El tema no es el celibato, sino el poder “religioso” Sarah y Ratzinger deben preocuparse: su Iglesia está cambiando

Ratzinger y Sarah, juntos
Ratzinger y Sarah, juntos

Son representantes de ese poder, y tienen miedo de “perderlo”, seguramente no por egoísmo, sino todo lo contrario: Por preocupación por las iglesias, pues tienen miedo de que sin ellos (sin gentes como ellos, bien organizados, como sistema de administración sagrada) la Iglesia que se dice “de Jesús” pueda perder su rumbo y naufragar en la trama de la historia

Las reformas que proponen Francisco y el Sínodo de Amazonía son en el fondo muy simples, hasta inocentes, pero tienen el peligro de abrir una brecha, “devolviendo la iglesia a los cristianos de a pie, es decir, a todos…”

El Papa Francisoc y el Papa Emérito Benedicto XVI, en una fotografía de archivo de junio de 2015. - EFE
Me puse a escribir hace seis días una reflexión sobre el libro a cuatro manos (o a dos con ayuda externa) por el Card. Sarah y el Ex‒Papa Ratzinger sobre temas de organización de Iglesia, centrados en parte en el celibato del clero. Pero estalló la disputa y cientos de especialistas han dado su opinión, como sabrá quien haya seguido los comentarios de prensa.

Hoy (16.1.2020)  parece apaciguarse el temporal, aunque todavía esta mañana se han publicado informes y comentarios en diversos periódicos de España, entre ellos El País y Público, sin contar otros  de cien lugares de oriente y occidente. Sea como fuere, he querido escribir ya unas reflexiones sobre el tema  y publicar a continuación el trabajo que escribí hace 15 para la revista Éxodo, que acaba de salir, como saben los lectores de RD y como verá el que siga leyendo estas reflexiones. 

La controversia Sarah-Ratzinger y Francisco

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El Vaticano II (1962‒1965) había creado expectativas de fondo, pero los papas siguientes se encargaron de enfriarlas, sobre todo JP II y BXVI. Pensaron que el Concilio había sido poco más que una confusa retórica y que había que mantener el orden de la Iglesia como siempre había sido. Hoy, pasado medio siglo, los temas principales siguen pendientes.

Entre esos temas, el primero es el “poder” (y la forma de ejercerlo). La Iglesia, derivada del movimiento de liberación social y personal de Jesús de Nazaret, se convirtió en un “sistema de poder espiritual” (y social). Pensó que el evangelio era bueno y verdadero, pero que debía ser “protegido”, organizado y dirigido por una élite de especialistas jerárquicos, que lo han hecho relativamente bien, pero que han llegado a su fin (se está cumpliendo su fecha de caducidad).

BXVI y el Card. Sarah son representantes de ese poder, y tienen miedo de “perderlo”, seguramente no por egoísmo, sino todo lo contrario: Por preocupación por las iglesias, pues tienen miedo de que sin ellos (jerarcas superiores, bien organizados, como sistema superior de administración sagrada) la Iglesia que se dice “de Jesús” pueda perder su rumbo y naufragar en la trama de la historia. Ese “miedo” está bien fundado, de manera que tienen razones para estar preocupados.

Las reformas que proponen Francisco y el Sínodo de Amazonía son en el fondo muy simples, pero tienen el peligro de abrir una brecha, de abrir un camino más radical, de evangelio, “devolviendo la iglesia (su vida, su camino...) a los cristianos de a pie, es decir, a todos…”. Sarah y Ratzinger (con otros) piensan en el fondo que la Iglesia es muy importante para dejarla a merced de los vientos del Espíritu (esto es, del Evangelio y de las señales de los tiempos), de forma que tiene que haber gentes que la protejan y dirigen desde arriba, a través de un tipo de jerarquía (=dictadura) ilustrada y sagrada.

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Por eso se oponen a un sínodo (o dos sínodos: el de la Amazonía y el de Alemania) donde de pronto parece que pueden hablar todos (como en el Concilio de Jerusalén I), donde los “obispos” (como clero superior) están a punto de hacerse el harakiri, dejando que sea el conjunto del pueblo cristiano el que decida, con el riesgo de que surja una anarquía universal, y el Espíritu Santo no sepa donde soplar (así me ha dicho un amigo amazónico).

