Lucas 3. Marta y María, misión eclesial de los 72. El riesgo del episcopado

 El relato de Marta y María (Lc 10,38-42) ofrece la mejor visión bíblica de la misión universal la Iglesia, representada por dos mujeres,  dirigentes (¿obispos) obispos de la   misión universal, representada por los 72 enviados de Jesús, no de los 12 anteriores (conforme a las dos misiones de Lucas 9 y 10)

Marta es símbolo de la autoridad ejecutiva María  de la interioridad y pensamiento orante. La dos son toda la casa de la Iglesia. 

 El Papa Francisco acaba de nombrar a  sor Simona Brambilla, misionera de la Consolata, prefecta del Dicasterio para Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, con el Cardenal Á. F. Artime SDB como “subordinado”. Por fin, dos mujeres más que obispos. Algo está aprendiendo la Iglesia de la Biblia.

Santo de hoy - Marta de Betania, Santa Hemana de Lázaro y María - 29/09 ...

Texto

             Lc 10, 38 Mientras iban ellos de camino, él entró en cierta aldea; y una mujer llamada Marta le recibió. 39 Y ella tenía una hermana que se llamaba María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. 40 Marta, en cambio, estaba afanada (distraída) con mucho servicio; y acercándose {a El, le} dijo: Señor ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el servicio? Dile, pues, que me ayude. 41 Respondiendo el Señor, le dijo: Marta, Marta, te preocupas y estás perturbada por muchas cosas; 42 una (sola) cosa es necesaria; en efecto, María ha escogido la parte buena, la cual no le será quitada (Lc 10, 38.42). 

Mientras iban de camino (10, 38a).  El relato está situado en el camino de Jesús con sus discípulos y/o amigos, no en una marcha cualquiera sino subida mesiánicas Jerusalén y de culminación humana que, conforme a Lucas, autor del evangelio de su nombre (=Lc) ha empezado en 9, 51:  Jesús ha tomado la decisión (9, 57-62); es tiempo de pasar de los 12 a los 72, que son toda la humanidad,  toda la iglesia 

División de Lucas

  1. Presentación. Jesús, evangelio de Dios (Lc 1, 5–4, 13). (a) Anuncio del nacimiento de Juan y Jesús (Lc 1, 5-56). (b) Los dos nacimientos (Lc 1, 57-2, 52). (c) Primera actividad de Juan y Jesús (Lc 3, 1-4, 13).
  2. Actividad en Galilea, con varones (Lc 4, 14–9, 50). (a) Manifestación y rechazo en Nazaret (Lc 4, 14-6, 11). (b) Enseñanzas y milagros (Lc 6, 12-8, 56). (c) Revelación a los discípulos (Lc 9, 1-50), en línea profética en Israel.
  3. 3. Viaje a Jerusalén, iglesia universal, con mujeres (Lc 9, 51-19, 27). “Cuando llegó el tiempo en que había de ser recibido (ascendido), afirmó su rostro y comenzó a subir hacia Jerusalén” (cf. 9, 51), con mucho material del “Q”, en forma de sabiduría  de la vida de Jesús, trazndo el nuevo éxodo de la humanidad.  
  4. Actividad en Jerusalén: Pasión y resurrección(Lc 19, 28-24, 49). (a) Entrada en Jerusalén y controversias con los jefes de Israel (Lc 19, 28-21, 4) c) Discurso escatológico (Lc 21, 5-38). (c) Juicio y muerte (Lc 22, 1-23, 56. (d) Resurrección y apariciones de Jesús (Lc 24, 1-49).
  5. Epílogo. Ascensión (Lc 24, 50-53), con Hech 1-2. Las mujeres en la iglesia (Jch 1, 12-14)

  Dos misiones. El gran “corte”, la gran división de Lucas

- 9, 1-5 Misión a los judíos, los doce(cf. Marcos 6) Cierto día, Jesús reunió a sus doce discípulos[a] y les dio poder y autoridad para expulsar a todos los demonios y sanar enfermedades. Luego los envió para que anunciaran a todos acerca del reino de Dios y sanaran a los enfermos. 

- 9, 51-54.  Comienza sección del camino. Aldea de samaritano. Oposición de los Zebedeos.51Cuando se completaron los días en que iba a ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. 52Y envió mensajeros delante de él. Puestos en camino, entraron en una aldea de samaritanos para hacer los preparativos… pero no les recibieron. 4Al ver esto, Santiago y Juan, discípuloss, le dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?». 55Él se volvió y los regañó. 56Y se encaminaron hacia otra aldea. 

- 10, 1-3. La misión universal, con tema del Q o creado por el mismo Lucas.1Después de esto, designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. 2Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos… 4No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino. 

En ese contexto de la nueva misión universal de Jesús (doce misioneros 72 pueblos del mundo, como los peces de la gran misión de Jn 21) sw inscribe nuestro texto. No ofrece una verdad abstracta sobre el ser humano, ni una teoría general sobre la hospitalidad, sino que expone la novedad del envío de la acogida de Jesús (el surgimiento y esencia de la iglesia), en el contexto de su ascenso hacia Jerusalén, vinculando los dos libros de Lucas (Evangelio y  Hechos): 

 *Lc 10, 38-42 recuerda una historia pasada. Es muy posible que Jesús haya sido acogido en casas por mujeres, que le han ofrecido no sólo hospitalidad externa, sino también cercanía humana, casa familiar, iglesis(cf. Lc 8, 1-3) .

* Lo que dice Lc 10, 38-42 ha de situarse en el trasfondo de Hechos donde aparece el camino misionero de los discípulos de Jesús, simbolizados de un modo especial por Pedro y los Doce, por los Siete helenistas y finalmente por Pablo. Son ellos, los cristianos ambulantes, los que están al fondo de la afirmación general con que comienza el texto: mientras iban de camino. La subida de Jesús a Jerusalén (Hech 9, 51) viene a presentarse de esa forma como signo de la marcha de la iglesia desde Jerusalén hacia los confines de la tierra (Hech 1, 8).

* Desde el libro de los Hechos debemos volver a Lc 10, 38-42 descubriendo en el camino y gesto de Jesús el paradigma o ejemplo de la vida de toda la iglesia posterior. Lo que en Hechos se dice en un plano de historia eclesial ha de entenderse desde esta parábola fundante de Jesús (Marta y María), que viene a presentarse así como lugar y fuente de surgimiento eclesial. Por eso, nuestro texto ha de entenderse en dos líneas o direcciones que son complementarias. 

-Por una parte está la línea que va de la historia de Jesús hacia la iglesia: el camino pasado de Jesús constituye para Lucas (Lc y Hech) el signo de la Iglesa

-Por otra parte está la línea que va de la iglesia hacia Jesús: todo lo que la iglesia vive y hace ha de entenderse a la luz de lo que ha sido el camino de Jesús. La misión post-pascual de los Setenta y dos (cf. 10, 1-12) es signo de todo el camino de la iglesia.

-De esta forma, Lucas nos ofrece unafusión de horizontesel camino pasado de Jesús ilumina nuestro presente eclesial; el presente de la iglesia nos invita a reinterpretar el pasado de Jesús. El éxodo o salida (cf. Lc 9, 31) y el ascenso o subida (cf. Lc 9, 51) de Jesús en Jerusalén viene a presentarse así como espacio y contexto simbólico donde se inscribe la historia de la iglesia en  Hechos

Y sucedió que mientras iban de camino... (10, 38a).  Este es el camino de los 72, es decir, de la misión universal de la Iglesia, que se inscribe, según eso, en el camino de Jesús a Jerusalén… Estos 72 discípulos, toda la iglesia se  inscribe en el camino de la misión de Jesús…. Todo sucede en el camino de ascenso y entrega, en la vida hecha proceso de ascenso a Jerusalén y misión universal de reino. Precisamente ahora, allí donde Jesús y sus discípulos ofrecen al mundo unos modelos de entrega y acogida surgirá la iglesia.  

Mientras ellos iban, Jesús entró (10, 38a). De manera sorprendente, el texto pasa del plural al singular: mientras ellos siguen de camino, él entra en una aldea y casa...[4] Es como si la experiencia eclesial se dualizara, de manera que para descubrir su contenido deben distinguirse los dos contextos fundamentales, los dos "espacios" básicos del evangelio: 

 * Por una parte están todos los 72 ellos que siguen de camino... De esa forma se sitúan en la línea del escriba de la parábola del Buen samaritano (10, 25-37) al que Jesús le ha dicho que "vaya". Ellos son sin duda alguna los discípulos de Jesús, que van de camino (desde 9, 51) y de un modo especial los setenta y dos a quienes ha enviado expresamente para precederle (10, 1).   Jesús, está con aquellos que caminan; forma parte de la comunidad misionera que anuncia el evangelio, la buena noticia del éxodo y ascenso mesiánico.

