Cada uno un salmo
Se inaugura el 26 en Madrid, la Feria del Libro, y me han invitado a presentar (firmar) el de los Salmos, cosa que hare según el mandato de Pablo: Que al reuniros lleve cada uno un salmo, una enseñanza una revelación (Cor 14,26).No llevo un salmo, sino un libro de salmos a la Feria.
Pablo definía la la Iglesia, como reunión viva, participativa y creadora de creyentes, en forma de “eclesiogénesis”. Hoy llamamos “ciclogénesis” al surgimiento y despliegue de un “ciclón, compuesto por rayos, viento y agua. Eclesiogénesis era y sigue siendo el surgimiento de una iglesia o comunidad de fe y de vida, a partir de tres elementos citados: Es una reunión que empieza con canto de salmos, se centra en la enseñanza de Jesús (el sentido y meta de la vida) y culmina en la revelación del misterio de Dios,como experiencia superior de paz, de gozo y plenitud de amor entre los creyuentes.
| X. Pikaza
Entorno. 1 Cor 11-14
Situemos la escena. Pablo lleva media carta (desde 1 Cor 7) descubriendo y programando la formación de una “iglesia” o grupo de creyentes, a través de un acción compartida en la que confluyen varios elementos: Recuerdo de Jesús, organizaciòn de la asamblea, funciones (ministerios y servicios ) celebración de la Cena del Señor, beso de paz.
Dos son los temas que sobresalen en este contexto, marcados por la identidad de Jesús y la idiosincrasia de la comunidad de Corinto:
(a) El amor mutuo, que todos aprendan a quererse y se quieran de hecho, como dice resume 1 Cor 13), formando un cuerpo vivo donde hay funciones de dirección (apóstoles, profetas, maestos..), pero sabiendo siempre que el centro del cuerpo son aquellos que externamente son menos favorecidos (enfermos, marginados, pobres…).
(b) Que todos compartan no sólo la “comida de Jesús” (su pan. su vino), sino su capacidad festiva (salmos), didáctica (enseñanza) y, contemplativa: que puedan hablar “lenguas,” un lenguaje más hondo de comunicación mutua, partiendo de la presencia de Dios e cada uno
Una y otra vez vuelve Pablo a ese tema de la lenguas, comol descubrimiento y despliegue de esa comunicación más alta, en clave de gratuidad, de enamoramiento y amor mutuo. El tema resulta reiterativo, casi sofocante, como si a los cristianos les interesara sólo el aprendizaje y despliegue místico de las lenguas, de hablar/cantar/razonar en una comunicación superior de transformación personal.
Tres claves de la eclesiogénesis
En un momento dado, que es un místico del lenguaje cifrado y del surgimiento de una comunidad "divina", pero también un organizador realista, se detiene y expone los tres elementos fundamentales de la “eclesiogénesis”, es decir, de la creación de una iglesia, diciendo: Pues bien, hermanos, cuando os reunáis para formar comunidad, obrad así:
(a) que cada uno lleve, cante, un salmo (psalmon; canto acompañado con un instrumento de cuerda, como una cítara o harpa) , creando un espacio compartido de misterio.
(b) Que cada uno lleve una enseñanza (una didajé), diciendo a los demás y compartiendo con ellos el sentido de la presencia de Jesús y la formación de la comunidad.
(c) Que cada uno lleve (tenga, ofrezca) el testimonio de una revelación (apocalisis), que exponga el sentido de su visión del misterio… (1 Cor 14, 26)
Luego sigue el tema fatigoso, largamente tratado, de las lenguas, cómo aprender a comunicarse en un plano más alto de verdad, e humanidad…Más allá de las razones, de los argumentos y disputa viene la palabra misteriosa de la vida, en línea de enamoramiento y sorpresa agradecida por el hecho de ser, de vivir, de poder comunicarnos unos a los otros. Pero, como he dicho, los tres motivos principales, que he citado por orden, son los que ahora siguen Una comunidad (abierta a la la eucaristía posterior) se forma con tres signos.