Un elemento clave de ese riesgo sería la aprobación del “sacerdocio” (de los ministerios cristianos) a las mujeres, con lo que eso implica de renuncia a la jerarquía inter‒sexual, apelando para ello a textos dudosísimo como Ef 5 (y las pastorales post‒paulinas). ¿Qué pasará si las mujeres presiden y animan iglesias cristianas? ¿No entrará el Diablo por/con ellas y con el Diablo el caos? ¿No hará falta tenerlas atadas y bien atadas en su ministerio de "santidad", como simples "ayudantes" de los clérigos masculinos, que son por definición los "jefes"?

Otro elemento clave, más visible, es el celibato del clero, que renuncia al “matrimonio organizado” (al poder sobre la mujer) para mandar sobre la iglesia. El celibato aparece así (en este libro de Sarah y Ratzinger, a cuatro o dos manos) como articulus stantis et cadentis ecclesiae (esto es, como tema de mantenimiento o caída de la Iglesia). Lo que está en el fondo no es un tipo de celibato por el reino (en la línea de Mt 19, 12), como espacio de experiencia carismática o como servicio a los más pobres, sino como expresión de poder eclesial. Los ministerios eclesiales quedan así en manos “de cualquiera”, de forma que la jerarquía pierde su poder espiritual y social (y la iglesia deja de ser jerarquía…).

-- Tienen razón para preocuparse.  Esos son a mi juicio los temas de fondo que laten en el presunto libro de Sarah y Ratzinger, y de verdad que ellos tienen razón para preocuparse. El tipo de jerarquía de la Iglesia, tal como ellos la han vivido y tal como la desean, puede estar terminando (pienso que se ha cumplido ya su fecha de caducidad). Quizá han hecho mal en la forma de “moverse”, en decir, re‒decir y desdecirse (no conozco todos los hilos de la trama), pero han hecho bien en manifestarse. Nos han ayudado a descubrir y plantear los temas de la iglesia.

          Como he dicho, ante la avalancha de comentarios, no sólo en la prensa de Iglesia, sino en todos los medios sociales, no pensaba haber escrito nada sobre el tema (pues no soy eso que algunos llaman un vaticanista), pero me acaba de llegar el trabajo que escribí hace exactamente 15 días, para la revista Éxodo, sobre los temas de fondo del Sínodo de la Amazonía, que son los mismos que son los mismos de la controversia de Sarah‒Ratzinger.

          La revista ha salido ayer, como informa fielmente en RD su director Evaristo Villar (cf.http://www.exodo.org/sinodo-amazonico-cuidar-la-casa-comun-2/http://www.exodo.org/revista-exodo/). Este número  (Éxodo 151) se titula: Sínodo Amazónico. Cuidar la casa común  e incluye los siguientes trabajos:

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Crónicas del Sínodo: El tiempo en que le Amazonas desbordó el Tíber… pasando por el Rin, JESÚS BASTANTE LIÉBANA

‒ Trabajos:  El sínodo Amazónico visto con ojos de mujer, MARÍA LUISA BERZOSA;  El clamor de la amazonía, SANTIAGO ÁLVAREZ CANTALAPIEDRA;   Sínodo de Amazonía. Hacia una Iglesia en salida, XABIER PIKAZA;  Cómo abordar la emergencia climática, CARLOS SÁNCHEZ MATO.  Pacto de las catacumbas por la casa común, MANUEL GARCÍA GUERRA

         Agradezco a E. Villar la invitación a participar una vez más en su revista, y por la presentación que hace de mi trabajo: El teólogo Xabier Pikaza descubre el contraste profundo que existe entre los dos sínodos recientes, amazónico y alemán, y la posición doctrinal de un cualificado represente de la jerarquía eclesiástica como el cardenal Müller. Contra la opinión del purpurado, Pikaza ve en ambos sínodos la superación de la crisis actual de la Iglesia no por la vuelta a la Iglesia imperial, colonizadora y asentada sobre la “ontología del poder”, sino por la vuelta a las aguas del Jordán para rescatar el espíritu originario de Jesús y de su evangelio y el establecimiento de la autonomía de las iglesias desde la igualdad de las personas y la comunión desde los pobres.