 * Por otra parte, Jesús aparece separado de los Setenta y Dos... Nuestro Texto supone que mientras ellos siguen preparando su camino (realizando su misión pascual) él se separa y entra en una aldea, siendo recibido en una casa. Pasamos así de la iglesia del envío y camino, representada por los Setenta y Dos misioneros de 10, 1.12 (entre los cuales parece evidente que también hay mujeres, como supone 8, 1-3) a la iglesia de la acogida y casa (representada ahora por las dos mujeres que van a recibir a Jesús).

  Este Jesús acogido en la aldea (o casa) es símbolo del conjunto eclesial. En este Jesús que llega a la aldea-casa de la iglesia (representada por dos mujeres) está simbolizada la totalidad de la misión eclesial. Ente la iglesia caminante (enviada) y la iglesia acogedora (que recibe a los caminantes).  

Entró en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió... (10, 38 . El tema de la acogida se encuentra preparado en 9, 52-56, donde se dice que una aldea samaritana no quiso recibir a Jesús, y en 10, 4-12, donde se habla de las casas-ciudades que acogen o no acogen a los misioneros de Jesús.

  La misma existencia de la iglesia está vinculada a la acogida de Jesús, con todo lo que ella implica. Presentaremos el tema a partir del contexto más general de la misión (10, 4-12). Desde ese fondo entenderemos las dos escenas (la de la aldea samaritana y la de Marta-María) como variantes de un mismo modelo narrativo:

* 10, 1-11: Recibir o rechazar a los enviados de Jesús. Jesús envía a todos sus discípulos (a los Setenta y dos) sin otra seguridad que su palabra y poder de curaciones. Van sin dinero ni seguridades, quedando así a merced de que las gentes (pueblos, casas) les acojan o rechacen. No van a descansar como curiosos vagabundos, ni a imponerse como señores, sino a ofrecer el reino, como obreros que realizan un duro trabajo de evangelio. Son ministros del reino y salvación de Dios, pero quedan a merced del ministerio de la acogida (comida, hospitalidad total) de las casas o pueblos donde vayan.Por eso dice el texto que donde no les reciban (10, 10) deben sacudirse hasta el polvo de los pies, marchándose sin nada de aquel lugar de no acogida. Creer en el evangelio no es una pura experiencia interior, una fe desligada de la vida. Creer es acoger a los enviados de Jesús, compartiendo con ellos la casa.

* 9, 52-56. La aldea de los que no reciben a Jesús. Esta aldea de los samaritanos es signo de todas las ciudades y lugares que no aceptaran la misión de Jesús, rechazando a sus discípulos. Esta es la aldea que no se hace iglesia (casa acogedora), aldea que Santiago y Juan, situándose en plano de violencia apocalíptica, quieren destruir con fuego que baja del cielo; evidentemente, el Jesús de la acogida libre, de la casa voluntario, les rechaza, diciéndoles que no conocen su espíritu.

* 10, 38-42. Marta y María. La aldea de los que reciben a Jesús. Se repite el esquema y las palabras principales del pasaje anterior, aunque ahora no se dicen que los discípulos (mensajeros) preparan el camino de Jesús, sino simplemente que van (con el verbo poreuein en 9, 52.56 y 10, 38). Ellos van, pero es Jesús el que entra. El pasaje anterior acababa diciendo que ellos (Jesús y discípulos) fueron a otra aldea en busca de una acogida que no sabemos si recibieron (9, 56).

 La nueva escena de Marta y Marí comienza diciendo (cf. 10, 38) que Jesús entra en una aldea (kome), como habían entrado ya los discípulos en la aldea samaritana (9, 52); pero ahora, en vez de rechazarle a él hay una mujer que le recibe y que se llama Marta (10, 38). Frente a los samaritanos anónimos que no le acogen, aparece aquí ella como signo y representante de toda la aldea que recibe a Jesús (y que sin duda recibe a sus discípulos, creando así comunidad con/para ellos))

   Estamos, como indica 10, 1-12, en el centro de la gran misión eclesial. Jesús no entra en la casa de Marta por casualidad, sino porque sigue realizando su misión, a través de sus discípulos. No entra por pasar un simple rato de placer, en compañía, con dos amabilísimas mujeres, sino porque quiere crear iglesia, quedándose en la casa de aquellos que le reciben. Quizá podamos decir que la aldea de los samaritanos se opone a la de Marta (y María). Ambas son símbolo de las dos actitudes posibles ante el evangelio. Ambas se oponen y de algún modo se completan, ofreciendo un ejemplo concreto del fracaso o surgimiento eclesial a que se alude en 10, 1-12. La misión de reino se constituye en forma de hospitalidad fundante, en ciudades y casas. No es un ejercicio de enseñanza teórica o de adoctrinamiento místico sino de acogida y comunión inter-humana, en el camino que lleva hacia el éxodo/ascenso de Jerusalén (hacia la misión universal). Volvamos desde aquí a las dos escenas ejemplares:

* 9, 52-56. Historia de la aldea samaritana: ejemplo de no acogida y de respuesta violenta. Los protagonistas son los habitantes de la aldea (varones y mujeres) que no reciben a Jesús y los discípulos ambulantes de Jesús (primero en general, luego personificados en Santiago y Juan) que responden queriendo destruir la aldea, pidiendo que baje el fuego escatológico a quemarla.

-Los habitantes de la aldea aparecen así de manera innominada, como signo de todos aquellos que se oponen al evangelio, es decir, al camino de ascenso hacia Jerusalén, con todo lo que eso implica de gratuidad y entrega de la vida. No se dicen si están encabezados por alguna persona en concreto, no se citan sus representantes (ancianos, letrados, sacerdotes), aunque parece evidente que los tienen.

-Por el contrario, los discípulos violentosaparecen personificados en aquellos a quienes la tradición ha tomado en general con representantes de una línea eclesial dura (Santiago y Juan).

 El texto supone que unos y otros, samaritanos y discípulos zebedeos, se mueven a un mismo nivel (de no acogida y respuesta violencia), en plano de conflicto antiguo, de guerra histórica o escatológica. Situándose por encima de unos y otros, Jesús resuelve el conflicto, superando la lucha en línea de no confrontación, de alejamiento. Este rechazo de Santiago y Juan podría presentarse como anuncio del rechazo de Marta que veremos en 10, 42, aunque en contexto totalmente distinto.

* 10, 38-42. Historia de Marta y María. Acogida y conflicto intra-eclesial. 

Por ahora destacamos sólo el paralelo con el texto anterior: Jesús entra en una aldea y una mujer llamada Marta le recibe... Frente a los samaritanos aparece ella, como representante de una aldea (cosa que resulta aún más evidente si la frase en su casa resulta un añadido). Aparece así claro el carácter social de la figura de Marta.

Es evidente que ella no puede actuar en nombre propio, como persona privada (nada hay privado a ese nivel en una aldea judía), sino que ha de hacerlo como representante de la aldea en su conjunto. Ella sólo puede recibir y recibe a Jesús en nombre del conjunto social, en gesto de servicio positivo que marcará el sentido de todo lo que sigue.

 Itinerancia (72) y casa (Marta y María) Toda la iglesia.

El problema del texto no estará ya en saber si ella recibe o no recibe a Jesús, si le sirve o no le sirve (cosa que hará sin duda alguna), sino en precisar el modo en que lo hace. Para plantear ese nuevo tema Lucas le dará una hermana. Pero no adelantemos la escena.  

En un primer nivel (desde el paralelo de 9, 52-56), el texto contrapone a los Setenta y dos (enviados de Jesús), que son la iglesia itinerante o misionera, y a los habitantes de la aldea que reciben o no reciben a Jesús. Sólo recibiendo a Jesús, estos últimos, se convierten en iglesia ,es decir, en comunidad estable, según un modelo común a todo el NT.

La misma comunidad o aldea que recibe a Jesús (o a los enviados de su grupo) mientras realiza la obra de su reino (en gesto de éxodo o ascenso a Jerusalén) es la primera forma estable de iglesia. En este contexto es bueno que volvamos a recordar los dos aspectos de la iglesia: el itinerante (enviados) y el estable (aldea, casa):

* Solemos identificar la iglesia itinerante con varonesconforme a una visión usual de los Doce, hombres todos ellos (cf. 9, 1-6). Pero Lc 8,1-3 ha mostrado que esa iglesia está formada también por mujeres que acompañan a Jesús y le sirven (o sirven al grupo, según las lecturas posibles del texto, que después estudiaremos, al comparar 8, 3 y 10, 40).  

* También solemos identificar a la iglesia que acoge con mujeres, conforme a una visión que ha sido popularizada por la imagen de la "iglesia esposa" (tal como ha culminado en Ef 5, 22-30 y Ap 21-22). Pero tampoco esta visión puede universalizarse, a pesar de que nuestro texto presente a dos mujeres (Marta y María) como representantes del conjunto de la iglesia acogedora o de la casa. En otros pasajes de Lc donde se dice que Jesús es recibido en una casa (signo de iglesia) es propia de un varón, no de una mujer (cf. 5. 27-32; 7, 36-50; 19, 1-10 etc.).

