Francisco reivindica "la alegría del Evangelio, sin  concesiones, amando hasta el extremo", del nuevo beato Juan Pablo I "Es hermosa una Iglesia con el rostro alegre, sereno y sonriente, que nunca cierra las puertas, que no endurece los corazones"

Francisco presidió la beatificación de Juan Pablo I
Francisco presidió la beatificación de Juan Pablo I

"El nuevo beato vivió de este modo: con la alegría del Evangelio, sin  concesiones, amando hasta el extremo"

"También hoy, especialmente en los momentos de crisis personal y social, cuando estamos más  expuestos a sentimientos de rabia o tenemos miedo por algo que amenaza nuestro futuro, nos  volvemos más vulnerables; y, así, dejándonos llevar por las emociones, nos ponemos en las manos  de quien con destreza y astucia sabe manejar esa situación, aprovechando los miedos de la sociedad  y prometiéndonos ser el “salvador” que resolverá los problemas"

"Dios no instrumentaliza nuestras necesidades, no usa nunca nuestras debilidades para engrandecerse a sí mismo. Él no quiere seducirnos con el engaño, no quiere distribuir alegrías baratas ni le interesan las  mareas humanas"

"Se puede ir en pos del Señor por varias razones, y algunas, debemos reconocerlo, son mundanas"

"Se puede llegar a instrumentalizar a Dios para obtener todo esto. Pero no es el estilo de Jesús.  Y no puede ser el estilo del discípulo y de la Iglesia"

"Amar; aunque cueste la cruz del sacrificio, del silencio, de la incomprensión y de la soledad,  aunque nos pongan trabas y seamos perseguidos"

"Con su sonrisa, el persistente Luciani logró transmitir la bondad del Señor. Es hermosa una Iglesia con el rostro alegre, sereno y sonriente, que nunca cierra las puertas, que no endurece los corazones,  que no se queja ni alberga resentimientos, que no está enfadada ni es impaciente, que no se presenta  de modo áspero ni sufre por la nostalgia del pasado". Albino Luciani ya es el beato Juan Pablo I. En una ceremonia en la plaza de San Pedro, bajo una constante lluvia (también llovió el día de su funeral), Francisco reivindicó el legado del Papa de la sonrisa.

Y lo hizo sonriendo, pese al dolor en la rodilla, pese al clima, pese a las dudas que nunca faltan en un pontificado que, como el de Luciani, busca la reforma y la alegría del Evangelio. Porque esa es otra de las claves que Bergoglio destacó de Juan Pablo I. "El nuevo beato vivió de este modo: con la alegría del Evangelio, sin  concesiones, amando hasta el extremo".

"Él encarnó la pobreza del discípulo, que no implica sólo  desprenderse de los bienes materiales, sino sobre todo vencer la tentación de poner el propio “yo” en  el centro y buscar la propia gloria", glosó Francisco en su homilía, después de que se leyera la inclusión del nuevo beato en el libro de los santos, y se descubrió el lienzo con la imagen de Juan Pablo I, realizada por Yan Zhang. Antes, tuvo lugar la tradicional peregrinación de obispos (se vio al cardenal Omella entre ellos), y la petición de beatificación, que el Papa concedió, ubicando su festividad litúrgica el 26 de agosto.

La sonrisa del alma

Y es que, recordó Bergoglio, el Papa de la sonrisa "fue un pastor  apacible y humilde. Se consideraba a sí mismo como el polvo sobre el cual Dios se había dignado  escribir". Humildad, como rezaba su lema episcopal. " Roguemos a este padre y hermano nuestro,  pidámosle que nos obtenga “la sonrisa del alma”; supliquemos, con sus palabras, aquello que él  mismo solía pedir: «Señor, tómame como soy, con mis defectos, con mis faltas, pero hazme como tú  me deseas»", culminó Francisco en una homilía en la que quiso centrarse, con el Evangelio de hoy, en el momento en que Jesús iba camino de Jerusalén, acompañado de un gran gentío, que buscaba respuestas a sus preguntas 

"En primer lugar, vemos una muchedumbre numerosa, mucha gente que sigue a Jesús", muchos de ellos "fascinados por sus palabras y asombrados por los  gestos que realizó; y, por tanto, habían visto en Él una esperanza para su futuro", señaló el Papa, quien se preguntó "¿qué habría hecho  cualquier maestro de aquella época, o —podemos preguntarnos— qué habría hecho un líder astuto al  ver que sus palabras y su carisma atraían a las multitudes y aumentaban su popularidad?".

Algo que "sucede también hoy, especialmente en los momentos de crisis personal y social, cuando estamos más  expuestos a sentimientos de rabia o tenemos miedo por algo que amenaza nuestro futuro, nos  volvemos más vulnerables; y, así, dejándonos llevar por las emociones, nos ponemos en las manos  de quien con destreza y astucia sabe manejar esa situación, aprovechando los miedos de la sociedad  y prometiéndonos ser el “salvador” que resolverá los problemas, mientras en realidad lo que quiere  es que su aceptación y su poder aumenten", reflexionó el Pontífice. 

