Ojalá los Herodes de turno que atormentan a este país desaparezcan del mapa. Seria el mejor regalo de Navidad para todos los centroafricanos" Una Navidad en Bangui marcada por el miedo a la violencia
El verdadero virus que lleva décadas destruyendo esta sociedad es la violencia, que tiene muchos orígenes distintos y sigue resultando difícil de atajar. Dios sabe cuántos miles de personas muy pobres estarán ahora mismo en el bosque, durmiendo al raso, tras haber huido de sus casas, esperando a que escampe y que puedan regresar a vivir en paz
Coches que circulan tocando el claxon, muchas motos y gente que marcha a pie. Cuando estoy en Bangui, me alojo en un barrio popular al lado de una avenida principal y estoy acostumbrado a oír el ruido del tráfico a pocos metros de mi ventana de una casita de planta baja. Pero el ruido que se levantó a las nueve y media en la mañana del 23 de diciembre me pareció inusual. Abrí la puerta y vi una fila interminable de coches y motos pitando sin parar mientras mucha gente a pie corría, algunos gritando. Algunas madres se precipitaron a la vecina escuela a buscar a sus pequeños, muchos de los cuales salían llorando a la calle.
“Los rebeldes han entrado en la capital”, me dijo un vecino. Me quedé helado. Me puse en el lugar de aquellos cientos de personas que corrían desesperadas y me acorde de escenas parecidas que presencié en 2013, cuando los rebeldes de la Seleka entraron, en marzo de aquel año, a sangre y fuego y cuando meses después los anti-balakas lanzaron, en diciembre, otro ataque que durante tres días de enfrentamientos y venganza se cobró alrededor de mil vidas. Intente ponerme en el lugar de estas personas, que llevan anos sufriendo enormemente a manos de grupos armados en el que es el segundo país más pobre del mundo.
“Por dónde han entrado?” Por Begoua, en la salida Norte, me decían los vecinos. Llame a un amigo que vive allí. “Todo el mundo corre en todas direcciones”, me informo. Llame a uno de los jefes militares de los cascos azules con quien trabaje y me contradijo la versión anterior: “Es solo un rumor. No hay nada”. Otro de los asustados vecinos porfió aun: “No, no, han entrado por el Camp Kassai”. Mas llamadas apresuradas, y otra fuente militar fiable que me dice lo mismo: “Allí no hay nada. Es un pánico general, pero no es cierto. No han entrado rebeldes”.
Afortunadamente, al final tenían razón los que me dijeron que eran solo rumores sin fundamentos. Desde hace varias semanas, varios grupos rebeldes presentes en el Noroeste del país se han aliado contra las autoridades y han lanzado ataques en varias ciudades del país, hasta llegar a localidades próximas a algo más de un centenar de kilómetros de la capital. Al parecer, el pánico de aquella mañana en vísperas de la Navidad empezó cuando un vehículo fue obligado a detenerse en un puesto de control de la policía a la entrada norte de Bangui. El coche llevaba armas, y cuando inquirieron al conductor sobre su origen se formo un tumulto que se disperso cuando uno de los gendarmes efectuó varios disparos al aire. Algunos soldados próximos en otro puesto de control, dispararon también, y en menos de un minuto, varios cientos de jóvenes choferes de “moto-taxi” se lanzaron por todas las avenidas de la capital gritando “Ya han entrado, ya están aquí!” Las calles se vaciaron en pocos minutos, mostrando lo fácil que es sembrar el pánico entre una población traumatizada que lleva todas estas semanas en un gran estado de nerviosismo, alimentado por rumores que ahora se expanden muy fácilmente alimentados por noticias falsas y de incitación al odio que pululan por las redes sociales y algunos medios online cuyos directores muchas veces albergan malas intenciones.
Por la tarde, la actividad en la ciudad se reavivó tímidamente y hoy, día 24 por la mañana, muchos habitantes de Bangui han hecho sus compras de Navidad. Es un decir. Las aceras de las calles del centro de la capital se llenan de improvisados vendedores que ofrecen juguetes de segunda mano al previo de unos 3.000 francos cefa más o menos (unos cinco euros). Para un país donde un funcionario puede ganar apenas unos cien euros al mes, si tiene la suerte de recibir su sueldo a tiempo, ya es mucho ese gasto. Para la mayor parte de la gente de Bangui, pagar el alquiler, las facturas de agua y electricidad y la comida para una familia con cuatro o cinco hijos, mas algunos parientes que han huido de los conflictos en el interior del país y a los que albergan como desplazados, es un verdadero calvario. Y si alguien cae enfermo, pagar el tratamiento medico es misión imposible.
Estas son las personas en las que se ceba la violencia de grupos armados que en febrero del ano pasado firmaron un acuerdo de paz con el gobierno. Aunque los incidentes de seguridad han disminuido desde entonces, algunos de estos grupos han vuelto a tomar las armas ante la proximidad de las elecciones presidenciales y legislativas, previstas para este domingo 27 de diciembre. El detonante fue la invalidación de la candidatura del antiguo presidente Francois Bozize por parte del Tribunal Constitucional. El viejo golpista, que regreso al país hace doce meses tras seis anos de exilio, movilizó entonces a varios de estos grupos armados, algunos de los cuales el mismo formo y financio desde 2013, y de repente el proceso electoral se ha visto amenazado por la ambición de estos grupos violentos.
A pesar de todo, las autoridades nacionales, apoyadas por la misión de la ONU de mantenimiento de la paz (MINUSCA) han hecho lo posible por detener el avance de los rebeldes hacia la capital. El gobierno ha obtenido también apoyo militar de los rusos. La comunidad internacional, que engloba a los socios de Centroáfrica que incluyen a Francia, Estados Unidos, Rusia, la Unión Africana, la ONU y el bloque regional de la CEEAC, han rechazado firmemente las ambiciones de los rebeldes, han lanzado una seria advertencia al expresidente Bozize y se han reafirmado en su voluntad de asegurar las elecciones este domingo 27 de diciembre.
Mientras tanto, en el momento en que escribo estas líneas, hacia las cinco de la tarde de la Nochebuena, en muchas parroquias han empezado la “misa del gallo”, que por motivos de seguridad no tienen mas remedio que hacer poco antes de la caída de la tarde. Aquí, a diferencia de otros países, la gran preocupación esta Navidad no es el coronavirus. Con apenas 5.000 casos declarados y 64 muertes oficiales, la República Centroafricana está entre los países africanos a los que la pandemia parece haber afectado muy poco hasta ahora. El verdadero virus que lleva décadas destruyendo esta sociedad es la violencia, que tiene muchos orígenes distintos y sigue resultando difícil de atajar. Dios sabe cuántos miles de personas muy pobres estarán ahora mismo en el bosque, durmiendo al raso, tras haber huido de sus casas, esperando a que escampe y que puedan regresar a vivir en paz.
En un lugar así, la Navidad es convertirse en los brazos que acogen a Jesus que viene al mundo pobre y desvalido como un desplazado que corre para escapar de los violentos. Llevo 30 anos trabajando en lugares en conflicto en África, y cuando pienso en estas fechas la imagen que me viene a la cabeza no es la del portal de Belén, sino la de Maria, Jose y el niño huyendo a Egipto para escapar de un rey que quiere matar al mas inocente. Ojalá los Herodes de turno que atormentan a este país desaparezcan del mapa. Seria el mejor regalo de Navidad para todos los centroafricanos.