 Desde aquí podemos evocar otros aspectos significativos de la acogida. La iglesia puede definirse como la comunidad o grupo de aquellos que "reciben" a Jesús, como hemos visto al evocar la teología de la misión y surgimiento eclesial de Lc 10, 1-12. Frente a la aldea de los samaritanos que no recibe a Jesús (9, 52-56), frente a las aldeas o ciudades de Galilea que en el contexto posterior aparecen rechazándoles (10, 13-16), eleva Jesús su palabra de gozo por aquellas que han recibido a sus discípulos (que le han recibido a él mismo; cf. 10, 17-24).

 * Jesús entró en una aldea (kome). Aldea es una agrupación humana bastante pequeña, que carece de independencia administrativa (propia de las ciudades) y que se extiende básicamente en un contexto agrícola, no urbano. Propiamente hablando, en Galilea no había ciudades (polis) sino aldeas (kômai). Así lo presupone Lucas, situando la escena en un contexto de vida campesina, de pequeñas comunidades dispersas por el campo, antes de la gran misión helenistas y/o paulina que extiende el evangelio por las grandes ciudades del oriente mediterráneo.

Una mujer, llamada Marta le recibió. No le recibe en un lugar privado, ni es una casa muy específica, a nombre individual, sino en una aldea. Ella aparece, al menos simbólicamente, como representante del grupo, como persona de autoridad. Es muy posible que Lucas esté proyectado en la Galilea campesina del tiempo de Jesús las condiciones sociales de una mujer rica del mundo greco-romano, con independencia económica y social. Sea como fuere, una mujer que recibe a Jesús en la aldea, en contexto dramático de anuncio del reino, allí donde los samaritanos le rechazan aparece como persona de autoridad.  

Así aparecen, frente a frente las dos figuras:

  * Jesús, mensajero del reino, subiendo a Jerusalén, para realizar allí su éxodo. Es evidente que todos los que quieran participar de su camino deben recibirlo, convirtiendo así su aldea o casa en "iglesia", en comunidad mesiánica.

Marta, una mujer cuyo nombre en arameo significa la Señora (en palabra de la misma raíz de Mar, Maran, Señor), como aquella que le recibe. Ella aparece como representanta de la iglesia que sirve al Señor Jesús, sirviendo o acogiendo a sus hermanos.

Si la narración acabara aquí tendríamos un paradigma muy sencillo de acogida eclesial: cierta comunidad cristiana, simbolizada por una mujer, recibió y recibe al Señor en el camino del reino. Pero resulta evidente que Lucas no ha narrado este pasaje solamente para decir algo tan obvio: que una mujer representa a la iglesia que recibe a Jesús. Aal llegar aquí, narración tiene que complicarse y profundizarse; sólo de esa forma puede convertirse en paradigma o ejemplo verdadero de la vida de la iglesia. Así sucede con la intervención de la segunda hermana.

Tenía esta una hermana, llamada María, que sentada a los pies del Señor... (10, 39a)

Significativamente, el texto no ha precisado más la función de Marta. De ella sólo se ha dicho que "recibe" a Jesús[9], como lo haza Zaqueo en 19, 6. Pero, en contra de lo que sucede con Zaqueo, ella no dialoga directamente con Jesús sobre problemas de organización o riqueza, sino que lo hace a través (a causa) de su hermana, María, a quien ahora vemos escuchando a Jesús. 

Así aparecen enfrentadas dos hermanas, por razón de un mismo hombre, en paradigma que encontramos con cierta frecuencia en la literatura (y en la misma historia humana). Son infinitos los relatos de dos hombres que se enfrentan por razón de una mujer... También son abundantes los relatos de mujeres (y hermanas) que se enfrentan por un hombre... o por el hijo que ese hombre les puede conceder.[10]

Este modelo de amigas-hermanas rivales ha recibido especial atención en la Biblia Hebrea, donde normalmente la causa del conflicto no es la lucha por el amor del hombre (al que puedan compartir, en matrimonio polígamo), sino por el hijo heredero, pues sólo el heredero ofrece a la madre el estatuto de señora (gebira), como indica bien la historia hebrea  

  * Sara y Agar. No son parientes, sino una mujer libre (Sara) y su esclava (Agar), vinculadas al mismo marido (Abrahán) cuyo favor quieren conseguir, por medio del hijo que aparece como expresión de dignidad y de poder, tanto para una como para la otra. La tensión se resuelve cuando la mujer libre logra expulsar del hogar a la esclava con su hijo, quedando ella como única agraciado. Esta historia ha sido "espiritualizada" por la tradición judía y cristiana, que ha visto simbolizadas en la libre y esclava dos momentos o formas acción de Dios (cf. Gal 4, 21-5,1).  

Lía y Raquel. El mismo tema de las dos mujeres que litigar por un mismo varón reaparece en la historia de Jacob, con la particularidad de que aquí las dos son libres y hermanas (como Marta y María). Además, lo que está en discusión no es sólo el tema de los hijos sino también el amor del mismo varón.  

 * Penina y Ana. Son dos mujeres libres, pero no hermanas. Ambas son esposas de un mismo varón, Elkana (Sam 1-2). Una es fecunda, otra estéril. Una posee la autoridad que le dan los hijos, con el trabajo que ello implica; la otra no tiene trabajos que realizar y sólo cuenta con el amor del marido que la quiere de un modo especial.

 * Isabel y María aparecen también vinculadas en forma positiva y sin conflicto en Lc 1. Ellas no son hermanas, sino primas. No buscan el favor de un solo hombre, pues cada una tiene su marido (o desposado). No son madres rivales sino aliadas, en un camino donde los dos hijos (profeta y mesías) podrán completarse.  

*Marta y María Es normal que las dos mujeres vengan a situarse en perspectivas distintas, como signo de posible tensión eclesial.Es evidente que el verso anterior (10, 38) ha presentado a Marta como figura positiva, en oposición a los samaritanos que no reciben a Jesús.   Pero a partir de ella, el texto desarrolla la figura de su hermana María. Pues bien, a la luz de todo lo anterior, el término hermana (adelphê) puede interpretarse de dos formas:

* María puede ser hermana de Marta en el sentido familiar, de sangre (conforme a la interpretación usual, recogida por Jn 11, donde ellas tienen un tercer hermano llamado Lázaro)Si entendemos el texto así podemos suponer que María es más joven: no aparece como "dueña" de la casa (no ha recibido a Jesús), aunque puede realizar y realiza una función importante. Parece subordinada (es menor), pero da la impresión de que puede ocupar el lugar más importante en la vida (y corazón) del único varón de la escena.  

 * María puede ser hermana en sentido eclesial. Esta es la visión que resulta más coherente con nuestra lectura anterior del pasaje (recibir a Jesús, fraternidad eclesial). Ciertamente, la palabra hermano puede recibir su sentido literal en Lc-Hech (cf. Lc 14, 26; 20, 28-29; Hech 12, 2; 23, 16), pero también posee un sentido más extenso: son hermanos los miembros del pueblo judío (cf. Hech 7, 2. 26; cf. 9, 17) y de un modo especial los cristianos (cf. 1, 15; 11, 29; 15, 3; 16, 2.40; 21, 7). Todo nos permite suponer que Marta y María son hermanas en ese último sentido: son creyentes que comparten una responsabilidad especial en la comunidad.

Así podemos pasar a María, que aparece en situación de discípulo, sentada a los pies del Señor o Kyrios (10, 39), escuchando directamente su palabra (no a través de su marido, como debería suponerse a partir de textos como 1 Cor 14, 34-35; 1 Tim 2, 11-12). El mismo título que recibe (Kyrios) nos muestra que Jesús nos es el puro hombre histórico individual, amigo o marido discutido, sino el Señor pascual, presente por un lado en la iglesia misionera y por otro en la iglesia que le recibe.  En el fondo de la escena aparece el paradigma judío de los discípulos sentados en torno a un maestro para escuchar y aprender juntos la Ley. Pero aquí, en lugar de un grupo, de varones se sienta solo ella, como signo del conjunto de la nueva comunidad de acogida mesiánica y de escucha de la palabra que es la iglesia.  

* Palabra del Kyrios, no Ley de Israel. María recibe y hace suya la Palabra del resucitado, que es el mismo Jesús que subió a Jerusalén para morir. Ella no estudia la Ley de Israel, como los aspirantes al rabinato judío, no cursa unos estudios de tipo académico en torno a un libro canónico, sino que sienta al lado de un hombre, en actitud de de diálogo personal. El mismo Jesús resucitado, presente en la comunidad, es fuente y sentido de toda "palabra", es la verdad de Dios hecha persona. Él mismo es quien instruye a la comunidad, representada por esta mujer, "sentada a sus pies", es decir, en cercanía acogedora, no de perdón agradecido, como la otra mujer de los pies (Lc 7, 36-50), sino de acogida comunicativa.

