Ocurrencias y querencias - A los tiranos ¡ni agua! 1-II-2019

“A la inconstancia de la voluntad, sujeta a los afectos y las pasiones y ciega por sí misma, no se pudo encomendar el juicio de la justicia y fue menester que se gobernase por unos decretos y decisiones firmes, hijas de la razón y prudencia e iguales para cada uno de los ciudadanos, sin odio ni interés: tales son las leyes… “. Y tales han de ser quienes hagan las leyes y quienes las apliquen que no impidan el curso ordinario de la justicia, de modo que quienes las hayan de sustentar no sean causa de su ruina… “porque no es otra cosa la tiranía sino un desconocimiento de la ley atribuyéndose a sí los príncipes su autoridad” (cfe. D. Saavedra Fajardo, Idea de un príncipe polìtico-cristiano, Empresa XXI. Valencia 1786, pags. 190-191).
“Ser tirano no es ser, sino dejar de ser, y hacer que dejen de ser todos” (cfr. F. de Quevedo y Villegas, Política de Diios, Obras escogidas, Barcelona s/a, pp. 112-206)

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Ocurrencias y querencias: modos del hacer humano, sin pasar previamente por el filtro de la razón que piensa y valora y de la voluntad que organiza y decide lo que traemos entre las manos a diario.
Las ocurrencias –género menor entre los productos de la mente; expresión de racionalidad de menos entidad y peso que las ideas y de mucho menos aún que las creencias, sobre todo las concienciadas y explícitas. Tienen más de ingenio y gracia o de zapallada retórica y oportunista que de verdadero reflejo fiel de una realidad. Por su volatilidad e inconsistencia-, son poco más que pompas de jabón, irisadas a vecs, que, al chocar el aire que las engorda, se quedan en nada. El ingenio, el azar, la ligereza o el oportunismo, más que el entendimiento, las forman y alimentan. Ante la realidad a que se dirigen y deben, apenas tocan su epidermis y distan mucho de contener o evocar siquiera una visión responsable de la misma.
Las querencias. Denotan Inclinación a volver una y otra vez a un mismo lugar; al que hay costumbre de ir; por el que se siente atracción al eximir de esfuerzos por buscar en cada caso lo mejor o más apropiado al momento. Evocan “hábitats” de comodidad y desembarazo. Las querencias tienen algo de lugar común y bastante más de comodines o expresiones de las leyes del mínimo esfuerzo.
¿Signos de los tiempos? ¿De tiempos de frivolidad y de “todo a cien”, en que –por lógica- las apuestas por la seriedad y el compromiso al obrar se devalúan y venden a precio de saldo? Posiblemente. Porque, aunque las ocurrencias y las querencias hayan abundado siempre, ahora son epidemia e incluso tiranizan.
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La cuestión político-social de Venezuela bajo el régimen populista-despótico de Nicolás Maduro se sienta estos días en primera fila de actualidad. Se viven horas nerviosas en que lo uno y lo otro, la tiranía que se resiste a morir y la democracia que pugna por abrirse paso, penden de un hilo. Desde que a Juan Guaidó se le designa, con toda legitimidad, presidente interino hasta la convocatoria de elecciones libres, el “ahora o nunca” de una verdadera democracia en Venezuela es a modo de incierto interrogante cortando el aire de la rica y ahora empobrecida nación sudamericana. Es renuevo de la eterna dialéctica: la “fuerza de la razón” del pueblo que espira con toda legitimidad a ser libre y dueño de sí mismo, frente a la “razón de la fuerza” del tirano y de las botas y sables de militares y policías congraciados al tirano.
Ante esa realidad del Sr. Guaidó en calidad de legítimo presidente para esa finalidad de convocar elecciones libres y ante la inmediata avalancha de reconocimientos internacionales de la nueva situación, el presidente del gobierno de España –coherente con su trayectoria errática y cambiante, consiguiente a estar prendido del morr por sus socios de moción de censura y gobierno- no ha excogitado otra salida que la de “conceder” a Maduro el plazo de una “semana” para convocar elecciones libres e internacionalmente controladas; de no hacerse así, España reconocería al Sr. Guaidó como presidente interino de Venezuela (criterio al que se sumaría la Unión Europea).
A esta “concesión” -evidentemente rocambolesca por ilusa y carente de sentido- le siguen en los días sucesivos otras declaraciones sobre el mismo tema, de Maduro sí o Maduro no. En la sesión de la internacional Socialista a que asiste en Centroamérica como etapa de su viaje a México, el inquilino de la Moncloa califica de “tirano” a Maduro; para –seguidamente- ante el presidente de México que no ha reconocido a Guaidó cambiarse el “chip” y compadrear rebajando el listón. Hasta el ministro de Asuntos Exteriores da otra cambiada: España no está para poner y quitar gobiernos.

