Cuando somos capaces de valorar lo sencillo y lo pequeño es cuando nos convertimos en sabios.
Sabio no es aquel que sabe mucho sino el que es capaz de descubrir la grandeza en lo pequeño.
Sabio no es aquel que afirma con contundencia lo que sabe, sino el que reconoce humildemente lo mucho que le queda por aprender.
Sabio es aquel que en medio del cielo estrellado, en medio de la noche, es capaz de intuir las huellas de los rayos matutinos del sol.
Medita este maravilloso lema: “No llores porque no veas el sol, pues tus lágrimas te impedirán ver las estrellas”.
Saborea la vida como un gran regalo de Dios.