Francisco bautizó a 21 bebés, hijos de los trabajadores de la Santa Sede El 'Papa párroco' y el tradicional bautizo en la Sixtina: "Que los niños crezcan en la fe, en una verdadera humanidad, en la alegría de la familia"
"Si los niños tienen que llorar, tienen que comer, no hay problema", señaló el Pontífice, mientras algunos pequeños lloraban en la magnífica sala creada por el genio de Miguel Ángel, que acoge cada año a millones de visitantes, y es sede del Cónclave
"Es importante que los niños se sientan bien". El Papa dio la bienvenida, desde la Capilla Sixtina, al tradicional bautizo de 21 bebés, hijos de trabajadores de la Santa Sede, nacidos en el último año. "Si los niños tienen que llorar, tienen que comer, no hay problema", señaló el Pontífice, mientras algunos pequeños lloraban en la magnífica sala creada por el genio de Miguel Ángel, que acoge cada año a millones de visitantes, y es sede del Cónclave. Llantos y risas, movimiento, vida, en una de las ceremonias más emotivas de las que se celebran en Roma en todo el año.
Sin lugar a dudas, una de las ceremonias que más complacen a Francisco, quien deja ver, mucho más que en otras ocasiones, su alma de párroco de pueblo. Lejos de los curas que mandan callar a los niños, o amonestan a las mujeres que sacan el pecho para dar de mamar a sus bebés, Bergoglio explicitó su deseo de que las familias se sintieran como en casa. Y así fue, en una Eucaristía, con rito de Bautismo, para celebrar el fin de los ritos del tiempo de Navidad.
Así, el Papa se dirigió a padres y padrinos, con las preguntas clásicas, sobre el nombre de los pequeños, y las intenciones de educarlos en la fe. Los frescos de Buonarroti fueron, de nuevo, testigos de la promesa de los adultos para educar en la fe a los niños "conforme al Evangelio". "Queridos niños, con la gran alegría la Iglesia os recibe y, en su nombre, los voy a marcar con el signo de la cruz. Después, padres y padrinos, harán lo mismo", explicó el Pontífice, que también fue bendiciendo a los otros hijos, que acompañaban a sus hermanos pequeños y padres, en la ceremonia.
Tras la lectura del Evangelio, y en mínima homilía sin papeles, Francisco pidió a Dios que los niños "crezcan en la fe, en una verdadera humanidad, en la alegría de la familia", y tras las peticiones, se produjo el momento esperado por todos: el Bautismo.
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