Así las cosas –anteayer- el Parlamento europeo –por abrumadora mayoría, incluidos los votos socialistas- reconoce a Guaido, eso sí, con el el voto en contra de los comunistas, los nacionalistas y los populistas. Todos estos, aunque hablen de democracia y no se quiten la palabra de los labios, ni la tienen en el alma, ni quieren siquiera oír hablar de ella cuando de dictaduras de izquierdas o comunistas se trata. No es de hoy
Esta mañana, Rosa Díez verbalmente reproduce lo que ya tiene manifestado en un twist: que conceder a Maduro un plazo para convocar elecciones implica un reconocimiento del mismo; le otorga y le confiere una legitimidad que no tiene, por ser un tirano como el propio presidente de España lo acaba de calificar.
Ante tan apremiante realidad, cualquiera con dos dedos de frente se pudiera hacer algunas preguntas.
¿Será racional conceder a un tirano un plazo para convocar elecciones libres como condición –si no lo hiciera- para reconocer a quien está legitimado para convocarlas como es el Sr. Guaidó?
¿Será racional salirse con éstas, debiendo saber que un tirano -si es tirano como el propio presidente expresamente reconoce ante la Internacional socialista, aunque de inmediato se comiera la palabra al vérselas con el presidente mexicano- no puede convocar elecciones libres?
¿No se advierte haber en ello una contradicción en sus propios términos, sonando a imposible o absurdo?
Y en otro plano, subyacente a la cuestión de una “legitimidad” frente a una “legalidad” (como pensador y jurista, tengo estas dos cosas por diferentes aunque puedan en ocasiones coincidir) ¿necesita lo “legítimo” ser reconocida para ser tal? El reconocimiento ¿”constituye” su legitimidad o solamente la apoya y defiende? ¿Dar a Maduro plazo para convocar elecciones, hasta en el caso de sacarse de la manga unas elecciones a su medida y no a la del pueblo, ¿no sería o legitimarle a él o ponerse uno a danzar en la cuerda floja de las equidistancias y las ambigüedades? ¿Un hijo legítimo necesita ser “reconocido” para ser legítimo? ¿No serán los “sucedáneos” los que urgen ser reconocidos para pasar por lo que no son?
¿Qué decir por tanto; cómo valorar esta “concesión” al tirano Maduro de una semana de plazo para convocar elecciones libres como condición para reconocer la legitimidad de Guaidó?
Sencillamente: que es una vergüenza moral, otra vergüenza histórica; otra más, social, y sobre todo una vergüenza política. España deja de cumplir con su “razón histórica”

La pregunta que ha de seguir a las anteriores puede ser esta otra.
Cuando el próximo domingo se cumpla el plazo de la semana concedida al tirano y se vea –no hace falta ser adivino para verlo ya- que no ha convocado elecciones libres ¿qué hará? ¿Reconocer al Sr. Guaidó? ¿Refugiarse en lo que haga la Unión Europea? ¿Dar otra cambiada?
Lo veremos el lunes. Veremos lo que hace y veremos sobre todo cómo lo hace.
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Como los gestos -más que de ideas- suelen ser cosa de “ocurrencias”; como las “querencias” atraen; y como estamos ante políticas de gestos y de fintas, de palabras que cambian en horas y hasta en minutos de sentido, ya veremos.
No pienso, de todos modos, que -el lunes- el Sr. Sánchez, al consumirse el plazo dado a Maduro y no haber –no la puede haber- convocatoria –ni promesa siquiera- de unas verdaderas y garantizadas elecciones libres, sea de palabra y reconozca lisa y llanamente al Sr. Guaidó. Mostraría –si no lo hiciera- no ser hombre de palabra y ni siquiera demócrata.
Ojalá -añadiré- que me equivoque en el pronóstico y pueda ver al Sr. Presidente del gobierno de España –por una vez- en hombre de palabra y demócrata de toda la vida, por lo que seguramente se tiene. Si así fuera, que conste: lo aplaudiría sin dudarlo y hasta me daría golpes de pecho por haberme equivocado en el augurio,
Se demostraría además que la libertad de este hombre anda por encima de las cábalas, de ,los pronósticos, de las suposiciones y hasta de las presunciones. Que es lo que va con la libertad cuando la libertad no se limita a ser un amuleto.
Demostraría además que no es hombre de meras ocurrencias y de comodonas querencias, sino de ideas y hasta de creencias.

El tiempo tiene la palabra y el tiempo se agota. ¿Cuál será la “finta” en caso de buscar salirse por la tangente? Tendremos ocasión de verlo enseguida. Insisto: yo espero lo mejor, aunque me tema lo peor. Perdonen que tenga temores.
SANTIAGO PANIZO ORALLO


NOTA. Cuando estas reflexiones salen al aire, el Sr. Presidente del gobierno de España reconoce al Sr. Guaidó como presidente de Venezuela, interino y al efecto de convocar –si puede y en cuanto pueda- elecciones libres. Lamento haberme equivocado en el augurio. Celebro que –aunque tarde, a mi entender- haya cumplido la palabra comprometida. A lo que salga y con todas las consecuencias.
A los tiranos –de la clase que sean- ¡ni agua!.
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