    A continuación reproduzco los elementos básicos de mi trabajo, invitando todos a  a leer la revista entera, que ofrece la mejor información y valoración que tenemos sobre la “crisis” papal y popular de la iglesia, desde la perspectiva del Sínodo de la Amazonía (y del Sínodo de Alemania). 

Sínodo de Amazonía.  Hacia una iglesia en salida (Xabier Pikaza)

Amazonía

El acontecimiento eclesial más importante del año 2019 ha sido la conjunción de dos Sínodos, muy distintos, pero muy iguales: Uno en la Amazonía, otro en Alemania. Se sitúan de algún modo en las antípodas sociales, culturales e incluso religiosas de la Iglesia: La Amazonia parece pre‒modera, Alemania es el centro de un tipo post‒modernidad cristiana. Dicen que Amazonia no ha llegado, mientras Alemania se ha pasado, pues ha sido, y sigue siendo, el país de la Reforma Protestante, la Ilustración filosófica y materialismo económico más puro.

            Y, sin embargo, los dos sínodos concuerdan, como pude experimentarlo al ser ponente de la XXIV Asamblea Nacional de los Católicos de Lengua Española de Alemania,  celebrada en Mainz/Maguncia, del 7 al 10 de junio del 2019. Estaban de fondo los dos sínodos, y sobre ellos giraron mis ponencias y las reflexiones de los asambleístas, oriundos de Amazonia y de su entorno (desde Chile a México), pero que asentados hace tiempo en Alemania, en cuya Iglesia se estaban integrando.

            Ellos fueron para mí la prueba viva de la concordancia ambos sínodos, y así lo sentí a la vera del Rin, como si fuera el Amazonas, bajo la gran torre de la Seo imperial. Supe allí que el tema no era un río o el otro (ni los dos a la vez), sino el de  las aguas del Jordán, para volver con Jesús a la experiencia del bautismo e iniciar así el camino de Galilea y Jerusalén.

Introducción. Más allá del Card. Mülle

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            En Maguncía sentí, como en ningún otro lugar la sombra del Cardenal Müller que allí había nacido y que ha sido durante cinco años presidente de la Congración para la Doctrina de la Fe (2012‒2017), el mayor adversario de los sínodos de Amazonia y Alemania. Le había conocido hace tiempo en Salamanca, donde venía de profesor invitado. Allí conocí de nuevo su propuesta eclesial, para superarla.

Müller tiene razón cuando afirma que en ciertos estamentos de la Iglesia hay una deriva secular y quizá anti‒evangélica, pero no interpreta ese dato a la inversa. La deriva que él condena no proviene del abandono de la autoridad dogmática, sino de un dogmatismo mal aclarado y de una secularidad tampoco bien interpretada.

El problema central del Card. Müller y de los adversarios de esos sínodos proviene de su desconocimiento de la historia de Jesús, de su libertad creadora, de su oración, de su compromiso con los pobres… En el fondo, Müller quiere volver a una iglesia imperial cuando han pasado ya los tiempos imperiales de Maguncia, una iglesia sin verdadera libertad, ni comunión en diálogo de amor.

La visión que tienen Müller y de los enemigos de esos sínodos proviene de una comprensión reactiva y peligrosa del “poder cristianos”. Ellos quieren mantener la iglesia como fortaleza amenazada por peligros semejantes en Alemania y Amazonia, y piensan que para mantenerla en vida tienen que cerrarla a todo cambio real, olvidando que en la Iglesia sólo se mantiene lo que cambia, volviendo a la raíz de Jesucristo

En contra de Müller y de sus seguidores pienso que resulta absolutamente necesario volver al evangelio, no para abandonar la buena y gran tradición, sino para recrearla a la luz del mensaje y vida de Jesús. No se trata de rechazar sin más unos ministerios os) propios de la vida actual de la iglesia (pues en el fondo el tema acaba siendo el de los ministerios, sino de recrearlos desde el evangelio, al servicio del Reino de Dios, en libertad y comunión de amor.