Sin embargo, "Jesús no actúa de ese modo". "El estilo de Dios es distinto, porque Él no instrumentaliza nuestras necesidades, no usa nunca nuestras debilidades para engrandecerse a sí mismo. Él no quiere seducirnos con el engaño, no quiere distribuir alegrías baratas ni le interesan las  mareas humanas".

No profesar el culto a los números o al éxito

Porque Jesús "no profesa el culto a los números, no busca la aceptación, no es un idólatra del  éxito personal" recalcó el Papa. "Al contrario, parece que le preocupa que la gente lo siga con euforia y entusiasmos  fáciles. De esta manera, en vez de dejarse atraer por el encanto de la popularidad, pide que cada uno  discierna con atención las motivaciones que le llevan a seguirlo y las consecuencias que eso implica".  

Fieles siguen, bajo la lluvia, la beatificación de Juan Pablo I
Fieles siguen, bajo la lluvia, la beatificación de Juan Pablo I

"Quizá muchos de esa multitud -advirtió Francisco- seguían a Jesús porque esperaban que fuera un jefe  que los liberara de sus enemigos, alguien que conquistara el poder y lo repartiera con ellos; o bien,  uno que, haciendo milagros, resolviera los problemas del hambre y las enfermedades".

Instrumentalizar a Dios

De hecho, admitió Bergoglio, "se puede ir en pos del Señor por varias razones, y algunas, debemos reconocerlo, son mundanas". "Detrás de una perfecta apariencia religiosa se puede esconder la mera satisfacción de las propias necesidades,  la búsqueda del prestigio personal, el deseo de tener una posición, de tener las cosas bajo control, el  ansia de ocupar espacios y obtener privilegios, y la aspiración de recibir reconocimientos, entre otras  cosas. Se puede llegar a instrumentalizar a Dios para obtener todo esto. Pero no es el estilo de Jesús.  Y no puede ser el estilo del discípulo y de la Iglesia" advirtió. 

El Señor pide otra actitud. "Seguirlo no significa entrar en una corte o participar en un desfile  triunfal, y tampoco recibir un seguro de vida. Al contrario, significa cargar la cruz", "hacer de la vida un don, gastarla imitando  el amor generoso y misericordioso que Él tiene por nosotros".

"Se trata de decisiones que comprometen  la totalidad de la existencia; por eso Jesús desea que el discípulo no anteponga nada a este amor, ni  siquiera los afectos más entrañables y los bienes más grandes", como hizo Luciani, aprendiendo a "amar, a obtener ese amor" que "se da hasta el extremo, sin medidas y sin  límites".

Amar sin límites

Porque el amor "nunca decae, no se eclipsa nunca en  nuestra vida, resplandece siempre sobre nosotros e ilumina también las noches más oscuras", señaló el Papa, quien invitó a "purificarnos de  nuestras ideas distorsionadas sobre Dios y de nuestras cerrazones, a amarlo a Él y a los demás, en la  Iglesia y en la sociedad, también a aquellos que no piensan como nosotros, e incluso a los enemigos". 

"Si, por miedo a perdernos, renunciamos a darnos, dejamos las cosas incompletas:  las relaciones, el trabajo, las responsabilidades que se nos encomiendan, los sueños, y también la fe.  Y entonces acabamos por vivir a medias; sin dar nunca el paso decisivo, sin despegar, sin apostar  todo por el bien, sin comprometernos verdaderamente por los demás. Jesús nos pide esto: vive el  Evangelio y vivirás la vida, no a medias sino hasta el extremo. Sin concesiones"

"Amar; aunque cueste la cruz del sacrificio, del silencio, de la incomprensión y de la soledad,  aunque nos pongan trabas y seamos perseguidos", finalizó el Papa volviendo a poner como ejemplo al nuevo beato: "El amor hasta el extremo, con todas sus espinas; no las cosas hechas a medias, las  componendas o la vida tranquila".

Beatificación de Juan Pablo I
Beatificación de Juan Pablo I

"Si no apuntamos hacia lo alto, si no arriesgamos, si nos contentamos  con una fe al agua de rosas, somos —dice Jesús— como el que quiere construir una torre, pero no  calcula bien los medios para hacerlo; éste “pone los cimientos” y después “no puede terminar el  trabajo”". "Si, por miedo a perdernos, renunciamos a darnos, dejamos las cosas incompletas:  las relaciones, el trabajo, las responsabilidades que se nos encomiendan, los sueños, y también la fe.  Y entonces acabamos por vivir a medias; sin dar nunca el paso decisivo, sin despegar, sin apostar  todo por el bien, sin comprometernos verdaderamente por los demás. Jesús nos pide esto: vive el  Evangelio y vivirás la vida, no a medias sino hasta el extremo. Sin concesiones". 

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