"Enfermedades son también resultado de un 'conflicto pico-social', de fondo económico, cultural y religioso" La Virgen de Lourdes y los enfermos: Salud y justicia social en los salmos
Se celebra hoy (11.2.21) la Virgen de Lourdes, santuario famoso de curaciones, comparable con algunos antiguos como el de Alejandría (de Serapis), y los de Pérgamo y Epidauro (de Asclepio) y, sobre todo, con el templo judío de Jerusalén, que vinculaba la curación de los enfermos con la justicia social.
Conforme a la teología y a la praxis sanadora de aquel templo, la enfermedad estaba muy unida al pecado social, y la curación implicaba el restablecimiento de la justicia entre los hombres.
Para nosotros, postmodernos del XXI, esta visión social de la enfermedad y de la curación tiende a parecernos mágica y primitiva, pero es muy posible que seamos nosotros los equivocados y que, habiendo avanzado en otros planos de sanidad y salud, hayamos olvidado la dimensión social de la enfermedad y de la curación, vinculada a una nueva y más alta justicia afectiva, social y sanitaria.
Ciertamente, no podemos ya entender la enfermedad como producto de hechicería o injusticia social, pero los antiguos sabían que, teniendo elementos de tipo físico-químico-biológico, las enfermedades son también el resultado de un “conflicto pico-social”, de fondo económico, cultural e incluso religioso.
Para nosotros, postmodernos del XXI, esta visión social de la enfermedad y de la curación tiende a parecernos mágica y primitiva, pero es muy posible que seamos nosotros los equivocados y que, habiendo avanzado en otros planos de sanidad y salud, hayamos olvidado la dimensión social de la enfermedad y de la curación, vinculada a una nueva y más alta justicia afectiva, social y sanitaria.
Ciertamente, no podemos ya entender la enfermedad como producto de hechicería o injusticia social, pero los antiguos sabían que, teniendo elementos de tipo físico-químico-biológico, las enfermedades son también el resultado de un “conflicto pico-social”, de fondo económico, cultural e incluso religioso.
REFLEXIÓN INICIAL. APARICIONES Y SANTUARIO DE LA SALUD EN LOURDES
Lourdes no es sólo un santuario de "curaciones", sino un lugar donde se cultiva y venera un tipo de "presencia" amorosa y salvadora de Dios, vinculada a María, Madre de Jesús.
El tema de fondo no es el tipo de aparición o visión de María que se pudo dar en Lourdes, el año 1958, a través de una niña llamada Bernardette. El tema es la "experiencia " cristiana de salud y perdón que allí vino a expresarse, por medio de María, según el Evangelio.
El Nuevo Testamento habla de "revelaciones" de Dios, entre las que destaca la Anunciación (visión del ángel a María: Lc 1) y las “apariciones pascuales” de Jesús.
De la Anunciación a María pueden darse diversas interpretaciones, pero lo que importa no es el "ángel concreto", llamado Gabriel (pode de Dios), sino la presencia actuante de Dios que se manifestó en María, madre de Jesús, mujer puesta al servicio de la redención de Dios en el mundo.
Apariciones pascuales de Jesús. La Iglesia cristiana es muy reacia en admitir “apariciones” externas, de tipo material, de manera que muchos prefieren hablar en este campo de “presencias” animadoras, reconciliadoras, sanadoras. En ese sentido, los primeros cristianos tuvieron la certeza de que Jesús crucificado estaba “vivo” y les acompañaba (impulsaba) en la tarea del Reino, dándoles la capacidad de crear un mundo nuevo, una sociedad saludable.
Experiencias de la Virgen, curaciones de Lourdes… Lo que importa no son las posibles “apariciones” de la Virgen a la niña Bernardette, en forma material. Hubo sin duda un tipo de visiones, presencias especiales. . Bernadette “vio” a Señora, de una forma intensa, como una presencia sobrenatural, como una compañía… una promesa.
Todo fue “humano” en su experiencia. Pero se trató de una experiencia humanamente rica, interpretada por la Iglesia como signo de presencia mariana. Conforme al principio básico del concilio de Caldedonia (451) se puede decir que todo fue “humano” en la experiencia de Bernadette, todo se puede explicar desde una perspectiva psicológica, antropológica, sociológica… Pero siendo todo "humano", todo ha podido verse como expresión de un misterio de vida y curación vinculado a Jesús de Nazaret. Y con esto podemos pasar al Salmo 41, centrado en la experiencia de la curación de los enfermos:
SALMO 42. EL TEMPLO DE JERUSALÉN,UN SANTUARIO DE CURACIONES
Introducción. Un principio sapiencial (Sal 41, 2-3).
2 Dichoso el que instruye al oprimido; | en el día aciago lo pondrá a salvo Yahvé. 3 Yahvé lo guarda y lo conserva en vida, | para que sea dichoso en la tierra, y no lo entrega a la saña de sus enemigos.4 Yahvé lo sostendrá en el lecho del dolor, | calmará los dolores de su enfermedad.