La tarea más urgente, tanto en Alemania como en Amazonia consiste en recuperar la historia de Jesús, para recrear los ministerios de la Iglesia, volviendo con Juan Bautista al río Jordán, para retomar el mensaje y camino de Jesús en Galilea. No se trata de “secularizar” la Iglesia, en sentido negativo, sino de recuperar la auténtica sacralidad de Jesús, que es la sacralidad del servició a la vida, con la curación de los cojos, mancos, ciegos y el amor que acoge y transforma a los hombres y mujeres.

            Desde ese fondo se entiende la semejanza (casi identidad) de los supuestos y tareas del Sínodo de alemana y del de la Amazonia, pues en el fondo laten las mismas razones eclesiales y evangélicas, al servicio de la reestructuración de la Iglesia universal.  Tanto el documento del sínodo de Amazonia (que el Papa Francisco ha de asumir y publicar) como el proceso sinodal en Alemania quieren reformar de forma radical un tipo de administración eclesiástica de tipo clerical y jerárquico, no sólo porque ha fracaso, sino también (y sobre todo) porque no va en línea de evangelio.

Tareas básicas del sínodo de Amazonia

El sínodo de Amazonia (lo mismo que el de Alemania) quiere que los cristianos retornen a la vida y mensaje Jesús, cuando subió del río Jordán a Galilea para anunciar y preparar el Reino, sin templos como el de Jerusalén, sin estructuras clericales, sin diferencias jerárquicas de hombres y mujeres. Lo que importa es retomar el impulso del Jesús, de la vida en libertad, de la sanación de los enfermos y excluidos, empezando así por abajo, no desde las cumbres de una trama de poder económico, social y religioso que quiere imponerse por la fuerza.

