eds.), R. Girard et le problème du mal, Seuil, París 1982. Visión filosófico-social, desde otras perspectivas, en por C. Castoriadis La institución imaginaria de la sociedad, Tusquets, Barcelona 1987; P. Sloterdijk, Esferas I-II, Siruela, Madrid 2003/2004; M. Weber, Economía y sociedad, FCE, México 1944; Ensayos sobre sociología de la religión I-III, Taurus, Madrid 1987.

[6] Muchos tienen la impresión de que la violencia lo ha invadido todo y que el orden social puede acabar para siempre. Algunos añaden que se está derrumbando ya, físicamente, en una espiral de violencia y contra-violencia apocalíptica, sin que se pueda ya evitar la guerra de todos contra todos.

[7] Yo diría que estamos cerca de la línea del “caos” (nunca se está en un caos puro). Algunos precisarán que nos estamos acercando, otros responderán que estamos ya saliendo. Sea como fuere, los esquemas grupales antiguos se han roto y no bastan unas pequeñas reparaciones, sino un cambio total.

[8] En este contexto podemos recordar una novela “de tesis” de Michel Henry (1922-2002), literato y filósofo francés, experto en teoría social, titulada L'Amour les yeux fermés (El amor a ojos cerrados, Gallimard, Paris 1976), donde describe proféticamente el riesgo de estallido de una sociedad como la nuestra, que está llegando a la máxima perfección técnica, pero que descuida y destruye sus bases humanas. Su protagonista es La Ciudad (Alianhova, ¿Alianza de Jehová?), un estado perfecto, una Babel sin fisuras, donde parecen resolverse todos los problemas afectivos y sociales de las eras anteriores, de manera que ha llegado el fin de la historia, es decir, la historia sin fin de la felicidad técnica y material para todos los buenos ciudadanos (en la línea de A. Huxley, Un mundo feliz).

Pero en un momento dado, sin saber por qué, en contra de las previsiones, cuando todas las metas se habían conseguido (sin ciudadanos de segunda, ni injusticias sociales y económicas), esta ciudad se deteriora y desmorona, hasta explotar por dentro. Parece que no existen razones: todos tienen casa y abundancia de bienes materiales, educación y servicios sanitarios, todos pueden moverse en libertad, sin cortapisas, ni discriminaciones políticas ni ideológicas, sin dictaduras, ni terrorismos… Todo es perfecto y, sin embargo, sin causas materiales (no hay hambre) o militares (guerra)… la Ciudad empieza a deshacerse, como si un cáncer fuera devorando sus órganos vitales. Los ciudadanos lo tienen todo: han resuelto los problemas del capitalismo y comunismo, han aprendido a dialogar en un plano racional… y, sin embargo, algo les falla, como en la Torre de Babel, pues no pueden ya hablar el lenguaje del amor, que es el único que puede crear grupos de humanidad duradera. Alianhova se convierte así en “anti-ciudad” y nos ayuda a entender el proyecto de Jesús.

[9] He desarrollado el tema en Apocalipsis, Verbo Divino, Estella 1999. Cf. H. Arendt, Los orígenes del totalitarismo, Taurus, Madrid 1999; E. Barcesat (ed.), La ideología de la seguridad nacional, El Cid, Buenos Aires, 1983; G. Benassar, Europa en el siglo XVII, Anaya, Madrid 2001; K. R. Popper, La sociedad abierta y sus enemigos, Paidós, Barcelona 1980; N. Poulantzas, Poder político y clases sociales en el estado capitalista, Siglo XXI, Barcelona 1976

[10] Cf. Historia y futuro de los papas. Una roca sobre el abismo, Trotta, Madrid 2006.

[11] Hobbes publico 1651 su Leviatán, para fundar un estado sobre el poder divino del rey. En 1679 publicó su Behemoth o Historia de las causas de las guerras civiles de Inglaterra, poniendo de relieve los motivos económicos de las luchas entre personas y pueblos. Las conexiones de esos “monstruos” (tomados de Job 3, 8; 41, 1 y en Job 40, 15) con las dos “bestias” de Ap 13 son evidentes. La diferencia está en que el Apocalipsis puso de relieve el carácter satánico de esas bestias (que imponen una paz de esclavitud y muerte), mientras que Hobbes piensa que ellas pueden ser pacificadores.

[12] En tiempos de Hobbes, sus monstruos parecían necesarios o, al menos, útiles. Sólo un Leviatán “muy poderoso” podía ser tolerante con las religiones concretas de sus súbditos, siempre que ellos aceptaran de hecho la autoridad sagrada del Rey-Estado. Por otra parte, sólo un Behemot superior podía garantizar la libertad para el comercio. Pero, de hecho, desde el siglo XVIII y XIX, esos monstruos han terminado siendo “demasiado poderosos”, de manera que el Estado, que nació para regular la violencia y proteger (o controlar) la libertad de comercio, ha podido convertirse en un signo supremo de violencia. Por otra parte, la libertad del comercio ha podido terminar siendo ocasión de dictadura económica. Además, mientras conquistaban el mundo para sus mercados, los estados europeos han luchado entre sí, en una guerra sin fin, desde el siglo XVI a la actualidad. Cumplido su ciclo, ellos han caído en una gran crisis, pues cada vez encuentran más dificultades para garantizar la paz a través de una violencia legal. Ciertamente, en un sentido, ellos siguen existiendo, integrados en una organización superior (ONU). Pero, en otro, parecen un anacronismo, pues están dominados por un Imperio (USA) y un Mercado impersonal (capitalismo).

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