Estos versos ofrecen el punto de partida, eso que pudieramos llamar el “dogma” original de la salud: Toda la medicina, es decir, la esencia original de la salud está en el cuidado de los pobres, un cuidado que no es sólo una forma de “servirles” a ellos en su debilidad, sino de servirnos y cuidarnos todos, alcanzando de esa forma un tipo más alto de salud personal y social. Ésta es la sabiduría de los que creen en Yahvé
Conforme a su primer verso, éste es un “salmo de bienaventuranza”, que puede compararse con Sal 1, 1-2 (bienaventurados los que caminan por la senda de ley de Yavé) y con Sal 40, 5 (bienaventurados los que ponen su confianza en Yahvé), pero con una novedad muy significativa: Aquí son bienaventurados los que “cuidan” al pobre (dal, lD;), que no es solamente el carente económico, sino el necesitado, el oprimido, y de un modo especial, el enfermo, como irá mostrando todo el salmo.
Según eso, la palabra maskil, que es el que cuida a los pobres y enfermos, tiene un sentido sapiencial y social muy importantes: No es sólo el médico profesional que cura a los impedidos, ni el hombre rico que socorre a los pobres (anawim), ni el poderoso que ayuda a los oprimidos (aniyim). Maskil es el hombre sabio, en sentido integral, el que conoce, el que establece un orden personal y social justo, cuidando de los oprimidos (pobres, enfermos), de manera que no sean explotados que no estén sometidos a los otros. Esta bienaventuranza puede y debe compararse con las de Jesús en Lc 6, 20-21 y Mt 5, 2-11, pero con una diferencia esencial.
- Los bienaventurados de Sal 41 son los “maskil”, esto es, los “sabios” que dirigen con justicia y cuidado el orden social, a fin de que los “pobres” no sean oprimidos, ni los perversos puedan actuar como opresores. Estos sabios son en principio hombres importantes, quizá en la línea de los “buenos gobernantes” de la literatura sapiencial judía (desde Eclo hasta Sab), a los que puede llamarse “bienhechores”.
- Por el contrario, los bienaventurados de Jesús son en principio los mismos pobres, es decir, los oprimidos, de forma que su Reino (reino de Dios) no se contruye desde los poderosos ricos, sino desde los excluídos y los pobres. De todas formas, la diferencia no se puede llevar hasta el extremo, pues en el mismo Sal 41 el maskil (bienhechor) puede caer en la enfermedad, y en ese caso será ayudado (liberado por Yahvé).
Éste es el salmo del maskil enfermo a quien Yahvé pone a salvo en el día aciago (día malo). En sentido lógico, el buen maskil debería vivir siempre feliz, bienaventurado sobre el mundo. Pero esa lógica no se cumple, a veces por razones que el salmista no razona ni justifica, de forma que hay justos desgraciados u oprimidos; pues bien, en ese caso, Yahvé les guarda, les conserva en vida, para que sean dichosos en la tierra y no caigan en manos de los enemigos
De esa forma se plantea el tema el tema básico del salmo, centrado en la situación del “maskil” enfermo, perseguido, amenazado, en un mundo donde hay “enemigos” (poderes, circunstancias sociales, personas) que se oponen a los buenos, esto es, a los que cuidan de los pobres y enfermos. Pues bien, en esta circunstancia, el salmo asegura que Yahvé sostiene en el lecho de dolor al enfermo, calmando su dolencia y curándole, como muestra el ejemplo que sigue.
Un enfermo maskil (sabio, bueno) implora a Yahvé, en contra de sus enemigos (41, 6-10).
5 Yo dije: «Yahvé, ten misericordia, | sáname, porque he pecado contra ti». 6 Mis enemigos me desean lo peor: | «A ver si se muere, y se acaba su apellido». 7 El que viene a verme habla con fingimiento, | disimula su mala intención, | y, cuando sale afuera, la dice.8 Mis adversarios se reúnen a murmurar contra mí, | hacen cálculos siniestros:9 «Padece un mal sin remedio, | se acostó para no levantarse».10 Incluso mi amigo, de quien yo me fiaba, | que compartía mi pan,| es el primero en traicionarme.
La enfermedad del “sabio bueno” (maskil) está relacionada con los enemigos. Como he dicho, en un plano de racionalidad moderna y de individualidad personal, parece que no tiene sentido echar a otros (que son malos) la culpa de los propios males. Pero, en un plano más alto, el salmo sabe, mejor que la mayoría de nosotros, que las enfermedades tienen una raíz y componente social inseparable de eso podemos llamar pecado (ruptura de los lazos de vida que nos mantienen unidos a todos, en un contexto de comunicación sana).
