"El frente conservador-restauracionista sueña con reducir al Papa Francisco a una especie de paréntesis folclórico" De rumores petrinos y quinielas papales
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"Cierta ideología trumpista ha identificado más bien los valores del Papa Francisco como su enemigo número uno a ser atacado. Otrora fue el comunismo ese enemigo"
"En estos tiempos ha sido el Papa Francisco la figura que más ha insistido en que existe una “tercera guerra mundial” que es menos visible sólo porque se libra a trozos"
"Uno puede imaginar que el propio Papa Francisco y/o su círculo más próximo llevan tiempo preparando el después de Francisco. ¿Tienen un nombre en mente?"
"Uno puede imaginar que el propio Papa Francisco y/o su círculo más próximo llevan tiempo preparando el después de Francisco. ¿Tienen un nombre en mente?"
La actual hospitalización del Papa Francisco, el Papa que "mis hermanos cardenales fueron a buscar casi al fin del mundo" y a las puertas de lo que sería el 12º año de su elección como Papa, despierta, ¿o no será tal vez mejor decir “dispara”?, los rumores del futuro.
El Papa Francisco ha sido, y sigue siendo, aliento –o más bien, aire fresco– de renovación para la Iglesia. Uno sospecha que habrá más o menos movimientos en la curia vaticana. Seguramente también porque la “sorpresa” de este Papa está a la vista de todos. Y digo, “sorpresa”. Pero tal vez sería hasta posible decir “conflicto y malestar”.
Desde una perspectiva geopolítica, y yo que soy ignorante supino en esas mega dimensiones, hasta cierta ideología trumpista ha identificado más bien los valores del Papa Francisco como su enemigo número uno a ser atacado. Otrora fue el comunismo ese enemigo.

Por ejemplo, en estos tiempos ha sido el Papa Francisco la figura que más ha insistido en que existe una “tercera guerra mundial” que es menos visible sólo porque se libra a trozos. Y con la condena moral que no se ha limitado a un deseo sino que ha apuntado al complejo militar-industrial que se beneficia y prospera con las guerras: no cualquier cosita de poca monta.
En lugar de mirar atrás, es importante centrar la atención en el futuro. Paradójicamente, un Papa que tiene 88 años y pasa la mayor parte del tiempo en una silla de ruedas debe ser visto principalmente en términos de construcción del futuro. Y ese es, precisamente, el nudo de la cuestión entre la idea de Iglesia del Papa Francisco y la de sus adversarios.
Y, además, con un tono de amargura y de enfrentamiento que parece retrotraernos a otros siglos, ya remotos en el túnel de los tiempos. No, no van a envenenar al Papa Francisco pero la confrontación es tan frontal que hasta tantas veces se ha puesto en cuestión de la legitimidad de su elección -con a abstrusas teorías dignas de la mejores novelas policiacas-.
Lo que importa no es el pasado porque, entre otras cosas, el Papa Francisco no ha muerto. Pero sí importa el futuro, la era post-Francisco. También porque el frente conservador-restauracionista sueña con reducir al Papa Francisco a una especie de paréntesis folclórico del que deshacerse lo antes posible gracias a un sucesor que relativice su memoria o la embalsame en algo anecdótico, episódico, inofensivo, etc.
Por eso, cuando el Papa Francisco se vio obligado a desplazarse en silla de ruedas -y, una vez que aceptó el cambio, se sabe que es difícil recuperar el tono muscular para moverse de forma independiente-, y una vez que las hospitalizaciones presumiblemente graves se suceden hasta con cierta periodicidad en el tiempo, el desafío se traslada a la salud del Papa y, por tanto, a la posibilidad de su renuncia.
Los guardianes de la desesperada ortodoxia inmaculada –que hicieron de la fe un desierto y la llamaron fidelidad a la tradición cuando Cristo fue el primero en superar los preceptos de la tradición (“sabéis que se dijo… pero yo os digo”)– tuvieron cuidado de no hacer de ella un problema durante el larguísimo período en que el Papa Juan Pablo II llevó en público la cruz de una durísima enfermedad: ninguno de ellos dudó de su capacidad para sostener a la Santa Iglesia Romana -aunque lo hiciera durante 14 años aquejado de Parkinson-, siendo el testimonio del dolor algo bien manifiesto a los ojos del mundo.
Y ahora con el Papa Francisco, su aparición de la silla de ruedas, sus hospitalizaciones,…, basta para que cualquier imprevisto de su salud culmine siempre con la pregunta: ¿renunciará? ¿Y cuándo? También en este tema, por lo menos hasta el momento presente, el Papa Francisco ha aceptado el desafío y lo ha llevado al campo abierto.
El presumible final del pontificado del Papa Francisco, sin embargo, no hace más que abrir la fase más cercana al corazón de sus adversarios: el inicio del nuevo cónclave en el que buscar un pontífice que se deshaga de su legado.
Pero hay un “pero”, y no baladí: a través de los consistorios durante su papado, gran parte de quienes elegirán al futuro Papa fueron nominados por el actual Papa Francisco.
No, no es que esto sea una novedad. Lo han hecho también los anteriores Papas. Benedicto XVI creó 73 cardenales en ocho años, Juan Pablo II 210 cardenales en 27 años, Pablo VI 145 en 15 años y Juan XXIII 52 en cinco años. En resumen, unos diez al año. El Papa Francisco no ha hecho nada muy diferente a sus predecesores.
No obstante, lo que realmente ha cambiado es la geografía. Con el Papa Francisco los cardenales provienen de un abanico de 65 Estados de todo el mundo (en no pocos casos, además, son cardenales de nacionalidades nunca antes presentes en el colegio cardenalicio).
Si con Juan XXIII y su renovación la Iglesia anticipó el 1968, si con Juan Pablo II venido "de un país lejano" (Polonia) se abrió el camino al fin del bloque soviético del Este, si con Francisco se abrió la Santa Sede al pensamiento globalizado, ¿es posible que ahora el nuevo pontífice esté en nombre de la contraorden o de la marcha atrás?
Así que, en resumen: en primer lugar, es también una cuestión de números. Es necesario examinar el ‘identikit’ de los cardenales que tienen derecho a votar por el futuro Papa. Imagino que las hipótesis y quinielas ya circulan en determinados foros. Con todo, siempre la cautela parece que se impone, y también por el viejo dicho de que quien entra al cónclave como Papa sale como cardenal, es decir, mejor no dar demasiadas cosas por descontadas, eso quemaría la candidatura.
Uno puede imaginar que el propio Papa Francisco y/o su círculo más próximo llevan tiempo preparando el después de Francisco. ¿Tienen un nombre en mente?
Sea como sea, tendremos que acostumbrarnos y hay algo que ya nos lo dice: ahora ya no es el Sur del mundo el que es tierra de misión. En realidad son los presbíteros y misioneros llegados de lejos los que cuidan la Iglesia aquí con nosotros en Europa y en España. Y todo ello sin siquiera los temores de rechazo o de reacciones adversas que se podrían haber temido en una comunidad a menudo anciana como la eclesial en el continente europeo y en nuestra Iglesia en España.
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