Los tres momentos de la eclesiogénesis
(a) Se empieza cantando. Tiene que haber en la comunidad alguno (=algunos) que sitúen el tema y desplieguen de la reunión con un salmo (un canto), sea de la Biblia, sea que él mismo ha inventado… Se trata de pasar del plano externo de las conversaciones del tiempo y del espacio, de la gente etc. al plano de la música compartida, como primero de todos los lenguajes, una sinfonía bíblica de salmos tradiciones, una música de Cristo (con salmos nuevos que se están creando en la comunidades), una música de cada zona de cada pueblo, de cada gupo.. Sin este comienzo de salmo, de canto, no hay liturgia, no hay iglesia.
Lo primero que cada uno ha de traer (tener) en el grupo es un salmo. No se dice cuántos cantan, qué instrumento traen (cítara, harpa…), cuanto tiempo duran los cantos. Eso debe discernirlo cada grupo, sin que sea necesario hablar de un maestro de coro o capilla, de un obispo o presbítero que dirige el canto.
Lo único que dice Pablo es que cada uno (¡ekastos!) tiene/trae/canta, a solas o en grupo, un salmo, sea tomado de la Biblia de Israel, sea compuesto por los mismos cristianos en la iglesia (un Carmen Christi, como el de Flp 2). Sin ese comienzo de música de Cristo (el gran cantor de Dios) no tiene sentido la comunidad.
(b) Se pasa después a la enseñanza, con la mismas normas básicas: Cada uno (ekastos, de nuevo) tiene (ekhei: trae, formula) una enseñanza.
No olvidemos que en el grupo hay una fuerte tradición judía de salmos y enseñanzas bíblicas… Pero tampoco podemos olvidar que estamos en Corinto, donde los más cultos conocen el argumento y despliegue de las tragedias , con sus discursos más intensos sobre el sentido de la vida.
No olvidemos que Corinto es un puerto de marinos y gentes de todas las naciones, una ciudad de mujeres manejad, prostituidas, que, quizá por vez primera en la vida, pueden y deben presentar en la asamblea su enseñanza, su visión de la via ay del amor, del hombres y la mujeres, desde abajo, a nivel de humanidad en Cristo.
Tiene que haber en la comunidad alguien que se “arranque” con una “didaje”, que sepa decir y diga por qué están todos reunidos, iniciando una “homilía” o conversación de enseñanza compartida. Esta enseñanza no es de un obispo o presbítero de oficio, sino de alguien que quiera y pueda levantarse… para iniciar una enseñanza compartida, una escuela de la vida, un aprendizaje de experiencia directa. Esta es la catequesis, la escuela cristiana, la universidad de Jesús…
(c) Finalmente tiene que haber una revelación, que en griego se llama “apocalipsis…”, pasando del canto a la enseñanza y de la enseñanza a la “palabra reflexiva” (didakhé) a la contemplación que se dice en griego “apocalipsis”. Tiene que haber al fondo de todo una “eclosión de vida”, el descubrimiento y despliegue de un nivel superior de gratuidad, de humanidad, contemplación, es decir, de revelación (apocalipsis) del misterio de Dios en Cristo.
No tiene por qué hablar el obispo, ni un apóstol superior, ni un rico armador del puerto… (si es que estuviere en la asamblea). Pablo sigue diciendo “ekastos” (cada uno…). Cada uno puede y debe tener (traer, decir, cantar, exponer) decir una palabra no sólo de canto o enseñanza, sino de revelación superior de vida. Sólo de esa forma la asamblea de creyentes viene a convertirse en eclesiogénesis, en un surgimiento y experiencia de vida compartida.
Seguirá hablando en los dos días siguientes de los dos últimos momentos del despliegue eclesial (enseñanza, contemplación). Hoy presento sólo el tema de los salmos, aprovechando el libro que acabo de redactar y publicar sobre el tema, pensando de un modo especial en la creación de una comunidad judía (y especialmente cristiana) partiendo del canto de los salmos.
