21.9.23. San Mateo, principio y compendio de la Biblia cristiana

             En sentido cronológico, Marcos fue primero.  Pero la iglesia ha colocado antes a Mateo, como guía de lectura del NT. Por eso, este día, en honor a Mateo, muchos celebran (celebramos) el mes de septiembre como mes de la Biblia cristiana.

            Marcos sigue siendo necesario para entender a Jesús. Pero sin la “relectura” de Mateo no habría podido surgir quizá la iglesia, vinculando, desde Jesús, la herencia judía, con la novedad de Pablo y el testimonio mesiánico de Pedro.

           Mateo es un texto de apuesta eclesial, un evangelio donde cabe todo el AT, con Marcos y Pablo,  desde un Jesús abierto a todos los pueblos. No es simplemente un tratado para saber cosas antes ignoradas sobre el judaísmo o sobre Cristo y sus seguidores (aunque es también eso), sino un libro-guía para actuar e implicarse en una línea de compromiso y misión creyente, en apertura al universo. Al trazar esa “apuesta, al centrarla en 25, 31-46 y fijarla en el texto bautismal  de 28, 16-20), como digo en mi comentario,  Mateo  ha trazado para siempre la identidad y sentido de la iglesia.

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Una apuesta eclesial

 No es un libro simplemente irénico, para dejar a cada uno en su visión, sino un libro que opta por un tipo de lectura de la Biblia de Israel y de la Iglesia. Es, por tanto, un documento de cambio, que se compromete a entender la historia milenaria del judaísmo desde la novedad reciente de Jesús. Esa apuesta al servicio de la misión universal cristiana, desde la tradición nacional judía (pero abriéndola por dentro, desde la perspectiva de los más pobres) ha definido todo el movimiento cristiano posterior.

Si Mateo no hubiera tomado partido como hizo en este libro, en línea de universalidad, pero ratificando la identidad judía de Jesús, la historia de la Gran Iglesia hubiera sido muy distinta. Sin duda, en la opción de conjunto de la Iglesia ha influido especialmente Pablo, con sus seguidores, y también Marcos y Lucas, y de otra forma Jn 21, asumiendo el gesto misionero universal de Pedro, pero el evangelio de Mateo ha sido decisivo, pues ha catalizado los diversos aspectos del mensaje y vida de Jesús con lenguaje judío y apertura universal, recreando desde Pedro la herencia de Pablo, como iré indicando a lo largo de este comentario.

 Mateo ha vinculado visiones y prácticas que parecían irreconciliables. No ha negado la Ley judía, pero la ha interpretado desde el evangelio, en línea universal. No ha rechazado el testimonio sapiencial y apocalíptico del Q, pero lo introduce en la narración de Marcos. Acepta la misión paulina, pero la integra en el contexto temático-narrativo (estructural) de la vida de Jesús. No rechaza los rasgos y tenas nacionales de la tradición judía, pero ha destacado otros que posibilitan su apertura universal, en una clave más narrativa que argumentativa.  

Cinco temas de fondo:

Mateo es un libro antropológico, compendio de moral universal: Así propone como base las bienaventuranzas y mandatos del Sermón de la Montaña (Mt 5-7) que son de origen judío, pero pueden aplicarse a todos los pueblos, ofreciendo quizá el mejor compendio de derechos y deberes de la humanidad mesiánica, que Jesús ha mandado cumplir (threi/n: 28, 20), y que se condensan en las seis obras de justicia (obras de los justos) de 25, 31-46. En esa línea es un libro que expone los principios de la “justicia del reino” 85, 20; 6, 33), no sólo para los seguidores de Jesús, sino para todos los hombres.

San Mateo - MUSEO DEL GRECO | Ministerio de Cultura y Deporte

Mateo es un libro cristológico, y en esa línea cuenta la historia del “mesías” de Israel, es decor, de Jesús de Nazaret, a quien presenta como Hijo y Mensajero (presencia salvadora) de Dios para las naciones. Conforma a la visión de Mateo, Jesús es el “hombre universal” (Hijo del Hombre: cf. Mt 31, 46), de manera que en él se descubre no sólo la verdad del judaísmo (en él se cumplen las promesas), sino la realidad y futuro de todos los pueblos (28, 16-20). Pues bien, ese Cristo de Dios no es un ángel separado, sino un hombre concreto, que ha nacido en la historia de los hombres, y cuya historia narra e interpreta el evangelio; Mateo ofrece, según eso, una cristología “antropológica”, fundada en el valor y tarea del ser humano.

