Perfil dominical -El sino de la verdad es su acioso 3-II-2019
“Ningún profeta es bien recibido en su tierra”, dijo Jesús en la sinagoga de Nazareth, su pueblo. El “profeta” es un portavoz de verdades. Las anuncia y predice; las proclama e intima; las adelanta y las avisa. El profeta es –en esencia- una voz que, además de anunciar, alerta y marca los caminos hacia lo por venir.
Los de Nazareth, al oirle hablar como lo hacía y ver que lo hacía con libertad, independencia y altura de miras, sin •”casarse con nadie”, ni con los de su tierra, “se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo, hasta un barranco del monte donde se hallaba el pueblo, con intención de despeñarlo” (Evangelio de san Lucas, 4, versos 24 y 28-29)).
Pero una novedad este suceso de Nazareth. Es uno más sobre lo mismo.
“Este será una bandera discutida”, había predicho de Jesús el anciano Simeón, al verlo, infante aún, llegar de la mano de José y María al templo de Jerusalén (Evangelio de san Lucas, cap. 2 versos 22 ss.).
“Vino a los suyps, pero los suyos no le quisieron recibir”, afirma del propio Jesús el discípulo Juan en su evangelio, para mostrar el despego y desarraigo de Dios por parte del pueblo que había sido “el elegido de Dios” (Evangelio de san Juan, cap. 1 verso 11)
“Las raposas tienen madrigueras y los pájaros del cielo, nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dònde reclinar la cabeza”, apunta el propio Jesús al escriba que le preguntaba dónde vivía (Evangelio de san Mateo, 8, 19-20)
¡A qué seguir repasando textos que no dejan de enfatizar lo obvio!
Toda la existencia terrena de Jesús es, realmente, una huida hacia adelante, desde el Pesebre a la Cruz. El gran profeta del amor, y de los valores más vitales de la existencia humana, como son la verdad, la libertad, la igualdad, la fraternidad, la justicia y la paz, se queda invariablemente “sólo ante el peligro” por el acoso a que le sometieron –implacables- las “fuerzas vivas” de aquel pueblo “elegido” y sin embargo “villano”.
El profeta es profeta y ningún profeta puede impedir que ocurra lo que profetiza, porque sólo anuncia pero no crea o inventa lo que ve venir. Del mismo modo, ningún mensajero tiene culpa, ni es, por tanto, responsable de la misiva o encomienda que lleva en la mano o en los labios; y sin embargo “matar al mensajero” es lo primero que se les ocurre a los escocidos por la verdad de la misiva y a los incapaces de ver, pensar y discernir entre lo que debe y no debe ser, entre amar y odio, entre guerra y paz, Es sencillamente el desahogo animal de embestir frente a la razón que piensa y analiza antes de juzgar y decidir.
Estorba Dios, a lo que se ve. Hasta el solo nombre parece quemar en los labios de muchos, sin que se sepa muy bien si por complejos, temores, dudas insatisfechas, intereses o malicias. Pero así lo escribe la historia, que –por cierto- no ha parado hasta decretar la “muerte de Dios”. ¿Será el sino de la verdad su acoso y la razón de que al cristianismo-catolicismo “no se le pase ni una”?
¿Por qué?, puede uno preguntarse ante el “acoso” a que el “mensaje de Jesús” se ha visto sometido ayer y hoy; del que este domingo se hace eco al escenificar el viejo relato de la sinagoga de Nazareth y mostrar que aquella “verdad” les escocía porque molestaba “su verdad” y desbarataba los intereses puestos en llamar –ya entonces- a la utilidad la verdad.
¿Será el sino de la verdad el acoso a la verdad?.
Unas ideas para modular este perfil.
++++
Un preludio breve, de solamente dos ideas, lo asumo del Prólogo a la 2ª edición de un librito hermoso de René Luneau titulado “Jesús, el hombre que nos evangeliza a Dios” (edic. francesa, Espacios libres, Seuil, Paris, 2009).