Un discípulo dijo a Jesús: «enséñanos» a orar (Lc 11,1), y Jesús, que era Maestro de oración, le enseñó el Padrenuestro. Me gustaría haber seguido en esa lí- nea, pero, como solo soy profesor ya jubilado de Biblia y Teología, me ha parecido mejor escribir este manual de introducción cristiana a los salmos, retomando y condensando largos años de feliz docencia, con alumnos y amigos que quizá recordarán algo de lo que aquí digo.
Salterio. Nombre y sentido
El salterio no es un libro entre otros, sino el libro base de canto, poesía y oración de la Biblia, tal como ha sido compuesto y recogido a lo largo de casi un milenio (del siglo ix al ii a.C.) por levitas y orantes del templo de Sion (Jeru- salén), bajo la autoridad simbólica del rey David, y empleado hasta hoy por la liturgia de judíos y cristianos. Forma parte de la Biblia Hebrea (TM, siglo iv-ii) y de la Griega (LXX, siglo ii-i a.C.) y consta de 150 poemas, que no están pensados para ser leídos de un golpe, sino para ser cantados y orados a lo largo del día, del año y de la vida de los creyentes, escogiendo los más adecuados, según la liturgia común y la inspiración particular de cada orante.
- El salterio se llama en hebreo tehilim, que significa alabanzas, cantos o poemas, para glorificar a Dios, dándole gracias por todo lo que existe en el mundo y especialmente por la historia y vida de los hombres. Los traduc- tores griegos dieron a esos cantos el nombre de Salmos (Psalmoi), textos para ser cantados con acompañamiento de un salterio, que es un tipo de cítara o arpa de diez cuerdas. De manera lógica, respondiendo a la variedad de sus matices, ellos han recibido en la Biblia Hebrea otros títulos o nombres que expresan mejor su contenido.
- Los salmos son mizmor, cantos solemnes, que se proclaman y tocan con instrumentos de cuerda, entre los que sobresale el kinnor, que es la cítara o arpa, ya citada. El primer lenguaje del hombre ha sido la poesía y el canto, y entre los cantos los primeros han sido los que brotan de la admira- ción ante la vida y el mundo, en un contexto de misterio sagrado. Más que medio para declarar unas ideas, los salmos, empezaron siendo cantos para expresar y comunicar sentimientos y experiencias ante el despliegue de Dios, la emoción interna y la relación con otras personas.
- Los salmos se llaman tambiénshir/shirim, cantos exultantes, que se diferencian de los gritos o señales auditivas de los animales porque van car- gados de un intenso sentimiento afectivo, de tipo gozoso, amoroso, de atrac- ción y comunicación consciente, de llamada y respuesta, para conocimiento y enriquecimiento mutuo. El más conocido de la Biblia es el Cantar de los Cantares (= Shir ha shirim), poema intenso de atracción y comunión enamo- rada entre varones y mujeres (en la línea de la primera palabra dirigida por Adán a Eva: Gn 2,23). En esa línea, muchos salmos son también declaracio- nes de amor agradecido, gozoso o dolorido de unos hombres ante Dios o ante los otros, aunque en general prefieren velar el atractivo erótico, pues se cantan en el templo más que en casa o en la plaza.
- Los salmos son también tefilim (tefilah), oraciones articuladas, es decir, plegarias, formas de invocación, petición y diálogo, que no se diri- gen solamente a la naturaleza (sol, tierra, luna, mar o río...), ni a otros hombres o mujeres, compañeros de esta vida y camino, sino directamente al Dios, en quien todo se funda y condensa, en los diversos momentos de la vida, día o noche, nacimiento o muerte. Pero, dirigiéndose a Dios y a otros seres humanos, el orante de los salmos reflexiona y se dirige, en su interior, hacia sí mismo, de manera que sus «teo-loquios» (conversaciones con Dios) se convierten en «soliloquios», conversaciones o reflexiones consigo mismo.