Una mujer. La que escucha la Palabra del resucitado, acogiéndole en su vida entera y no sólo en la casa como Marta, es una mujer, en signo que rompe el modelo usual judío e incluso cristiano de la vida. Dentro del judaísmo es raro encontrar a la mujer como "discípula": la función de la acogida y estudio de la Ley tiende a considerarse cuestión exclusiva de varones. También en la iglesia primitiva ha existido la tendencia a un monopolio de la Palabra de parte de los hombres, como pudiera indicar el hecho de que los ministros de la palabra sean los Doce (varones) y como testifican, sobre todo, los textos arriba citados sobre el silencio de la mujer en la iglesia (cf. 1 Cor 14, 34-35; 1 Tim 2, 11-12).  

La diaconía o "episcopado" de Marta (10, 40a).

 Nuestra escena no divide a la mujer en las dos tareas opuestas y complementarias, de actividad sin palabra (Marta) y de palabra pasivamente escuchada, sin posible actividad ministerial (María). Pero a fin de precisarlo debemos pasar ya a la función y protesta de Marta. 

 Marta ha recibido a Jesús (en su aldea y/o casa), pero luego descubrimos que es María, su "hermana", quien le atiende, haciéndole compañía, escuchando su palabra. Así se distinguen dramáticamente las dos funciones. Empezamos por la de Marta, mirada desde la perspectiva del narrador y desde ella misma.

 * Queja de Marta (10, 40b).El narrador deja la palabra a Marta, de manera que ella misma es quien se queja del trabajo ante el Kyrios, acusando de algún modo a su hermana, porque le ha dejado sola! Ella eleva su voz ante Jesús, a quien toma como árbitro o juez entre las dos hermanas. Es Jesús la causa del conflicto; ante él se dividen las dos hermanas, queriendo ambas servirle, de maneras diferentes. Evidentemente, en un sentido Marta tiene razón: el trabajo se podría y debería haber repartido entre las dos hermanas... Si ella está dividida y distraída es por culpa de María, que le ha dejado sola.

 Prestemos atención a este abandono de Marta, que se siente fatigada porque debe realizar todo el trabajo... 

Podemos suponer que Marta no habla por sí misma. Ella eleva su voz en contra de todas las situaciones de injusticia, fundadas en el hecho de que algunos "dejen de lado sus obligaciones", haciendo así que otros deban cargar en sus espaldas todo el peso de los trabajos y servicios de la comunidad.

Marta protesta en nombre de todos los dicen esforzarse trabajando por el bien de los demás. Es evidente que a un nivel ella tiene razón: su voz sigue siendo la voz de la justicia de este mundo. Por eso quiero situarme en su punto de vista, tomando como propia la voz de tántas mujeres (y varones) que se sienten discriminadas y humilladas con el trato que después recibe Marta, en la contestación de Jesús. 

* Pero María ha abandonado de trabajo o servicio comunitaria   para sentarse a los pies de Jesús y escucharlesin hacer otra cosa.

Sin duda alguna, ella puede llamarse "desertora". En sentido general, su actitud puede resultar positiva: es una mujer liberada que tiene el privilegio de dedicarse al cultivo de la Palabra, escuchando a Jesús. En un sentido, María sólo puede estar ociosa (ser contemplativa) a costa de su hermana: su "lujo" de mujer centrada en la palabra se vuelve fuente de esclavitud (de mayor servicio) para Marta.

 * Marta no está "distraída" porque quiere, sino porque le han dejado sola... Ella necesita que su hermana le ayude porque así lo requiere el ritmo de servicios de la comunidad. La acogida de Jesús se ha convertido para ella en fuente y principio de mayor trabajo. No está "distraída" por su capricho, o por el deseo de ganar dinero o de obtener ventajas, sino por la misma acogida de Jesús. Es como si el mismo evangelio se convirtiera para ella en principio de un servicio que distrae y dispersa y enfrenta a los hermanos. El mesianismo (la venida de Jesús) se ha vuelto para ella fuente de trabajo y de disputa con su hermana. 

El problema de fondo es el sentido y urgencia de la mucha diaconíaque Marta debe realizar a solas, porque se hermano no le ayuda. El texto dice que Marta ha recibido a Jesús (es la su casa), preocupándose de atenderle. Normalmente solemos interpretar esa atención en línea de asistencia doméstica: limpiar la habitación del huésped, preparar la comida, servir la mesa... Eso significaría que ella actúa simplemente a modo de criada doméstica.

Pero si miramos el texto con más detención es muy improbable este sentido de criada: una simple criada doméstica no recibe en casa al Señor (quien le recibe es la señora); además, el sentido principal de servir (diakonein, diakonía) en el NT y sobre todo en Lucas (Lc-Hech) no es atender a la mesa a modo de simple criado/a, sino realizar una tarea ministerial en nombre de y/o por encargo de la comunidad o de sus autoridades.

Mujeres con Jesús. Diaconía de la iglesia.

Las mujeres Lc 8, 1-3  acompañan a Jesús y los Doce y algunas mujeres le (les) servían con todo lo suyo. Esas mujeres no son simples criadas de los Doce sino representantes de Jesús, personas que realizan su servicio de reino, como ministros de su obra. El texto supone además que los Doce y las Mujeres se sitúan al mismo nivel, formando parte de la comunidad itinerante de Jesús, lo mismo que se supone en Hech 1, 13-14 (en referencia a la comunidad primera de Jerusalén).

Una vez que llegamos aquí pueden hacerse algunas diferencias. De los Doce sólo se dicen que van (o están) con Jesús. De las mujeres, en cambio, se añade que han sido curadas por Jesús, lo cual puede aludir al hecho de que antes se hallaban enfermas-impuras o necesitadas; pero alude todavía a un rasgo mucho más profundo: ellas se encuentran ya curadas y pueden realizar la tarea de Jesús. Así lo hace, pues el texto continúa diciendo que le/les sirven con sus bienes o posesiones.[15]

Se supone, por tanto, que son mujeres de cierta fortuna e independencia económica al menos relativa y que ponen lo que tienen al servicio del evangelio. Jesús no les pide que vendan lo que tienen y lo den a los pobres (como en el caso del rico principal de 18, 18-23) para seguirle, sino que ellas sirven a Jesús y/o a su comunidad, sosteniéndola con sus bienes. Estamos probablemente ante un modelo relativamente usual de mujer piadosa y rica (independiente), que se convierte a una nueva comunidad (sea al judaísmo, sea al evangelio de Jesús) y que pone sus bienes al servicio de esa nueva comunidad religiosa.

En ese mismo trasfondo de mujeres ricas se entiende también la acogida de Marta. Ella aparece como una mujer que puede acoger a Jesús y que le sirve con sus bienes. Evidentemente no es una "criada" o sirviente, sino la dueña de la casa (o la representante de la comunidad). Su diaconía o servicio ha de entenderse en plano de ayuda económica y acción social.

Desde ese fondo debe entenderse nuestro texto: la mucha diaconía que distrae a Marta puede hallase vinculada no sólo a los trabajos de la organización doméstica (comida, limpieza), sino también a los de la organización y misión eclesial (predicación, administración de la comunidad). 

Diaconía/obispado de Marta. Intermedio teórico (10, 40b).

             Detengamos un momento la escena. Antes de escuchar la respuesta de Jesús, que resuelve la cuestión defendiendo a María, podemos y debemos evocar las diversas formas de división social que se han dado en los grupos humanos. Partiendo de ellas podremos entender mejor el problema suscitado entre Marta y María.

Empecemos por la división más usual, que ha venido haciéndose en la iglesia católica en estos últimos siglos. Según ella, el texto se aludiría sólo a las mujeres, presentando a Marta y María como dos formas de vida femenina. Los hombres quedarían fuera, representados en el fondo por Jesús-Varón, esposo de ellas (como parecía suponer Ef 5). Desde esta perspectiva pueden distinguirse dos tipos de mujeres:

La mujer trabajadora, al servicio de las cosas de los hombres (especialmente de los varones). En sentido estricto, ella sería la "criada" de la casa: sirve para mantener el orden, para cuidar del hogar y de la vida, mientras los hombres (como Jesús) van y vienen. Ciertamente, es una mujer dividida, que se cansa y protesta en contra de su suerte, acusando a su "hermana" ociosa.

La mujer contemplativa, al servicio de las cosas de Dios… La mujer que piensa, que es la teóloga… liberada para el servicio intelectual, pensante…. El evangelio aparece para ella como liberación: le ofrecen una palabra interior que acoge y cultiva. De esa forma se libera del trabajo, pero no para ser dueña de sí misma en libertad creadora, organizando el mundo, sino para hacerse contemplativa, siguiendo un camino místico entendido como liberación para el Señor. 