Por eso, la curación (la salud) sólo es posible en un contexto y como resultado de una “sanidad compartida”, en un plano técnico (asistencia médica universal) y en un plano más hondo de reconciliación y comunion (transparencia de amor y servicio mutuo) entre personas y grupos, entre pueblos y pueblos, hasta alcanzar a toda la humanidad.
De un modo significativo, el salmista se presenta como enfermo, dal. Ha sido bueno, ha cuidado a los pobres y excluidos, y, sin embargo, ha caído en manos de la “desgracia”. Podría presentarse como justo (como hace Job, en su libro), y sin embargo no lo hace, sino que empieza diciendo “he pecado, Yahve, ten misericordia de mi No se eleva ante Yahvé como agraviado, exigiéndole una reparación, sino que, a pesar de haber sido maskil y haber cuidado a los pobres, se descubrey se presenta ante Dios como pecador.
Ciertamente, por todo lo que seguirá diciendo el salmista, la culpa principal de su desgracia la tienen sus enemigos, que le han tendido trampas y se alegran de su mal, pero él tampoco quiere mostrarse como inocente, sino que pide perdón y ayuda a Dios. Este maskil enfermo describe su situación de un modo “retórico” pero enormemente significativo, con rasgos psicológicos y sociales de gran hondura:
- Sus enemigos le desean lo peor… (41, 6-9) y lo hacen con fingimiento. En general, pensamos que los enfermos y oprimidos suscitan simpatía y solidaridad en el resto de la sociedad, que se vuelca en su ayuda. Pero este salmo sabe que eso no es cierto. En realidad son muchos los que (pareciendo que quieren ayudar a los demás) en el fondo sólo quieren que fracasen, “que se mueran”, en un tipo de “guerra universal”, en un mundo en el que el triunfo propio está vinculado a la desgracia, opresión, silenciamiento o muerte de los otros. El salmo nos sitúa ante el “mundo” de las murmuraciones, de los deseos de desgracia de los otros, conforme a un tipo de “talión siniestro”, que Mt 5, 43 ha formulado de manera lapidaria, retomando el lenguaje de fondo de este salmo: La vida de unos triunfa y se eleva sobre la muerte de otros.
- Incluso mi amigo (el hombre de mi paz), aquel de quien yo me fiaba y con quien compartía mi pan… me ha traicionado. Muchos comentaristas antiguos han vinculado esta palabras a la historia de Ahitófel (2 Sam 15-17), que fue consejero íntimo de David, para “traicionarle” después (por razones poco claras, quizá por el “pecado” de David con Betsabé, que era nieta de Ahitófel), suicidándose por honor, cuando fracasa la rebelión contra David… El Nuevo Testamento relaciona la traición de Judas con este pasaje de Sal 41, 10 (Jn 13, 18. Cf. Jn 17,12; Hech 1, 16), pareciendo vincular por otro lado el suicidio de Judas con el de Ahitófel (Mt 27, 5).
La enfermedad aparece, según eso, como un “hecho social”; está vinculada no sólo con la condiciones generales de un mundo de enfrentamiento, donde los poderosos oprimen a los pobres y no ponen como principio de sabiduría la salud de todos, sino con la lucha de unos contra otros, con la victoria de los violentos y ricos y la muerte social y personal de los más pobres, en un contexto en el que se evoca el signo de belial, palabra que significa un mal incurable (cf. 41, 9), que la tradición posterior ha vinculado a lo diabólico.
Conclusión (41, 11-12). El enfermo da gracias a Yahvé porque ha sido curado y porque sus enemigos no han triunfado de él.
11 Pero tú, Yahvé, apiádate de mí; haz que pueda levantarme, para que yo les dé su merecido.12 En esto conozco que me amas: | en que mi enemigo no triunfa de mí.13 A mí, en cambio, me conservas la salud, | me mantienes siempre en tu presencia. 14 Bendito el Señor, Dios de Israel, | desde siempre y por siempre. Amén, amén.
Miradas las cosas desde la perspectiva anterior (41, 5-10), conforme a la visión de los “enemigos”, la situación del mundo (personificada en el maskil enfermo) resulta irremediable: Es una cosa (dabar, palabra) que no puede “curarse”, es algo “de belial, un destino de mal, sin curación posible. Pero, en esa situación, el salmista (maskil enfermo) pide a Yahvé diciendo: Ten piedad de mi, haz que pueda levantarme de la enfermedad.
Las palabras siguientes, referidas a los enemigos (para que yo les dé su merecido, pueden entenderse en forma de “venganza” (=para que sean castigados), pero también en forma de restablecimiento de la justicia (para que sean pacificados). El salmista sigue diciendo “en esto conozco que me amas” (es decir, que te complaces en mí().La salud es según eso signo de la presencia de Yahvé, de forma que el creyente sanado puede bendecirlo con la fórmula litúrgica del final del salmo: Bendito Yahvé, Dios de Israel (42, 14).