- Algunos llevan el título de miktam, que puede traducirse como «ins- cripción» o, quizá mejor, como epigrama, poema para ser «grabado» (escul- pido, escrito) sobre piedra o madera, como en los monumentos de Egipto o Mesopotamia. Son textos que no solamente se producen y reproducen de forma oral, modulándose así a lo largo de siglos en la memoria de los orantes y cantores, sino que, en un momento dado, se fijan (inscriben), grabándose en hojas de papiro o pergamino, para conservarse en templos
- Varios salmos se llaman, finalmente, maskil (cf. Sal 32; 42; 44; 45;52–55; 74; 78; 88; 89 y 142), por estar compuestos y reproducidos con arte, es decir, con maestría, con voces escogidas, con instrumentos adecuados. Sin duda, ellos han sido cantados de un modo informal en casas particula- res, caminos o campos, durante el trabajo o en fiestas, como textos comu- nes de todo el pueblo; pero, en un momento dado, han sido utilizados por levitas profesionales, en el Palacio/Templo en Jerusalén que termina defi- niéndose como «casa de música orante», una especie de ópera nacional del judaísmo2.
Estos y otros nombres pueden aplicarse a los salmos, como indicaré de manera más precisa en el vocabulario final de este libro. Estos tenían según eso varios nombres que matizaban su forma y/o contenido. Solo al traducir los al griego y publicarlos como texto unificado para la Biblioteca Real de Egipto (Alejandría), recibieron, por comodidad, un nombre único, que se ha mantenido hasta el momento actual, el de Salmos (Psalmoi), poemas cantados con acompañamiento básico de cítara o salterio, de trompetas y tambores3.
Pueden recitarse (leerse) o cantarse también en otros lugares, y muchos judíos lo hacían así, pero oficialmente se empleaban en la liturgia del tem- plo de Sion, como expresión de identidad colectiva del pueblo, transmitida y fijada a lo largo de siglos. En ese sentido recogen y expresan la «memoria» viva del judaísmo, que no se transmite por libros de administración o de relaciones comerciales, sino a través de cantos religiosos de recuerdo y esperanza.
El salterio contiene himnos y meditaciones para todas las estaciones del año y para todas las circunstancias de la vida. No expresan una única forma de entender la vida, sino varias, como la misma existencia humana, que es multiforme, con tiempos para amar y para enfrentarse con otros, para ale- grarse y llorar, para luchar y para celebrar la paz, para castigar a los enemigos y para perdonarlos como recuerda el Eclesiastés o Qohelet 3,1-8.
Esa palabra (salmos) es la más utilizada, y, aunque no abarca todos los matices de los nombres hebreos (tehilim, tefilim, mizmor, maskil...), ha puesto de relieve algo que los lectores, cantores y oyentes de lengua griega captaron bien: los salmos son textos poético-musicales compuestos para ser cantados (celebrados, bailados) ante Dios por un coro especial de levitas, representantes de la «nación» judía.
Lectura judía y cristiana, a la luz del Padrenuestro
Como he dicho, Jesús estaba un día orando y, al terminar, se le acercó un discípulo diciendo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discí- pulos» (Lc 11,1). Este relato nos sitúa en el principio de Iglesia, cuando los cristianos sintieron la conveniencia (necesidad) de fijar una plegaria propia, que pudiera compararse a la de Juan y a la de otros grupos judíos, como síntesis o compendio de los salmos, pero en la línea de la oración de Jesús.
Lucas 11,2-4 ofrece el texto más antiguo, como expresión central de la oración de Jesús. Mateo 6,9-13 lo ha expandido de un modo más litúrgico, diciendo Padrenuestro (no simplemente Padre, como Lucas)5. Pero los dos evangelistas toman esta oración de Jesús, como clave y compendio de la ora- ción judía del conjunto de los salmos.
Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino.Nuestro pan cotidiano dánosle cada día Y perdónanos nuestros pecados, como tam- bién nosotros perdonamos a todos nuestros deudoresY no nos introduzcas en la tentación.