Así ha leído este pasaje una larga tradición eclesial, dividiendo a las mujeres en trabajadoras (para servicio de la comunidad y, sobre todo, de los hombres) y en contemplativas-monjas (para servicio de Dios). Esta división puede emplearse en un nivel, pero estrictamente hablando ella resulta insuficiente, tanto por lo que dice sino por lo que omite.

Conforme a Lc 10, 38-42, ni Marta es criada de los hombres, ni María contemplativa. Ellas representan, de manera tipológica (alguien diría en syncrisis) dos rasgos importantes no de las mujeres en sí, sino de las mujeres en cuanto signo de todos los miembros de la iglesia. Marta y María son espejo del conjunto de la comunidad. Desde ese fondo, teniendo en cuenta la unidad y división de funciones eclesiales, podremos avanzar en el estudio del pasaje.[16]

Para ello queremos situarlo en el transfundo de la división tripartita de las funciones sociales que han puesto de relieve los estudiosos de la cultura indoeuropea. Tanto Roma como Grecia, la India de las castas como la Europa medieval cristiana han puesto de relieve tres funciones sagradas, vinculadas con tres dioses o principios religiosos: 

* Los sacerdotes y/o sabios mantienen el orden sacral (Brahmanes). Ellos forman la casta primera, que Platón ha vinculado con la sabiduría, es decir, con la contemplación del misterio. En un momento determinado ellos, los clérigos o letrados, expertos en divinidad o magia aparecen como dirigentes del orden social.   de la comunidad de Jesús.

Los guerreros y/o nobles (los ksatriyas de la India) mantienen el orden social. Ellos forman la casta que Platón ha vinculado con el valor, es decir, con la entrega de la vida al servicio de la estabilidad social. Es normal que en un momento determinado, que Roma vincula con el surgimiento del imperio, ellos aparezcan como dirigentes de la sociedad.  

* Los trabajadores, que producen bienes de consumo, están vinculados en general a los labradores y comerciantes. En algunas sociedades antiguas (como en Israel) ellos pueden aparecer como libres, ejerciendo, al mismo tiempo, función como soldados... Pero en otras más estamentales ellos se vuelven "siervos" en el sentido radical de la palabra: quedan sometidos a los otros dos estamentos, trabajan para ellos. Las revoluciones modernas (francesa, soviética) han querido hacerles los gestores de la sociedad. Entre ellos se podría situar en nuestro texto Marta. 

El agobio de Marta:

Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: "Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano."Pero el Señor le contestó: "Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán.

             El tema responde a la situación de la iglesia en tiempos de Lucas (final siglo I d.C.), pero recoge la problemática del siglo XXI, con una iglesia de obispos  a los que Jesús acusa de hacer cosas secundarias (y a veces malas) sin escuchar ni amar como María.   No es un conflicto entre hombres y mujeres, como se ha supuesto después…, conforme a una mala interpretación de todo el Nuevo Testamento.  Es un conflicto entre grupos que quieren mandar y otros que han de estar sometidos. Éste es un conflicto que aparece a lo largo y a lo ancho de todo el evangelio, es un conflicto de poder, puro y duro como seguiremos viendo.  

Conflicto en la iglesia. Acusación de Marta (10, 40b)

  La acusación de Marta, diciendo que María la abandona en el trabajo y pidiendo a Jesús que le reprenda, nos sitúa en el centro de un conflicto eclesial en torno a poderes y servicios. Ciertamente, Lucas sabe que existe una causa de conflicto intra-eclesial: la búsqueda de poder: ¿Quién es el más grande? Significativamente (defendiendo la memoria de los apóstoles), él ha omitido la tradición donde se hablaba del deseo de poder de los zebedeos (Mc 10, 35-40; Mt 20, 20-23), pero el tema de fondo sigue siendo el mismo: es un tema de poder. Lucas sabe que los discípulos han buscado los primeros puestos, queriendo establecer una sociedad jerárquica donde ellos mismos sean los privilegiados; y sabe que Jesús ha respondido, diciendo que es preciso hacerse niños (pequeños) para así volverse grandes. (Lc 9, 46-48). En ese fondo se sitúa nuestro texto. Por eso lo citamos en tercer lugar, después de haber presentado otros dos pasajes donde Lucas alude a las disputas eclesiales por causas del "servicio":

* Lc 24, 24-30. Disputa sobre la grandeza. En el contexto más solemne de la vida de Jesús, el día de la ultima cena, ha situado Lucas la discusión de los discípulos de Jesús sobre quien de ellos parece ser más grande (22, 24). Ha culminado el camino del mensaje, están en Jerusalén, y cuando resulta que debían haber resuelto todos los problemas de este tipo, ellos disputan buscando grandezas y poderes.

 Jesús les responde acudiendo a la comparación del servicio en la mesa y pidiendo a los discípulos que se vuelvan servidores o diakonos de los demás, pues él mismo ha querido comportarse en medio de ellos como el servidor. [1] Así ha venido a comportarse dentro de la iglesia como auténtica Marta (si este nombre vale). Por eso, lo que Marta realiza en 10, 38-42 al servicio de la comunidad pertenece al misterio de Jesús. El problema no estará por tanto en servir, sino en la forma de hacerlo. Una vez y para todas, Jesús ha elevado en la iglesia, en el momento más solemne de su cena de despedida, el ideal y ejercicio del servicio, convirtiéndolo en clave de su vida. Por tanto, toda división parcial entre mujeres servidoras y hombres jerarcas, entre martas trabajadoras y marías contemplativas resulta contraria al evangelio.  

Hech 6, 1-7. Disputa en torno al servicio: mesas y palabra. El problema de la iglesia no es el servicio, sino el no servicio, o la manera partidista de realizarlo. Así lo muestra este pasaje que recrea, dentro de la obra general de Lucas y en ámbito de iglesia, los motivos que hemos descubierto en el nuestro (en Lc 10, 38-42).

Los "helenistas" (judíos de lengua y cultura más griega) murmuran contra los "hebreos" (comunidad oficial de Jerusalén, de lengua aramea, centrada en los Doce) porque sus "viudas" quedan relegadas en el servicio diario, es decir, en la asistencia personal (Hech 1) La disputa la resuelven los Doce, afirmando que ellos deben mantenerse fieles a la oración y al servicio de la palabra (en una línea que parece propia María) y pidiendo que la comunidad reunida elija a Siete personas responsables del servicio de las viudas y las mesas (es decir, en una obra que parece más cercana a la de Marta).

Como vemos, el problema de Hech 6 sigue siendo el de Lc 1o, 38-42, pero de algún modo se ha invertido: los helenistas no protestan porque tienen mucha diaconía (como Marta), sino porque ella no está bien realizada, porque las viudas (servicio personal) y las mesas (servicio alimenticio) no están bien atendidas.

En contra de lo que sucede en Lc 10, 38-42, el libro de los Hechos resuelve el problema dividiendo las funciones (los Doce se siguen encargando del servicio de la palabra y los Siete de las mesas) de una manera que acaba resultando irónica o, quizá mejor, paradójica. Lucas sabe, por un lado, que el servicio de mesas y palabra resulta inseparable, pues los Siete de las mesas, a quienes ordinariamente se llama los diakonos (olvidando que la diaconía pertenece también el servicio de la palabra: cf. Hech 6, 4), realizan inmediatamente un ministerio en línea de palabra.

 Por otro lado, los pioneros de la apertura universal de la iglesia no han sido los Doce (encargados "oficialmente" de la Palabra), sino los Siete: la Palabra del evangelio sólo ha podido extenderse allí donde se realiza el servicio de las viudas y las mesas: la misión cristiana se ha extendido y realizado precisamente a través de los helenistas, es decir, de los servidores, como sabe el resto de Hechos. Han sido ellos, los representados por la Marta de 10, 38-42, los que han extendido de verdad la iglesia.

Eso significa que la disputa en torno a palabra y servicio resulta por un lado normal y por otro ella no puede conducirnos a una división nítida de funciones (por un lado ministerios sociales, por otro contemplativos o de la palabra), pues no existe en verdad tal ruptura. Significativamente, en este pasaje, tanto los Doce (palabra) como los Siete (mesas) aparecen personificados en varones. En el fondo, el poder eclesial está vinculado al servicio y palabra. 