-- Mateo es un libro teológico, es decir, un libro “de la acción y presencia de Dios”, que se revela en Jesús, como creador y salvador de los hombres. Así aparece no sólo en la declaración final de 28, 16-20, con el “mandato del bautismo” (en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo), sino a lo largo de todo el texto. Desde esa perspectiva se entienden las “citas de cumplimiento divino” que aparecen especialmente en Mt 2-4 (esto sucedió para que se cumpliera…, cf. 1, 22-23) y todo el desarrollo del evangelio, que cuenta la historia de la obra de Dios en Jesús. Mateo no empieza “sabiendo” quién es Dios, sino que va narrando su sentido y despliegue a lo largo de la vida y obra de Jesús, el Hijo de Dios (cf. 3, 17; 16, 16).

Libro de comunidad. Mateo es un manual de cabecera (de vida) de una comunidad de seguidores mesiánicos, que se enfrentan con la dificultad de ser judíos en la línea de Jesús, de un modo universal. Ciertamente, otros autores cristianos habían escrito sobre la comunidad cristiana, empezando por Pablo en 1 Cor y siguiendo por el mismo Marcos, pero sólo Mateo escribe, por primera vez en la historia cristiana, eso que pudiéramos llamar la “constitución” del cristianismo, el libro de la Iglesia. En esa línea, podemos afirmar que Mateo es el primero y más hondo de los libros de la Iglesia cristiana, que lo ha colocado en el principio del Nuevo Testamento.

Mateo es un sacramentario, es decir, un libro de los signos cristianos. Mateo no niega el valor de la circuncisión, pero la deja en un segundo plano (no habla de ella), destacando el bautismo como gesto universal de iniciación, que puede aplicarse y se aplica por igual a varones y mujeres, judíos y gentiles, en Nombre de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo (cf. Mt 28, 16-20) . En el fondo del evangelio aparecen también otros gestos “sacramentales”, como son los exorcismos y, sobre todo, los pasajes eucarísticos, pero el signo básico de la Iglesia de Mateo es   

Reescribir el evangelio de Marcos, recrear la Iglesia

Esto es lo que hace Mateo, probablemente desde Antioquía, ciudad muy importante no sólo para el judaísmo (como muestra la crisis “antioquena”: 1-2 Mac), sino para la historia de los primeros cristianos, desde Bernabé y a Pablo (cf. Hch 11-15 y Gal 2-3).

 ‒ Marcos había sido un evangelio más radical, en el sentido del seguimiento exclusivo de Jesús, desde una fe de tipo paulino, y no había conocido (o aceptado) el documento Q (con sus logia o dichos de tipo sapiencial y apocalíptico), porque quería trazar una biografía más centrada en la muerte pascual de Jesús (como he puesto de relieve en Comentario a Marcos, Estella 2013, 101-106). En una línea quizá convergente, él había rechazado también las posibles aportaciones de la comunidad de los hermanos de Jesús (Santiago y la iglesia de Jerusalén), por juzgar que iba en contra de la libertad y apertura universal del Jesús de Pablo, y había mostrado que Pedro no había cumplido su tarea de re-iniciar el evangelio desde Galilea (Mc 16, 1-8).

Mediodía, la Fiesta de San Mateo, Evangelista – Los Oficios diarios

Mateo es un evangelio más inclusivo, y así, reelaborando el texto de Marcos que es una de sus bases, asume y reinterpreta otros materiales (del Q y de los judeo-cristianos de Santiago), en línea una universal, desde la perspectiva de Pedro, aunque aceptando las tesis esenciales de Pablo. Por eso, a diferencia de Marcos, que es un “evangelio centrado en la muerte-pascual de Jesús”, Mateo recoge diversas posturas eclesiales, con Pedro y Pablo, desde la perspectiva del mensaje radical de Jesús y su opción por los pobres.

En esa línea, Mateo puede aceptar a Marcos, con su mensaje de Reino y, sobre todo, con su visión de Jesús, salvador crucificado, iniciando la reinterpretación mesiánica del judaísmo en un momento en el que, tras la destrucción del templo, el 70 dC, algunos judíos rabínicos habían comenzado a fijar un camino de fidelidad a la Ley que desemboca más tarde en la Misná. Pero mientras Marcos se oponía sin más al judaísmo rabínico naciente (manteniendo así la opción mesiánica de Pablo), Mateo, ha querido reelaborarla, asumiendo algunos de sus elementos básicos.

