"El pastor que ama a su pueblo no vive en búsqueda de aprobación y consenso a toda costa" Francisco (a través de Calcagno) invita a los sacerdotes a "salir del clericalismo y convertirnos en anunciadores de esperanza"

"Es obra de Dios, no nuestra, la de llevar a los pobres un mensaje de alegría, a los cautivos la liberación, a los ciegos la vista y la libertad a los oprimidos" recordó el Papa a través de los labios del presidente emérito del APSA
"El pueblo percibe su soplo cuando en nosotros las palabras se hacen realidad. Los pobres, antes que otros, así como los niños, los adolescentes, las mujeres y también quienes han sido heridos en su relación con la Iglesia, tienen “olfato” para el Espíritu Santo"
"El campo es el mundo. Nuestra casa común, tan herida, y la fraternidad humana, tan negada pero imborrable, nos llaman a tomar posición. La cosecha de Dios es para todos: un campo vivo, donde crece cien veces más de aquello que fue sembrado"
"El campo es el mundo. Nuestra casa común, tan herida, y la fraternidad humana, tan negada pero imborrable, nos llaman a tomar posición. La cosecha de Dios es para todos: un campo vivo, donde crece cien veces más de aquello que fue sembrado"
"Es obra de Dios, no nuestra, la de llevar a los pobres un mensaje de alegría, a los cautivos la liberación, a los ciegos la vista y la libertad a los oprimidos". El Papa Francisco, a través de los labios del cardenal Domenico Calcagno, lanzó un mensaje a obispos y sacerdotes durante la misa Crismal, celebrada en la basílica de San Pedro, en esta extraña Semana Santa, sin el Papa, pero con el Papa. Un Papa que, a buen seguro, dará nuevas sorpresas en las próximas horas. Y que hoy, desde el principio, lanzó una dura diatriba contra uno de los grandes males de la Iglesia: el clericalismo. Y con una llamada a la acción: "El campo es el mundo".
En su homilía de Jueves Santo, el presidente emérito del APSA, delegado papal para esta ceremonia, reivindicó la esperanza que "disipa todos los miedos apocalípticos a la luz del amor crucificado. En Jesús se abre el libro de la historia y puede leerse".

En Este Jueves Santo en que los sacerdotes renuevan las promesas de la ordenación, y se bendicen los Santos Óleos, el Papa invitó a clero a preguntarse si "¿estoy aprendiendo a leer mi vida? ¿Acaso tengo miedo de hacerlo?". Refiriéndose al Año Jubilar, el Papa abundó que "es todo un pueblo el que encuentra consuelo cuando el jubileo comienza en nuestra vida", y pidió que "no sea una vez cada veinticinco años, sino en esa cercanía cotidiana del sacerdote con su gente, en la cual se cumplen las profecías de justicia y paz".
El signo de la conversión
"El año jubilar representa, para nosotros los sacerdotes, un llamado específico a recomenzar bajo el signo de la conversión", para "salir del clericalismo y convertirnos en anunciadores de esperanza". Porque "el pastor que ama a su pueblo no vive en búsqueda de aprobación y consenso a toda costa".

