Navidad, ¿aniversario o misterio?
Algo así se pensó en la antigüedad al colocar la fiesta del nacimiento de Cristo al principio del santoral. Los expertos deducen esta conjetura del testimonio de la llamada Depositio martyrum, conservada en una especie de antiguo calendario llamado "Cronografo del 354". Se trata de una lista en la que se consignan los nombres de los mártires. La primera referencia de la lista señala la fiesta del nacimiento de Cristo el 25 de diciembre. Él va el primero, el santo de los santos, el mártir por antonomasia. Lo mismo ocurre en el viejo sacramentario Veronense; también aquí la fiesta de navidad aparece integrada en el santoral.
Habrá que esperar a san León Magno. Él es quien, distanciándose en esto de los planteamientos de san Agustín, profundizará sobre este tema y nos descubrirá el sentido profundo de las fiestas de navidad. Una larga serie de sermones, pronunciados por él a lo largo de su pontificado romano, son la fuente doctrinal en la que se han inspirado los teólogos. Los mismos textos de oración, los más venerables, contenidos en los viejos sacramentarios, reflejan claramente el pensamiento del papa León Magno.
Para el gran papa romano, el acontecimiento del Dios hecho hombre es celebrado no como un puro evento pasado y lejano, sino como realidad sacramental, perennemente presente y actuante. Porque en los gestos y palabras de Jesús hay algo más que el puro hecho histórico. Hay la fuerza viva, regeneradora y salvadora de Dios. Las acciones temporales pasan, pero la virtus salvadora del misterio permanece. Al celebrar el misterio, la acción liberadora de Dios se actualiza y se hace presente. Para san León, en efecto, navidad, lo mismo que pascua, renueva y actualiza el misterio salvador del Dios hecho hombre, haciéndolo presente. Por eso. Navidad también es un misterio, un sacramentum. El habla expresamente del sacramentum Natalis Christi [sacramento del nacimiento de Cristo] y del Nativitatis Domini sacramentum [sacramento de la natividad del Señor]
http://bernalllorente.files.wordpress.com/2013/12/theotocos.jpgEste es el filón de pensamiento, enraizado fuertemente en la tradición patrística y de manera especial en León Magno, que ha inspirado una buena parte de los textos litúrgicos de mayor solera, conservados todavía en la liturgia romana. Aquí bebió Odo Casel y de aquí surgió su convicción más profunda respecto a la presencia viva y actuante del Señor en los misterios del culto. En un escrito póstumo, publicado por la revista francesa «La Maison-Dieu» en 1961 (n. 65), el célebre liturgista alemán interpreta la significación del Hodie, tantas veces repetido en los textos litúrgicos de la solemnidad romana de navidad. Para Dios, que es presencia perenne e incesante, no hay ni pasado ni futuro. Todo se resuelve en un «hoy» divino e inmutable. Para nosotros, que vivimos inmersos en la provisionalidad del tiempo, el instante presente —nuestro «hoy»— es pasajero, fugitivo, inconsistente. El «hoy» de Dios no pasa jamás. Significa una presencia inmutable, para siempre, que no se marchita jamás. Pero Dios, a través de las celebraciones del culto, nos brinda a las comunidades cristianas, cada uno de nosotros, la posibilidad de entrar, desde ahora, en su presente inmutable, en el «hoy» eterno de la divinidad. En el ahora, en el «hoy» de la celebración cultual, convergen misteriosamente el pasado y el futuro. Todo se hace presente y actual. De ahí la riqueza inextinguible y la fuerza salvadora de los misterios del culto. De ahí también la consideración del culto como memoria [anamnesis] del pasado y anticipación escatológica del futuro.´