Animalistas y cristianismo
“El hombre se diferencia del animal en que bebe sin sed y ama sin tiempo” (Ortega y Gasset).
Emerge un popular movimiento social, los animalistas, que con una nueva antropología que básicamente reduce y asimila la condición humana a la condición animal, y viceversa, eleva la condición del resto de las especies animales a la del ser humano, experimenta un gran éxito en nuestra sociedad.
Esta viceversa debe tenerse en cuenta porque es máxima del movimiento que ninguna especie animal deba ser medio para los fines de otra. De ahí el veganismo.
En el contexto actual de neurosis igualitaria, el pensamiento animalista, adopta con o sin saberlo la dialéctica marxista del enfrentamiento, en este caso entre especies. Ciertamente, prolifera en personas con tendencia a ser de izquierdas o progresistas. Y por ello considero al pensamiento animalista como una metamorfosis más del marxismo.
En el contexto también actual de imposición emocional (dictadura de las emociones), el pensamiento animalista podría ser catalogado como pensamiento de nuestra época posmoderna.
Ha habido construcciones doctrinales para sustentar este nuevo pensamiento. Así, Peter Singer por ejemplo eleva a categoría moral el derecho de todo ser vivo a no sufrir, y extiende el concepto de persona a todo ser vivo que sepa anticipar su ser en el pasado y en el futuro (homínidos y posiblemente resto de mamíferos), pero curiosamente para este pensador no serian personas en este sentido los recién nacidos ni los discapacitados mentales.
Otro ejemplo, para Tom Regan , el derecho a la vida y por tanto su respeto, es un valor intrínseco del que goza todo ser vivo que es su titular. En base a ello, ninguna especie animal puede servir de medio medio para los fines de otra.
Siendo estas las bases ideológicas de este movimiento, cabe preguntarse qué lleva al ser humano a elevar tanto la atención y dignidad del resto de las especies con las que compite en el medio natural, y por qué ha tenido tanto éxito este movimiento.
Yo me lo explico así. El hombre occidental padece un síndrome de exceso de información, y queda por ello sometido a constantes noticias de catástrofes, violencia, golferías de todo tipo e injusticias, y puede por ello acabar con cierta lógica desvalorando a su propia especie. Con sensibilidad ecológica, cree que la especie humana no ocupa el centro de la creación, sino que forma parte de ella e interactúa de forma conflictiva con el resto de las especies. Por otra parte, este hombre posmoderno es un analfabeto espiritual y está zarandeado constantemente por estímulos y emociones.
En este contexto, un ser humano vacío y aislado puede acabar íntimamente por detestarse como miembro de la especie humana, que es distinto a detestarse como persona.
Nos encontramos creo, en una cultura de la desvaloración de lo propio e identitario (familia, religión, patria, tradiciones, relaciones de dominio con el medio natural).
En suma, esta cultura no valora su historia ni su patrimonio y en este sentido, el ser humano posmoderno ha tenido que construir una identidad nueva. Pero la falta de capacidad creativa porque es descreído y materialista, y por eso coge de aquí y de allá, le hace cosechar superficialidad, insatisfacción y angustia. Unos tiran la toalla y vuelven a las certezas anteriores, otros acaban radicalizando y extremando sus posturas (auge de los totalitarismos).
El vacío existencial está detrás de la decadencia de nuestra cultura. El ser humano occidental está vacío porque se entiende sólo como recipiente (materia) y es solitario (los otros miembros de nuestra especie suponen una amenaza). Frente a esta angustia, encuentra salida en establecer unos nexos de solidaridad e identificación con otros seres vivos con los que no puede comunicarse sino a través de las emociones, especialmente con otros mamíferos.
No pongo en duda el deber moral y legal de respetar y cuidar la creación, y de no someter a un trato cruel a las demás criaturas, yo lo cumplo. Pero es que esto es una cosa, y otra atribuir cualidades humanas a los animales, entre ellas la conciencia, tan sólo porque padezcan sufrimiento si son sacrificados.
Y por qué algo tan ridículo, atribuir cualidades humanas a los animales puede ser seguido por millones de personas en Occidente. Porque la lucha por la integridad de la creación, constituye una causa justa y emocionalmente es gratificante.
El problema es que este movimiento es bastante intransigente, y por ello lo englobo dentro de los pensamientos totalitarios. Lejos de plantear sus postulados en multitud de ocasiones los pretenden imponer faltando al respeto y tratando de impedir actos donde se ve implicado el sacrificio, y por tanto sufrimiento de un animal. Tampoco es admisible arrogarse una superioridad moral basada sólo en la compasión hacia los animales o atribuir bondad a una persona tan sólo por ello. Hitler amaba a su perro y era un ferviente vegetariano.
En esta antropología animalista, el hombre sólo puede beber si tiene sed, porque intrínsecamente la especie humana no crea, sólo destruye. El hombre no puede aspirar ni amar de por vida, porque el hombre como animal no aspira, sólo respira. El hombre no tiene espíritu, sólo instinto, es un animal más.
Y esto en términos teóricos supone una degradación de la condición humana.
Este nuevo totalitarismo, el animalismo, es anti-cristiano, porque puestos a ponerse en el lugar de los animales, naturalmente es anti-humano.