 * Lc 10, 38-42. Marta y María, servicio y palabra. Nuestro texto reasume el esquema de Hech 6, volviendo a contar de algún modo la misma historia de conflictos eclesiales, pero lo hace con algunas diferencias fundamentales que debemos resaltar: una referida al sexo, otra al estilo narrativo. Hay una diferencia de sexo. Los representantes de la iglesia son dos mujeres: ellas ocupan el lugar estructural de los Siete (Marta) y de los Doce (María), aunque sus funciones no se identifiquen sin más con las de ellos. Sólo de esta forma, a modo de parábola, superando un esquema historicista (definido en Hechos de forma masculina), dentro del evangelio, Lucas ha podido evocar el tema de los servicios eclesiales (simbolizados en otro contexto por los Doce y los Siete) desde la perspectiva de dos mujeres. Ellas representan al conjunto de la iglesia (igual que los Doce y Siete de Hech 6), apareciendo así como espejo de la comunidad cristiana.

Hay también una fuerte diferencia narrativa. Hech 6, 1-7 parece una etiología histórica que, asumiendo algunos datos realmente sucedidos, reinterpreta la historia cristiana y presenta la primera división de funciones dentro de la iglesia primitiva. Por el contrario, Lc 10, 38-42 es una historia parabólica fundante; los posibles datos reales de fondo son aquí muy secundario. La realidad e importancia del texto viene dada por la forma en que Jesús interpreta los servicios a partir de estas dos mujeres.

Lo que Hech 6 narraba en forma masculina (Doce varones hebreos y Siete helenistas), ha querido reinterpretarlo Lc 10, 38-42 desde el simbolismo de las dos mujeres. Lo que antes no podía decir lo dice ahora, presentándolas a ellas (dos mujeres) como signo de las tareas eclesiales, realizadoras de los dos "ministerios" básicos de la comunidad cristiana.  

Respuesta de Jesús. María ha elegido la mejor parte (10, 41-42)

 El conflicto es semejante en Hech 6 y Lc 10, pero las soluciones son distintas, según el contexto y finalidad de cada pasaje. Por eso resulta peligroso absolutizar uno de ellos, tomándolo en exclusiva o aislándolo del contexto. Los matices son distintos en cada caso:

*En la disputa de la Última Cena Jesús mismo se identifica comodiáconofundante de la iglesia, interpretando el evangelio a modo de servicio a los demás (cf. 22, 24-30); en ese contexto no existe más palabra que la entrega de la vida, ni más función eclesial que la preparación y gozo del reino expresado en la imagen del servicio de las mesas, el banquete que Dios ofrecer a los humanos.

En la disputa de hebreos y helenistas, al comienzo de la historia de la iglesia,Hech 6 ofrece una respuesta de compromiso y colaboración: servidores de la palabra y de las mesas deben realizar su propia tarea para bien del conjunto de la iglesia. Ambos aspectos resultan inseparables, de manera que el servicio de la palabra sin la comunión de las mesas termina siendo estéril.

 * La disputa de Marta y María retoma esos motivos y los sitúa en una perspectiva más personal, fijándose en la actitud de cada protagonista más que en la obra externa que realizan. Es evidente que el Jesús de Lucas no puede ir en contra de la diaconía o servicio humano, que él ya visto en los restantes casos como centro de la vida de la iglesia. Pero quiere matizar y matiza sus riesgos, poniéndose de parte de María, la oyente de la palabra.  

Todo lo ya dicho nos permite suponer que las figuras de Marta y María se encuentran contrapuestas de un modo tipológico, para destacar el riesgo de un hacer sin escuchar, de una organización y servicio eclesial que se separa de la fuente de vida del encuentro personal con Jesús. Aquí no se habla del riesgo de María (un posible escuchar sin hacer), sino del riesgo de Marta. Para ella habla Jesús, no para condenarla (como a los de Lc 13 25-28), sino para ayudarla a profundizar en la hondura humana, dialogal, amante del auténtico servicio cristiano: 

Marta, Marta, te preocupas y estás perturbada por muchas cosas  (10, 41b). Ella quería que Jesús hiciera ver a María su falta de cordura (su comodidad), obligándola a ayudarla en su tarea. Pues bien, Jesús responde de manera inversa y, en vez de enfrentarse a María, se enfrenta con la misma Marta, mostrándole la raíz de su inquietud.

Indiquemos ya desde ahora que el final externo de la escena queda abierto: podemos y quizá debemos suponer que Marta empieza por sentarse a los pies de Jesús, con María y que después las dos (los tres: Jesús se incluye) realizan los servicios más externos. Jesús no dice a Marta que siga "trabajando", condenándola a ser una esclava perpetua de sus labores, ni a María que siga por siempre sentada, sin que destaca para las dos (para Marta y María) el valor de una escucha personal de la palabra.

Y así volvemos de nuevo a la trama de la escena. Jesús no rechaza ni condena a Marta (no la expulsa de su ministerio), pero le recuerda el riesgo de dispersión en que se encuentra: su afán por el servicio (organización eclesial y perfección externa de las obras) puede separarle de la raíz de la Palabra, de la fuente del Señor. Este es el riesgo de unas obras que escindidas del manantial de la gracia (del evangelio) pueden convertirse en nuevo legalismo. 

De esa forma reasume Jesús una temática que ha expuesto ya de un modo general en 12, 22: "por eso, yo os dicho que no os preocupéis (con merimnate, la misma palabra de 10, 41) por la vida, qué comeréis...".

 Eso significa que Marta no está condenada a ser eternamente "marta ansiosa", fatigada y perturbada por las obras, en trabajo sin fin (como un Sísifo o Tántalo obligado a esclavitud sin fin). Jesús la invita a superar la ansiedad de su trabajo, a sentarse con María, a compartir la palabra. Todos aquellos exegetas eclesiales (y son muy numerosos) que han querido que Marta siga siendo siempre "marta", trabajadora sin palabra, mujer sin intimidad de diálogo personal con Jesús, desconocen la dinámica más honda del pasaje, van en contra del Jesús de Lucas.

Marta sirve a Lucas para mostrar el posible carácter destructor de una preocupación o trabajo en el campo de la diaconía eclesial. Ella corre el riesgo de reproducir en formas eclesiales (en perturbación intra-cristiana) un tipo de actitud que Lc 12, 12 condena luego en clave general. Ciertamente, Lucas sabe que la diaconía es necesaria, pero puede introducirse dentro de ella un tipo de preocupación destructora, que destruye no sólo a sus agentes, sino también a sus destinatarios: servir sin amor (sin palabra) termina degradando, enloqueciendo, a servidores y servidos.

* Una (sola) es necesaria(10, 42a). Frente a lo mucho que perturba a Marta, sea en sentido intensivo (diakonía fuerte: pollên) o extensivo (muchas diakoníasperi polla), Jesús destaca el valor de una una sola necesaria. Según Lc 12, 31 (cf. Mt 6, 33) esa cosa necesaria es la búsqueda del reino; siguiendo en esa línea, Lc 18, 22 añade que para conseguirlo (alcanzar la vida eterna) es necesario dejar todo (vender todo, abandonar los antiguos trabajos y tareas), para dárselo a los pobres y seguir a Jesús en el camino.

Eso es lo que María está haciendo: ha dejado todo y se ha sentado a los pies de Jesús, para escucharle (dándolo todo a los pobres y siguiéndole en la única cosa necesaria de su reino). Esta unidad (que define a María) se expresa en la búsqueda del reino y en el seguimiento de Jesús y se contrapone a la multiplicidad de las tareas ministeriales que siguen perturbando a Marta, incluso dentro de la iglesia.

Da la impresión de que Marta sigue interpretando el evangelio en la línea de las muchas obras, de la inquietud y perturbación por el trabajo, como si el mundo se salvara a través de las acciones ansiosas de los hombres y mujeres de la tierra. De esa forma, ella corre el riesgo de reintroducir dentro del servicio eclesial (por otra necesario, pues hay que dar todo a los pobres) las formas de vida e inquietud del mundo, la lógica de un trabajo que destruye la gracia de la vida.

La única cosa necesaria no puede entenderse a nivel de pura contemplación "helenista" (sentarse y meditar en forma transcendental, sin hacer nada), sino de acogida de Jesús, para dar todo a los pobres y seguirle en el camino, cumpliendo su palabra. Por eso, la escucha de María no se opone al "hacer", si no a un tipo de hacer sin gratuidad que destruye a quien lo ha realizado (y que ignora el valor personal de aquellos a quienes se dirige).

Recordemos que esta palabra se dirige a Marta. Para realzar bien su ministerio, ella debe ponerse a los pies de Jesús como oyente personal, en escucha de la palabra, en elección y transformación interna.

Lo que Jesús quiere de Marta no es el servicio externo (que lo podría hacer un puro esclavo o actualmente una máquina). Lo que Jesús quiere es su entrega personal, su comunicación humana. Para ello ha de sentarse como María, recreando su vida desde el nivel de la palabra.

Por otra parte, para que su escucha resulte evangélica, María debe levantarse después y cumplir la palabra de Jesús en el camino, sirviendo en la iglesia a los hermanos. Verá el lector que estamos entendiendo la escena de una forma parabólica, poniéndole un final que ahora no tiene (y que la iglesia, en general, no le ha dado): las dos hermanas se sientan y escuchan, las dos luego se levantan y trabajan juntas, en gesto de comunicación personal.