Mateo ha querido “mantener” de esa manera la historia del judeo-cristianismo más antiguo, en la línea de Santiago y especialmente de Pedro, pero sin rechazar a Pablo, de manera que ha debido proponer de hecho, al menos de un modo implícito, una serie de pactos que han sido fundamentales para la iglesia posterior, aunque no siempre ha logrado que concuerden y se ajusten entre sí todas las perspectivas de su texto, que sigue de esa forma abierto a diversas interpretaciones. Pues bien, a pesar de las dificultades de su empeño y de la brusquedad de algunas formulaciones, el evangelio de Mateo ha tenido mucho éxito, y se ha convertido en el libro eclesial por excelencia, como «primer evangelio», no sólo porque está al principio del Nuevo Testamento, sino porque ha tenido un influjo muy grande en los cristianos posteriores, por su estructura catequética y por la forma en que ha vinculado los aspectos morales y sociales de Jesús, desde su opción por los pobres.

En un tiempo de refundación eclesial

-- Marcos había escrito su evangelio muy cerca de la guerra (del 67-70 d.C.), escrito aún con la esperanza de una manifestación próxima de Jesús, desde una comunidad (quizá Damasco) donde había muchos pagano-cristianos. Ciertamente, Marcos asume la misión cristiana, en la línea de Pablo… pero no escribe para una iglesia organizada, con vocación de permanencia y universalidad. Escribe para comunidades que han optado por Jesús, en un contexto de dura persecución y riesgos de muerte, en torno al 70 d.C. No tiene por delante una experiencia y tarea de misión universal, de organización de Iglesia para esa misión. Le importa Jesús, el mismo Jesús crucificado que viene ya. Por eso no puede narrar apariciones pascuales, porque la aparición de Jesús resucitado será de algún modo su venida final.

-- Mateo escribe en otro entorno, probablemente en Antioquía, hacia el 85 d.C., cuando la destrucción del templo de Jerusalén y la reformulación del judaísmo se habían vuelto irreversibles y muchos fariseos empezaban a fijar las bases de su nueva identidad rabínica, en la costa de Judea (Jamnia) y en interior de Galilea. Mateo escribe en un momento en que la Iglesia se estabiliza y se organiza, con vocación de permanencia. En ese contexto se sitúa Mateo, con tradiciones de Santiago, hermano del Señor, y con la herencia de Pablo, pero con la finalidad de establecer una comunidad nueva, en la que se mezclan elementos rabínicos y evangélicos, que han de abrirse, a su juicio, de un modo universal.

-- En una Iglesia que está nac iendoMateo se encuentra en el comienzo de la línea divisoria del judaísmo, tras la guerra del 70 dC, cuando unas aguas se dirigían hacia el lado rabínico, para quedar después fijadas en la Misná, y otras tendían hacia el lado de Jesús, a quien sus seguidores veneraban como culminación y verdad de la Ley israelita. Aquí, entre la Costa Judía, la Alta Galilea y Siria/Antioquía, hacia el 85 dC, estaba empezando a decidirse (desde unas visiones en parte comunes) el futuro del judaísmo rabínico y del cristianismo, aunque en ese tiempo no se hallaba aún definido el judaísmo rabínico (como en el siglo III con la Misná), ni el cristianismo de la Gran Iglesia, con episcopado y canon del NT.

En ese contexto, fiel a la historia de su iglesia, Mateo quiso mantener el principio pedtino de la vida y pascua de Jesús, pero optando por la universalidad paulina, como indica el final de su texto “Id, pues, a todas las naciones...” (28, 16-20). Su opción supone que hubo un «acuerdo misionero», un convenio o pacto «histórico», cumplido quizá en varios lugares, pero ratificado de una vez y para siempre, en alguna zona de Siria (Antioquía), e impulsado después por otras iglesias, entre ellas las de Éfeso y Roma, entre la tradición de Pablo y la de Pedro.

