José de Segovia Schaeffer, Ealing y los Stones

Schaeffer hablaba de la necesidad espiritual que mostraba la canción por la que los Stones confesaban que “no podían conseguir satisfacción”.

Ha muerto ahora el batería de los Rolling Stones desde 1963, Charlie Watts.

Estos días que he pasado en Londres, volvía a casa en metro hasta la estación de Ealing, donde venían a buscarme en coche junto a las escaleras llenas de mugre de un local abandonado. Era el antiguo club donde empezó a tocar en 1963 el ahora fallecido batería de los Rolling Stones, Charlie Watts (1941-2021). Una placa al lado recuerda que aquí comenzó todo.

Los Stones hicieron su primer concierto en el Marquee –hoy un pub, al lado de mi tienda habitual de discos en Convent Garden– en 1962. Un año antes comienza a funcionar en Ealing este primer club de “blues con ritmo” (R&B) con el guitarrista Alexis Korner y la armónica de Cyris Davis. Watts tocaba desde 1961 con la banda residente en el club, Blues Incorporated. Los Stones tocan en Ealing dos semanas después de su debut en el Marquee. Hacen casi un par de docenas de conciertos en Ealing hasta que en 1963 se incorpora Watts.

He estado predicando estos días en la iglesia que fundó Francis Schaeffer a finales de los años 60, cuando empezó la comunidad de L´Abri en Inglaterra. Uno de los pocos miembros antiguos que queda es una señora mayor que me cuenta que fue al colegio con los Who e hizo su boda Schaeffer. Entonces había una escuela de arte en el barrio, donde estudió Ron Wood de los Stones, junto a David Bowie o Freddie Mercury de Queen. La señora me dice que ella solía ir al club antes de su conversión bajo la predicación del Dr. Lloyd-Jones, que vivía también en el barrio. La hija del predicador galés todavía viene por la iglesia de vez en cuando.

Al lado de la estación de tren de Ealing estaba el club donde comenzó el rock en Londres a principios de los 60.

L´Abri en Londres

Las comunidades que fundó este pensador norteamericano suelen tener una iglesia al lado, que era independiente de L´Abri. Son generalmente presbiterianas, ya que esa era la tradición de Schaeffer. El fue originalmente enviado a Suiza para evangelizar a niños por un grupo escindido del presbiterianismo en los inicios del neo-fundamentalismo. Su formación fue muy conservadora y participó incluso en la fundación del consejo alternativo de iglesias cristianas que se fundó en Amsterdam en 1948, para enfrentarse a la influencia del liberalismo y el comunismo en las denominaciones ecuménicas que establecieron allí, ese mismo año, el Consejo Mundial de Iglesias.

Su mundo se vino abajo, cuando se enfrenta a una crisis de fe en las montañas de Suiza, agobiado por el separatismo y la falta de amor cristiano del que hacía gala ese nuevo fundamentalismo. Schaeffer descubre que su anti-intelectualismo no tiene respuestas para las inquietudes de la juventud que pasa por su casa desde finales de los 50. Es así cómo nace una comunidad, cuyo pensamiento ha transformado la vida de muchos de los que conocimos sus libros por el trabajo de José Grau y la editorial Logoi –que junto con Ediciones Evangélicas Europeas publicó muchas de sus obras en castellano– durante los años setenta –hoy en su mayoría, agotadas–.

Schaeffer ilustraba sus exposiciones de la Biblia con referencias a la música, el cine y la literatura. Le interesaban la filosofía y el arte, pero sobre todo la cultura popular. Sus ejemplos eran siempre muy contemporáneos. El rock que nace de aquel “blues con ritmo” era entonces, la música de la juventud. Los que llenan ahora los conciertos de grupos como los Stones pueden tener más de setenta años.

Francis Schaeffer estableció L'Abri en Inglaterra durante los años 60, en el barrio de Londres donde nace el rock, Ealing.

La revolución de los 60

Los Stones nacen con cierto aire de provocación en 1962. Su fama une el exhibicionismo de Jagger al lado salvaje de Richards, frente a ese tercero en discordia que fue la errática figura del autodestructivo Brian Jones, muerto por ahogamiento en 1969. Acababa de abandonar la banda cuando tuvo un misterioso accidente, que algunos consideran todavía un homicidio. Fue el primero de muchos cadáveres que recorren la tragedia de toda una generación en busca de nuevas experiencias por medio de las drogas, el sexo y el rock´n´roll.

Si el Beatle Paul McCartney sentía así “el amor y la verdad”, Jones solo encontró demonios y monstruos. Él y Jagger se interesaron por el gurú Maharishi durante un tiempo, pero parece que no les sirvió de mucho la Meditación Trascendental. Si el LSD hacía pensar al Beatle George Harrison en los Himalayas, o llevaba al guitarrista de los Who, Pete Townshend, al Meher Baba, a los Stones les abre un oscuro pozo de serpientes amenazantes. Pues ¿de dónde salen si no, esas brutales letras al borde de la locura?