La primera indica que el Evangelio está vivo y habla; que es un libro siempre abierto, capaz de inspirar siempre algo nuevo a quien pregunta con interés a sus palabras y mensajes. Cuantas veces se relee, otras tantas puede dar la sorpresa y decir algo que antes no se había visto o con lo que no se había contado; y sso sin distorsionar su letra o espíritu. Es –diría- un clásico en el pleno sentido de la palabra, que no pasa de moda porque conserva invariable la virtud de abrir, cerrar o ampliar horizontes.
La segunda está en que el Evangelio no se reduce a ser una “historia edificante” o un “código ético”. Es “por esencia” una perenne “interpelación”, y un vivo “cuestionamiento” y “contraste” de ideas y creencias. El Evangelio interpela si se le intenta ver por todas las caras de su extensa y profunda verdad. El Evangelio pervive a pesar de los siglos o las edades, cuestionando al hombre esencial en toda circunstancia y mientras el hombre sea hombre y no pretenda ser ni menos ni más que hombre.
¿La razón de tan patente virtualidad? Lo explica René Luneau: “Je continue de croire que Jésus est, dans l’histoire religieuse du monde, le seul homme qui “évangelise” Dieu, trop souvent invoqué, au cours du temps, pour justifier nos préjugés, nos ambitions ou nos humeurs. Nul n’a parlé de Dieu comme il l’a fait”(pags. 10-11). Nadie ha sido jamás, en la historia religiosa del mundo, “profeta” y “mensajero” de lo que Dios es y quiere para el hombre como Jesús lo fue,
Quiere decirse por ello que las vigencias religiosas que el Evangelio patentó en raíz hace ya dos mil años pueden volverse vigencias actuales. Eso por un lado. Pero también que “las furias” de aquellos de la sinagoga contra Jesús y su verdad hasta intentar despeñarlo siguen alerta y en acción.
François Mauriac –católico, Premio Nobel de Literatura (1952)- lo advierte como cosa de lógica elemental en un escrito dirigido a los “católicos” de su tiempo. El camino de Jesús ha de ser el mismo camino de su Iglesia y de los cristianos y más incluso de los católicos. Y si en el caso de Jesús no había razones de verdad para perseguirlo y acosarlo como fue perseguido y acosado en su vida, tampoco las hay –salvando las distancias naturalmente- para perseguir a la Iglesia y a los católicos, por el mero hecho de ser Iglesia de Cristo o por el mero hecho de ser católicos. No nos fijemos tanto en si la Iglesia terrenal necesita sacudirse de cuando en cuando el polvo de los caminos, ni si en los hombres de Iglesia -desde el último laico al primero de los obispos- tienen defectos como los puede tener todo “quisque”. El “odium Dei”. que diría Ortega (Dios a la vista), aunque se fije también en eso, pasa sin embargo de eso y va más allá de eso, como a cualquier buen observador de la realidad actual le puede ser dado observar, si mira bien.
¿Masoquismo quizás el de los creyentes en Dios y en Jesús de Nazareth?
¿Quijotismo?
¿Alarde de atleta entusiasmado con moverse en aguas bravas, escalar el Everest o nadar contra la corriente?
¿Estupidez o minusvalía intelectual o psíquica?
No. Ni masoquismo, ni quijotismo, ni alardes de entusiasmos raros, ni estupidez ni minusvalía de ningúna especie o gènero.
La razón potísima del “odio” a Dios y al mensaje del Evangelio no viene de nada de esto. Es más profunda, Tiene su raíz en el movimiento de ideas y de creencias que representó -hace ya 20 siglos. el Evangelio de Jesús. Y que se muestra, este domingo, a las claras en las lecturas bíblicas.
Es el sino de la verdad. Que no gusta. Que escuece. Sobre todo escuece cuando la verdad, como es la verdad de Dios, desnuda y deja en cueros a nuestra verdad o verdades….