  1. Se trata de superar una visión de Jesús sometido a los principio de una “ontología del poder”, que ha terminado convirtiéndose en agentes de una racionalidad impositiva, de una verdad que se prueba con argumentos “superiores” de clérigos que se creen superiores, y pueden mandar sobre otros que serían bárbaros (como los amazónicos...). Para ello hay que volver al Jesús de Gal 3, 28, sin judío ni griego, sin libre ni esclavo, sin hombre y mujer, sin amazónico ni alemán, en humanidad abierta al respeto de todos, a la admiración de los distintos y a la búsqueda compartida de amor mutuo en libertad.
  2. Se trata de superar al Jesús romano del imperio religioso, que dice estar al servicio de la fraternidad, pero que actúa desde arriba y se impone con poder. Para ello se debe superar la figura de un Jesús jerárquico (contrario a Flp 2, 6‒11), hay que rechazar al Jesús feudal que enseña su pretendida verdad desde arriba y se impone por la “fuerza” de sus armas o de su economía; hay que rechazar un tipo de sacralidad dominadora, que termina colonizando a los pueblos en vez de abrir con y para ellos espacios de libertad fraterna. En esa línea, el sínodo de Amazonia constituye una protesta en contra de una iglesia que ha sido (y quiere seguir siendo) colonialista.
  3. Se trata de superar una locura progresista del poder que crea bombas atómicas, pero destruye la tierra, que dice producir bienes de consumo, pero consume el humus o sustrato de la vida. La Amazonia es aún signo de una sostenibilidad ecológica, en equilibrio con la naturaleza, el aire, el río, las plantas y animales…  No se trata de que todos nos hagamos Amazonia en el sentido externo, sino de que aprendamos de ella, renunciando a un tipo de progreso que lleva al infierno de la muerte ecológica, de la destrucción del sistema de vida de la tierra. En ese sentido, la Amazonia contiene más verdad que la filosofía del logos‒poder de Grecia y que el derecho del imperio jerárquico de Roma.
  4. Se trata de aceptar la vida con su debilidad y su fragilidad… pero en manos de la Gran Vida, del Dios que es el Viviente, en comunión con la tierra, en comunicación de amor de unos con otros, sabiendo que la muerte no es desgracia absoluta, sino que puede y deber ser fuente y camino de transformación creadora. No se trata de volver a las pequeñas tribus, muchas veces envueltas en guerras provocadas por dueños externos del “sistema” sino de potenciar la comunicación fraterna, amorosa, de los hombres y mujeres, en comunión con la tierra/divina de la que nacemos, con el Universo que nos abre a la Resurrección, entendida así como fraternidad de los vivientes en el Dios en que vivimos, nos movemos y existimos.
  5. Se trata de superar no el posible celibato de amor en libertad personal, sino un celibato de poder clerical, vinculado a la jerarquía estamental de unos hombres y mujeres que se creen/sienten superiores por renunciar a un tipo de sexo. Ese celibato del poder es una perversión de celibato por el reino que Jesús admite en Mt 19, 12, y que vincula a los hombres y mujeres que lo aceptan con los disminuidos del mundo (con un tipo de eunucos). Ese celibato impuesto como signo de poder para ciertos jerarcas clericales debe superarse en las iglesias, empezando por la Amazonia, para el posible surgimiento de un celibato libre y carismático por el Reino.
  6. Se trata de superar un tipo de unidad/uniformidad de la iglesia, en línea de poder feudal romano,vinculada hasta ahora a la cultura/poder dominante, en línea de colonización religiosa (como la que está reflejado en la bellísima catedral imperial de Maguncia a la que me he referido). En el espejo de Amazonia la Iglesia siente en carne viva los valores, pero también los grandes riesgos, de una misión colonizadora, en la línea de los imperios llamados “cristianos” (Portugal y España, Holanda, Inglaterra, Francia, USA etc.). Una iglesia que coloniza no es cristiana y colonizar más en concreto la Amazonia… significaría destruir uno de los últimos restos de humanidad autónoma, apelando para ello a un progreso.
  7. El Sínodo de Amazonia busca el surgimiento de unas iglesias autónomas y distintas, que pueden y a mi juicio “deben” mantenerse en unidad católica, con Roma y con el resto de la cristiandad, pero no en dependencia o subordinación sino en comunión de amor voluntario, en solidaridad, desde los más pobres. Pues bien, en esa línea, la que más debe convertirse es Roma, con su estructura de poder religioso, que quiere tenerlo todo atado. El Sínodo de Amazonia no puede cumplir su finalidad si no se vincula con otros sínodos de Iglesias, como el de Alemania, y de un modo especial con un posible Sínodo de la Iglesia Romana, que es, quizá, la que tiene más necesidad de transformación. No se trata de que Roma cristianice a Amazonia, sino de que Amazonia cristianice ylibere a Roma.
  8. Según eso, el centro de la Iglesia no está en Roma con su “curia” (casa del kyrios, que no es aquí Jesús, sino un tipo de papa‒emperador), pues no hay en la Iglesia más centro que Cristo y más autoridad que la de los pobres. Según eso, en un sentido, Amazonia es más autoridad de Iglesia que Roma, pues el centro está en la periferia… Una vez dicho eso, desde la Amazonia (desde los pobres y vencidos) podremos buscar una Iglesia en Unidad, donde Roma (la antigua o una nueva), pueda ser signo de primacía del amor, como decía Ignacio de Antioquía al comienzo de carta a los Romanos, un primado que ratifica la autoridad de los pobres y humillados de la tierra, no para seguirles hundiendo en su humillación, sino para ascender con ellos, desde ellos, al encuentro de amor universal, del Dios de Jesús, que se revela así Todo en Todos (Rom 15, 28)

        En ese sentido hay que decir good bye Roma o, de manera más castiza  arrivederci Roma, con un adiós que no es para negar y romper, sino para desear que a Roma le vaya bien (¡cambiando mucho, pero no para que todo siga igual,  como decía el M. de Lampedusa en Gatopardo), sino para que todos podamos encontrar con ella vínculos nuevos de unidad en la diversidad (para vernos así de nuevo, arrivederci), dentro de un mundo que se encuentra entrelazado, donde el agua y el aire, la salud y la libertad son fundamentales para el ser cristiano, en esperanza de resurrección. Arrivederci, nos vemos, nos miramos, nos amamos… desde la Amazonia. 