La primera vez que Brian Jones tomó “ácido”, vio criaturas que salían del suelo, las paredes y los techos. Empezó a buscar a alguien que estuviera escondido en los armarios, y estaba aterrorizado. Si las letras de Jagger son también autobiográficas, parece que él también tuvo malas experiencias. Dice en su Ataque de nervios nº 19: “En nuestro primer viaje intenté con todas mis fuerzas reordenar mi mente / Pero después de un rato me di cuenta de que me estabas desarreglando tú a mí”. O bien la droga sacó a la superficie los monstruos de temores reprimidos o malos recuerdos, o ésta afectaba de tal modo la conciencia que parecía desaparecer toda protección mental. Hay una obsesión entonces por la personificación del mal, que algunos conjuran, pero con la que otros también luchan.

Una placa en el barrio londinense de Ealing recuerda que en este club de jazz comenzó el rock británico.

Simpatía por el diablo

Mientras Schaeffer hablaba de la necesidad espiritual que mostraba la canción por la que los Stones confesaban que “no podían conseguir satisfacción”, la mayor parte de los predicadores evangélicos de lo que hablaban era de su supuesto satanismo. Cayeron fácilmente en la trampa de la provocación de los Stones, al declarar su “simpatía por el diablo” en una canción de 1967. Se otorgan a sí mismos, el titulo de “sus satánicas majestades”. Desde entonces, los cristianos no han dejado de relacionarles con el ocultismo. Pero ¿quién era Lucifer, para ellos?

El ahora abuelo de dos nietos y padre de siete hijos de modales exquisitos, Jagger, se desgarraba entonces una camisa negra por el pecho, en su celebre Circo del Rock´n´Roll, para mostrar un tatuaje que parecía representar al diablo. En una famosa foto de David Bailey, el cantante de los Stones tiene una copa de vino tinto en la mano, mientras en la otra exhibe un tridente, mostrando una mirada maligna. ¿Era esto una simple imagen promocional o había algo más de atracción por lo oculto?

Jagger se había educado en una familia bautista, pero estudió algunos libros esotéricos, y se rumoreaba que Richards hacía rituales de magia y brujería, con su novia Anita Pallenberg. Al preguntarle la revista Rolling Stone, dijo que “esto es algo que todos deben investigar”, ya que “es posible que haya algo”. Él contesta: “No soy un experto, solo lo intento, y lo sacó un poco a la luz”.

Los Rolling Stones expresaron con sus letras oscuras la insatisfacción que trae la revolución de los sesenta.

La atracción por lo prohibido

Hay muchos mitos en torno a la relación del rock con el satanismo. Algunos creen que canciones como Sopa de cabeza de cabra fue grabada por los Rolling en un ritual de vudú, pero el diablo, para muchos de estos músicos de rock no es una personificación del mal, sino la atracción seductora de lo prohibido. Jagger dice que “simpatía por el diablo” era una frase de Baudelaire: “Lo saqué de la literatura francesa, tomando un par de frases, que luego fui ampliando”.

La canción no trata, por lo tanto, de ninguna criatura angélica maligna, sino de “darle la vuelta a las cosas”. Ya que entonces “todo se reducía al sexo, la bebida y las drogas”. Era “una exploración del otro lado de la mente”. Ahora, sin embargo, dice Jagger que “abandonarse” es algo que puede ser “muy peligroso, especialmente cuando empiezas a usar drogas”.

Los Stones como tantos jóvenes entonces, buscaban una vida mejor, una existencia más emocionante, que fuera más allá del decoro. Jagger y Jones venían de familias tradicionales y conformistas, que vivían en barrios acomodados, con jardines bien cuidados, bonitas vistas y rejas de protección. Sus madres eran amas de casa y tenían padres trabajadores y disciplinados, pero la vida en casa se les antojaba llena de restricciones.

Richards venía, sin embargo, de un medio obrero, ya que creció en casas de protección oficial. Pero el rock´n´roll era para todos ellos una reacción frente a un ambiente claustrofóbico. Querían gritar y dar patadas, buscando peligros, más allá de todas aquellas mediocres aspiraciones en torno suyo. “Cuando recuerdas aquello, era bastante aburrido”, dice Jagger. Se entiende así, que para el que quiera romper con todas esas reglas, la palabra diablo no sugiere más que misterio y emoción.

Ángel de luz

Las referencias al diablo llenan la música blues, que tanto admiraban los Stones. Muchas piezas del folklore sureño norteamericano evocan encuentros a medianoche con un diablo que ofrece satisfacer los deseos de tu corazón a cambio de tu alma. El mito de Fausto reaparece así junto a las memorias supersticiosas de la religión africana. Pero el diablo de los Stones es también el de poetas románticos ingleses como Blake o Shelley. No es el gran engañador de la Biblia, sino el prototipo del “verdadero hombre”, libre de las normas y reglas de la moral tradicional. Como ha escrito David Dalton en su libro sobre los primeros veinte años del grupo: “Satanás es el rebelde que promete libertad, el enemigo de la hipocresía y la complacencia”. Es a ese “santo patrón del blues y del rock”, al que los Stones le dedican su simpatía.

