Navidad sustituye al Natalis Solis Invicti
Pero esto no es una conjetura imaginaria. Tenemos una información de primera mano. Conocemos un calendario civil romano, al que se denomina Cronógrafo de 354, compilado y embellecido por Furius Dionysius Philocalus. Este calendario coloca en el 25 de diciembre [VIII kalendas ianuarii], la fiesta del nacimiento del sol invicto [Natalis Solis Invicti]. A continuación, en lo que viene designado Depositio Martyrum, una lista de mártires cristianos, aparece en primer lugar, el 25 de diciembre también, una referencia al nacimiento de Cristo [VIII kal. ian. natus Christus in Bethleem Iudae].
Durante un tiempo hubo una cierta coexistencia de las dos fiestas. Pero la Iglesia no dejó de luchar para que la fiesta cristiana fuera suplantando poco a poco a la fiesta pagana. Los cálculos de los expertos, a través de un análisis minucioso de los datos, llegan a la conclusión de que, hacia el año 336, Roma ya celebraba la fiesta de la natividad del Señor el 25 de diciembre. Esta lucha, por parte de la Iglesia, comenta el prestigioso antropólogo Hugo Rahner, tuvo un objetivo inicial: «destronar a Helios». Para ello le bastó con reafirmar, con mayor contundencia que nunca, su fe en el Dios bíblico, creador del cielo y de la tierra; creador, sobre todo, del sol y de las estrellas. Gracias a esta convicción fue posible a la Iglesia contrarrestar el creciente desarrollo de la heliolatría, vaciándola de contenido y abriendo nuevas perspectivas hacia lo sobrenatural y trascendente. Al mismo tiempo, después de «destronar a Helios», la Iglesia promovió algo así como la «cristianización de Helios».
Estos apuntes nos permiten señalar que los orígenes paganos de la fiesta cristiana de navidad son coyunturales y, en ningún caso, han comprometido el contenido específicamente cristiano de la fiesta. Las coincidencias cósmicas, por otra parte, constituyen un formidable recurso pedagógico para proclamar algunos aspectos de la fiesta: Cristo es la luz que alumbra un nuevo día: él inaugura un tiempo nuevo de claridad creciente y de vida. Finalmente, la elección convencional de este día para celebrar el nacimiento del Señor nos permite excluir, de entrada, cualquier pretensión de fijar en esta fiesta la fecha del nacimiento de Jesús en Belén. Han sido, sin duda, las afinidades cósmicas, junto con las referencias al culto heliolátrico, las que han propiciado la elección de esta fecha para celebrar que Dios, el creador de la luz, del sol y de la luna, de los días y las estacione, se ha hecho hombre.