Mt 6,9-13: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Nuestro pan cotidiano, dánosle hoy; y perdó- nanos nuestras deudas, como también noso- tros perdonamos a nuestros deudores;32 y no nos hagas entrar en tentación, mas líbranos del mal (Malo).
Todos los mandamientos se resumen en dos, amar a Dios y amar al próji-mo. De un modo semejante, todos los salmos se contienen y entienden des de el Padrenuestro, que sería, según eso, oración suficiente para los cristia- nos. A pesar de ello, de un modo consecuente, la Iglesia, que, al lado de los dos mandamientos de Jesús, mantiene los diez del decálogo, ha conservado al lado del Padrenuestro los 150 salmos del salterio.
Este es uno de los casos más significativos de identificación en la lectura judía y cristiana de la Biblia. En el tiempo de Jesús y más tarde (del si- glo i a.C. al iii d.C.) hubo diversos intentos de producir nuevos salmos, sus- tituyendo los antiguos o añadiendo algunos nuevos, entre judíos y cristia- nos; pero al fin tanto unos como otros se mantuvieron fieles a los salmos del texto bíblico.
- –En el judaísmo pueden citarse tres ejemplos de ampliación o sustitución de los salmos: a) Los Hodayot de Qumrán, himnos propios de la tradición esenia; b) los Salmos de Salomón, que van en la línea de un judaísmo nacio- nal de tipo militar y militante (cercano al de los celotas); c) plegarias de carácter fariseo, como las Dieciocho bendiciones, que vendrán a convertirse en un texto oficial del judaísmo Pero los judíos rabínicos no abando- naron los 150 salmos canónicos, sino que los siguieron y siguen tomando como texto «oficial» de su oración.
- – En el cristianismohubo también intentos de crear nuevos textos, para sustituir a los Los más significativos son los himnos o textos orantes de la tradición antigua, conservados en las cartas auténticas de Pablo (como Flp 2,6-11) y su «escuela», tanto en Colosenses-Efesios como en las pastora- les (1-2 Timoteo y Tito) y Hebreos. Contamos, además, con la espléndida colección de himnos y bendiciones del Apocalipsis y, sobre todo, con los
«salmos» de Lucas (Magníficat, Benedictus y Nunc Dimittis: Lc 1–2), y varias oraciones del libro de los Hechos6.
Por una reacción generalizada, compartida por las iglesias y las sinago- gas, desde Siria a Roma, desde Asia Menor y Grecia hasta Egipto (Alejandría), judíos y cristianos optaron por conservar y destacar como oración propia los salmos, a pesar de las dificultades que podían presentar algunos de sus textos (en línea de violencia y condena de los adversarios). Los cris- tianos lo hicieron por tres razones fundamentales, sin renunciar por ello al Padrenuestro, sino para entenderlo y proclamarlo mejor:
- Conservaron los salmos para ratificar la raíz bíblica de la oración de Jesús, insistiendo en el carácter histórico de la revelación de Dios, en contra de aquellos que, en la línea de Marción, pensaron que el AT era anticristia- no, contrario al evangelio.
- Insistieron en los salmos para destacar la identidad carnal, histórica y social de la Iglesia, con la exigencia concreta de encarnación y vinculación so- cial (de comunicación orante) entre los fieles, en fidelidad a la tradición judía y a la experiencia universal de oración de Jesús y de sus
- Finalmente, los cristianos conservaron (conservamos) los salmos para mantener y desarrollar la opción social a favor de los pobres y descartados sociales, en contra de aquellos que querían tomar el cristianismo como una especie de «piedad elitista» de sabios y elegidos, sin arraigo social concreto, sin el canto dolorido y expectante de la Iglesia7.
Iniciación a la lectura de los salmos
No presento un comentario completo, en clave exegético-teolótica, sino una iniciación a la lectura orante de los salmos, en una línea cristiana (mesiánica) y judía, fiel al texto original hebreo y abierta a la novedad del evangelio como buena nueva de Dios para los hombres. Desde ese fondo, expongo los salmos como cantos judíos y cris- tianos, es decir, universales, desde la tradición de Jesús, asumida básicamen- te por la Iglesia.