Es también el sino del cristianismo. ¿Hay acaso alguna otra religión –ahora o en la historia pasada el mundo- a la que se haya perseguido tanto y con tanta saña? ¿Hay alguna otra religión con tantos mártires, de ayer y de hoy; que concite tantas inquinas y resistencias, odios incluso, a la vista o disfrazados de mil modos o maneras?
Este perfil dominical me parece una buena perspectiva desde la que otear este día el panorama de la Iglesia y del catolicismo.
“Al oírle, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo, hasta un barranco del monte donde se hallaba el pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y siguió su camino” (del evangelio de hoy)
“No les tengas miedo, porque -si se lo tienes- yo te meteré miedo de ellos… Los poderosos lucharán contra ti y te harán la guerra, pero no te podrán porque yo estoy contigo para librarte” (de la lectura del profeta Jeremías, de hoy también)
¿No son los dos mil años de historia del Cristianismo la mejor prueba y garantía de su perennidad a pesar de todos los pesares, que han sido muchos y lo siguen siendo todavía?. A pesar de los muchos pesares, de dentro y de fuera, ahí sigue el cristianismo
Lo que dice G. K. Chesterton de la familia vale decir de la religión: “Medio enterrada en el polvo de la frivolidad y en el barro de la insensatez y de los egoísmos, que parecen ser congénitos a la humanidad y que parecen acompañarla en su caminar, la familia –la religión del mismo modo- languidece en las sociedades tecnológicamente más avanzadas del globo. Y, además, como todas las cosas grandes de verdad, las realidades que de verdad importan, la familia –la religión igualmente- está siempre muriendo y siempre resucitando” (cfr. G. K. Chesterton, El amor o la fuerza del sino, Rialp Madrid, 1995, pag. 19)
Amigos, ¿no habéis pensado alguna vez esa frase –tan veraz con la Historia en la mano- de que “la Iglesia es un yunque en el que se han gastado todos los martillos”? Creo que –con las lecturas de hoy ante los ojos- es buen momento de recordarla. Sin miedos; sin complejos; sin soberbia por supuesto; y con fe sobre todo.
Es mi perfil dominical de hoy. No mata la libertad de nadie de fuera porque se dirige a los de dentro.
SANTIAGO PANIZO ORALLO
Los de Nazareth, al oirle hablar como lo hacía y ver que lo hacía con libertad, independencia y altura de miras, sin •”casarse con nadie”, ni con los de su tierra, “se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo, hasta un barranco del monte donde se hallaba el pueblo, con intención de despeñarlo” (Evangelio de san Lucas, 4, versos 24 y 28-29)).
Pero una novedad este suceso de Nazareth. Es uno más sobre lo mismo.
“Este será una bandera discutida”, había predicho de Jesús el anciano Simeón, al verlo, infante aún, llegar de la mano de José y María al templo de Jerusalén (Evangelio de san Lucas, cap. 2 versos 22 ss.).
“Vino a los suyps, pero los suyos no le quisieron recibir”, afirma del propio Jesús el discípulo Juan en su evangelio, para mostrar el despego y desarraigo de Dios por parte del pueblo que había sido “el elegido de Dios” (Evangelio de san Juan, cap. 1 verso 11)
“Las raposas tienen madrigueras y los pájaros del cielo, nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dònde reclinar la cabeza”, apunta el propio Jesús al escriba que le preguntaba dónde vivía (Evangelio de san Mateo, 8, 19-20)
¡A qué seguir repasando textos que no dejan de enfatizar lo obvio!
Toda la existencia terrena de Jesús es, realmente, una huida hacia adelante, desde el Pesebre a la Cruz. El gran profeta del amor, y de los valores más vitales de la existencia humana, como son la verdad, la libertad, la igualdad, la fraternidad, la justicia y la paz, se queda invariablemente “sólo ante el peligro” por el acoso a que le sometieron –implacables- las “fuerzas vivas” de aquel pueblo “elegido” y sin embargo “villano”.