Aquella canción, Simpatía por el diablo, fue grabada en Londres en noviembre de 1968 para abrir su disco Banquete de vagabundos, siendo filmada por el director de la “nueva ola” del cine francés Jean-Luc Godard, en su película Uno más uno. En ella suenan tambores africanos, rodeados de gritos que recuerdan una ceremonia vudú. Evoca impresiones de un ritual de sudor, jungla, llamas, con cuerpos que se retuercen. Tiene que ver también con la lectura del libro El maestro y Margarita, escrito por Bulgakov en 1938, aunque prohibido en Gran Bretaña hasta 1967. Muestra al diablo como “un hombre rico y con buen gusto”, dice Jagger, que cuenta los sucesos de la historia desde su punto de vista. En ese sentido se parece al “ángel de luz” que describe la Biblia.

El juego de la provocación de su 'Simpatía por el Diablo' ha hechos que muchos cristianos crean que los Stones son realmente 'sus satánicas majestades'.

Alguien que tuvo mucho que ver con la educación de los Stones en lo oculto fue el director de cine norteamericano Kenneth Anger, que se estableció en el barrio londinense de Chelsea en 1966. Educado en Hollywood, a Anger le atraía, digamos, “el lado oscuro de la vida”. Había escrito un libro describiendo esa “Babilonia” de Beverly Hills, que relata asesinatos y suicidios en el mundo del cine, mostrando los vicios y perversiones de las estrellas del celuloide. Al entrar en el círculo de los Stones, Anger introdujo las ideas mágicas de Aleister Crowley (1874-1947), un patético personaje criado en una Asamblea de Hermanos que se había obsesionado desde su niñez con la figura del Anticristo, la Gran Bestia del Apocalipsis. Para Jagger hoy, “todo aquello de la magia era un truco”. Lo que les atraía del satanismo de Crowley era su justificación de un modo de vida permisivo. Anger creía realmente en todo aquello, pero para los Stones, como para David Bowie o los Beatles, fue una simple moda.

Insatisfechos

En los años 60 sólo había dos grandes casas discográficas en Inglaterra, EMI y Decca. Las dos eran subsidiarias de grandes corporaciones eléctricas. EMI tenía a los Beatles, y Decca consiguió por medio de un empleado de Brian Epstein, el manager de los Beatles, a los Rolling Stones. Es Andrew Oldham, que había hecho también de relaciones públicas para la inventora de la minifalda, Mary Quant, quien uniforma a los Stones, como los Beatles. Establece un modelo exitoso de rudeza, malas caras y desdén, que será luego usado por centenares de grupos durante las siguientes décadas. Sus entrevistas tienen que ser monosilábicas y poco amables. Y hasta a Watts se le ordena sacar la lengua a las cámaras. Se crea así una empresa, por la que Oldham va a controlar todos los derechos, asegurándose la mayor parte de sus beneficios.

Si en 1965 los Rolling decían que no podían encontrar “satisfacción”, ya en 1969 aceptaron que “uno no puede conseguir todo lo que quiere”. El sueño de “paz y música” que representaba el festival de Woodstock llevó a los Stones a organizar un concierto gratuito en una pista de carreras en la localidad californiana de Altamont. En vez de policías, recurrieron a esos motoristas conocidos como los Ángeles del Infierno, para el servicio de seguridad. Era un gesto simbólico por el que pretendían que esos “nobles salvajes” de la subcultura americana de post-guerra, fuera de la ley, mantuvieran la ley. Y en vez de dinero, les pagarían con cerveza. El día anterior unos astrólogos trajeron malos augurios, y aquel día el LSD produjo bastante violencia entre la multitud. Al comenzar a tocar los Stones su declaración de Simpatía por el diablo, algunos Ángeles del Infierno apuñalaron a un joven negro. Las palabras de Jagger intentando mantener el orden fueron inútiles.

Una moralidad que se basa en decir que “soy libre para hacer lo que quiera en cualquier momento” (I´m Free) nos lleva a esa locura. Fue el final de un sueño, para toda una generación. Podías tener el pelo largo, experimentar todo tipo de relaciones sexuales y usar las drogas que quisieras, pero nada cambiaba la realidad de tu interior. “Me miro adentro”, cantaba Mick Jagger en Píntalo negro, “y veo que mi corazón es negro”. Porque más allá del ocultismo, esa es la situación de todo hombre. Es por eso que nuestro problema no es cuestión de magia, sino de corazón.

Hay un mal profundo en nuestro ser, que está en la raíz de todas las cosas. Necesitamos por lo tanto una solución radical, un nuevo nacimiento (Juan 3). Ya que es nuestro propio corazón el que necesita ser cambiado. Y eso es algo, que sólo Aquel que nos lo ha dado, puede hacerlo. “¡Acerquémonos” entonces a Él!, “con corazón sincero”, dice Hebreos (10:22), tal y como somos, con la confianza de que Él nos puede recibir y limpiar, dándonos nueva vida. Porque solamente en Él podremos encontrar satisfacción.

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