* En efecto, María ha escogido la parte buena (10, 42b). Frente a las muchas cosas que perturban por ahora a su hermana, ella ha escogido la parte buena... No se la han impuesto: no es una esclava callada, obligada a obedecer, mujer objeto a quien la turba ordinaria de varones a comprado y pagado para que les escuchen en sumisión sexual, sino que ella ha elegido (exelexato).

Jesús no quiere oyentes a la fuerza, no necesitan mujeres que le atiendan, como criadas de lujo, sumisas a su voz de amor (como vestales antiguas de Roma o vírgenes del Sol andino) sino personas (mujeres y/o varones) que escojan este nuevo y más alto tipo de servicio que consiste en la escucha de la Palabra de Dios, es decir, en la conversación personal.

La acción fundamental de María se condensa en esta palabra: ella es una mujer-persona que ha podido elegir y ha elegido. Desde el fondo de los siglos nos llegan los lamentos y silencios de las infinitas mujeres que han no han podido elegir, sino que han estado ahí, se han expuesto a sí mismas (en carne y alma), para ser elegidas por el varón o ley de turno. Las más afortunadas eran aquellas a quienes escogía el rey de Persia, como a Ester, o el guerrero vencedor de turno, como a Axa en Jc 1, 10-15. Las menos afortunadas eran aquellas a quienes expulsaban a la calle o elegían a la fuerza los últimos del mundo. Unas y otras, todas (casi todas) eran simplemente esclavas, del rey o del sistema y varón de turno.[3]

María no está condenada como mujer al servicio que le imponen los varones, ni es esclava de un patriarcal o de un sistema que le impone su dominio. Ella ha hecho una opción, ha escogido, en gesto personal que le vincula con Jesús, a través de la palabra. Los servicios en cuanto tales se pueden imponer, haciendo del humano un esclavo. La palabra, en cambio, abre a varones y mujeres un espacio de libertad personal. Eso es lo que tiene María frente a Marta: ella ha elegido el diálogo con Jesús y Jesús respeta su elección y ratifica su escucha: de esa forma la valora.

Frente a la mujer-esclava amable, a quien miles de panegiristas varones han exaltado por su obras de servicio abnegado para bien de la vida, ha destacado Jesús a la mujer-persona libre que ha sido capaz de escoger, dejándose transformar por la palabra. Frente a Marta que aparece perturbada desde fuera (como indica el pasivo del verbo griego: thorybadsê), María viene a presentarse como una persona que ha podido hacer una opción, superando así el nivel de los cuidados angustiosos, de la acción esclavizante.

María ha elegido la parte buena (agathên merida), es decir, aquella porción o herencia que Dios mismo ha ofrecido para el pueblo israelita. Ella aparece así como heredera de las promesas más: ha llegado al cumplimiento de aquello que el mismo Dios había preparado para el pueblo. Siendo iglesia de Jesús (escucha su palabra), ella es plenitud del pueblo israelita

* La cual no le será quitada (10, 42). El texto supone que la elección de María se encuentra amenazada. Parece que es su misma "hermana" Marta (los representados por ella) quieren quitar a María su elección y escucha, su libertad y amor fundante, para introducirla en la marea que todo lo igual, en la rueda común de las preocupaciones y cuidados que van implicados en la mucha diaconía.

Nos hallamos ante el riesgo del pecado original de los hermanos que es la envidia. Aquí aparece encarnada en dos mujeres, porque ellas son símbolo del todo eclesial y porque la disputa envidiosa de "hermanas" se encuentra en el centro de los recuerdos bíblicos (como hemos citado ya al hablar de Sara-Agar, Lía-Raquel, Penina-Ana...). Sabe la Biblia, sin embargo, y sabe el evangelio, que este no es un mal de celos de mujeres, sino el mal fundamental humano, el pecado original de la historia que puede expresarse en el centro de la misma iglesia.[5]

Pues bien, Jesús resuelve el riesgo de violencia oponiéndose al deseo nivelador de Marta y ratificando la elección de María, prometiéndole que nada (nadie) podrá arrebatarle su opción... Esta elección permanece valiosa para siempre, conforme a la palabra de Jesús, dentro del proyecto de vida de la iglesia. Es la elección del diálogo y la palabra, que deberá asumir la misma Marta, para que ambas hermanas puedan compartir el gozo la existencia, traduciendo la escucha de Jesús en escucha mutua (dialogando una con otra).

Al decir que la buena parte que ha elegido no le será quitada... , el texto esta suponiendo que el riesgo existe.

 Parece que hay personas dentro de la iglesia que quieren arrebatar a María esta libertad de elección, esta capacidad de escucha de la palabra, con todo lo que ella significa (autonomía en pensamiento y vida, capacidad de decisión etc.). Pero Jesús la defiende y con su palabra ratifica la opción y programa de María, en sentencia que puede recordar la sentencia paralela de Mc 14, 9:"el cualquier lugar donde se predique el evangelio se dirá lo que ella ha hecho para memoria de ella".[6]

María ha optado por la escucha de la palabra, iniciando así un camino de fidelidad evangélica que debe permanecer para siempre dentro de la iglesia. De esa forma se ha situado en la línea de la auténtica bienaventuranza: ¡Felices más bien los que escuchan la palabra de Dios! (Lc 11, 27-28). De esta forma, dialogando con Jesús, María viene a presentarse no sólo como su servidora en plano externo, sino como verdadera familia verdadera de Jesús (cf. 8, 19-21), compendio de la iglesia.

Del plano de unas obras (diaconía exterior) que se pueden convertir en nuevo legalismo, pasamos al de la escucha personal de la palabra. Ella, la hermano menor de la casa (de la iglesia) es el modelo de auténtica escucha de la palabra, que, conforme a Lucas, había iniciado ya María, la madre de Jesús (cf. Lc 2, 19.51-52; Hech 1, 13-14). Pero Jesús no quiere hablarle a ella (ella ha realizado ya su elección y permanece en ella para siempre), sino que por medio de ella quiere hablar a Marta, es decir, a todos los que corren el riesgo de perderse en un mundo de obras y servicios que perturban, porque no se fundan en la fuente de verdad de la Palabra. 

Problemas y sentido actual del texto.

Recopilemos lo dicho. Como hemos venido indicando, estas dos mujeres representan al conjunto de la iglesia. Ellas son el signo de la aldea o casa (nueva humanidad) que nace allí donde acoge a Jesús.

Por eso, nos parece falsa una lectura tradicional que las entiende como dos tipos de mujeres contrapuestas, una más valiosa que la otra, pero ambas sometidas a una misma jerarquía superior formada por varones. Recordemos sencillamente esta interpretación: 

* Marta sería la mujer servidora-criada (que realiza tareas materiales). Frente a la diaconía de los varones que se puede convertir y se convierte pronto en ministerio oficial, autoridad jerárquica en la iglesia (obispos, presbíteros, diáconos), Marta representa el servicio de aquella que no deja de ser nunca servidora, pues no tiene poder ni autoridad ni poder para otra cosa (el servicio no es poder). Ella es la mujer-acción: crea un espacio de vida externa agradable para los varones.

* María sería la mujer contemplativa-pasiva, que se limita a escuchar en silencio, sin tener nunca una palabra que decir, ni acción que realizar. Ella es la mujer-alma que acoge y escucha a Jesús en recogimiento, la mujer amante espiritual y sumisa, siempre atenta a la enseñanza de los varones jerarcas (obispos, presbíteros), representantes de Jesús dentro de la iglesia.

Unidas así, las dos mujeres formarían la pareja ideal de la existencia femenina. Una visión de este tipo constituye el sueño de muchos varones que quieren una mujer doble, Marta y María (en una o en dos), en servicio y escucha de la palabra. De esta manera, sobre el binomio femenino de servicio sin autoridad y escucha sin proclamación de la palabra (también aquí sin autoridad), se ha podido elevar en la iglesia la autoridad ministerial de los varones (sacerdotes) que realizan las tareas oficiales. De ese modo, frente a las mujeres criadas y a las místicas, se elevan como jerarquía de palabra y ministerio autorizado los "sacerdotes" de Jesús.

Pues bien, esta manera de entender el texto ignora y/o destruye su mensaje universal y más profundo. Marta y María son representantes del conjunto de la iglesia. Ellas simbolizan, desde una perspectiva fraterna y femenina, a todos sus varones y mujeres, y de un modo especial a los ministros (presbíteros y obispos) que han en ella, como hemos visto al comparar nuestro pasaje con Lc 6, 1-7. Por eso, quienes alzan y separan el ministerio de los varones sobre esta acción y escucha de Marta y María destruyen la intención del texto y escinden la vida de la iglesia..