Pasión, muerte y resurrección de Jesús, "que nos disponemos a revivir, son el terreno que sostiene firmemente a la Iglesia y, en ella, a nuestro ministerio sacerdotal", explicó Francisco en boca de Calcagno. "¿Y qué terreno es este? ¿En qué humus podemos no sólo resistir, sino florecer? Para comprenderlo, hay que volver a Nazaret, como lo intuyó tan profundamente san Carlos de Foucauld", señaló, incidiendo en la necesidad de sostener "los buenos hábitos".
Parafraseando el Evangelio de Lucas, en el que Jesús señaló cómo la promesa se había cumplido, el Papa señaló a los sacerdotes cómo "cada uno de nosotros tiene una Palabra que cumplir. Cada uno de nosotros tiene con la Palabra de Dios una relación que viene desde lejos. Y la ponemos al servicio de todos sólo cuando la Biblia sigue siendo nuestro primer hogar".
"Ayudemos también a que otros encuentren las páginas de su vida: tal vez a los esposos, cuando eligen las lecturas de su matrimonio; o a quienes están de luto y buscan pasajes para encomendar el difunto a la misericordia de Dios y a la oración de la comunidad. Hay una página vocacional, por lo general, al comienzo del camino de cada uno de nosotros. A través de ella, Dios nos sigue llamando, si la custodiamos, para que no se entibie el amor", explicó, recordando de nuevo el pasaje leído por Jesús:
El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque me ha consagrado por la unción.
Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres,
a anunciar la liberación a los cautivos
y la vista a los ciegos,
a dar la libertad a los oprimidos
y proclamar un año de gracia del Señor.
Jesús, con sus palabras, "acaba de anunciar un jubileo". "Esto es divino: que la Palabra se haga realidad. Ahora los hechos hablan, las palabras se cumplen. Esto es nuevo, es fuerte" recalcó. "Este es el Espíritu que invocamos sobre nuestro sacerdocio: hemos sido ungidos con Él, y precisamente el Espíritu de Jesús permanece como protagonista silencioso de nuestro servicio".

El 'olfato' del santo pueblo de Dios
"El pueblo percibe su soplo cuando en nosotros las palabras se hacen realidad. Los pobres, antes que otros, así como los niños, los adolescentes, las mujeres y también quienes han sido heridos en su relación con la Iglesia, tienen “olfato” para el Espíritu Santo: lo distinguen de otros espíritus mundanos, lo reconocen cuando coinciden en nosotros el anuncio y la vida. Podemos convertirnos en una profecía cumplida, ¡y eso es hermoso!", insistió, pidiendo a los sacerdotes a poner atención: "¡Nunca hay que desanimarse, porque es obra de Dios! ¡Creer, sí! ¡Creer que Dios no fracasa conmigo! Dios nunca falla. Recordemos aquella frase durante la Ordenación: “Que Dios mismo lleve a término esta obra buena que en ti ha comenzado”. Y lo hace".
"Es obra de Dios, no nuestra, la de llevar a los pobres un mensaje de alegría, a los cautivos la liberación, a los ciegos la vista y la libertad a los oprimidos", repitió Francisco. Una realidad que Jesús "sigue leyendo hoy en el biografía de cada uno de nosotros". Primero porque, "hasta el último día, es siempre Él quien nos evangeliza, quien nos libera de nuestras prisiones, quien nos abre los ojos, quien aliviana la carga puesta sobre nuestros hombros". Y, también, "porque, al llamarnos a su misión y al insertarnos sacramentalmente en su vida, Él también libera a otros a través de nosotros. Generalmente, sin que nos demos cuenta".

¡Fuera la desesperación!
"Sólo Dios sabe cuán abundante es la mies. Nosotros, obreros, vivimos el esfuerzo y la alegría de la cosecha. Vivimos después de Cristo, en el tiempo mesiánico. ¡Fuera la desesperación!", clamó. "El Pueblo de Dios espera más bien la restitución y la remisión de deudas, la redistribución de responsabilidades y de recursos. Quiere participar y, en virtud del Bautismo, es un gran pueblo sacerdotal".
"El campo es el mundo. Nuestra casa común, tan herida, y la fraternidad humana, tan negada pero imborrable, nos llaman a tomar posición. La cosecha de Dios es para todos: un campo vivo, donde crece cien veces más de aquello que fue sembrado", finalizó el texto leído por Calcagno, en el que el Papa aseguró que Dios "recompensa todo esfuerzo".
Finalmente, una palabra para el pueblo de Dios. "Queridos fieles, pueblo de la esperanza, recen hoy por la alegría de los sacerdotes. Que llegue a ustedes la liberación prometida por las Escrituras y alimentada por los sacramentos. Muchos miedos nos habitan y grandes injusticias nos rodean, pero un mundo nuevo ya ha surgido".
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