La inconmensurable tarea de sembrar la paz a golpe de radio

(AE)
Más de una vez, personas cercanas a la radio comunitaria en la que trabajo en el Norte de Uganda me preguntan – a veces con un deje algo irónico – sobre el impacto de un determinado programa

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radiofónico
. Parece como si fuera muy difícil el poder valorar “qué” ha cambiado en el terreno o en la vida concreta de la gente después de la transmisión de este u otro programa.

En otros campos de desarrollo, la cosa está mucho más fácil: Se comparan los pesos de niños desnutridos y se ve si hay progreso o no, se comparan cosechas con las de años anteriores y … en ambos casos “las cifras cantan” en un sentido o en otro.

Sin embargo, con los medios de comunicación es tremendamente difícil medir qué alcance tienen y más aún los cambios que producen en la sociedad. Me las veo y me las deseo cada vez que tengo que escribir un proyecto y hablar al respecto, como si de alguna manera intentara uno “engatusar” al donante con grandilocuentes palabras pero sin poder aportar cifras o indicadores más o menos fiables y objetivos.

Afortunadamente, alguna vez uno se encuentra con personas y situaciones que te muestran la otra cara de la realidad y te abren nuevos horizontes. Me explico.

En nuestra emisora tenemos un programa que se llama “Peace Maker” (vendría a ser algo así como “el pacificador” aunque la traducción castellana la verdad es que suena bastante mal) En este programa, se intenta identificar problemas que hay en las diferentes comunidades y que, si crecen y se extienden, se podrían convertir en verdaderos conflictos locales de imprevisibles consecuencias, especialmente teniendo en cuenta que esta ha sido una región afectada por largos años de violencia a manos del infame LRA (Ejército de Resistencia del Señor, en sus siglas inglesas), la gente está todavía afectada por el trauma y por tanto tiene dificultades a la hora de afrontar debidamente situaciones de desacuerdo y de enfrentamiento.

Antes de que llegue la sangre al río, este programa intenta ser como una alarma temprana de conflictos y disputas. Si es posible, trae a colación en el programa la causa y la génesis del problema e intenta buscar soluciones, a veces también con la colaboración de los oyentes que participan en el programa a través de teléfonos móviles.

Hace algunas semanas, un hombre llamado Josué vino a mi despacho. Quería simplemente dar las gracias a Radio Wa por uno de los programas que habíamos hecho recientemente y que, según él, “le habían cambiado la vida”.

Josué y su familia eran miembros de un clan local. En los años más duros del conflicto armado, uno de sus vecinos fue asesinado y, en esas circunstancias, alguno comenzó a acusar a Josué de aprovecharse de la situación de seguridad para poder matar a su vecino – haciendo que los rebeldes cargaran con la culpa – y así poder quedarse con su trozo de tierra.

El resto de los miembros del clan creyeron esta historia y Josué se vio obligado a abandonar incluso su casa y sus campos ante la creciente enemistad de su entorno. En el programa en cuestión, retransmitido recientemente, se trató el caso de la familia de Josué y se mencionaron detalles de cómo surgió la situación, apuntando también al triste destino de una familia que, sin poder defenderse, se vio privada de sus tierras y su casa y que vivían poco más que de prestado en otra zona. La emisión del programa provocó reacciones inmediatas dentro del clan de Josué. Se volvió a abrir el caso y, poco a poco, comenzó un proceso de reconciliación jalonado por diferentes reuniones familiares durante varias semanas y finalmente se concluyó con la vuelta de Josué y de su familia a su parcela ancestral, resolviendo un conflicto que había durado más de 7 años y haciendo las paces con aquellos elementos que habían desconfiado de él o habían hecho correr rumores tan destructores y con consecuencias tan nefastas para esta familia.

Recordando esta historia y la intervención de la radio en la misma me acordé de aquella historia en la que una gran ola dejó sobre la playa miles de sardinas pequeñas que moviéndose desesperadamente, intentaban volver al agua sin conseguirlo... un hombre comenzó a cogerlas una por una, arrojándolas de nuevo al agua, y otra persona que pasó por allí le increpó diciendo “buen hombre, está bien lo que hace, pero ¿qué diferencia va a hacer devolver al agua un puñado de sardinas?”. “Bueno, es verdad lo que dice,” replicó el otro, “pero también es verdad que a las pocas sardinas que puedo salvar, les hace pero que mucha diferencia.”

Por eso, hoy pienso que no todo son audiencias, indicadores cuantitativos y números a la hora de evaluar nuestro trabajo. Solamente contando y exponiendo la historia de Josué, se pudo poner en movimiento un proceso y una transformación de mentalidad en el contexto que le tocó vivir. No sabemos si estamos llegando a grandes masas... pero por lo menos sabemos que, gracias a la magia de la radio, la vida de un puñado de oyentes ha dado un giro radical y positivo.
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