Mateo escribe desde un fondo de pacto «pensado y razonado», partiendo de argumentos de Escritura, comunes a judío y cristianos,  un pacto logrado con dificultades, pero que definirá el futuro de la Gran Iglesia. No fue posible un pacto con todos los judíos, pues siguió habiendo muchos, también sabios y piadosos, que decidieron fijar sus tradiciones, de una forma nacional, insistiendo en la ley estricta de comidas y en la separación de grupo, que no aceptaron la propuesta de Mateo. Quizá no fue posible tampoco un pacto entre todos los grupos “cristianos”, pues algunos grupos (de tipo más gnóstico o judaizante) quedaron fuera de la Gran Iglesia que proponía Mateo.

No fue un acuerdo de todos, pero fue acuerdo extenso y duradero, un acuerdo que se estaba decidiendo ya entonces, en torno al año 85, en diversas comunidades de judíos y/o cristianos. Posiblemente, unos y otros se encontraban y discutían en las sinagogas, no se habían separado aún del todo. Pero el gesto de apertura universal de Mateo y la búsqueda de fidelidad nacional de otros rabinos (con la deriva gnóstica de algunos judíos y cristianos), hizo que las comunidades terminaran separándose (a veces con acusaciones y mentiras, como indicaré al ocuparme de Mt 23 y 28, 11-15) y surgiera entre ellas la Gran Iglesia cristiana.

Cuatro novedades fundamentales

            Proviniendo de una comunidad judeo-cristiana, vinculada en un sentido extenso a la Iglesia primitiva de Jerusalén, bajo la inspiración de Santiago y los hermanos de Jesús (con Pedro y los Doce), hasta el 70 dC los cristianos de la iglesia de Mateo se habían podido sentir integrados entre los diversos grupos del judaísmo, como indican varios textos fundamentales, entre los que podemos citar 5, 17 (no he venido a destruir la ley), 10, 5 (no vayáis a los gentiles, ni a los samaritanos, id a las ovejas perdidas de la casa de Israel) y 23, 2-3 (en la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos; haced pues lo que os digan, pero no lo que hagan…).

Conforme a esos pasajes, los “cristianos” de Mateo empezaron aceptando la línea rabínica de los escribas y fariseos, aunque es evidente que lo hicieron en medio de tensiones, como las que irá mostrando el mismo evangelio. Pero en un momento dado, la inclusión de esos “judíos mesiánicos de Jesús” en las comunidades proto-rabínicas judías se fue haciendo imposible. En ese fondo se pueden señalar cuatro novedades, que han marcado la novedad cristiana de Mateo.

Tras la guerra judía, un renacer apocalíptico. La Guerra del 67-70 radicalizó a los grupos judíos, marcando poderosamente sus opciones, de manera que algunos desaparecieron (empezaron a desaparecer), como los saduceos, con un tipo esenios, mientras, como los fariseos de tipo más rabínico, tuvieron que reformular sus principios, como se verá en el judaísmo posterior. Pues bien, en ese contexto, al menos en los años inmediatos a la guerra (entre el 70 y el 150 d.C.) hubo un poderoso despliegue apocalíptico, que aparece de manera intensa en textos como 4 Esdras y Ap. Sir. Baruc (2 Bar).

Icono de San Mateo Evangelista en busto - Venta de iconos religiosos -  Tienda cristiana

            En esa línea se han mantenido y avanzan también Mateo y el Apocalipsis de Juan, con su novedad fundamental: Ellos piensan que el Salvador Apocalíptico, que ha venido como Hijo de Hombre, es el mismo Jesús. Pero una vez que Mateo identifica al Salvador Apocalíptico con el Jesús histórico, y termina abriendo su mensaje a los gentiles, cambia su forma de entender el judaísmo. También Pablo y Marcos habían entendido a Jesús de esa manera, pero sólo Mateo lo hará de forma consecuente, reinterpretando el judaísmo en una línea apocalíptica, pero no de apertura inmediata al fin del mundo, sino de transformación escatológica de la tradición judía desde el mensaje de Jesús.

Significativamente, el judaísmo proto-rabínico podía aceptar la venida final del Hijo del Hombre (como supone Dan 7 y 4 Es 13), pero no su identificación con Jesús crucificado, en la línea que están poniendo de relieve los cristianos. Pasado un tiempo, tanto los judíos rabínicos como los cristianos “se desmarcan” de la apocalíptica dura, aunque más los judíos que los cristianos, que siguen editando obras apocalípticas judías que los mismos judíos rechazaron (como 4 Esdras, Ap. Baruc 2 etc.).

