José de Segovia Stott y ‘La Cruz de Cristo’ (19)
Para Stott, “no hay explicaciones alternativas a la Cruz, como si tuviéramos una amplia gama en la que elegir, sino imágenes complementarias, una de la otra”.
| José de Segovia José de Segovia
“La Cruz transforma todo”, dice John Stott (1921-2011): “Nos da una relación con Dios de adoración, una comprensión equilibrada de nosotros mismos, un incentivo para entregarnos a su misión, amor por los enemigos y valor para enfrentar la perplejidad del sufrimiento”
El libro que publicó Stott en 1986, y editó en Buenos Aires Certeza Unida –traducido por David y Adriana Powell–, es considerado por muchos como su mejor obra teológica. En su mente formaba como una trilogía con sus otros dos libros de los 80, La predicación, puente entre dos mundos (I Believe In Preaching, 1982) y La fe cristiana frente a los desafíos contemporáneos (Issues Facing Christians Today, 1984). Si La Cruz expone la doctrina fundamental del cristianismo, su libro sobre la predicación es su principal aportación a la teología pastoral y Los desafíos contemporáneos a la ética o moral.
De los ocho libros que publicó en los años 60, cinco pertenecían a diferentes colecciones, dos de ellas dirigidas por él –Fundamentos Cristianos y La Biblia Habla Hoy–. Dos estaban basados en series de conferencias, como El retrato del predicador, en Fuller, o Un Pueblo, en Durham, y otro son sus magistrales exposiciones en la Convención de Keswick sobre los capítulos 5 a 8 de Romanos, Hombres nuevos. Junto a ellos tenía una larga serie de libritos sobre El bautismo y la plenitud del Espíritu, Comenzando una nueva vida con Cristo, Confiesa tus pecados (El camino de la reconciliación) y Nuestro silencio culpable.
En los 70 hace sus populares comentarios para la serie Tyndale –conocida en nuestra lengua como Didaqué– y La Biblia Habla Hoy. La primera estaba dirigida por Tasker, el teólogo liberal convertido a la fe evangélica en la Universidad de Londres por la predicación de Lloyd-Jones y la segunda por Stott en la parte del Nuevo Testamento. Muchos destacan su contribución a la primera colección sobre Las Cartas de Juan como el mejor comentario evangélico a estas Epístolas. La primera a La Biblia Habla Hoy inaugura la serie con su libro sobre Gálatas en 1968, pero será el de 2 Timoteo, Guarda el buen deposito, el que le dé mayor popularidad en 1973, aunque ahora son más conocidos los volúmenes sobre el Sermón del Monte (Contracultura cristiana), Efesios (La nueva humanidad) y El Mensaje de Romanos.
Cristianismo básico
Cinco años después de su publicación, califica ya James Gordon a su libro sobre La Cruz de Cristo como su “obra magna”. En cierto sentido no hay libro suyo que no hable de ella. Ya en sus primeras publicaciones, como Hombres con un mensaje, hay un capítulo sobre la justificación (El Mensaje de Pablo), o en Tu confirmación sobre “La Obra de Cristo, o lo que hizo”. La sección de Cristianismo básico sobre “La muerte de Cristo” es impresionante:
“El pecado nos ha separado de Dios, pero Cristo quiso traernos de vuelta a Él. Así que sufrió por nuestros pecados, un Salvador inocente por pecadores culpables. Y lo hizo de una vez y para siempre. Lo que ha hecho no puede ser mejorado, ni repetido. No hay observancia religiosa, ni obras de justicia que podamos hacer para conseguir el perdón. Hay sanidad por sus heridas, vida por su muerte, perdón por su dolor y salvación por su sufrimiento”.
Ninguna de estas secciones es, sin embargo, comparable a su monumental estudio sobre la Cruz, que presenta, como dice Gordon, “un argumento bíblico acumulativo, un fructífero recorrido por la obra de teólogos históricos y contemporáneos, una perspicaz observación psicológica, sobre una exposición de la Cruz que constituye su Credo personal”. El libro se reeditó ya a la primera semana de publicarse. Es hoy libro de texto en innumerables seminarios y facultades de teología. Packer lo describió en la revista Christianity Today como un libro de “más peso que Griffith Thomas, no tan enorme como el de B. B. Warfield, pero menos metafísico que el de Jonathan Edwards”.
Verdad fundamental
Packer dice que en La Cruz de Cristo vemos a Stott como “un teólogo bíblico de primera clase con una mente sistemática extraordinaria, gran poder de análisis, inmensa claridad de expresión, un manejo soberbio del material y la pasión del predicador por la verdad que cambiará nuestras vidas”. Hay una edición especial del libro por “las bodas de oro” que como “jubileo dorado” celebró la editorial Inter-Varsity, que incluye una dedicatoria nueva a su secretaria: “Frances Whitehead, en gratitud por 30 años de servicio extraordinario, leal y eficiente, 1956-1986”.
En el ámbito académico no evangélico fue recibido con la habitual resistencia a su insistencia en que el carácter sustitutorio de la muerte de Cristo como “expiación propiciatoria” es algo “innegociable”. Para él, esto no es una teoría más sobre la cruz. Es la verdad fundamental sobre la que se basa el cristianismo. Aunque hay diferente lenguaje sobre ella en la Biblia, para él, “las imágenes de salvación y expiación no son teorías, porque no son conceptos abstractos y especulativos, sino imágenes concretas que nos dan la Revelación”.
El gran intercambio
Para Stott, “no hay explicaciones alternativas a la Cruz, como si tuviéramos una amplia gama en la que elegir, sino imágenes complementarias, una de la otra”. Como evangélico clásico, la “propiciación” es el concepto bíblico, para él, que supone la “sustitución”. Su lenguaje nos habla de un ritual en un santuario, como la “redención” de la transacción en la plaza de mercado, la “justificación” de un procedimiento legal en un tribunal, o la “reconciliación” de la experiencia del hogar en la familia. Lo que pasa es que la “sustitución” no es una “teoría” o “imagen” más, para ser considerada con las otras, sino “el fundamento de todas ellas”.
Muchos creemos como Stott que, “si Dios en Cristo no muere en nuestro lugar, no hay propiciación, ni redención, ni justificación, ni reconciliación”. En el famoso debate que tiene con el teólogo liberal David Edwards (Essentials) –al que le pareció su libro, el mejor tratamiento evangélico que había leído del tema–, Stott contesta a su amistosa y respetuosa crítica con la conclusión de que no hay más opción que esta: “O la cultura juzga la Escritura, o la Escritura a la cultura”.
Este es uno de los pocos libros que no puedo leer sin lágrimas, ya que “al contemplar la Cruz de Cristo” veo que “nuestros pecados le llevaron allí”. Así que “lejos de halagarnos, la cruz socava nuestra justicia propia”. Ya que “no podamos estar ante ella con la cabeza alta, sino con un espíritu quebrantado”. Y “permaneceremos así, hasta que el Señor Jesús hable a nuestros corazones palabras de perdón y aceptación, que cautivados por su amor y rebosantes de gratitud, viviremos en el mundo a su servicio”.