Quiero entender los salmos como texto fundamental de la humanidad, desde una perspectiva occidental, abierta al ancho mundo oriental, en vertiente semita, especialmente emparentada con la poesía de los arameos y los árabes y de muchos pueblos que, siendo tradicionales, han sabido recoger y expresar los sentimientos básicos de la vida En ese sentido, los salmos han definido hasta hoy (siglo xxi) la poesía y cultura del Occidente cristiano; por eso he debido poner de relieve el sustrato y esencia semita de los salmos, explica- dos desde el texto hebreo.
No lo hago por erudición, sino para mantener vivo (que no se pase por alto) el tenor y sentido originario de sus textos. No hace falta que el lector haya estudiado hebreo, ni que pueda leer las palabras que cito en su grafía original, pues ellas van normalmente entre paréntesis, y están bien explica- das en el contexto. Pero he querido conservar algunas para que no se pierda el tenor original (hebreo) de los textos, escritos por judíos del AT e interpre- tados hondamente por Jesús y los cristianos8.
He compuesto mi lectura sobre el texto hebreo, por motivos culturales, sociales, religiosos, más que puramente literarios. Los salmos son un texto clave de la vida (religión) de los judíos y por eso han de leerse y entenderse en su contexto, desde la teología (antropología) del AT. Así he querido em- pezar leyendo y entendiendo los salmos como pensador y «creyente» judío, pues, en cuanto estudioso y cristiano, sigo siendo judío de base y cultura; precisamente para ser universal debo empezar respetando el texto hebreo9.
Lógicamente, el lector que me siga ha de hacer un pequeño esfuerzo por situar los salmos en el contexto antiguo, en el despliegue de la Iglesia y fi- nalmente (al mismo tiempo) en la cultura actual. El lector actual debe ser fiel al pasado, asumiendo los elementos básicos de la historia de Israel, con la Iglesia posterior, desde el mundo globalizado del siglo xxi.
NOTAS
Tomo así los salmos como «texto vivo», que se ha ido re-traduciendo y reinterpretando a lo largo de siglos, desde el siglo ix al ii a.C., cuando se fijó el texto canónico (consonántico) hebreo (TM) y su desarrollo griego (LXX). Por eso, es bueno que el lector conozca algo la historia y teología del judaísmo, como hago en el vocabulario final, con la bibliografía perti- nente. En esa línea, he leído y explicado los salmos en sí mismos, conforme al texto hebreo, con su hondura y diversidad, aunque sin discutir y probar en cada caso las razones de mi opción.
Como verá el lector, después del vocabulario he colocado una bibliografía básica, y con ella podrán valorarse y discutirse mis formas de entender los textos, pues, aunque no discuta y fundamente críticamente mi lectura, he tenido muy en cuenta la opinión de otros comenta- ristas, como verán sin dificultad los entendidos. Mi lectura es de tipo expositivo, no de discu- sión crítica, y así he querido exponerla, partiendo de los originales, para iluminar desde ellos nuestra problemática social y religiosa. Quiero que en esa línea los salmos sigan siendo un texto hebreo, lejano en el tiempo, pero, al mismo tiempo, muy cercano a nuestra circunstan- cia. Solo así, siendo muy judío, el texto y mensaje de los salmos podrá ser y será actual, no para repetir lo que allí se dice, sino para recrearlo.
Como puse de relieve en el Diccionario de las Tres Religiones (Estella: Verbo Divino, 2009, Introducción), no he debido rechazar el judaísmo para ser cristiano, sino al contario: dentro de las diversas culturas de la historia, he comenzado recorriendo el camino judío para entender los salmos e interpretarlos bien en sentido cristiano. Me considero judío mesiánico, como lo fueron Jesús y sus primeros seguidores, y por eso he sentido la conveniencia (necesidad) de leer y entender los salmos partiendo de su base hebrea.