Como hemos dicho, ellas son hermanas, pero no en cuanto familia carnal, sino como representantes de una comunidad cristiana que recibe a Jesús (a sus delegados). Así pueden presentarse como signo del conjunto de la iglesia, encarnando (anticipando) en su persona todos aquellos ministerios eclesiales que después podrán surgir en ella:

 * Marta ha recibido a Jesús y se afana por realizar el servicio vinculado a su proyecto de reino, aunque el agobio de las muchas acciones puede separarla de la atención a la palabra en la que todas las tareas eclesiales hayan su cimiento (cf. Lc 6, 46-49). Es evidente que Jesús no condena su servicio, vinculado al cuidado de la comunidad, en especial a las viudas y mesas; más aún, a la luz de todo Lc-Hech, ese servicio resulta esencial para el despliegue de la comunidad. Pero es también evidente que Lucas ha querido proyectar en ella el riesgo de un servicio convertido en pura acción, lucha agobiante, sin diálogo personal ni interioridad de amor (cf. 1 Cor 13, 1-7).

Entendida en el trasfondo de su obra, a la luz de la historia más antigua de la iglesia, podemos entender a la diaconía de Marta servidora como ministerio eucarístico. Su trabajo está al servicio del pan compartido, de la comida común, de la eucaristía. Ella no es una criada de la casa, que prepara el local con las luces y los panes y el vino, para que después venga el anciano o epíscopo para celebrar la "comida"...

Marta. Ella ha acogido a Jesús, es decir, a la comunidad. Es evidente que ella actúa como responsable o presidente de la comunidad, como anfitriona de la casa que es la iglesia. Pero Lucas sabe que en su función puede esconderse un peligro activismo: la preocupación sin amor, la iglesia que se vuelve de nuevo una fábrica de trabajos y leyes.

 * María, por su parte, escucha la palabra, pero no para después quedar callada, en mística pasiva, sino para cumplir y expandir lo que ha escuchado, como supone todo el contexto de Lucas (cf. Lc 8, 21). En esta perspectiva se ilumina la escena anterior del mismo Lc, con la palabra del escriba israelita que interpreta rectamente la ley, resumiéndola en el doble mandato (amar a Dios y al amar al prójimo), y la respuesta de Jesús, condensada en la parábola del Buen Samaritano (Lc 10, 25-37).

 Entre María que escucha la palabra de Jesús y el Buen Samaritano que se hace prójimo del hombre herido del camino hay una profunda conexión: la misma palabra que María escucha debe culminar y expresarse en aquello Jesús dice al escriba: vete y obra de manera semejante, es decir, como el Buen Samaritano (10, 37). Frente al escriba que quiere justificarse (10, 29), porque se está buscando a sí mismo, sin escuchar a Jesús, ha situado Lc a María, que está escuchando la palabra de Jesús, de tal forma que ella puede cumplir y cumplirá lo que Jesús pide al escriba:¡vete y haz lo mismo, es decir, pórtate como el Buen Samaritano!

De esta forma, el texto nos sitúa en el centro de la misma dinámica misionera y eclesial de Lucas. Su evangelio es un texto donde todo está implicado, de manera que las diversas escenas se oponen y completan mutuamente. Sin duda alguna, el pasaje de Marta y María tiene cierta unidad interior y puede interpretarse partiendo de sus propios simbolismos. Pero, si queremos entenderlo mejor tenemos que situarlo al interior de todo el evangelio.

Así podemos hacer un breve esquema, vinculando a los samaritanos de 9, 52-56 con los diversos personajes de las dos escenas que Lc ha querido unir: la del buen samaritano (10, 25-37) y la de Marta y María (10, 38-42). Ambas culminan de algún modo en la enseñanza sobre la oración (11, 1-13), pero ahora dejamos ese tema fuera. Veamos quién es quién en cada uno de esos textos:

* Los samaritanos de 9, 52-57 que no acogen a Jesús en su aldea, son signos de todos los que rechazan el mensaje y camino de reino de Jesús, de todos los que cierran la casa de su hospitalidad, quedando así aislados en su propia violencia.

* Frente a aquellos samaritanos hemos elevado la figura de la mujer-Marta (10, 38-42), que recibe en su aldea a Jesús. Ella es signo de todos los buenos servidores, de todos los que abren la casa de su hospitalidad y su cariño a los que van subiendo en el camino de reino hacia Jerusalén. Sin embargo, esta mujer-Marta corre el riesgo de convertir la acogida en gesto de pura organización, de un servicio exterior fatigante (como ha pasado y sigue pasando muchas veces a los jerarcas de la iglesia).

Frente a los samaritanos inhospitalarios se eleva también el Buen Samaritano (10, 30-37). Él se encuentra en la línea de Marta.Ciertamente, él no ha recibido a Jesús (al herido) en su casa, no crea iglesia como Marta (es hombre de camino). Pero sabe ayudar al necesitado, haciéndose prójimo de aquellos que se encuentran caídos al borde del camino, para llevarlos al pandokheion, que puede interpretarse como posada, lugar de acogida universal. Siguiendo en esa línea, Marta debe acoger en la casa de la iglesia (casa de Jesús y los hermanos) a todos los necesitados, creando así un espacio de convivencia universal humana.[7]  

 * Frente al buen samaritano se sitúan el Sacerdote y el Levita que bajan de Jerusalén (de haber escuchado la Palabra de Dios en el templo y de haber cumplido el rito), sin ser capaces de ver y ayudar al herido al borde del camino (10, 31-32). Ellos se encuentran, sin duda, en la línea de María, como profesionales de la religión. Pero es evidente que no han oído de verdad la palabra; su culto ha sido inútil, su religión (vivida en contexto israelita o dentro de la iglesia cristiana) acaba siendo una mentira. Ellos son la falsa mentira, contemplación sin amor, culto si gesto de acogida humana.

 * Finalmente, recogiendo todos los aspectos buenos y contraponiéndose a los malos, podemos situar la figura de María, la mujer que escucha de verdad y abre la iglesia para todos los hombres y mujeres que están necesitados. Si, después de haber escuchado a Jesús, María se hubiera comportado como el Sacerdote y Levita (mala jerarquía) su escucha y palabra se hubiera vuelto mentirosa. La verdadera escucha de Jesús, en elección que no le será nunca arrebatada, le invita a comportarse de manera opuesta: quien acoge de verdad a Jesús, dialogando con él, se vuelve capaz de escuchar la voz de los necesitados, para así asistirles. En ese servicio al caído se expresa el verdadero sacerdocio, la función de los levitas de la nueva alianza, función que conforme a Lc 10, 38-42 se encuentra abierta por igual a varones y mujeres, aunque parece más propia de mujeres.

 Dicho todo esto debemos añadir que la tensión sigue existiendo en nuestro textos. Hech 6-7 mostraba una tensión en perspectiva de varones (entre los doce y los siete, entre apóstoles y diáconos). Ella fue superada en principio, pero ha seguido existiendo a lo largo de la historia de la iglesia, sobre todo a partir de aquel momento en que el servicio de las mesas y de la palabra se ha clericalizado, viniendo a convertirse en principio de jerarquía o poder dentro de la iglesia.

Conclusión

* explorar las relaciones de estas dos mujeres o varones, en plano afectivo (hermanas/os, amigas/os, amantes, colaboradores...);

* describir el tipo de casa y/o aldea (familiar, de grupo religioso etc), precisando lo que significa la acogida del huésped, en contexto de exilio y desarraigo universal (millones de personas buscan casa) ;

* trazar varios finales, explorando las posibilidades que ofrece el simbolismo de la escena(reconciliación de Marta y María, que comparten escucha y trabajo, nueva lucha de poder entre ambas, sumisión de las dos bajo el poder de un tercero)

Comentarios:

Esta reflexión condensa un trabajo publicado en I. Gómez-Acebo (ed.), En clave de mujer. Relectura de Lucas, Desclée de Brouwer, Bilbao 1998, 117-178.  Cf. Además:  

  • Bovon, F., El evangelio según Lucas I. Lc 1-9, Sígueme, Salamanca 1995
  • Fitzmyer, J. A., El Evangelio según Lucas I-III, Cristiandad, Madrid 1986/8
  • Lagrange, Évangile selon Luc,EB, Paris 1927
  • Schürmann, H. , Das Lukasevangelium I. Lk 1-9,   Freiburg i. Br. 1982  
  • Carter, W., Getting Martha out of the Kitchen: Luke 10, 38-42 againCBQ 58 (1996) 264-280;
  • Fornari, I. M., La escucha del huésped (Lc 10, 38-42), EVD, Estella 1995
  • Prete, B., Il logion de Gesù: 'Una cosa sola é necesaria' (Lc 10, 42),  Brescia 1973,   149-175;
  • Schüssler F., E., La práctica de la interpretación, en Id., Pero ella dijo, Trotta, Madrid 1996, 78-106. 
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