LA LLAMADA A LA CONVERSIÓN ES LA RESPUESTA MÁS EFICAZ A LA SEMILLA DEL MAL.
La Iglesia es Santa y pecadora… Santa, basada y anclada en la acción salvadora y redentora del Dios, Uno y Trino, el Dios Amor, el Sólo Santo. Santidad respaldada y alentada por el Espíritu Santo desde el principio hasta el final de los tiempos. Pecadora, fruto de las acciones y las faltas de cada uno de sus miembros, también de los nuestros.
Toda la Historia de la Iglesia debe ser debe ser leída desde la llamada a la conversión que nos lanza el evangelio a todos, reconociendo que “el Señor viene en nuestra ayuda, a pesar de nuestra condición de pecadores” (Claudia Koll).
Sin duda, la vida cristiana está llamada permanentemente a crecer y perfeccionarse. Por esta razón, la actitud propia y específica es vivir en conversión. Benedicto XVI decía el 11 de Mayo del 2007: “Cristo invita a responder al mal ante todo con un serio examen de conciencia y con el compromiso de purificar la propia viva… La conversión vence al mal en su raíz, que es el pecado, aunque no siempre pueda evitar sus consecuencias”.
La conversión nos recuerda que nuestro referente no es otro que el “Santo” y nuestra vocación es la santidad.
Reconocer la llamada a la santidad conlleva la condición de pecador en la experiencia religiosa.
¡Cómo sabemos que la conversión a Cristo es la respuesta más eficaz a la semilla del mal y al florecimiento de la maldad!
Siente que la Iglesia no se tambalea por los fallos, sino por la falta de fe, y que Dios nos llama a construir una Iglesia más fraterna, solidaria y evangélica.