El profeta es profeta y ningún profeta puede impedir que ocurra lo que profetiza, porque sólo anuncia pero no crea o inventa lo que ve venir. Del mismo modo, ningún mensajero tiene culpa, ni es, por tanto, responsable de la misiva o encomienda que lleva en la mano o en los labios; y sin embargo “matar al mensajero” es lo primero que se les ocurre a los escocidos por la verdad de la misiva y a los incapaces de ver, pensar y discernir entre lo que debe y no debe ser, entre amar y odio, entre guerra y paz, Es sencillamente el desahogo animal de embestir frente a la razón que piensa y analiza antes de juzgar y decidir.
Estorba Dios, a lo que se ve. Hasta el solo nombre parece quemar en los labios de muchos, sin que se sepa muy bien si por complejos, temores, dudas insatisfechas, intereses o malicias. Pero así lo escribe la historia, que –por cierto- no ha parado hasta decretar la “muerte de Dios”. ¿Será el sino de la verdad su acoso y la razón de que al cristianismo-catolicismo “no se le pase ni una”?
¿Por qué?, puede uno preguntarse ante el “acoso” a que el “mensaje de Jesús” se ha visto sometido ayer y hoy; del que este domingo se hace eco al escenificar el viejo relato de la sinagoga de Nazareth y mostrar que aquella “verdad” les escocía porque molestaba “su verdad” y desbarataba los intereses puestos en llamar –ya entonces- a la utilidad la verdad.
¿Será el sino de la verdad el acoso a la verdad?.
Unas ideas para modular este perfil.
++++
Un preludio breve, de solamente dos ideas, lo asumo del Prólogo a la 2ª edición de un librito hermoso de René Luneau titulado “Jesús, el hombre que nos evangeliza a Dios” (edic. francesa, Espacios libres, Seuil, Paris, 2009).
La primera indica que el Evangelio está vivo y habla; que es un libro siempre abierto, capaz de inspirar siempre algo nuevo a quien pregunta con interés a sus palabras y mensajes. Cuantas veces se relee, otras tantas puede dar la sorpresa y decir algo que antes no se había visto o con lo que no se había contado; y sso sin distorsionar su letra o espíritu. Es –diría- un clásico en el pleno sentido de la palabra, que no pasa de moda porque conserva invariable la virtud de abrir, cerrar o ampliar horizontes.
La segunda está en que el Evangelio no se reduce a ser una “historia edificante” o un “código ético”. Es “por esencia” una perenne “interpelación”, y un vivo “cuestionamiento” y “contraste” de ideas y creencias. El Evangelio interpela si se le intenta ver por todas las caras de su extensa y profunda verdad. El Evangelio pervive a pesar de los siglos o las edades, cuestionando al hombre esencial en toda circunstancia y mientras el hombre sea hombre y no pretenda ser ni menos ni más que hombre.
¿La razón de tan patente virtualidad? Lo explica René Luneau: “Je continue de croire que Jésus est, dans l’histoire religieuse du monde, le seul homme qui “évangelise” Dieu, trop souvent invoqué, au cours du temps, pour justifier nos préjugés, nos ambitions ou nos humeurs. Nul n’a parlé de Dieu comme il l’a fait”(pags. 10-11). Nadie ha sido jamás, en la historia religiosa del mundo, “profeta” y “mensajero” de lo que Dios es y quiere para el hombre como Jesús lo fue,
Quiere decirse por ello que las vigencias religiosas que el Evangelio patentó en raíz hace ya dos mil años pueden volverse vigencias actuales. Eso por un lado. Pero también que “las furias” de aquellos de la sinagoga contra Jesús y su verdad hasta intentar despeñarlo siguen alerta y en acción.
