El Pontífice, como hiciera en la ida, descendió por una plataforma móvil Un Francisco en silla de ruedas arranca su 'peregrinaje penitencial' en Edmonton

Francisco besa las manos de una de las líderes de los pueblos originarios
Francisco besa las manos de una de las líderes de los pueblos originarios Vatican Media

Un pequeño Fiat Seiccento blanco le esperaba para recorrer los doscientos metros que lo separaban del hangar donde le aguardaban las autoridades. Parolin, Gallagher, Czerny o Ouellet sí que bajaron la escalinata y se dirigieron hacia el lugar de recepción caminando

El Papa ha querido comenzar en Edmonton, en lugar de en Quebec, sede del Gobierno y donde tendrá lugar la recepción oficial, el miércoles, porque lo auténticamente relevante de este viaje es su encuentro con los pueblos originarios, la escucha y el reconocimiento de su dignidad. Y la petición de perdón, que va más allá de un 'lo siento'

Desde el primer momento, lo quiso dejar claro: este viaje es un 'peregrinaje penitencial' para pedir perdón por el escándalo de los internados católicos en Canadá. Nada más aterrizar en Edmonton, tras diez horas de vuelo, y todavía subido a la silla de ruedas, Francisco quiso saludar a la gobernadora general de Canadá, Mary Simon, la primera indígena en este cargo, que conformaba, junto al primer ministro, Justin Trudeau, la comitiva oficial.

A las 19,09 horas, con puntualidad exquisita, el vuelo papal aterrizaba en el aeropuerto de Edmonton ataviado con las dos banderas, canadiense y vaticana, que buscan "caminar juntas" en este viaje, como señala el lema oficial de la visita de Bergoglio. Aunque el Papa, físicamente, vaya a caminar muy poco. Y es que el camino es más, mucho más.

Un Francisco en silla de ruedas arranca su 'peregrinaje penitencial' en Edmonton
Un Francisco en silla de ruedas arranca su 'peregrinaje penitencial' en Edmonton

Se especulaba mucho sobre si, como ocurriera en la ida, el Papa descendía por las escaleras o, como finalmente ocurrió, bajaba del avión en plataforma para no erosionar su maltrecha rodilla derecha. Un pequeño Fiat Seiccento blanco le esperaba para recorrer los doscientos metros que lo separaban del hangar donde le aguardaban las autoridades. Parolin, Gallagher, Czerny o Ouellet sí que bajaron la escalinata y se dirigieron hacia el lugar de recepción caminando.

Antes de bajar, Bergoglio entró en la cabina para agradecer a los pilotos el viaje, de diez horas de duración, que se ha desarrollado sin problemas. 

El Papa ha querido comenzar en Edmonton, en lugar de en Quebec, sede del Gobierno y donde tendrá lugar la recepción oficial, el miércoles, porque lo auténticamente relevante de este viaje es su encuentro con los pueblos originarios, la escucha y el reconocimiento de su dignidad. Y la petición de perdón, que va más allá de un 'lo siento'.

En esta ocasión, Francisco se encontrará, antes que con políticos, artistas o sacerdotes, con los representantes de los pueblos originarios, y las comunidades Métis e Inuits. Apenas hubo una breve ceremonia, sin discursos, y con una breve bienvenida musical por parte de las comunidades indígenas, algo que dice mucho del tono que Francisco quiere imprimir a su viaje.

Hoy, de momento, no es el tiempo de las palabras, sino del testimonio. El de un Papa que, pese al dolor, no deja de hacer lo que cree que debe hacer. Aunque sea en silla de ruedas, desde donde saludó a las autoridades. Ya, en el hangar, para las fotos oficiales, con las banderas, sí se sentó en su asiento.

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