XXX SÁBADO DEL TIEMPO ORDINARIO/ CICLO B/3-10-2018
XXX SÁBADO DEL TIEMPO ORDINARIO/ CICLO B/3-10-2018
EVANGELIO DEL DÍA: Lc 14,1.7-11
Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso esta parábola: «Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro y te dirá: "Cédele el puesto a éste." Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: "Amigo, sube más arriba." Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»
COMENTARIO:
Celebramos el Sábado de la Trigésima Semana del Tiempo Ordinario . La Iglesia mira especialmente en el sábado a María de Nazaret.
Dice el Catecismo de la Iglesia Católica en el número 970 que “ La misión maternal de María para con los hombres de ninguna manera disminuye o hace sombra a la única mediación de Cristo, sino que manifiesta su eficacia..." (LG 60).
En el Evangelio de este Sábado de la XXX Semana del Tiempo Ordinario leemos el Evangelio de San Lucas (Lc 14,7-11)
Jesús, en casa de uno de los principales fariseos que le había invitado para comer, llama la atención de aquellos que van buscando los primeros puestos y los lugares de honor.
La comida le sirve a Jesús para hablar sobre el banquete mesiánico, abierto a todos, y Dios mismo será el anfitrión que valorará que “todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”.
Hagamos nuestra esta oración de Santo Tomás Moro: “Señor, dame una buena digestión y, naturalmente, algo que digerir. Dame la salud del cuerpo y el buen humor necesario para mantenerla. Dame un alma sana, Señor, que tenga siempre ante los ojos lo que es bueno y puro de modo que, ante el pecado, no me escandalice, sino que sepa encontrar el modo de remediarlo. Dame un alma que no conozca el aburrimiento, los ronroneos, los suspiros ni los lamentos. Y no permitas que tome demasiado en serio esa cosa entrometida que se llama el “yo”. Dame el saber reírme de un chiste para que sepa sacar un poco de alegría a la vida y pueda compartirla con los demás”.
www.marinaveracruz.net
EVANGELIO DEL DÍA: Lc 14,1.7-11
Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso esta parábola: «Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro y te dirá: "Cédele el puesto a éste." Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: "Amigo, sube más arriba." Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»
COMENTARIO:
Celebramos el Sábado de la Trigésima Semana del Tiempo Ordinario . La Iglesia mira especialmente en el sábado a María de Nazaret.
Dice el Catecismo de la Iglesia Católica en el número 970 que “ La misión maternal de María para con los hombres de ninguna manera disminuye o hace sombra a la única mediación de Cristo, sino que manifiesta su eficacia..." (LG 60).
En el Evangelio de este Sábado de la XXX Semana del Tiempo Ordinario leemos el Evangelio de San Lucas (Lc 14,7-11)
Jesús, en casa de uno de los principales fariseos que le había invitado para comer, llama la atención de aquellos que van buscando los primeros puestos y los lugares de honor.
La comida le sirve a Jesús para hablar sobre el banquete mesiánico, abierto a todos, y Dios mismo será el anfitrión que valorará que “todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”.
Hagamos nuestra esta oración de Santo Tomás Moro: “Señor, dame una buena digestión y, naturalmente, algo que digerir. Dame la salud del cuerpo y el buen humor necesario para mantenerla. Dame un alma sana, Señor, que tenga siempre ante los ojos lo que es bueno y puro de modo que, ante el pecado, no me escandalice, sino que sepa encontrar el modo de remediarlo. Dame un alma que no conozca el aburrimiento, los ronroneos, los suspiros ni los lamentos. Y no permitas que tome demasiado en serio esa cosa entrometida que se llama el “yo”. Dame el saber reírme de un chiste para que sepa sacar un poco de alegría a la vida y pueda compartirla con los demás”.
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