François Mauriac –católico, Premio Nobel de Literatura (1952)- lo advierte como cosa de lógica elemental en un escrito dirigido a los “católicos” de su tiempo. El camino de Jesús ha de ser el mismo camino de su Iglesia y de los cristianos y más incluso de los católicos. Y si en el caso de Jesús no había razones de verdad para perseguirlo y acosarlo como fue perseguido y acosado en su vida, tampoco las hay –salvando las distancias naturalmente- para perseguir a la Iglesia y a los católicos, por el mero hecho de ser Iglesia de Cristo o por el mero hecho de ser católicos. No nos fijemos tanto en si la Iglesia terrenal necesita sacudirse de cuando en cuando el polvo de los caminos, ni si en los hombres de Iglesia -desde el último laico al primero de los obispos- tienen defectos como los puede tener todo “quisque”. El “odium Dei”. que diría Ortega (Dios a la vista), aunque se fije también en eso, pasa sin embargo de eso y va más allá de eso, como a cualquier buen observador de la realidad actual le puede ser dado observar, si mira bien.
¿Masoquismo quizás el de los creyentes en Dios y en Jesús de Nazareth?
¿Quijotismo?
¿Alarde de atleta entusiasmado con moverse en aguas bravas, escalar el Everest o nadar contra la corriente?
¿Estupidez o minusvalía intelectual o psíquica?
No. Ni masoquismo, ni quijotismo, ni alardes de entusiasmos raros, ni estupidez ni minusvalía de ningúna especie o gènero.
La razón potísima del “odio” a Dios y al mensaje del Evangelio no viene de nada de esto. Es más profunda, Tiene su raíz en el movimiento de ideas y de creencias que representó -hace ya 20 siglos. el Evangelio de Jesús. Y que se muestra, este domingo, a las claras en las lecturas bíblicas.
Es el sino de la verdad. Que no gusta. Que escuece. Sobre todo escuece cuando la verdad, como es la verdad de Dios, desnuda y deja en cueros a nuestra verdad o verdades….
Es también el sino del cristianismo. ¿Hay acaso alguna otra religión –ahora o en la historia pasada el mundo- a la que se haya perseguido tanto y con tanta saña? ¿Hay alguna otra religión con tantos mártires, de ayer y de hoy; que concite tantas inquinas y resistencias, odios incluso, a la vista o disfrazados de mil modos o maneras?
Este perfil dominical me parece una buena perspectiva desde la que otear este día el panorama de la Iglesia y del catolicismo.
“Al oírle, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo, hasta un barranco del monte donde se hallaba el pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y siguió su camino” (del evangelio de hoy)
“No les tengas miedo, porque -si se lo tienes- yo te meteré miedo de ellos… Los poderosos lucharán contra ti y te harán la guerra, pero no te podrán porque yo estoy contigo para librarte” (de la lectura del profeta Jeremías, de hoy también)
¿No son los dos mil años de historia del Cristianismo la mejor prueba y garantía de su perennidad a pesar de todos los pesares, que han sido muchos y lo siguen siendo todavía?. A pesar de los muchos pesares, de dentro y de fuera, ahí sigue el cristianismo
Lo que dice G. K. Chesterton de la familia vale decir de la religión: “Medio enterrada en el polvo de la frivolidad y en el barro de la insensatez y de los egoísmos, que parecen ser congénitos a la humanidad y que parecen acompañarla en su caminar, la familia –la religión del mismo modo- languidece en las sociedades tecnológicamente más avanzadas del globo. Y, además, como todas las cosas grandes de verdad, las realidades que de verdad importan, la familia –la religión igualmente- está siempre muriendo y siempre resucitando” (cfr. G. K. Chesterton, El amor o la fuerza del sino, Rialp Madrid, 1995, pag. 19)
Amigos, ¿no habéis pensado alguna vez esa frase –tan veraz con la Historia en la mano- de que “la Iglesia es un yunque en el que se han gastado todos los martillos”? Creo que –con las lecturas de hoy ante los ojos- es buen momento de recordarla. Sin miedos; sin complejos; sin soberbia por supuesto; y con fe sobre todo.
Es mi perfil dominical de hoy. No mata la libertad de nadie de fuera porque se dirige a los de dentro.
SANTIAGO PANIZO ORALLO