Concreciones

El sínodo de Amazonia retoma el Espíritu del Vaticano II, abrogando (=superando) la interpretación restrictiva de Pablo VI y Juan Pablo II. El Vaticano II dejaba abierto el tema del celibato de los clérigos, estrechado después de un modo jurídico (y a mi juicio anti‒conciliar) por esos papas. A diferencia de ellos, el Sínodo vuelve al Vaticano II y a los principios de la Iglesia, con la primacía de la Eucaristía sobre el celibato (teniendo, sin duda, muy en cuenta la problemática afectiva del clero universal, tras el golpe de atención de un tipo de pederastia extendida en algunos ambientes clericales). Esta visión del celibato está pensada en principio desde y para Amazonia, pero tiene un sentido universal que puede aplicarse y se aplicará no sólo en África (donde es urgente un sínodo parecido), sino en otros países como Alemania, conforme a su Sínodo

El Sínodo vuelve a la Iglesia del primer milenio, más allá del “giro gregoriano” imperante en la Iglesia católico‒romana desde el siglo XI (como muestra la gran catedral de Maguncia ya evocada).La ley del celibato ministerial (con un Sacerdocio Jerárquico como nobleza feudal) ha tenido diversos motivos y orígenes , pero su imposición” viene ligada a ese giro gregoriano, con la interpretación de los ministerios en clave de poder clerical de ministros varones que de hecho no forman parte de las comunidades, sino que se imponen sobre ellas, en virtud de una superioridad y primacía de “orden”. Superando el paréntesis gregoriano, imperial y feudal, con sacerdotes entendidos como nobleza cristiana, el Sínodo resitúa a los ministros (varones o mujeres) en la vida de las comunidades, de las que brotan, no por encima de ellas.

El sínodo  supera de hecho los seminarios tridentinos, en los que se formaban clérigos para una vida separada (y superior), en celibato. Esos seminarios han realizado un servicio, pero han tenido un carácter ambiguo, de riesgo jerárquico y limitación afectiva. De hecho están desapareciendo (o han desaparecido) ya, y en esa línea el Sínodo devuelve a las comunidades la tarea de llamar y formar a sus ministros.

El sínodo retoma la experiencia praxis de la Iglesia primitiva, tal como se establece en las cartas pastorales (1 Tim, Tito) e incluso en 1 Clemente, en una línea de superación de sacerdocio jerárquico y del patriarcalismo sexual.  1 Tim y Tito ofrecen una primera ordenación de los ministerios, pero en línea comunitaria, no sacerdotal. Hablan de ministros (obispos/presbíteros/diáconos), pero no de sacerdotes. En contra de eso, el Sínodo sigue hablando de “sacerdotes”, pero lo hace en un sentido muy genérico, que deberá precisarse, pues en las iglesias primitivas los ministros no son sacerdotes en sí, sino que participan del sacerdocio común de todos los fieles deJesús y de la Iglesia (cf. Hebreos, 1 Pedro y Apocalipsis).

 En contra de la gran expectación surgida por los “viri probati” (varones probados), célibes o casados, el Sínodo no habla de “viri”, sino de hombres (=seres humanos), de forma que, en sentido estricto, los ministerios se pueden aplicar por igual a varones y mujeres. La tradición de los “viri probati” proviene de  Clemente (1 Cor 44, 2), donde se habla de dedokimasmenoi andres, “viri probati”, que en sentido restringido significa “varones probados”.  Tanto el griego como el latín distinguen entre varones (andres, viri) y seres humanos (anthropoi, homines)… De todas formas, el término masculino (andres, viri) se puede  aplicar a varones y/o mujeres, como hace la traducción castellana de I Clem 44, 2 (Ciudad Nueva, Madrid 1994, 125). Pues bien, el sínodo traduce ese término por “hombres”, no por varones, de forma que deja abierta la posibilidad de ordenación ministerial de mujeres. 

            Entendido así, este Sínodo ha dado un gran paso en el despliegue cristiano de las iglesias, en una línea abierta a la renovación de los ministerios y de la misma estructura de las iglesias católicas, en concordancia con lo que está buscando el Sínodo de Alemania. Es evidente que Sarah y Ratzinger pueden sentirse preocupados, y eso me parece buena seña.l

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