Como indica su título, este libro ofrece una «lectura cristiana» de los sal- mos judíos, o, por lo menos, una introducción a esa lectura, desde la pers- pectiva del evangelio, en la línea del Padrenuestro. Jesús no abandonó a Is- rael para vivir y orar, no renunció a los salmos para limitarse al Padrenuestro, sino que integró todos los salmos en el Padrenuestro, como judío mesiánico, vinculado desde Galilea a la tradición de Jerusalén, reinterpretando los sal- mos a la luz de su vida y mensaje. De esa forma se mantuvo en la línea de los judíos orantes, cantores y autores de salmos. Ciertamente, su interpretación no fue la única, pues el judaísmo anterior y posterior compuso y expuso salmos en perspectivas distintas, pero no contradictorias a la de Jesús.
En esa línea, mi lectura, siendo judía, quiere ser, al mismo tiempo, cristiana, no por imposición externa (a la fuerza, de un modo «dogmático»), sino porque (con la Iglesia) estoy convencido de que el camino y mensaje de los salmos culmina de un modo natural (aunque no único) en la vida y oración de Jesús, a quien llamamos el Cristo de Israel, cantor de salmos. Precisamente por eso, para insistir en la vinculación y raíz judía de los salmos (no por simple pru- rito de erudición) he querido insistir en su «verdad hebrea», para que nadie pueda pensar que rechazamos nuestra base judía al recitarlos, cantarlos y pensarlos.
No es preciso que el lector de este libro sea «técnico» en historia, literatura y religión hebrea, pero será bueno que conozca sus fundamentos, como he puesto de relieve en el voca- bulario final, con la ayuda de alguno de los libros que cito en la bibliografía.
Leídos desde el cristianismo, los salmos siguen siendo textos (cantos) totalmente judíos, no solo por su lengua original (hebreo), sino por su mensaje, como irá mostrando esta lectura. Este libro no ofrece un análisis completo de los salmos, pues no estudia caso a caso, palabra a palabra, sus problemas filológicos, históricos y teológicos, pues ello exigiría un trabajo diferente, en la línea de algunos comentarios que cito en la bibliografía. Pero ofrece una introducción básica para aquellos que quieran entender y vivir (actualizar) su mensaje.
A pesar de mi esfuerzo de condenación, este ha terminado siendo un libro «razonablemen- te» extenso, porque los salmos son muchos (150) y es difícil condensarlos más de lo que hago. Pero este no es un libro de lectura seguida, sino «en abanico». En esa línea, más que un comen- tario estricto es una especie de «enciclopedia» de conjunto de los 150 salmos, que los redacto- res finales dividieron en cinco secciones o libros que tienen cierta unidad entre sí: (Sal 1–41; 42–72; 73–89; 90–104; 105–150, como iré indicando a lo largo del libro.
- Tomo como base de lectura el texto litúrgico de la CEE (Conferencia Epis- copal Española), no solo porque es la oficial de la Iglesia, sino porque es muy buena, siguiendo básicamente la de L. Alonso Schöke- El comntario de cada salmo se divide envarias partes:
- Introducción. Muchos lectores y orantes pueden centrarse en las dos primeras partes de mi exposición de cada salmo, con la introducción a la lectura y el texto traducido de cada salmo, en cursiva. A modo de complemento, pasando por alto mi comentario, podrán pasar a la reflexión y actua lización final.
- Comentario. Quienes quieran profundizar en la división y sentido particular de cada salmo pueden pasar al comentario propiamente dicho, que contiene una interpretación básica del salmo. En ese nivel se sitúan en gene- ral las notas a pie de páginas en las que incluyo (como en el mismo texto) algunas referencias al original, incluso con palabras en hebreo (casi siempre paréntesis), que no son necesarias para entender el texto, pero que sirven de ilustración filológica y, sobre todo, de comunión con los autores y orantes primeros de los salmos