Se esfumó el miedo en las elecciones legislativas y presidenciales en Centroáfrica "Votaré aunque me disparen". El pueblo centroafricano desafía a los violentos
A los que dicen que en los países africanos la democracia multipartidista es un concepto extraño que la gente no entiende, les invitaría a que se preguntaran si ellos serian capaces de acudir a votar arriesgándose a que les disparen, como han hecho hoy muchísimos centroafricanos
Y de repente, se esfumó el miedo. Tras varias semanas muy tensas, cuando despuntó el alba de este domingo 27 de noviembre, día de elecciones presidenciales y legislativas en la República Centroafricana, la gente fue saliendo de sus casas tras una noche muy tranquila en la que no se cumplieron los pronósticos de supuestos tiroteos que iban a producirse para crear el pánico e impedir el voto.
A las siete de la mañana, e incluso antes, ya se formaron las primeras colas en los colegios electorales, y a las ocho las aglomeraciones eran monumentales. Hace cinco anos estuve como observador electoral, también en Bangui, y creo que esta vez ha habido un entusiasmo aún mayor. “No tenemos armas. Mi única arma es mi papeleta para votar, y por eso estoy aquí desde las seis de la mañana”, me decía hoy un amigo. Siempre me ha sorprendido en África cómo pueden cambiar las cosas de la noche a la mañana, a veces para bien.
Después de que la candidatura del antiguo presidente Francois Bozize fuera invalidada por el Tribunal Constitucional el pasado 3 de diciembre, ya empezaron a mostrarse nubarrones negros en el horizonte. El agraviado señor de la guerra se retiró a su feudo del Norte y durante varios días se dedicó a organizar reuniones con algunos de los grupos armados de la zona, tanto de la Seleka como de los antibalaka, estos últimos creación suya en el ano 2013.
La campana electoral comenzó el 12 de diciembre y apenas tres días después una nueva coalición rebelde empezó a atacar varias ciudades, cada vez mas cercanas a Bangui, despertando recuerdos de la terrible invasión de la Seleka en 2013 que arraso al país. El gobierno y la misión de mantenimiento de la paz, la MINUSCA, que cuenta con 13.000 cascos azules en el país, se aprestaron a poner una resistencia que contuvo el avance de los rebeldes.
Las autoridades han contado también con apoyo militar de Rusia y de Ruanda en virtud de acuerdos bilaterales de defensa. Aun así, el pasado 23 los rumores de que los rebeldes ya estaban entrando en la capital sembró el pánico durante algunas horas en Bangui, revelando el enorme nerviosismo de la gente que temía que se repitiera un escenario violento que por desgracia ya han padecido varias veces.
Tras mentir como un bellaco varias veces y decir que no estaba involucrado en la nueva coalición rebelde, finalmente en la víspera de la elección, Bozize publicó un audio ampliamente compartido en las redes sociales, en la que declara ser parte de la rebelión y pide a los centroafricanos que no acudan a votar.
Es muy posible que se haya quedado con dos palmos de narices de ver que su llamamiento, lejos de ser escuchado por la gran mayoría de la población, solo ha servido para que la gente se levantara con más energías para ir a votar. Muchos han esperado dos, tres y hasta cuatro horas, pero han aguantado bajo el sol convencidos de que en su país ya no habrá cambios políticos por la fuerza de las armas, sino por medios constitucionales.
Puedo dar fe de la situación en Bangui, que me resulta cercana. En el resto del país ha habido de todo. En varios sitios los rebeldes han salido a las calles disparando para sembrar el miedo, pero aun así no han conseguido impedir la votación en todas partes. En prefecturas y ciudades donde hasta ayer parecía imposible que la gente fuera a votar, hoy han abierto los centros de voto: Mambere Kadei, Sangha Mbaere, Bamingui Bangora, Vakaga, Lobaye… en Paoua, Bangassou, Bambari, Grimari, Kaga Bandoro, Bouca, Sibut, Ndele, Birao, Obo… La MINUSCA y las fuerzas de seguridad del país se han empleado a fondo para asegurar unas elecciones con las mayores garantías posibles de seguridad. No han faltado algunos lugares donde la gente que estaba en la cola para votar se vio sorprendida por disparos cercanos, pero se empeñaron en no moverse hasta que terminaran de votar.
Hace pocos días, los partidos de la oposición (algunos de los cuales, a los ojos de la gente, parecían tener una actitud bastante ambigua con los rebeldes) pidieron un retraso de las elecciones “hasta que se dieran las condiciones adecuadas” (¿cuándo ocurriría eso y quien fija el criterio?), pero el Tribunal Constitucional se pronunció el día antes y rehusó cambiar la fecha. Toda la comunidad internacional, desde la ONU hasta la Unión Africana, la Unión Europea, el bloque regional de la CEEAC y los principales países donantes apostaron también por seguir adelante con la fecha prevista y rechazar el chantaje de los rebeldes.
Si hace unos días, el ambiente en Bangui era de desbandada general y la gente se sentía deprimida y desesperanzada, hoy las cosas han dado un giro de 180 grados. Personalmente, me siento orgulloso de que la Iglesia Católica haya contribuido enormemente a mantener la esperanza y rechazar la violencia, con sus mensajes consistentes durante los últimos días, incluida una carta pastoral de los obispos y una homilía de Nochebuena del Cardenal Nzapalainga que rezuma esperanza cristiana desde la primera hasta la ultima palabra. Sin olvidar que en muchos lugares donde los rebeldes han atacado, la Iglesia ha abierto sus puertas a miles de personas que escapaban de los combates para ofrecerles un alojamiento más seguro.
Ignoro qué pasará con los lugares donde la gente no ha podido votar hoy. Mañana, bajo observación internacional, empezará el recuento en el Centro de Recogida de Datos y dentro de unos días conoceremos los resultados. Ojalá que los dirigentes que salgan elegidos estén a la altura de seguir trabajando por la paz, lo único a lo que este martirizado país anhela.
Y, por cierto, a los que dicen que en los países africanos la democracia multipartidista es un concepto extraño que la gente no entiende, les invitaría a que se preguntaran si ellos serian capaces de acudir a votar arriesgándose a que les disparen, como han hecho hoy muchísimos centroafricanos.