EL ADVIENTO NOS ENVUELVE.

EL ADVIENTO NOS ENVUELVE.

*El Adviento es un tiempo de esperanza y de conversión, y la razón fundamental de la esperanza es que Dios ama a nuestro mundo, y nos ama apasionadamente a cada uno de nosotros.
-Ante ese amor desmedido de Dios para con nosotros, la respuesta debe ser la fe y la confianza del ser humano, y el crecimiento interior en la oración.

*Reconoce en el Adviento las “TRES VENIDAS DEL SEÑOR”:
1.-El Adviento es un tiempo para “RECORDAR”: El Señor vino y “acampó entre nosotros”.
Cuando nosotros hoy celebramos el Adviento y centramos nuestra mirada en la espera y la preparación de la venida de Jesús, quiere decir que miramos hacia atrás.
En el Adviento nos preparamos para recordar este hecho decisivo: Dios se ha hecho hombre, Dios ha venido a vivir nuestra misma vida.
-Dios ha entrado en nuestra historia y ha abierto un camino de liberación, Dios ha hecho suya nuestra debilidad. LA ENCARNACIÓN DEL HIJO DE DIOS.

2.-El Adviento es un tiempo para “CELEBRAR”: El Señor viene a la Iglesia por medio del Espíritu Santo. En el hoy de la Iglesia, Adviento es como un redescubrir la centralidad de Cristo en la historia de la salvación en claves de amor, ternura, fidelidad, misericordia, conversión, perdón…

3.-El Adviento es un tiempo para “ESPERAR”: El Señor vendrá al final de los tiempo en el que Dios será todo en todos.
El Adviento nos invita a mirar al futuro y nos abre a la esperanza.
“La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo” (CIC 1817).
La pregunta que surge es ¿de donde brota la esperanza cristiana?
La respuesta es: De las promesas de Dios (El Dios de Jesús es el Dios de las promesas).
La esperanza lanza un grito de alegría porque sabe bien, en lo más profundo de su esencia, que “la salvación anunciada es la salvación que trae el Señor”. Esa salvación proviene de Dios y no es solamente hechura de manos del hombre, aunque sabe bien que “la virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre” (CIC 1818).
Por eso mismo, desde este sentido profundo de la esperanza misma, sabemos que la promesa es clara, “alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación”, pero se nos exige esfuerzo de cambio personal, una profunda renovación y conversión.
La razón fundamental de la esperanza cristiana radica en el triunfo Pascual de Cristo, que anticipa la Justicia divina. DIOS TRIUNFA SOBRE EL MAL.

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