Nueva edición de Marcos. Mateo acepta como texto base a Marcos, tras el 70 d.C., pero transformando su visión del pasado judío y de la misión de la Iglesia. En esa línea suaviza y reelabora algunos aspectos de Marcos, pero radicaliza otros, desde su visión fundamental de Jesús, con su experiencia de muerte y resurrección, en una línea básicamente cercana a la de Pablo. Éste es quizá su punto de inflexión, el momento clave de su cambio: Las comunidades que están en el fondo de Mateo aceptan el mensaje básico de Marcos, con su visión de Jesús, pero recrean su forma de entender la Iglesia.

            El relato de Marcos había influido poderosamente en las iglesias de Siria y Asia (Éfeso), y quizá también en la de Roma, no sólo en las de origen paulino, sino también en las de origen judeo-cristiano. Una vez que leen y aceptan el relato básico de Marcos, con su visión mesiánica de Jesús, esas iglesias han de recrear su visión del evangelio, como una experiencia que no es sólo apocalíptica, sino de vinculación personal con Jesús. En esa línea se entiende el evangelio de Mateo, como nueva edición de Marcos, con elementos tomados del Q, con una historia de la infancia (Mt 1-2), un relato pascual, que incluye el mandato de misión universal (Mt 28) y cinco grandes sermones (Mt 5-7; 10; 13; 18; 23-25), de los que hablaré en el módulo siguiente.

Mateo acepta igualmente el documento Q, con su enseñanza mesiánica, ética y apocalíptica. Ciertamente, en sí mismo, el Q no implica ni exige una ruptura radical respecto al judaísmo, pero en el momento en que su enseñanza ético-apocalíptica se estructura y organiza, como hace Mateo, desde la perspectiva de Jesús resucitado, con un relato unitario de su vida, surgirá una visión socio-religiosa distinta, que desembocará en la ruptura entre cristianismo y judaísmo rabínico. Uno por uno, los grandes momentos del Q podrían ser aceptados por un tipo de judaísmo rabínico, pero una vez que se introducen en un “cuerpo” doctrinal, como el formado por los cinco discursos de Mateo, y se vinculan con la historia de Jesús (en la línea de Marcos) ellos contribuyen a crear una iglesia distinta, con una nueva identidad social y religiosa, distinta del judaísmo rabínico.

            Esta unión del Q con Marcos, realizada de formas convergentes por Mateo y Lucas, constituye un elemento clave del cristianismo primitivo, y debió realizarse, al mismo tiempo, en diversas iglesias (Antioquía, Éfeso...), entre el 70 y 80 d.C. He presentado ya los rasgos básicos del Q en Comentario a Marcos (Estella 2013) 101-106, y así los presupongo aquí. En este contexto he de añadir que, a diferencia de Lucas, que conserva mejor el orden discursivo del Q (sin reelaborar los textos), Mateo los ha introducido en su contexto narrativo y doctrinal, trasformando de esa forma su estructura originaria y quizá su sentido, para ponerlos al servicio de su visión de Jesús, de manera que ellos se hacen ya inseparable de la experiencia pascual cristiana.

Mateo reelabora la visión mesiánica de Pedo (en diálogo con Pablo), poniendo a Jesús en el lugar de la Ley, como principio de nueva creación y Sabiduría de Dios, en una línea que el judaísmo rabínico no puede aceptar. Desde ese fondo reelabora y amplía el abanico de la vida de Jesús, hablando por un lado de su nacimiento “divino”, desde una perspectiva de fondo israelita, pero separada del rabinismo. Y reelabora también la experiencia de la pascua como encuentro real con Jesús, en la montaña de Galilea, y como envío a todos los pueblos, en una perspectiva “ternaria” (o trinitaria), en unión con el Padre y el Espíritu Santo (28, 16-20).

            No es que Jesús sea aquí Dios sin más, “de la misma naturaleza que el Padre” (como dirá el Credo de Nicea), en un sentido ontológico, pero él aparece y actúa como revelación y presencia de Dios, de tal manera que la estructura y sentido del judaísmo anterior tiene que cambiar para hacerse cristiano. No es que Mateo quiera destruir de esa manera el judaísmo rabínico que está empezando a nacer, pero hay un tipo de judaísmo rabínico que no puede aceptar su propuesta de evangelio y su visión “divina” de Jesús. 

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